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La barras del día

Por Eduardo Platero.

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El 3 de agosto, a las 19 horas, en el local de la Huella de Seregni nos reuniremos para celebrar el 55º aniversario de la fundación del Frente Izquierda de Liberación (Fidel). Allí pienso reencontrarme con tantos viejos compañeros y amigos de aquellos años de forja. Destaco lo de compañeros y amigos porque, si el Fidel tuvo algo de diferente a mis antiguas experiencias políticas, fue el espíritu fraterno y constructivo con el cual militábamos. Puse por título ‘Las barras del día’ por el que usó don Luis Pedro Bonavita para un libro editado ese año, en el que plasmó sus esperanzas en la construcción de una fuerza política capaz de darles un destino venturoso a nuestra patria y nuestro pueblo. Era año electoral, terminaba el primer gobierno del Partido Nacional, que había llegado a él luego de 96 años de lucha. Para ello había reconstruido su unidad cerrando la brecha que separaba al viejo tronco original; el Partido Nacional Independiente se había separado como final de una larga puja con el herrerismo, del cual lo separaba la distinta actitud en torno a la dictadura de Terra. En tanto el sector mayoritario la apoyó y coparticipó en el gobierno, los que terminaron por ser “blancos independientes” fueron de los más activos luchadores en contra de ella. Pero el tiempo había pasado, atenuando los rencores, y, del mismo modo que el batllismo había terminado por incluir a los “colorados independientes”, dejando a los más comprometidos con Terra afuera (caso del abuelo de Pedro Bordaberry), los blancos terminaron por unirse bajo el mismo viejo lema. También estaba Chico Tazo (Benito Nardone), viejo periodista de El Día, al que abandonó para apoyar a Terra y luego, con el apoyo de radio Rural, se convirtió en un vocero de los intereses de los estancieros. En aquellos años, en la estancia en donde veías un molino, podías estar seguro de que a las 11.30 estaban escuchando a Chico Tazo. Su prédica comenzó por dejar al desnudo los precios reales que se pagaban cada día por los productos agrícolas, dejando sin margen de maniobra a los consignatarios que informaban días después a quienes les habían enviado su producción para ser comercializada. Pero, también, dejando al descubierto la vieja política batllista de apropiarse de una parte de los dólares obtenidos por la exportación primaria para sostener la política de industrialización. En tanto, la Liga Federal de Acción Ruralista, entidad entre gremial y política que él lideraba, era una fuerza nueva y pujante en todo el país. Ese conglomerado había vencido en la elección del 58 y había gobernado hasta la nueva instancia electoral, que sería en noviembre del 62. Fue un gobierno decepcionante. Dividido en lo interno y “austero” en lo económico. Las condiciones de vida de los trabajadores no habían hecho más que empeorar, mientras que el campo, si bien había recibido las mejoras que esperaba, estas no habían sido suficientes como para equilibrar las pérdidas de las inundaciones del 59. Ni bien terminaron las inundaciones, que para todos fueron una tragedia nacional que obligaba a una pausa y a aguantar la cuota de privación, las luchas sociales se encendieron. La devaluación de Azzini y las recetas del FMI significaron un enorme sacrificio para las clases populares, a lo que se agregaron los trascendidos de las “avivadas” con la ayuda solidaria que llevaron al general Gestido, como protesta, a renunciar como presidente de la comisión. Todo reclamaba un cambio de rumbo, y en ese marco se constituyó el Fidel, que no fue la única manifestación de unidad popular que se dio. Con ese nombre el Partido Socialista había establecido una unidad con el senador Erro, disidente del herrerismo. Hubo, entonces, dos “unidades”: una sin exclusiones, lo que quería decir que incluía a los comunistas, y la otra “con exclusiones”, sin comunistas. En lo que se llamó