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Con la Embajadora de Cuba, Mercedes Vicente: Una vez más, Cuba se levantará

El paso del huracán Irma por el Caribe dejó severas consecuencias en Cuba. Los trabajos de reconstrucción recién comienzan y prometen extenderse por un buen tiempo. La embajadora cubana en Uruguay, Mercedes Vicente, compartió impresiones de lo sucedido con Caras y Caretas. Además, y dado que se retira de nuestro país en 15 días, analizó el estado de las relaciones diplomáticas entre ambos países y la realidad política de la región.

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Fue un huracán muy grande, mucho mayor en intensidad y en rango de afectación que los habituales. Barrió la isla desde la zona norte, que fue por donde entró. Afectó a todos los Cayos, Villa Clara, Camagüey, Matanzas y La Habana, donde la penetración del mar fue la más severa en la historia contemporánea. No sé si en el siglo XIX sucedió algo como esto, pero desde que existe registro, seguro que no. El ingreso del mar a la ciudad genera muchas dificultades, se afectan los cimientos de las casas y edificios, hay que esperar que sequen los cables de electricidad para energizar la ciudad nuevamente, se perdieron aeropuertos completos, están dañadas las centrales de energía y se perdieron diez vidas humanas a pesar del sistema de defensa civil que tenemos que realmente es muy bueno. Si hubiésemos sufrido un fenómeno de este tipo y no tuviéramos las defensas que tenemos, habríamos tenido muchas más víctimas, eso es seguro. En el aspecto económico las pérdidas están siendo evaluadas, pero deben ser importantes, sobre todo porque hay muchas consecuencias en las viviendas. Ayer el ministro de Turismo declaró que en dos meses estarán prontas las obras en los Cayos, y podremos recibir turistas. Aunque sufrimos daños importantes, lo que se constata siempre es la capacidad de respuesta que tenemos y que esperamos seguir teniendo, porque ha sido duro. En La Habana, por ejemplo, el mar entró como nunca antes y ni siquiera el problema es el ingreso del agua, sino su permanencia, porque eso afecta cimientos y estructuras. Hubo un llamado del presidente Raúl Castro para que todos pongamos el máximo esfuerzo en la recuperación y fue precisamente este el momento elegido por el presidente de Estados Unidos para anunciar la renovación por un año más de la ley que impide comerciar con Cuba, que es la ley que da base de sustentación al bloqueo económico y comercial. Este es un tema no menor cuando debemos evaluar la capacidad de recuperación de nuestro pueblo, porque, además de la devastación que dejó el huracán Irma, debemos recuperarnos bloqueados económicamente.   Eso también incide. La gente debe saber que no se ha levantado el bloqueo y no se puede avanzar en el restablecimiento de relaciones diplomáticas normales con un país que mantiene una medida de semejante hostilidad. Y claro que incide en cualquier recuperación, porque podríamos comprar materiales para la reconstrucción, pero no podemos. Y ya ni siquiera podemos vender, porque los compradores enfrentarían sanciones comerciales. Es criminal el bloqueo, califica como un acto de genocidio. Y de estas cosas hay que hablar. Entre otras cosas, este mes se presentará una nueva declaración sobre la necesidad de poner fin al bloqueo en el marco de Naciones Unidas. Esta declaración tiene, tradicionalmente, el apoyo de toda la comunidad internacional, salvo Estados Unidos e Israel. El año pasado ni siquiera, porque se abstuvieron. Y este año, como el bloqueo sigue, la presentaremos de nuevo. No existe otra resolución en Naciones Unidas con tal grado de respaldo, pero ahí sigue. Cuba se levantará, como siempre lo hemos hecho.   