El martes pasado el país asistió a un hecho inédito en el Parlamento: asumió la primera senadora trans, no sólo de Uruguay, sino también de la región. Y hay muy pocos casos en el mundo. A su condición de mujer trans, Michelle Suárez suma su condición de ser la primera abogada de esa condición recibida en la Universidad de la República y ser miembro del Partido Comunista del Uruguay (PCU), el primer partido que llevó a una mujer al Senado, Julia Arévalo en 1946. Reconoce que tanto el partido como la izquierda en general han procesado una apertura que los ha llevado a levantar la bandera en temas tales como la diversidad, el matrimonio igualitario, los derechos de la comunidad LGBT. Para ella eso es el fruto del trabajo de décadas de diversas organizaciones de la sociedad civil que ha permitido, además, que el debate político partidario se enriquezca con esta nueva agenda. Suárez reconoció que la sociedad uruguaya recién comienza a abrirse a nuevas sensibilidades. Si bien mientras ocupe la banca dejada por licencia por Marcos Carámbula trabajará por la aprobación del proyecto de ley integral para personas trans, su actividad de ahora en adelante estará centrada en la modificación y modernización de la legislación antidiscriminación. En medio del intenso trajín del bar Gran Sportman de 18 de Julio y Tristán Narvaja, frente a la Facultad de Derecho, la misma casa de estudios donde se recibió en 2010 como doctora en leyes, Suárez dialogó con Caras y Caretas sobre la situación de las personas trans, su actividad política, sus proyectos y su visión del Partido Comunista. ¿Cómo te imaginas tu actividad en el Senado? Va a ser una tarea ardua. Yo quería entrar en este momento porque ingresaba en la Cámara de Senadores el proyecto de ley integral para la población trans. Se trata de un proyecto que lleva adelante el concepto de las acciones afirmativas. Un camino que si bien internacionalmente está muy recorrido, Uruguay apenas, muy tímidamente, comienza a recorrer. A tal punto que el único ejemplo que tenemos vigente es la ley de acciones afirmativas para la afrodescendencia. Me parece que ese concepto todavía no está incorporado y rechina. Entonces surgen las típicas preguntas que surgían hace décadas en otros países: ¿por qué hay acciones afirmativas?; ¿por qué tenemos que dar distinciones específicas a unos sí y a otros no? Lo que en el fondo subyace es el desconocimiento de las acciones afirmativas, porque en la esencia de las mismas está la distinción como elemento legítimo, porque cuando uno hace distinciones que son arbitrarias, lo que hace es discriminar, y por lo tanto son ilegítimas. Ahora, cuando uno hace distinciones, las cuales gozan de razonabilidad, en realidad son legítimas. Y, ¿por qué hay una conexión entre legítimo y que sea razonable? La conexión es que se trata de un grupo vulnerado históricamente y es indiscutible que en Uruguay la población trans carga con la misma condición. Entonces, lo que buscan esas medidas es generar un mecanismo por el cual se logren sortear los obstáculos que han impedido tener acceso, en pie de igualdad, al goce de los derechos fundamentales. Por lo tanto esas distinciones no están dadas porque sí, están dadas porque tenemos dos opciones: o reconocemos la situación de desigualdad y simplemente nos quejamos de lo doloroso que es eso y nos quedamos siendo simples espectadores, no nos involucramos y no tomamos medidas, o tomamos medidas. Y si tomamos medidas, tenemos que generar el resultado. Sabemos que tenemos una población que en su gran mayoría ni siquiera terminó secundaria porque ha sido expulsada del sistema educativo, que muchas veces tiene una salud minada por su falta de acceso al sistema sanitario, que muchas veces no tiene la documentación que respalda su identidad social y sigue con un desajuste entre la identidad social y la identidad documentaria. Y encima es una población empobrecida que tiene como única forma de sobrevivencia el trabajo sexual; entonces es un sector especialmente vulnerado. El Frente Amplio votará el proyecto, pero ¿y los otros partidos? Creo que vamos a tener que hacer lo mismo que se hizo cuando se debatió el matrimonio igualitario, o sea, abrir el diálogo lo más ampliamente posible, permitir que todos aporten, que asuman el proyecto, y de esta manera, creo que se pueden conseguir apoyos de todas partes. Para mí sería maravilloso que se pudiera lograr lo mismo que para el matrimonio igualitario: además todo el apoyo de la bancada de gobierno, se pudieron obtener diversos apoyos de otras trincheras políticas con absoluta libertad de conciencia. ¿Sos consciente de que en esos partidos hay sectores o corrientes de pensamiento que rechazan de plano estos cambios? Sí. Cuando alguien me habla de la fe y sus creencias, está muy bien. Pero para eso hay templos e iglesias. Cuando estamos en el Parlamento se debate el derecho positivo en un Estado laico. Trabajaste con el Sunca. ¿Cómo fue esa experiencia? Desde que yo estaba en la sociedad civil lo que se trató de hacer fue no