Mucho se ha escrito y especulado sobre los orígenes de la contrarrevolución cubana, unos lo aducen a las medidas socio económicas y políticas tomadas por la Revolución, otros, al carácter socialista de la misma, los más, a la influencia del “comunismo internacional” y un sinfín de explicaciones, como factores determinantes en su proceso de radicalización, pero lamentablemente sin bases objetivas, con mucha pasión en dependencia de las posiciones que se hayan adoptado, pero casi siempre sobre juicios subjetivos y solo unos pocos han llegado al meollo del asunto. La revolución cubana, como más de una vez Fidel Castro lo manifestó en aquel primer año, “era tan verde como nuestras palmas” y se propuso implementar el programa del Moncada, que preveía todas las leyes revolucionarias promulgadas. Además, Fidel con su dialéctica magisterial lo explicó en reiteradas ocasiones dentro y fuera de Cuba. Una de sus primeras visitas al extranjero fue para cumplir una deuda moral y solidaria con Venezuela en enero de 1959, el siguiente destino en abril, fue los Estados Unidos, donde se entrevistó con todos los sectores y estratos de la sociedad norteamericana; prensa radial, escrita y televisiva, cine, hombres de negocios, estudiantes, académicos, representantes de latinos y negros, legisladores, en fin con todos los que pudo, donde explicó los objetivos revolucionarios y sus proyecciones sociales, solo que el presidente norteamericano Dwight Eisenhower, ya prejuiciado por sus amigos oligarcas, no lo recibió, delegando en Richard Nixon, su Vice tal tarea, quien después de cumplimentarla, acusó –en memo al presidente- al líder cubano de ideas comunistoides. Entre febrero y marzo, después que Fidel Castro fuese designado Primer Ministro del gobierno, se dictaron numerosas medidas sociales, tales como la rebaja de alquileres en las viviendas; la rebajas de las tarifas eléctricas y telefónicas; rebajas en los precios de libros y medicamentos; construcción de aulas rurales y escuelas; creación de los Institutos de Vivienda y Bienes Malversados y medidas para combatir el juego organizado, en ese entonces, en manos de mafiosos norteamericanos. Por tanto, Estados Unidos sabía cuáles eran las proyecciones del gobierno revolucionario, algo que entonces, no los sobresalto mucho, aunque no fueran de su agrado. Pero, el golpe decisivo –para los enemigos y adversarios a la revolución- llegó con la promulgación de la ley de Reforma Agraria la cual afectó a un sector de la burguesía nativa que aun habiendo combatido a la dictadura, solo pretendían un cambio de figuras donde el estatus quo se mantuviese y por supuesto, las excelentes relaciones con Estados Unidos. Estremeció también los cimientes del Imperio, aquel si fue, como se diría en cubano coloquial: “el pollo del arroz con pollo”. Pocos sabían que ese día, a Fidel le entregaron un proyecto de ley de Reforma Agraria, confeccionado por un equipo de asesores y que en el trayecto del viaje Habana-Santiago, lo modificó radicalmente y esa fue la ley que finalmente se aprobó, la cual traería consecuencias políticas, sociales y económicas extraordinarias para la sociedad cubana y en las relaciones con Estados Unidos. Se otorgaron más de 100,000 títulos de propiedad a campesinos pobres, aparceros y precaristas. Los campesinos se liberaron definitivamente del yugo terrateniente y latifundista, la tierra regreso al patrimonio de Cuba, pero los propietarios, entre ellos, los grandes consorcios norteamericanos, elevaron el grito al cielo y junto a su gobierno, declararon la guerra sin cuartel a la Revolución, guerra que ha durado más de 55 años. Mientras, en el seno de la revolución algunos sectores no estuvieron de acuerdo con aquella ley, pues se percataban un inminente enfrentamiento con la oligarquía local y su burguesía, además del Imperio que las respaldaba. Por tanto, para analizar el nacimiento y desarrollo de la contrarrevolución cubana, debemos tener en cuenta tal acontecimiento, que afectará directamente a los proyectos de cada organización o sector social que participó en la lucha contra la dictadura de Batista. Para los más, los que pretendían una revolución que sacara al pueblo de sus miserias, las medidas tomadas eran justas, para otros, que solo pretendían cambios cosméticos, el enfrentamiento al Imperio del Norte, era como desafiar a Satanás. Los politiqueros, esbirros, ex militares y torturadores del régimen batistiano que se refugiaron en Miami, casi