Cuando no se tiene razón, hay que apelar a chivos expiatorios. La derecha lo ha hecho a lo largo del tiempo, desde el nazismo, pasando por la Guerra Fría, hasta llegar al presente. Sin una agenda positiva a proponer y teniendo que esconder sus objetivos reales, la derecha se limita a crear y a incentivar chivos expiatorios que habría que combatir. Hoy se trata de enarbolar los fantasmas de la inflación y de la corrupción. La confluencia de ambos resulta en la demonización del Estado, tan responsable de la inflación como de la corrupción. Estos son los chivos expiatorios actuales del neoliberalismo para intentar hacer prevalecer su modelo, de sacrificios para la gran mayoría de la población y de ganancias para los bancos. Se trata de construir enemigos imaginarios que desvíen la atención de los problemas reales de nuestras sociedades, que tienen exactamente en la dominación del capital financiero y en el monopolio de los medios, que promueven esos chivos, sus mayores problemas. En cualquier esfera de actuación, apelar a chivos expiatorios sirve para desplazar los términos reales del debate. Las justificaciones para una mala gestión, en cualquier ámbito, pueden consistir en conducciones característicamente burocráticas, en buscar a alguien o a algo que ha frustrado las buenas intenciones y los nobles objetivos de una gestión. ¿Qué más fácil que desprenderse de responsabilidades y encontrar responsables externos, ajenos a los encargos de quien dirige, apuntando los ataques a quien lo antecedió en la gestión (aun en tiempos lejanos), en lugar de enfrentarse a sus propios errores y fracasos? La derecha suele actuar de esa forma, aunque conducciones burocráticas en distintas instancias puedan apelar a los chivos expiatorios cuando se ven enfrentados a sus propios errores. Estados Unidos (EEUU) es campeón en construir enemigos externos para galvanizar las fuerzas internas y sus aliados internacionales en combates ilusorios, que camuflan sus reales intereses y objetivos. El fantasma del comunismo tuvo ese rol en todo el período histórico de la Guerra Fría. Terminado el período, con su victoria, pasó a buscar nuevos chivos, considerando el tráfico de drogas como posibilidad, hasta que pasó a centrarse en la lucha en contra del terrorismo. Es un blanco que tratan de combinar con el islamismo para darle una cara más visible. Pero ese blanco no es suficientemente abarcador para permitir al país líder del bloque imperial desplegar todas sus fuerzas y atacar a sus enemigos reales. En la lucha en contra de la expresión mas fuerte del terrorismo, el autoproclamado Estado Islámico (EI), EEUU tiene muchas dificultades, sea porque sus mayores aliados en Oriente Medio, liderados por el gobierno de Arabia Saudita, apoyan activamente al EI, sea porque el país que se aplica de forma más eficiente en esa lucha en la región es Rusia y no EEUU. Sin embargo, construir chivos expiatorios y utilizarlos en la lucha política es un arma de corto alcance y de corta duración. La realidad es implacable frente a esas construcciones ilusorias. Nadie fue más chivo expiatorio en la historia latinoamericana que Juan Domingo Perón, quien, sin embargo, volvió al gobierno en los brazos del pueblo. Muchos otros fueron y son utilizados como chivos expiatorios. El mismo populismo es un fantasma creado por los liberales y por la derecha en general, sin defensa frente a políticas que atienden las necesidades profundas del pueblo. ¿Qué pasó con los que han hecho carrera política con el combate y la proscripción de Perón y qué lugar reservan la historia y el pueblo argentino a unos y a otros? En su último a Buenos Aires –me dijo que iba a “sufrir una semanita”, como forma de expresar todo lo que iba a disfrutar–, Marco Aurelio García hizo la analogía de que en la memoria del pueblo brasileño Lula está definitivamente presente, como Perón y el peronismo están presentes en la memoria del pueblo argentino. Que hayan hecho de Perón el chivo expiatorio mayor, para practicar sus políticas antipopulares y antinacionales, sólo contribuyó a que Perón se entronizara eternamente en la historia y en la memoria del pueblo argentino. Igual que los ataques, y ahora la condena de Lula, no han afectado para nada su prestigio y su popularidad en Brasil. Los chivos expiatorios y los infelices que los han creado y alimentado se consumen; la memoria de los pueblos y la misma historia siguen adelante.
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