En relación con este tema, el Frente Amplio [FA] arribó a una síntesis y toda síntesis es superadora de las posiciones iniciales. Creo que eso es lo saludable. Pero arribar a esa síntesis fue costoso. Debemos hacer una autocrítica sobre la manera que tenemos de comunicar las cosas y de procesar nuestras diferencias. Por momentos parecía que no quedaba claro cuál era el rumbo que tenía el FA frente a este proyecto en particular. Hubo momentos en los que había tanto ruido, tanta declaración, tanta filtración de elementos que no quedaba claro hacia dónde nos encaminábamos. El comienzo de la solución a este problema y el acuerdo al que llegamos se empezó a concretar cuando se abandonó la discusión sectorial y se puso sobre la mesa el tema del rumbo. Y la definición del rumbo era muy clara: solucionar un problema que se creó 20 años atrás. O sea, buscarle una solución de justicia a un conjunto de trabajadores que fueron obligados a pasar al régimen mixto, lo que les generó un enorme perjuicio si se les compara con la situación de otros trabajadores que no fueron obligados a pasar a ese régimen. Concretamente, aquellos tenían 30% menos de ingreso al momento de jubilarse. Ese era el objetivo: resolver una injusticia. La estafa del “régimen mixto” Que en su origen también fue un engaño, porque en 1996, al momento de pasar al régimen mixto, no fue lo que se prometió. Eso está clarísimo. En realidad, las AFAP fueron vendidas como la gran oportunidad de los trabajadores. Es evidente que se engañó a la gente, pero particularmente a los cincuentones se los obligó compulsivamente a ingresar al régimen, sabiendo que esto representaba un perjuicio que se les iba a ocasionar. En consecuencia, había que hacer justicia con este conjunto de trabajadores que son aproximadamente 70.000 y sus respectivas familias. Cuando llegó el momento de jubilarse, se encontraron con un recorte importante en sus haberes. El comienzo de la solución pasó por dejar de discutir tanto los instrumentos como los objetivos. Nuestro objetivo es hacer sostenible esta política, porque no puedo otorgar un derecho sin que sea sustentable en el tiempo, porque de otra manera estoy haciendo un discurso vacío que a la corta o a la larga se cae. El otro problema consistía en que este proyecto pudiera ser abordado por la política fiscal y la económica a efectos de que pueda mantenerse en los tiempos venideros. En este caso, lo proyectamos a 48 años. Cuando se colocan esas bases sobre la mesa se comienza a dar forma al proyecto general, pero además comienza a quedar claro que la unidad del FA es imprescindible para construir soluciones para los trabajadores. Allí comenzamos a encontrar fórmulas para acercar las posiciones y entendernos. En cualquier negociación se contraponen diferentes posiciones y hay que discutir para crear un acuerdo. Tender puentes e ir convergiendo en un camino que encuentre al FA unido. Ese fue el segundo elemento que se puso sobre la mesa. Sin unidad del FA, no hay solución para los cincuentones. La unidad como herramienta Hay cierta ambigüedad en eso. ¿Cuál es el objetivo? ¿Preservar la unidad del FA o resolver el problema de los cincuentones? La unidad es la herramienta para construir soluciones, y no al revés. Eso ha pasado desde que el FA es gobierno y desde que existe como fuerza política. En este caso, parece que fue particularmente trabajosa esa articulación. Fue costosa, pero trabajando, metiendo muchas horas en reuniones formales e informales, se arribó a una solución. Supongo también que con mucho trabajo técnico. Claramente. Cuando uno trabaja en el tema seguridad social tiene dos componentes. Uno tiene que ver con la proyección hacia el futuro. Nadie tiene una bola de cristal, pero se debe tener una idea clara de qué es lo que con mayor grado de probabilidad va a suceder en el futuro. El segundo elemento que tiene la seguridad social es que es costosa para la sociedad, más aun para Uruguay, que tiene una población envejecida y que -por suerte- hoy por hoy la gente vive mucho más. Eso tensiona la situación, porque si yo vivo más, voy a acogerme a la seguridad social por más tiempo, y eso hay que financiarlo. Nosotros tenemos una relación desbalanceada entre activos y pasivos. Tres pasivos por cada activo y las proyecciones que se hacen