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Sociedad

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La IM presentó el primer diagnóstico sobre trabajo sexual en Montevideo

Lo visible y lo oculto es el nombre del estudio que aborda las condiciones en que se desarrolla el trabajo sexual en Montevideo, así como las problemáticas que enfrentan quienes ejercen la actividad. En este marco, Caras y Caretas dialogó con las investigadoras y colaboradoras, quienes aseguraron que el objetivo es generar insumos para construir políticas públicas que apunten a dignificar la vida de las trabajadoras sexuales.

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Karina Núñez, fundadora de la Organización de Trabajadoras Sexuales (Otras), en diálogo con Caras y Caretas, opinó: «Era necesario y esencial realizar un diagnóstico para poder pensar una proyección con perspectiva de género y derechos humanos para las personas que brindan servicios sexuales en Montevideo». Las palabras de la referente dan cuenta de la necesidad que existe de dignificar la vida de las mujeres que encuentran en esta actividad un medio de vida.

«Esto es poner en papel las vulnerabilidades de muchas mujeres que no tienen voz», expresó Núñez días atrás, durante la presentación del diagnóstico denominado Lo visible y lo oculto, que busca poner a la luz las condiciones en las que se desarrolla el trabajo sexual en Montevideo.

Si bien en Uruguay el trabajo sexual es una actividad legal, regulada por la Ley 17.515, no tiene en cuenta aspectos como la protección social ni garantiza la no vulneración de derechos de quienes la ejercen. Ante este vacío, la División Asesoría para la Igualdad de Género de la Intendencia de Montevideo (IM) realizó un llamado para la elaboración de un diagnóstico sobre la situación del trabajo sexual en Montevideo para el cual fue seleccionada la Asociación Civil El Paso, que finalmente llevó adelante la primera aproximación empírica sobre las personas y las condiciones en las que se desarrolla esta actividad.

Sobre la relevancia de este diagnóstico, desde la IM expresaron que «la política de género debe prestar atención a esta población históricamente vulnerada y con los mayores niveles de desigualdad de género». Subrayaron también la importancia que implica para el gobierno departamental «el impacto en la comunidad de algunas de las tipologías de trabajo sexual, las complejidades en el relacionamiento entre quienes lo ejercen y las vecinas y vecinos del entorno, es decir, las tensiones que se generan en la convivencia de los espacios públicos».

En síntesis, el objetivo principal es generar insumos que contribuyan a la elaboración de políticas públicas que apunten a dignificar las condiciones de trabajo de un colectivo con un conocido historial de vulneración.

 

El diagnóstico

Lo visible y lo oculto es un diagnóstico elaborado por un equipo de trabajo de la Asociación Civil El Paso, integrado por las investigadoras Natalia Guidobono y Heloisa Greco, junto a las colaboradoras Karina Núñez y Florencia Buslón. El asesoramiento estuvo a cargo de la investigadora, trabajadora social y docente feminista Andrea Tuana.

El abordaje del estudio se realizó desde una perspectiva feminista, de igualdad de género y consultando la opinión de las trabajadoras sexuales con el objetivo de captar las visiones y vivencias de las verdaderas protagonistas. El trabajo incluye entrevistas en profundidad a mujeres trans y cis género, observación y registros recabados mediante encuestas hechas a partir de formularios. También se analizaron anuncios que ofertan servicios sexuales en páginas web y diarios.

Con los resultados del diagnóstico se pueden conocer detalles sobre el desarrollo de la actividad (población, dinámica de funcionamiento, lugares, horarios), perfiles de quienes ejercen el trabajo sexual y qué servicios ofrecen, así como problemáticas de salud, violencia y otros riesgos vinculados a la actividad. También se abordaron cuestiones como los recursos y estrategias de cuidado de personas dependientes a cargo de las trabajadoras sexuales y las posibilidades que tienen de dejar el trabajo sexual.