inmediatamente después del triunfo revolucionario, formaron dos agrupaciones para combatir la revolución: la Rosa Blanca, presidida por el batistiano Rafael Díaz Balart y las Milicias Obreras Anticomunistas, dirigida por Rolando Masferrer Rojas, ex jefe de escuadros de la muerte, las que rápidamente se dedicaron a campañas difamatorias y a organizar a sus simpatizantes dentro de Cuba para combatir a las nuevas autoridades, pero con muy poco suceso, salvo la primera invasión realizada en ese año, por un grupo de mercenarios al mando de Armentino Feria, un hombre de Masferrer, que fue capturado al poco tiempo de su desembarco por Baracoa. Más eficiente fue el trabajo realizado por el dictador dominicano, Rafael Leónidas Trujillo quien con maleantes de todas las latitudes del continente y renegados cubanos, organizó una “legión del Caribe” que pretendía invadir a Cuba para derrocar su gobierno. Para estos menesteres buscó ayuda en la CIA (Frank Bender), y en elementos “descontentos” dentro de la revolución, entre ellos, los jefes del “II Frente Nacional del Escambray”, un grupo que orientado desde la embajada norteamericana se había “alzado” en armas en el Escambray con la pretensión de devenir en fuerza política si la ocasión llegara. Su núcleo principal provenía del Partido Auténtico y por supuesto, ya desde los primeros días, estaban disgustado, por no haber recibido las prebendas y cargos a los cuales aspiraban. Este complot, denominado la “conspiración trujillista” fue abortado el 13 de agosto, cuando fueron capturados los invasores en la ciudad de Trinidad. Las discrepancias y contradicciones en el seno de los combatientes antibatistianos surgieron a causa de los objetivos que cada cual se había propuesto en la lucha. En fechas tan tempranas como el 3 de enero, fuerzas del Directorio Revolucionario avanzaron hacia la ciudad de la Habana, al mando del comandante Rolando Cubela1 y tomaron el Palacio Presidencial, la Universidad capitalina, el cuartel de San Ambrosio y la Base Área de San Antonio, bajo la cobertura de que el ejército rebelde emprendía operaciones para ocupar las fortalezas militares batistianas de Columbia y la Cabaña en la capital cubana. Pareciera que los “rebeldes” respondían a mandos diferentes, razones por las cuales, Fidel instruyó al comandante Ernesto Ché Guevara para que se reuniera con los mandos de las fuerzas que ocupaban Palacio y les explicara la existencia de un gobierno provisional, encabezado por el magistrado Manuel Urrutia, que debía ocupar su cargo en esa sede, razón para evacuar las fuerzas allí existentes. Finalmente el conflicto fue solucionado el día 5 al llegar a la Habana, el presidente Urrutia con su gabinete y requerir las instalaciones de Palacio. Aquel hecho fue de tal relevancia política y revolucionaria que Fidel a su arribo a la capital, en su discurso del día 8 de enero en Columbia, al referirse a ello exclamó: “¿armas para qué?”. La burguesía nativa y las transnacionales de los medios de difusión, arreciaron la sistemática campaña de difamación a la revolución triunfante, ya en marcha. Primero, los juicios a los torturadores y asesinos del pasado régimen, después, contra las medidas sociales dictadas y más tarde y por siempre, una campaña anticomunista que hizo eje de sus ataques a los comandantes Raúl Castro y Ernesto Guevara y más tarde al mismo Fidel y sus colaboradores más cercanos a los cuales acusaban de querer implantar en Cuba una dictadura comunista. La lucha política alcanzo el rojo vivo y numerosos participantes destacados en la lucha antibatistiana, comenzaron a deslindarse de las nuevas autoridades encabezadas por Fidel Castro. Con éstos antecedentes, en julio, sobrevino una crisis dentro del gobierno revolucionario, al renunciar Fidel a su cargo de Primer Ministro, por la pasividad del gobierno en la instrumentación de las medidas socio- económicas que exigía el país y su pueblo. Éste como un solo hombre, al conocer la noticia, se desbordó a las calles exigiendo la renuncia del presidente Urrutia y su gabinete. La génesis de aquel conflicto estuvo dado sin lugar a dudas, a la ley agraria, que resultaba inaceptable para los sectores “seudorevolucionarios” representados en el gobierno, a ello sumaban las nuevas medidas propuestas por el sector revolucionario encabezado por Fidel Castro, quien pocas horas después, regresó al cargo al designarse un nuevo presidente provisional, el Dr. Oswaldo Dorticós, un destacado