en términos demográficos no revierten esta situación, sino que la profundizan. Entonces, para pensar cualquier aspecto de la seguridad social, hay que incorporar estos elementos. Pero también tener en cuenta los derechos de la gente. Finalmente, con el esfuerzo de muchos compañeros de diferentes sectores, se logró encontrar un camino. Fue un proceso en el que todos tuvimos la disposición y capacidad para renunciar a algunas de nuestras posiciones iniciales y no transformarnos en obstáculo para llegar a un acuerdo. Creo que Uruguay debe dar una discusión fuerte sobre el tema seguridad social, un diálogo social que nos involucre a todos para visualizar qué cosas debemos modificar en esa materia en el futuro, para darle sustentabilidad y garantizar el derecho de las personas. ¿Algunos de los componentes de esa reforma están presentes en la síntesis que seguramente aprobará el Parlamento? Efectivamente, en el proyecto que presentaremos tratamos de insinuar algunas líneas directrices de esa reforma necesaria. Primero, que las personas afiliadas a una AFAP se puedan desafiliar y reincorporarse al sistema solidario. El sistema mixto está basado en el individualismo. Fue inspirado por los gobiernos y las mayorías neoliberales de Uruguay y parte de la base de que vivimos en sociedad, pero que cada cual junta su dinero para ver cómo le va cuando sea más viejo. La oposición y su propuesta barata Es que el tema de las AFAP significó la ruptura ideológica con una matriz generacional basada en la solidaridad, en la intergeneracionalidad y en el régimen de reparto. Por supuesto. La singularidad de este problema es que el FA construye una solución a un problema que creó la derecha. Alertamos a la sociedad en los 90 acerca de que esto iba a suceder y nos dijeron que no teníamos razón. Entonces hablábamos de proyecciones y hoy hablamos de realidades. Lamentablemente la historia nos dio la razón. El segundo elemento que hoy me sorprende es la aparición de la oposición enviándole una carta al presidente de la República con una propuesta, la cual llegó a las 18.00 del día en que el FA resolvió cómo llevar adelante el problema de los cincuentones de una manera satisfactoria. Se dijo entonces que habían llegado un poco tarde. Sí, es así, llegaron bastante tarde, tanto como 21 años después. Por otra parte, la propuesta que ellos hicieron llegar no resuelve el problema de los cincuentones, sino de poquitos de ellos. Porque en la propuesta que están haciendo hoy, que tiene menos costos porque involucra a menos gente, está implícita su concepción ideológica: ver los derechos sociales como gastos. En realidad lo que están haciendo es despojar a la gente de sus derechos. Ese es el “ahorro” de la derecha, el “apretate el cinturón” de las políticas neoliberales. El planteo de ellos es reconocer los aportes previos al 96, que no fueron reconocidos a estas personas. Yo creo que en lugar de elevar esta propuesta, debieron hacer una conferencia de prensa pidiéndole perdón al pueblo uruguayo, porque en el año 96 hicieron una acción expropiatoria de los aportes de los uruguayos, llevándolos a un sistema que 21 años después, a la hora de jubilarse, los perjudica, porque sus aportes fueron expropiados. Claro, si no se reconocen derechos legítimos, las soluciones son más baratas. En definitiva, ¿cuánto ganan y cuánto pierden los cincuentones con esta iniciativa? El FA construyó una solución que, efectivamente, mejora la situación de estas personas, que en promedio va a ser de unos 4.000 pesos más. No es todo lo que nosotros hubiéramos querido lograr, porque esto se va a multiplicar por un factor de ajuste de 0,90, lo que lleva a que sea un 90% de lo que estaban reclamando. Pero ese es un tema que los trabajadores tienen claro desde siempre, es decir que cuando se involucran en una lucha social, levantan una plataforma que nunca llegan a concretar en su totalidad. Creo que la propuesta a la que llegamos es superadora del proyecto original, particularmente por dos aspectos que incorpora. El primero es que si bien multiplica por 0,90 y resuelve el problema de los cincuentones, también resuelve el problema de aquellos que ya se jubilaron y que no estaban incorporados en el proyecto. Son cerca de 2.500 jubilados, que están cobrando 30% menos de lo que percibirían