el “plebiscito de la izquierda”, el Fidel fue ampliamente mayoritario y marcó el camino hacia lo que, recién en el 71, se constituyó como Frente Amplio. El Fidel (objetivo estratégico del Partido Comunista desde su XVI congreso) incluyó: al propio PCU; al MRO, blanco liderado por el doctor Ariel Collazo; dos movimientos batllistas, Avanzar, que encabezaba Carlos Elichirigoiti, y 26 de Octubre (fecha del asesinato de Grauert), con Víctor Roballo a su frente y un grupo de personalidades como don Luis Pedro Bonavita, Paco Espínola, Edmundo Soares Netto, A. Aguirre González y muchos más que no nombro para no dejar en el olvido a alguien. Su comité ejecutivo estaba presidido por don Luis Pedro y la delegación comunista estaba encabezada por Enrique Rodríguez y el ingeniero José Luis Massera y Reyes Daglio, delegados de las agrupaciones políticas y representantes del Comité Universitario y el Movimiento del Pueblo de Maldonado. Sin concurrir al ejecutivo, pero con trabajo constante, actuaban el Comité Femenino, presidido por doña Julia Arévalo, y el Comité Central Obrero, que orientaba el compañero Prieto. Lo que singularizó a la alianza electoral que tomó por distintivo el número 1001 –con dolor para viejos bolches que amaban la histórica 63– fue que por debajo de las autoridades brotaban como hongos los “fidelitos”, agrupaciones vecinales que, como hormigas laboriosas, hacían política en los barrios. Todo esto, que era un proyecto político y no una mera alianza electoral, y crecía día a día y activaba antes, durante y después de las elecciones, convirtió al Fidel en una fuerza política real. Creció en la elección del 66 y fue una de las bases sólidas con las que contó en el 71 para el nacimiento del Frente Amplio. En esa elección del 62, en la que debemos incluir la aparición de la lista 99 como una realidad distinta y más a la izquierda del batllismo, volvieron a ganar los blancos, esta vez la UBD, con don Daniel Fernández Crespo a la cabeza. Pasado el temor ante la constitución de una central obrera, la CUT, decididamente embarcada en lograr la unidad de todos los sindicatos, y de los ensayos de unidad en la izquierda, el doctor Aldo Solari, el sociólogo más importante del momento, escribió una nota en Marcha que tituló ‘Réquiem para la izquierda’, haciendo hincapié en la enorme diferencia de votos entre esta y los partidos tradicionales. Una especie de condena: la izquierda jamás llegaría a gobernar. Rodney Arismendi contestó esa especie de epitafio señalando que el sociólogo no leía bien la realidad. Que las luchas sociales crecían en la ciudad y el campo; arroceros, esquiladores y cañeros se habían movilizado haciendo de la lucha social algo más que ciudadano. La unidad de los trabajadores se había puesto en marcha con la creación de la Central de Trabajadores del Uruguay y las mesas de discusión se encaminaron a crear una verdadera central única, pese a que la CNT eludió llamarse así. Los estudiantes se movilizaban en la calle desde la Ley Orgánica del 58, lo hacían unidos a los trabajadores y la FEUU había dejado de ser la cantera de la cual los partidos tradicionales extraían sus mejores cuadros. Los mismos, ahora, se integraban a la izquierda. Y con los ensayos de Unidad Política, el Fidel había probado su capacidad de mantenerse como una alianza política leal, fraterna, abierta y en crecimiento. A ese alumbrar, a esas barras del día se refería don Luis Pedro Bonavita. Entre esas primeras claridades y el despertar de la madrugada, faltaría, sin duda, un tiempo. Imposible de calcular, pero a las barras del día siempre, siempre las sucede la madrugada. ¡Feliz cumpleaños Fidel! Hace 55 años nos daban por empresa imposible y desde hace 15 ensayan fórmulas para sacarnos del gobierno. Está en la decisión, la sinceridad y la confianza en nosotros mismos que eso no suceda y que las grandes transformaciones que el país necesita sigan aclarando la luz de esta madrugada.    

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