trabajar solamente en nuestro eje. No se puede entender la sociedad desde un único punto de vista. La interseccionalidad de los ejes es necesaria. Porque incluso no podemos pensar lo mismo una mujer trans, afrodescendiente y pobre que una mujer trans con una formación y otro nivel social. Entonces debemos interactuar con otras organizaciones que trabajen otras temáticas. O sea, organizaciones que trabajen discapacidad, con organizaciones feministas, estudiantiles, gremiales, y así fue el contacto. El primer contacto que tuvimos fue cuando queríamos ver si había vacantes para algunas compañeras que obviamente no querían el trabajo sexual, querían una oportunidad laboral. Hablamos con distintos gremios y uno de los primeros que respondió fue el Sunca. Sabían que iba a haber algunos proyectos importantes y que la mano de obra que tenían no iba a alcanzar, que habría vacantes. Y que si había personas sin formación, había tiempo para formarlas y, por tanto, poder ubicarlas. Ahí fue cuando comenzó un relacionamiento más intenso. Hoy Óscar Andrade es un compañero del partido y hemos trabajado juntos en muchas instancias. Hablaste de la pobreza de las personas trans y de cómo se ve la sociedad desde ese punto de vista. Ahora, ¿qué pasa con las mujeres trans de otros sectores? El 90% de las mujeres trans están subsumidas en la más absoluta pobreza. Mujeres trans ricas, si encontrás alguna, no se nota. Realmente la situación de las mujeres trans se mira desde una marginalidad absoluta porque no sólo actúa la discriminación por la identidad, sino que se van sumando elementos que van actuando en forma de espiral y terminan en la marginación. Se suman los elementos mujer, trans, pobre, trabajadora sexual. ¿No hay mujeres trans ricas? En Uruguay no conozco. ¿A que se puede deber? Uno cuando empieza a analizar las historias de vida de mujeres trans lo que comprueba es que, cambiando los nombres y ciertas circunstancias, están cortadas por la misma tijera. Cuando se empieza na ver distintos recorridos en mujeres trans, las mismas, a muy corta edad, 13, 14, 15 años, manifiestan públicamente que en realidad su identidad social, el nombre que tienen, cómo se identifican, no coinciden con su genitalidad ni con su realidad documentaria. Esto trae aparejado generalmente -no siempre- que las familias las expulsen. Es decir, que quedan sin ninguna protección familiar, sin casa, sin comida. Las personas que supuestamente están para cuidarte y protegerte desaparecieron. Tu entorno social te dio la espalda, sos mano de obra no calificada, menor de edad, estigmatizada, en absoluto desamparo. Obviamente terminan desertando del sistema educativo por hostigamiento. Empezás a estar por fuera del sistema sanitario, víctima de violencia institucional, que es muy común. Empezás a estar muchas veces violentada porque todo el tiempo te están llamando por un nombre que no te identifica y no te representa. Muchas veces indocumentada porque no renovás los documentos. Terminás acorralada. Aparece como única forma de sobrevivencia el trabajo sexual con todo lo que ello apareja en cuestiones de salud, seguridad, forma de vida, y llega un momento en que la situación de discriminación y el trabajo sexual crean un ser que vive por las noches, con una autoestima absolutamente minada porque su cuerpo termina siendo [piensa un momento] un depósito de semen. La única utilidad que parece que se brinda es esa. Se convierte entonces en una situación, acompañada por la pobreza, de marginación. Sobrevivir en los márgenes de la sociedad. ¿Y cuál es el corolario de todo esto? Que los uruguayos en general tienen una expectativa de vida mayor de 70 años y las mujeres trans llegamos a los 35. ¿Eso se ve en todas las generaciones? Mientras vamos más hacia atrás es peor. A tal punto que cuando se hizo el censo hay una mujer trans que llegó a los 70 años. Una. ¿Y entre los jóvenes hay una mayor aceptación? Uruguay está teniendo recién una mayor sensibilidad con respecto a la temática y, por lo tanto, yo creo que puede ser el comienzo de una lenta evolución de la conciencia colectiva. Pero seguimos siendo una sociedad discriminatoria. Es difícil, por ejemplo, encontrar docentes homosexuales o trans. Por lo menos visibles. Trans no es posible que no sea visible porque lo llevas pintado en el cuerpo. En el caso de docentes es muy complicado. Yo conozco un hombre trans que es docente de matemática pero él no resignifica su situación. Es un absoluto secreto. Volviendo al Sunca, ¿cómo ves los resultados del trabajo que realizaron? Creo que no nos podemos conformar tan sólo con los avances que tienen que ver con la normativa. Una norma no resuelve el problema de una sociedad. Ese es el primer paso. Debemos tener una población empoderada de sus derechos, con información sumamente transparente y un monitoreo de la aplicación práctica de esas normas para que, obviamente, deba tener un marco general de sensibilización al respecto. Eso sólo se logra a cuando logramos que a través del debate parlamentario haya un debate paralelo. Eso, para mí, se hizo muy evidente cuando se trató el matrimonio igualitario, momento en el que hubo un debate social en paralelo que estuvo instalando en la cotidianeidad. O sea, cuando el tema se habla con los hijos, con los hermanos, con los vecinos, con compañeros de trabajo, con el almacenero de la esquina. Se necesitan muchos otros elementos que coadyuven para avanzar realmente, o sea, que la norma genere los efectos que uno propende. Pero el cumplimiento y conocimiento de las normas necesita de herramientas institucionales. Justamente. Es uno de los muchos debes en el Uruguay. Ahora desde el Mides se ha empezado una tarea de empezar a generar políticas estatales a largo plazo. Pero es un camino con muchas dificultades que recién se está consolidando. Que también ha ayudado el relacionamiento de la sociedad civil con el sistema político. Ha madurado porque antes era muy común ver a la sociedad civil dirigiéndose al sistema político con un reclamo, una demanda, y exigiendo la respuesta, y últimamente, en los últimos años, la sociedad civil ya se presenta con la exigencia y con la propuesta. Se nota eso en el matrimonio igualitario, se nota en este proyecto para la población trans que se coordinó con distintas organizaciones sociales para tomar su opinión y plasmarlo técnicamente. Lo mismo está pasando con los proyectos que nacen en instituciones gremiales: llega el reclamo y llega el proyecto. Hay una enorme maduración que ha enriquecido el debate, incluso creo que ha ayudado al sistema político a dar respuestas. ¿Notás una mayor receptividad en el sistema político? Creo que sí. Creo que en realidad todos estamos insertos en una misma sociedad, con el bagaje de ideas y conceptos, porque todos hemos sido formados en esta misma sociedad con los mismos prejuicios, los mismos estereotipos, las mismas ideas preconcebidas, de lo que es hombre, mujer, maternidad, paternidad, masculinidad. Y muchas veces incluso esos preconceptos nos hacen ver que tras supuestas opiniones técnicas, en realidad están disfrazadas categorías morales. Cuando empieza en la sociedad un trabajo de deconstrucción de esos prejuicios que tenemos absolutamente naturalizados, estamos ante un trabajo de sensibilización de todos, condiciona nuestra conciencia colectiva. Y ahí no se puede distinguir entre quién es un actor político, un actor jurídico o una persona de a pie. Porque la discriminación transversaliza, no es patrimonio de una ideología, no es propia de un sexo, no es propia de una clase, no es propia de un nivel cultural. Entonces, si evoluciona la sociedad, evolucionamos todos. Fuiste electa por la 1001. ¿Sos miembro del Partido Comunista? Sí. ¿Cómo te sentiste al ingresar a un partido que hasta no hace mucho tiempo no tenía estos temas en su agenda? Creo que como toda mujer que ingresa en el Partido Comunista. Creo que todas sienten lo mismo: primero se te observa y luego de un largo análisis se te brinda un espacio con mucho respeto. Y aparecen los que yo denomino los “caballeros comunistas”. Un compañero me preguntaba cómo es un caballero comunista, y bueno, un caballero comunista tiene una rústica hospitalidad. Yo me siento muy cómoda. Hay un cambio en la izquierda al adoptar temas que no estaban en discusión. ¿Es casual? No, en lo más mínimo. Fue un trabajo de décadas de la sociedad civil para lograr permear y lograr instalar en el debate político partidario estos temas. O sea, un arduo trabajo para visibilizar estos temas e instalarlos en la agenda pública. ¿Ves una apertura en el Partido Comunista respecto a estos temas? Y sí. Fijate que, como decía una publicación partidaria, los comunistas, que somos tan criticados, tuvimos a la primera mujer en el Parlamento, tuvimos a la primera presidenta del partido, que fue Marina Arismendi, y ahora tenemos a la primera legisladora trans. Y sí, es cierto. Y después del Parlamento, ¿que viene para Michelle Suárez? En este momento quiero que se transforme este proyecto en ley, porque realmente mi ánimo está enfocado a eso. Más allá, la idea sería poder trabajar en la modificación de la normativa antidiscriminación que es sumamente carente porque fija el foco exclusivamente en los extremos: la Justicia Penal viendo solamente la criminalidad sin la reparación a la víctima. Y en el otro extremo absoluto, mecanismos meramente amistosos, administrativos, no conminativos ni vinculantes. Hace poco hubo un incidente en un bar céntrico con un grupo de neonazis. ¿Te referís a eso? En realidad ese es otro problema. Lo que estamos planteando en este momento es el problema de la aplicación de lo que tenemos. Yo hablo de algo mucho peor y es la existencia de lo que no tenemos. Aquellos sobre lo que ni siquiera hay regulación. Donde hay un vacío tanto en la esfera civil como en la reparatoria. Porque los derechos humanos no se defienden solamente con la declaración de derechos y con la prevención, sino también con la protección cuando estos fueron violados o menoscabados.
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