Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Editorial Venezuela |

La campaña de la derecha

Por Leandro Grille.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Podemos asumir que la estrategia central de campaña de la derecha va a girar en torno a la seguridad pública. Eso no representa ninguna novedad. Ha sido así desde tiempos inmemoriales. La invocación del miedo, como recurso dominante, forma parte de una tradición ancestral en las tiendas conservadoras, incapaces de formular una propuesta económica superadora que convenga a las grandes mayorías. En un país estable como Uruguay, con una economía que crece de manera ininterrumpida hace 15 años, aunque toda la región se venga abajo, donde el salario real crece, aunque en toda la región se desplome, donde la pobreza ha alcanzado el mínimo histórico, mientras en la región aumenta, donde la indigencia roza la inexistencia, donde la inversión pública en educación y salud se ha multiplicado, donde la democracia es sólida y reconocida, donde la transparencia es mucha y la corrupción es poca, donde la gente vive mejor que en el resto del continente, no había que ser un genio para darse cuenta que la campaña central de la oposición iba pasar por el garrote. En primer término porque no tienen otra cosa de la que hablar; en segundo lugar, porque la satisfacción económica de la sociedad se acompaña de una demanda de custodia y última instancia, porque el miedo es un perfecto supresor de la lucidez, y la gente atemorizada es capaz de dar saltos al vacío.

Se dirá que los homicidios aumentaron en el último año y que la inseguridad no es una sensación, sino un hecho comprobable y comprobado en la carne por los uruguayos. Sin embargo, hay un problema de conexión causal que tiene que ser resuelto con algo más que un certificado de simultaneidad y una ilación fina de falacias. Porque una mala evaluación de las causas de los fenómenos conduce necesariamente a un tratamiento equivocado. Hagamos la siguiente pregunta: ¿la política económica del Frente Amplio produjo un aumento sostenido de la inseguridad? Sólo en un lodazal de disparates se puede inferir que el crecimiento económico, los Consejos de Salarios, la distribución más igualitaria o la inversión en políticas sociales produjeron un auge de los homicidios y el desembarco de bandas de narcotraficantes.

El razonamiento puede y debe continuar por múltiples rubros porque la gestión progresista no ha impactado sólo sobre la economía. Para ser ecuánimes y hacer un canto a la buena fe, también es indispensable encontrar el vínculo entre el incremento de la accesibilidad social a la salud y la delincuencia, entre el aumento de la inversión pública en educación y el crimen, entre las políticas de inclusión y los homicidios, entre las políticas sociales y la violencia, entre la disminución de la mortalidad infantil y el número de homicidios, entre las políticas de la nueva agenda de derechos y la violencia desatada. Si esos vínculos causa-efecto no se prueban, no surgen de ningún estudio o son inexistentes, sería una verdadera barbaridad anular todos los beneficios que han traído al país los gobiernos del Frente Amplio para resolver una problemática que no se relaciona con ellos, salvo en un discurso avieso o en las tapas de los diarios.

La derecha nos propone seguridad. Cuando el clima se lo permite puede ofrecer gatillo fácil, rifle sanitario y hacer campaña figurando un revólver con los dedos, a lo Bolsonaro. Pero ellos no vienen a solucionar el problema de la delincuencia, vienen a aplicar un modelo económico de exclusión y, ya de paso, a meter palo, no tanto para reprimir a los malvivientes como para contener la reacciones sociales que produce la exclusión. Con la derecha el delito no baja nunca, porque a los problemas inherentes de la época, les añade el caldo de la destrucción de la economía familiar, el desempleo, la expansión de la pobreza y el aumento de la desigualdad. En dos años te saca a la inseguridad del foco de las preocupaciones ciudadanas, pero no porque el delito disminuya, sino porque el problema central pasa a ser conservar el empleo, conseguirlo cuando no se tiene y parar la olla en todos los casos. La prensa, que es muy sumisa en estos casos, te saca los crímenes de la tapa y empieza a bombardear con el programa en serio: bajar el costo del Estado, reducir las política sociales, privatizar las empresas públicas, liberalizar la economía y desregular las relaciones laborales. ¡Ya lo han hecho tantas veces!

Otro tema que va a estar en el tapete es Venezuela. Pero no Venezuela como desafío ni como proyecto, sino Venezuela como cuco, como demonio a exorcizar, como mito maligno de la modernidad. Va a ocupar el lugar de la Unión Soviética de la Guerra Fría y de Cuba en el siglo XX. Nadie va a hablar de la Venezuela bloqueada, asediada, agredida por Estados Unidos y sus aliados. Nadie va a explicar por qué la mayoría de los venezolanos sigue siendo chavistas hoy mismo, pese a todos los problemas económicos y la amenaza en ciernes de una invasión militar. Van a hablar de Venezuela como la peor dictadura de la historia. Cuentan para ello con la ventaja de que todos los medios del mundo dicen lo mismo y no hay nada que le guste más a la derecha que alinearse detrás de lo que dicen todos los medios del mundo, que son una multitud pero a la vez son una sola voz, la voz del poder real, monocorde, unidireccional y estrechamente dirigida desde los países centrales. Qué papa hablar contra Venezuela en un mundo inundado de propaganda contra Venezuela. Otra que andar en el caballo del comisario.

Pero cuando la derecha con su campaña de garrote y agitar cucos gane, tampoco va a hacer nada con Venezuela ni va a torcer el rumbo para que Uruguay no se convierta en una Venezuela en la que nunca se iba a convertir, eso son sólo recursos de terrorismo verbal para obtener la adhesión de incautos y obnubilados. Su programa es la restauración neoliberal, la redistribución de la riqueza, pero hacia atrás, para que los que más tienen tengan todavía más y el resto que reviente. Esos fueron los gobiernos de Julio María Sanguinetti y de Luis Alberto Lacalle. Y ese sería el programa del heredero de Lacalle y del propio Sanguinetti, en su mismísima humanidad de hombre conservador, tan auténticamente conservador que para ser candidato lo sacaron de un freezer.

Temas

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO