“Que se vayan”, “Ustedes no quieren trabajar”. El grito histérico, mandón y prepotente lanzado contra un grupo de trabajadores, increpados por algunas decenas de personas, se sumaba a otros maltratos como empujones, y más gritos, cada vez más destemplados. Este era, a grandes trazos, el ambiente en la estación de servicio de Santa Clara de Olimar el fin de semana pasado cuando una patota encabezada por referentes de “Un solo Uruguay” y propietarios locales desalojaron al personal que se encontraba en asamblea y en el medio de una negociación por la restitución de un operario despedido. El episodio dejó al desnudo la violencia que subyace en las declaraciones de algunos dirigentes del movimiento que no es otra cosa que la violencia naturalizada por siglos de sometimiento a los patrones. Lo dejó en evidencia el dirigente Juan Brea Saravia, vocero de “Un solo Uruguay” y consignatario de ganado, cuando en declaraciones a la televisión dijo que en el local había “dirigentes del Pit-Cnt que venían de Treinta y Tres” y que por eso procedieron como lo hicieron. La asonada de Santa Clara de Olimar se inscribe en un ambiente que se viene generando desde hace tiempo en algunas zonas del país. En ese sentido vale recordar el caso del peón rural golpeado por el capataz y propietario de la estancia donde trabajaba en Salto. Un caso de violencia feudal que tuvo repercusión en la opinión pública en su momento, pero que fue considerado como un caso aislado. Un hecho similar se registró poco después en otro establecimiento. Al comienzo de este año, en Rivera, fue asesinado un dirigente sindical por otro trabajador que no estaba cumpliendo con la medida sindical. El matador no vaciló en descargar su odio pese a que el sindicalista estaba acompañado por su esposa y su pequeña hija. El homicida fue protegido por su patrón, quien incluso abrió el portón del local de la empresa para esconder el camión. Tabaré Vázquez fue víctima de algunos de los más exaltados cuando fue prácticamente emboscado a la salida del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), ocasión en la que fue increpado, acusado de mentiroso y abucheado. Incluso, en los dos Consejos de Intendentes realizados con posterioridad -en Playa Pascual, San José, y La Macana, Florida-, grupos de “autoconvocados” protestaron, agredieron a sindicalistas y abuchearon a vecinos que participaban en las actividades. Pero en el caso de Santa Clara fue claro que los trabajadores estaban en el medio de una negociación con intervención del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) y que fueron provocados por el propietario de la estación cuando este se negó a recibirlos y cerró el establecimiento. No obstante, algunos medios de prensa, encabezados por el diario El País y los canales de televisión de Montevideo, presentaron el caso como la reacción de vecinos cansados. No se sabe cansados de qué, porque la actividad sindical es nula en esa zona del país donde no hay grandes emprendimientos industriales. Los hechos comenzaron a sucederse semanas atrás, cuando el personal de la empresa comenzó a reclamar una serie de mejoras en las condiciones de trabajo, como en los baños, por ejemplo. El diálogo con el propietario, Elio González, se cortó cuando este despidió a uno de los trabajadores, uno de los delegados, alegando “notoria mala conducta”. De inmediato los operarios transmitieron su situación a la Unión Nacional de Trabajadores del Metal y Ramas Afines (Untmra) -sindicato al que pertenecen los trabajadores de las estaciones de servicio- y al Ministerio de Trabajo. Para las autoridades no había causal de despido y recomendaron el reintegro del empleado mientras proseguían las negociaciones. Sin embargo, el sábado en la noche se desató la violencia. Cuando el personal se encontraba en asamblea, el propietario decidió cerrar el establecimiento. Era el momento de la llegada de un raid hípico, actividad que concita el interés de la gente del lugar y en particular de propietarios de campos y de caballos. Ese fue el momento en el que González decidió el cierre, situación aprovechada por personas que se identificaron con “Un solo Uruguay” y el Partido Nacional. El Pit-Cnt solicitó al Honorable Directorio nacionalista ser recibido para dialogar sobre este caso, ya que algunos de los agresores dijeron pertenecer a ese partido. Santa Clara está gobernada por el Partido Nacional y su alcalde, hasta donde se sabe, no se pronunció sobre los incidentes en la única estación de servicio del pueblo. Esta pequeña localidad del departamento de Treinta y Tres está ubicada en medio de estancias, muchas de ellas de la familia Saravia, de larga trayectoria en el Partido Nacional y en la política. José Brea Saravia, vocero de “Un solo Uruguay”, quien justificó la asonada, es tataranieto de Aparicio Saravia. Su hijo, Gerónimo Brea, fue uno de los instigadores de la violencia. Autoritarismo, prepotencia y paternalismo han sido las constantes en esas tierras y son caldo de cultivo para la violencia, que ahora se desató en esa pequeña localidad, pero que puede estallar en cualquier lado y en cualquier momento.
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