Por Ricardo Pose Esta parece ser la función que algunos excandidatos presidenciales dieron a sus carreras legislativas con los ya conocidos resultados vistos en las urnas (actualizando expresiones) y que parecen augurar, en estas próximas contiendas internas de los partidos políticos, retomar el impulso; sería interesante, entonces, ver cómo desarrollan algunos candidatos-senadores la pericia entre la banca y el trampolín. El peso de llamarse Luis En el tibio precalentamiento de las elecciones internas del Partido Nacional, la senadora devenida en diputada (por un débil convencimiento de hacer valer la cuota de género) Graciela Bianchi sostuvo que entre los blancos se podía divisar claramente tres corrientes: el herrerismo, el wilsonismo y el novel “luisismo”, corriente nacida de la aplastante hegemonía que parecen haber logrado los “Todos”, liderados por Luis Lacalle Pou. Cierto es que Luis es un nombre vinculado fuertemente a la política Uruguaya; de hecho ya existió el “luisismo” de Luis Batlle, y desde Luis Alberto de Herrera, todos los Luis Alberto por rama filial, hasta este fenotipo surfista y símil Coco Echagüe, Lacalle Pou. En todo caso, el “luisismo” fonéticamente nos rememora demasiado lo lusitano. Demasiado. Fiel a la tradición nacional-católica de los blancos herreristas, Luis Alberto Alejandro Aparicio Lacalle Pou, decidió asumir su papel en la historia de su familia y de su partido dejando de correr olas para abrazar la carrera política, recibiendo en esta actividad también unos buenos revolcones, y demostrando sus dotes para hacer la plancha en su actividad parlamentaria. El lejano horizonte de lo público Educado en el colegio y liceo The British Schools, recibido de abogado en la Universidad Católica del Uruguay, residente del barrio privado La Tahona, su único contacto con lo público es, justamente, su actividad legislativa, iniciada como diputado canario allá por el año 2000. Cuánto influyó su formación educativa y de vida en una sensibilidad política ha quedado demostrado; de hecho dice la leyenda que mientras su padre ejercía el gobierno nacional, Luis era un muchacho rebelde, viviendo la buena vida del joven pitucaje. En su cosmovisión espaciotemporal, el muchacho que debutó sexualmente en un yate y corría olas por varios océanos del planeta, que ostenta un título profesional que nunca ejerció siquiera por necesidad de ingresos, corre llanuras suavemente onduladas como un ser privilegiado y por encima del vulgo, que debutó debajo de los transparentes, chapotea en las inundaciones y se gana la vida con orgullo de sus oficios aprendidos. No es extraño, por tanto, que a los ojos de los blancos de Aparicio, Luis Lacalle ejerciera su actividad política como los “dotores” del partido, entre los mármoles del Parlamento y los selectos grupos que consumen amarillos de etiqueta negra con rocas en sus reuniones. Ser blanco y quedar en blanco La campaña electoral de 2014 permitió conocer una faceta desconocida en los políticos uruguayos, que podríamos traducir en una ciega confianza en sus asesores. Algunos de estos asesores, a cartas vistas de los asesoramientos, bien podrían ser “cuadros políticos frenteamplistas” infiltrados en el comando de campaña de Lacalle. Otros, de indiscutida fidelidad partidaria, como Pablo Da Silveira, debieron mitigar los furcios, olvidos y literalmente improvisaciones del candidato presidencial. Mas acá en el tiempo, podemos mencionar -como una incorregible tendencia a las “malas juntas”, como decía mi madre- al doctor Diego Durand en materia de seguridad pública, defensor de uno de los mas pesados narcotraficantes criollos, el Betito, o el doctor Pablo Correa, mediáticamente famoso por ser expulsado de la audiencia judicial por sus impertinentes actuaciones en el juicio por Ancap. Productores legislativos Si hay un elemento que permite medir la eficacia de la labor legislativa, es el número de proyectos de ley presentados en trámite y aprobados. En esta suerte de “batalla política de papeles”, hay dos tensiones bien claras: el oficialismo, tratando de aprobar la mayor cantidad de leyes de su