Para conocer algunos de los resultados más significativos del diagnóstico, Caras y Caretas consultó a la investigadora Natalia Guidobono, quien comenzó por valorar la relevancia del diagnóstico como un «estudio desde la mirada de las trabajadoras sexuales que permite hacer recomendaciones en el marco de la política pública para garantizar los derechos de quienes realizan el ejercicio de la actividad». Guidobono destacó que «si bien ya existían algunos estudios vinculados al trabajo sexual a nivel nacional, es la primera vez que se solicita desde un organismo público. Eso no es menor porque nos coloca en un lugar de mirar la situación para recomendar cómo mejorarla. Ese es el valor fundamental del estudio».

Con respecto a la metodología de trabajo, contó que fue básicamente cualitativa. «Hicimos entrevistas que no son representativas más que en sí mismas y que confirman muchos elementos que ya fueron señalados por otras investigaciones nacionales o internacionales. También transitamos las calles en diferentes horarios y hablamos con las trabajadoras sexuales». «Confirmamos, por ejemplo, que quienes ofrecen servicios sexuales son básicamente las mujeres. Si bien eso es sabido, en la indagación web encontramos que también hay varones ejerciendo el trabajo sexual».

En relación al eje principal del trabajo, explicó que se basó en la oferta de servicios sexuales independientemente de si son autónomas o bajo situación de explotación y trata. «En una indagación no se puede saber si se trata de una mujer mayor de edad o si está siendo explotada por otra persona».

«A partir de la indagación y el análisis de las publicidades que ofertan servicios sexuales encontramos elementos interesantes como, por ejemplo, que en las páginas web publicitan a las mujeres con menos edad que la que tenían. Esto demuestra una tendencia al consumo sexual de la juventud», agregó.

Otro dato que reveló el diagnostico, contó Guidobono, es que las mujeres que ejercen el trabajo sexual provienen de todos los sectores sociales, socioculturales y niveles educativos, pero en su mayoría están concentradas en los niveles educativos bajos y medios bajos, donde el máximo alcanzado suele ser Ciclo Básico. «También observamos que hay mujeres de altos niveles socioeducativos que se muestran como tal, lo cual demuestra que los que consumen el sexo pago también son personas de todos los niveles socioeducativos y socioeconómicos», agregó la investigadora.

También se pudo confirmar que existe oferta de trabajo sexual en todo el departamento de Montevideo, con una importante concentración en los municipios B y C, seguido por los municipios Ch y D. Los barrios más nombrados son Tres Cruces y todas las áreas aledañas, como La Comercial, Cordón, Centro, Aguada, Goes, Jacinto Vera, La Blanqueada.

Guidobono señaló la oferta de sexo en «apartamentos prostibulares» como otro aspecto que requiere atención. «Hay mujeres que ofrecen servicios sexuales en apartamentos lo que a simple vista puede entenderse como un servicio autónomo, pero al indagar observamos que tienen un funcionamiento similar al de un prostíbulo, con muchas mujeres trabajando, organizadas por un tercero y con reglas a cumplir».

La investigación también concluyó que más del 90% de las trabajadoras sexuales quisieran cambiar de trabajo y no pueden o no saben cómo hacer. Sobre este tema, Guidobono agregó que la determinación de dejar el rubro con el cual sustentan la vida «no suele ser una salida directa, unilateral o fácil, sino que es necesario acompañarlas en un largo proceso y brindarles otras alternativas». Aquí también juega un rol importante la evidencia de que la mayoría de mujeres consultadas son responsables de personas dependientes, sean hijos e hijas menores o tienen a su cargo padres o madres enfermos o con discapacidad, por lo cual es complicado adecuar horarios a otro tipo de actividad laboral.

Otro dato que evidenció el diagnóstico es que el trabajo sexual está asociado, en muchos casos, a experiencias de violencias previas, como la explotación sexual de estas mujeres a temprana edad. A esa situación se suma que durante sus trayectorias de vida, la trabajadoras sexuales, continúan expuestas a otros tipos de violencias y discriminaciones vinculadas a la actividad que desarrollan, ya sea por parte de los clientes o en ámbitos institucionales como la salud o la educación.