Usted culmina la misión diplomática en los próximos días después de cuatro años en nuestro país. Cuando llegó la orientación política de la región era distinta y hoy sólo queda Uruguay en el camino del progresismo. ¿Qué análisis puede hacer de estos años en la región? Era otra la región, eso es innegable. Y era otra la capacidad de articulación y respeto por la diferencia que permitía avanzar de manera común. En estos tiempos la región está experimentando una ola de reacción, hay un interés explícito en revertir los procesos de izquierda o progresistas y hay una serie de articulaciones mediáticas que conforman lo que los académicos denominan “posverdad”. Me parece que es muy nocivo lo que se trata de instalar en el común de la gente relacionado a los gobiernos de izquierda de la región, cuando las cifras oficiales de organismos como Naciones Unidas o Cepal hablan de una década ganada. La llegada de los gobiernos progresistas hace una década logró disminuir los niveles de pobreza, de indigencia y de pobreza extrema, entre otros. Es obvio que hay un acumulado histórico que no permite pensar que estas cuestiones se solucionan definitivamente en diez años, pero es innegable que ha habido avances notorios. Creo que es un error pensar que la alternancia es un tema válido para la izquierda, porque en el neoliberalismo lo que importa es el desmontaje de todo el Estado, su desguace y su privatización. Eso fue lo que se encontró la izquierda después de 2000 y contra eso tuvo que batallar. Independientemente de que cada país debe encarar estos desafíos de la manera que entienda conveniente, la izquierda debe ser consciente de que existe una intención de dañar la imagen de los liderazgos de izquierda, como ha pasado en todos los países de la región donde se acusa a líderes progresistas de corrupción sin que hasta el momento existan pruebas de nada. Pero las pruebas no son necesarias para quienes diseñan estas operaciones, porque ellos instalan una matriz de opinión desde los medios dominantes y las redes sociales que condena a estos líderes de antemano. Esta condena está dada por la cantidad enorme de información que se recibe a diario, que no se constata y que imprime esa matriz sin que sea necesario demostrar o no demostrar nada. Y a la hora de hacerse una opinión sobre esos líderes ya no importa la veracidad de lo que se dice, sino la intensidad con que se dice y la cantidad de veces que se repite. La realidad concreta es que en estos años hay menos pobres, más salud pública de calidad para más gente, más alfabetización, más viviendas, menos desnutrición, más derechos, menos violencia. Pero resulta que los medios condicionan las miradas y eso hay que tenerlo claro. Estas cosas también se expresan en los medios diplomáticos regionales, en los que, después de años de unidad en la diversidad, se empiezan a ver divisiones, peleas, desencuentros. Me parece fundamental que más allá de la orientación ideológica de un gobierno se entienda que tenemos que tener una voz propia como región. No podemos dividirnos en función de intereses extrarregionales, porque ellos estarán siempre presentes, pero tenemos que tener una voz común. Tenemos que ser capaces de mantener a los organismos internacionales que nos unen a todos, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños y no aferrarnos a organismos subregionales que sí deben actuar y deben existir, pero con una sinergia con los organismos que nos unen a todos. Si lo vemos en perspectiva histórica, hoy estamos mucho mejor que hace 30 años, tenemos mucha más capacidad de articulación, pero al propio tiempo no estamos en el momento más feliz. Tampoco podemos creer en destinos manifiestos.   Se habla mucho de que se aproxima un ciclo de auge de la derecha. Yo no hablaría de ciclos, pero sí de momentos en los cuales hay retrocesos y avances en cada país. No hay blancos y negros. Hay avances y retrocesos permanentemente. Hay que seguir trabajando y mantener siempre las posiciones de izquierda. Lo que no podemos hacer es decir “bueno, llegó otro ciclo” y lamentarnos. Eso no es serio. Hay lugares donde la derecha llegó al gobierno en forma legítima y hay lugares en donde se dieron golpes de Estado parlamentarios, hay lugares donde se judicializa la lucha política, hay lugares donde avanza la izquierda. La gente tiene que pensar mucho en lo que está pasando. Siempre hay que preguntarse a quién es funcional lo que sucede.   ¿A quién es funcional lo que sucede hoy en Sudamérica? A la derecha y no a América Latina. Cuando los pueblos se dividen, gana la derecha. Siempre. América Latina tiene grandes desafíos adelante. Los centros de poder deciden que el acuerdo por el cambio climático no es importante y nuestros pueblos pagan Las consecuencias. Nada está desconectado de la realidad global. Y nosotros como región tenemos que seguir coordinando a pesar de las diferencias y nunca perder de vista qué es lo realmente estratégico.   ¿Qué es lo estratégico? La unidad pese a las diferencias. La unidad siempre es estratégica. Me remito a José Martí. Él habló de la historia común de nuestra América. Dijo que recibimos el impacto de las agresiones del norte a lo largo de la historia. Muchas de nuestras geografías, nuestras fronteras, están dispuestas por guerras de rapiña de intereses ajenos. Eso impactó en nuestro continente. Esas cosas han evolucionado. Hoy no se estilan los magnicidios, sino las muertes morales, las muertes públicas. Asesinar a luchadores sociales y revolucionarios hizo héroes, hizo ejemplos, hizo paradigmas. Destruir su moral desde los medios le hace un daño a la izquierda mucho mayor. En política la ingenuidad se paga muy cara. Hay una alianza de las oligarquías locales con intereses extrarregionales y no es una cuestión de subordinación, sino de confluencia de intereses. Porque las derechas tienen toda la intención de retomar el poder, y cuando apreciaron que la capacidad de la izquierda de mantenerse en los gobiernos respondía a una aceptación colectiva de sus políticas, de sus logros, de sus gestiones concretas, que se traducía en uno, dos, tres mandatos -y en Uruguay probablemente un cuarto, que es lo que deseamos-, entonces comenzaron con una estrategia distinta. Si no se pudo sacar a la izquierda con votos, entonces se la saca con operaciones judiciales, con los medios, con mentiras difundidas hasta el hartazgo.   ¿Es el Plan Atlanta del que habló el exvicepresidente Raúl Sendic? Yo no tengo elementos para decir si es o no ese plan. Pero se aprecia una confluencia del accionar de las elites locales con intereses extrarregionales. Entre los pueblos latinoamericanos no puede verse como normal la injerencia de unos pueblos sobre otros. Debemos respetarnos. No hay nada más universal que la autodeterminación. Si nosotros no estamos claros en eso, caemos en la trampa de las cosas planetarias que se gestan en los centros de poder. Esa vigilancia planetaria indica que algunos países deben comportarse de una forma y otros de otra porque así debe ser; ignora las historias y los derechos de cada país. Esos principios de autodeterminación, de solidaridad, de no injerencia, están siendo avasallados. Las transnacionales de la información están buscando que los países hermanos, vecinos, opinen sobre la realidad de otros países con total desparpajo. Eso no está bien, eso no es justo ni colabora para la unidad latinoamericana.  

¿Cómo evalúa el estado de las relaciones diplomáticas entre Uruguay y Cuba?
Han sido cuatro años de trabajo en los que buscamos fomentar las relaciones bilaterales en todas las esferas. Hay muchas áreas de satisfacción y creo que hemos avanzado mucho, y podemos avanzar mucho más. Es una relación que se encuentra en muy buen estado, madura, una relación que ha traído mutuo beneficio. Hemos tenido eventos importantes en estos años: una visita al más alto nivel, una feria dedicada a Uruguay en La Habana, hemos tenido mucho intercambio en materia ganadera, hemos recibido becas y mantenemos la presencia de la brigada médica en el Hospital de Ojos. Tenemos un grupo de especialistas en ortoprótesis que realizan prótesis y enseñan a hacerlas. Agradecemos mucho a Uruguay su voz firme para que se levante el bloqueo y pienso que hemos recorrido un camino juntos que podemos seguir profundizando.
 

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