revolucionario cienfueguero. Fue un instante de definiciones, de un lado, los revolucionarios que ansiaban profundizar el proceso político económico y social desencadenado, de otro, los que deseaban y solo pretendían cambios cosméticos en el gobierno y finalmente, un sector permeado de la ideología anticomunista que percibían en cada medida tomada una desviación al comunismo. Así, la contrarrevolución adquirió una nueva perspectiva, y comenzó a estructurarse, adoptando las mismas formas y métodos que en la lucha contra Batista, con la pretensión de sublevar ciudades y desencadenar un movimiento guerrillero en las montañas, solo que no tuvieron en cuenta que los hombres y mujeres que ahora defendían la revolución tuvieron también aquella escuela. Entre los nuevos disidentes se encontraban ministros, altos funcionarios, comandantes y oficiales del ejército rebelde, además de civiles en cargos políticos importantes, tales como los comandantes Humberto Sorí, Pedro Luis Díaz, Eloy Gutiérrez, etc. y dirigentes civiles como David Salvador, secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba Revolucionaria, CTC R, Manuel Ray ex ministro de Obras Publicas y otros. El punto culminante de aquel proceso fue el 19 de octubre, con la sedición militar del comandante Huber Matos, jefe del regimiento de Camagüey, quien pretendió desde posiciones de fuerza, cambiar el rumbo revolucionario, aliado a los nuevos disidentes. Ese día, la capital cubana fue bombardeada por aviones procedentes de Estados Unidos al mando de Pedro Luis Díaz Lanz, ex jefe de la fuerza área rebelde y el agente CIA Frank Sturgis, como parte del complot desestabilizador, aprovechando que en la capital se desarrollaba una convención interamericana de turismo. Los líderes disidentes, después contrarrevolucionarios desenmascarados, huyeron al norte y todas las estructuras políticas de partidos y agrupaciones fraternales o sociales devinieron de la noche en la mañana en grandes organizaciones contrarrevolucionarias que fueron abastecidas por los cuadros de las organizaciones laicas de la Iglesia Católica, tal como fue: el Movimiento de Recuperación Revolucionaria; Movimiento Revolucionario del Pueblo; Directorio Revolucionario Estudiantil, Movimiento Demócrata Cristiano y otros, mientras que los partidos se clandestinizaron y adoptaron nuevas denominaciones: Organización Autentica, Triple A, Montecristi, Ejército de Liberación, Fuerzas Anticomunistas de Liberación, etc etc hasta sumar más de 300 de ellas. También la jerarquía católica brindó los templos, locales, incluso universidades para difundir propaganda contra las medidas del gobierno y esconder armas y explosivos. La acción más canallesca si el término es correcto, fue la diseminación de una falsa ley del gobierno, elaborada por la CIA, en la cual se les quitaba la patria potestad a los padres sobre sus hijos, lo cual provocó un éxodo hacia Estados Unidos de unos 15,000 infantes, quienes muchos de ellos jamás se reencontrarían con sus padres. La sublevación sediciosa de Huber Matos, Sorí Marín, Manuel Ray, Pedro Luis Díaz Lanz, Frank Sturgis, Manuel Artime y otros fracasaron y fue desmantelada por las fuerzas revolucionarias dirigidas por Fidel y Camilo Cienfuegos, quien –en aquellas labores- perdiera la vida en un accidente aéreo, mientras se desarticulando el complot. La guerra en realidad no había hecho más que comenzar. En diciembre de 1959, el coronel JC King jefe de la división del Hemisferio Occidental de la CIA recomendaba el asesinato del Fidel Castro como “el medio más expedito para derrocar la revolución”; por otra parte en Cuba, decenas de bombas confeccionada con explosivos plásticos, facilitados por la CIA, detonaban en ciudades y poblados del país, mientras, ex soldados batistianos y disidentes de la Revolución, unidos en una misma causa, se alzaban en armas en diferentes macizos montañosos del país, para tratar de derrocar la revolución, algo que como se sabe, no pudieron, mientras Estados Unidos comenzaba a instrumentar el bloqueo multilateral que aún perdura y que 55 años más tarde, el pueblo cubano continua derrotando, en defensa de sus conquistas, independencia y soberanía nacional. 1 Rolando Cubela Secades, reclutado por la CIA en fecha indeterminada, fue el agente Am/lash que pretendió en 1963 y 1966 asesinar a Fidel Castro y dar un golpe de estado en Cuba. *Tomado de La Pupila Insomne
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