en el régimen solidario. Ahora van a tener la oportunidad de volver al BPS y mejorar su jubilación. Pero lo interesante es que esto no funciona en la lógica capitalista. Porque si yo tuviera mucho dinero, pongo mi plata en un fondo de inversión para que trabajen con él y se reproduzca. Los fondos de inversión en el mundo funcionan con el principio de que si ganás 100, ellos se quedan con un porcentaje de lo que ganaste. En el caso de las AFAP no. Te cobran antes y si ganaste o perdiste, es otro problema. Eso es lo perverso de este sistema, que maneja los ahorros de los trabajadores a un alto costo, que hace que algunos actores privados tengan enormes ganancias, que además esos mismos actores no se comprometen en la solución final porque estas administradoras de fondos no participan en todo el proceso (como sí lo hace el BPS). Por ejemplo, no participan de las rentas vitalicias. Te cobran el dinero, lo invierten, ganan o pierden, pero cuando te jubilás no sólo lo hacés con 30% menos, sino que además tenés que ir a contratar una aseguradora. Ellos no están en ese negocio. Los privados se retiraron del negocio de los seguros de vida y quedó sólo el Estado, que registró pérdidas de 50 millones de dólares. Es decir, se quedan con el fragmento jugoso y dejan que el Estado se haga cargo de todo lo demás. A esto agreguémosle que administran los dineros de los trabajadores en un sistema en el que estos no pueden opinar. Se timbean la guita de los trabajadores en el sistema financiero y estos no pueden decir nada. En el directorio del BPS, tanto los trabajadores como los empresarios tienen representación social. Teniendo en cuenta estos factores, creo que la solución final es digna. A saber, que todos aquellos que opten por esta solución vayan al BPS, se conformen en un fideicomiso, que se va a ir invirtiendo en diferentes áreas. Hicimos un cambio muy importante y es que el fideicomiso, el fiduciario, que vaya a contratar el BPS sea un fiduciario público, para no recaer en el círculo de entregar los haberes de los ahorristas en otros privados. Esto también se incorporó en la ley, estableciendo que el fiduciario debe ser autorizado por el Banco Central y de propiedad pública. En definitiva, creo que terminamos un proceso que se generó durante estos 21 años, avanzamos en algunos aspectos, como el de disminuirles los costos de administración a los trabajadores en general, y creo que nos preparamos para dar un debate, hacia el futuro, que no va a ser el año que viene, porque hay que generar masa crítica y masa social para debatir sobre el futuro de la previsión social en Uruguay. En pocas palabras, mi balance es positivo, pero también es autocrítico. Los que pierden y los que ganan Ahora bien, pese a que se encontró una solución al problema de los “cincuentones” y aunque se minimicen y difieran las pérdidas, la sociedad perdió. Mientras tanto, quedan intocados bolsones de privilegios de quienes concentran el capital. Quiero decir con esto que hay sectores minoritarios que siguen acumulando y, como se suele decir, “se la siguen llevando de arriba”. Es cierto. Todo esto es parte de un proceso que se da a nivel mundial, en el que se verifica una concentración exponencial de la riqueza, que se acumula mucho más que el ingreso. La consideración de ese tema debe llevarnos más que a pensar en gravar el ingreso, en gravar la riqueza. O sea, no pensar tanto en cómo redistribuimos el ingreso, sino en cómo redistribuimos la riqueza acumulada. Si tenemos en cuenta que los pasajeros que caben en un avión tienen tanta riqueza como la mitad de los habitantes del mundo, y que además eso se sigue reproduciendo, llegaremos a la conclusión de que el propio capitalismo está en un problema, porque está dejando por fuera del sistema a los consumidores. Todo esto potenciado por la destrucción del trabajo que viene de la mano de las nuevas tecnologías. Y frente a esto, nos encontramos con que hay toda una construcción del Estado, a menudo con ribetes policíacos, destinada a anatomizar la pobreza, a indagar qué hacen los pobres, adónde van, en qué gastan su dinero. Mientras tanto, de la riqueza, que es el verdadero problema, sabemos muy poco. En definitiva, se invierten los términos del problema.
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