En relación a la salud de las trabajadoras, el estudio reflejó la necesidad de instrumentar un abordaje sanitario integral, que vaya más allá de los cuidados en profilaxis exigidos actualmente con el único objetivo de que los consumidores de sexo pago no se contagien de enfermedades de transmisión sexual. «La ley actual plantea una perspectiva sanitarista centrada en el cuidado de la salud de los clientes, no hay una mirada del cuidado de la salud de las mujeres. Las trabajadoras transmiten de forma permanente que no hay alguien que las cuide desde lo emocional, los psíquico o de otras enfermedades vinculadas a la actividad que realizan como el alcoholismo, el cual es muy común como consecuencia de trabajo en whiskerías».

De acuerdo a lo expuesto en el informe del diagnóstico, «la actual estructura de atención médica a las trabajadoras sexuales, por medio de la policlínica de profilaxis, institucionaliza el modelo de atención fragmentada y discriminatoria al no priorizar que las mujeres que ejercen el trabajo sexual sean atendidas y acompañadas por un médico de referencia».

 

Hay esperanzas

Luego de analizar los resultados, el diagnostico recomienda algunas acciones orientadas a mejorar la situación de las mujeres que ejercen el trabajo sexual. En tal sentido, sugieren que las políticas públicas deben «instrumentar acciones tendientes a un cambio cultural hacia la no estigmatización de las trabajadoras sexuales».

Por otro lado, deben «aportar a la autonomía física de las mujeres mediante la atención integral de la salud de las mujeres», así como «asegurar la prevención y atención de vivencias de violencia fundamentalmente vinculadas al trabajo sexual».

También enfatizan en aspectos como fortalecer la autonomía económica de las mujeres que se sustentan con el trabajo sexual y promover su activa participación social. Asimismo, entienden necesario generar acciones recomendadas en contra de la violencia sexual de las trabajadoras.

Con respecto a las expectativas sobre un cambio  en las condiciones del trabajo sexual y también sobre la mirada de esta actividad, la trabajadora sexual, activista y colaboradora del informe, Karina Núñez, declaró a Caras y Caretas que desde el gobierno departamental, la directora en Asesoría para la Igualdad de Género, Solana Quesada, les aseguró que los insumos generados serían consultados para la elaboración de las políticas públicas futuras, como la ampliación de las policlínicas donde las trabajadoras sexuales se controlan su salud.

Núñez también valoró el diagnóstico realizado sobre trabajo sexual y destacó que desde los cuestionarios y entrevistas se abordaron temas que trascienden los específicamente sanitaristas. «Eso ayudó a ampliar la perspectiva y poner en contexto a las trabajadoras sexuales también como cuidadoras y jefas de hogar».

Por su parte, Florencia Buslón, colaboradora del equipo de investigación, se identificó como extrabajadora sexual y contó que actualmente estudia magisterio. «Por suerte pude salir del círculo del trabajo sexual y tener la oportunidad de involucrarme en el tema; era un debe».

Con respecto a la importancia de que se investigue sobre trabajo sexual, opinó que «sirve para desmitificar todo lo que se dice sobre la situación de prostitución en la que están muchas mujeres y que la mayoría de las veces no son reales». «Este diagnóstico denuncia muchas cosas y pone en palabras la realidad: quiénes son las trabajadoras sexuales, de dónde vienen, por qué trabajan en eso, qué violencias sufren. Las trabajadoras sexuales ante todo son mujeres, madres, ciudadanas, novias, tías sobrinas y cumplen un montón de roles en la sociedad, pero que se ven condicionados por la estigmatización que existe en torno a la prostitución», expresó.

Buslón se mostró esperanzada en que a partir del diagnóstico se logre repensar y dignificar el trabajo sexual, que cambien los mecanismos de atención en salud, que existan alternativas de capacitación y opciones laborales, sobre todo para las trabajadoras pobres. «Sé que todo eso es complicado con la pandemia y con un gobierno neoliberal, pero la mujeres necesitamos políticas a largo plazo. El ser humano es el único animal que puede comprender y transformar su realidad. Por eso es necesario darle autonomía y herramientas a las mujeres para que puedan cambiar su vida».

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