Poder Ejecutivo y de su bancada, y la oposición, presentando la mayor cantidad de leyes sabiendo las escasas posibilidades de su aprobación. Y es en esas no aprobaciones donde la oposición acusa de ineficacia y de manejo abusivo a la mayoría parlamentaria y oficialista, como estrategia de acción política, a la que sumará una lluvia de pedidos de informes y llamados a sala y a comisión de ministros y autoridades. Luis, el manco Un estudio de febrero del 2014 de Daniel Chasquetti sobre la actividad en el Parlamento demuestra que en el período marzo de 2010- setiembre de 2014 se aprobaron 557 leyes; 420 por iniciativa del Poder Ejecutivo, 98 de Diputados y 39 de la Cámara de Senadores; el total de proyectos presentados en ese lapso fue 1.322, y marcando una tendencia histórica, 50% de 789 proyectos de iniciativa parlamentaria fueron presentados por el Partido Nacional, el más proactivo redactor de proyectos de la historia parlamentaria. Salvo Luis. En el período febrero de 2015-febrero de 2018 Luis Lacalle acompañó diez proyectos de ley y por motus propio presentó siete, que están en trámite porque, claramente, el Parlamento discute cosas importantes. Para no aburrir al lector, en el espacio personal del senador en la página del Parlamento podrá encontrar los proyectos de ley presentados, de los cuales tomaremos tres en los que usted deberá adivinar la oportunidad política en que fueron presentados:
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- Carpeta 758/2017, presentado el 15 de febrero de 2017, sobre “Creación y Normas de los Delitos de Terrorismo”. Muy bien, querido lector: presentado como pan caliente a pocos días del asesinato en Paysandú del comerciante David Fremd.
- Carpeta 335/2015, presentado el 19 de agosto de 2015, sobre “Registro Nacional de Abusadores de Menores y Pederastas” Eureka por usted: presentado con sendas declaraciones cuando se habían suscitado lamentables hechos de pública notoriedad.
- Carpeta 777 /2017, presentado el 23 de marzo de 2017, sobre “Modificaciones a la Ley de Inclusión Financiera”, en el momento de las dificultades de extensión y aplicación del sistema en algunos lugares del interior del país.
Luisito y su barra de asesores tienen una creativa capacidad para convertir en proyecto de ley cuanto titular de prensa acapara la atención; y dije “creativos”, no “oportunistas”. En otras de sus actividades legislativas en el mismo período, solicitó 47 pedidos de informes, de los cuales 17 fueron dirigidos al Ministerio del Interior; el hombre vela por tu seguridad. Los circunscriptos al trabajo En el Parlamento funciona la Asamblea General, las sesiones ordinarias, las extraordinarias y las comisiones, que son el verdadero ámbito de trabajo legislativo; en ellas se presentan los proyectos que serán discutidos, se reciben delegaciones de la sociedad civil, se realizan estudios técnicos, se llega a acuerdos de redacción y estilo para presentar al pleno de la correspondiente cámara el proyecto a aprobar o en un informe en minoría para su no aprobación o con texto alternativo. O sea, el laburo esta en las comisiones, así que si se quiere tener una idea de cuánto labura un legislador, las asistencias a las comisiones son un buen dato. En el período febrero de 2015-febrero de 2018, tomando en cuenta que los senadores integran más de una comisión (aunque Luis Lacalle formalmente integra tres en un promedio de cuatro comisiones para cada senador), el promedio de asistencia es 80%. Existen los casi “niños cero falta”, entre los que se destacan Bordaberry con 95%, Daniela Payssé con 97%, Patricia Ayala con 96%, por mencionar algunos. Pero observe qué dato curioso el de los presidenciables nacionalistas: como para decir “todos laburan… menos Luis y algunos más”. Si tomamos esos datos, podemos sostener que Luis Lacalle ocupa 67% la banca y 23% trampolín, lo que no parece ser un porcentaje demasiado importante para utilizar de lanzamiento, aunque la caída en picada puede ser importante. Pero la performance legislativa parece indicar que es justamente al revés: 67% de trampolín, 23% de dedicación a la banca.