Indigna, lector, cada vez más, la información que la prensa hegemónica dominante internacional proporciona a la mayoría de la población mundial. De todos modos, prometo no utilizar el desacertado término de ‘posverdad’ para referirme a este asunto, ya que hay palabras y conceptos mucho mejores para dar cuenta de los múltiples y fundamentales aspectos del tema, especialmente presentes en la infame información difundida sobre Siria, sin olvidar la canallesca campaña contra Venezuela. El caso más reciente de los bombardeos sobre Goutha Este, en Siria, es la última joya de la desinformación tendenciosa que domina el periodismo global, con la necesaria consecuencia de la deformación sistemática de la opinión pública mayoritaria. El agravante, en el caso sirio y en otros, es que la opinión informativa contraria es tan tendenciosa como la dominante, provocando desesperación en las mentes de los bienpensantes y bienintencionados que quisieran saber cómo hacen para conocer o inferir ‘lo que pasó’ (realidad) o cómo se interpreta mejor lo ocurrido (verdad). Matar la verdad La prensa global hegemónica y dominante, en diabólica empresa conjunta con la subordinada y dominada, ha matado todo lo que de verdad y realidad podría esperarse del acontecer, de su narración y de los discursos evaluativos sobre esas dos utopías creídas -desde siempre- como posibles. Filosóficamente, sabemos desde Aristóteles que el mundo no se rige ni por la realidad demostrable ni por las interpretaciones verdaderas de lo acaecido; de modo fantásticamente pionero afirmó que el mundo de la realidad demostrable y de la verdad hegemónica es ampliamente minoritario en la vida cotidiana. En ese sentido, su Retórica, su Poética, sus Refutaciones sofísticas, su De la interpretación, sus Analíticos posteriores y sus Éticas son aún más importantes que su Lógica, su Metafísica, su Física (ciencias naturales) y sus Primeros analíticos. Pasaron más de 22 siglos para que Immanuel Kant ampliara el aristotelismo y consolidara una epistemología general que Hegel pule en ciertos sentidos, y que los neokantianos intentan aplicar diferenciadamente a las ciencias sociales. Si no lo han conseguido imponer, ha sido por la extraordinariamente fatua ignorancia y mediocridad filosóficas de los científicos sociales, que sostienen, aun para el siglo XXI, la epistemología de las ciencias naturales que ellos abandonaron ya en el pasaje del siglo XIX al XX. Mannheim y Merton, secundados por Melvin Tumin, avanzan, con la Sociología de la atribución causal como faro iluminador. Es Jean Baudrillard, en definitiva, quien mejor describe la muerte masiva de la verdad y de la realidad en una serie de libros magistrales en los que acuñó las ideas de ‘hiperrealidad’ y de ‘simulacro’. Tal vez lo más explícito en esa macabra narración sea El crimen perfecto (1995), que explica el asesinato de la realidad por los medios de comunicación implementadores de intereses dominantes (posteriormente en coautoría con el punto de vista subordinado). La aplicación a un hecho histórico concreto la hace en La guerra del golfo no ha tenido lugar (1991), afirmando que todo lo que se consensuó globalmente como verdad y realidad sobre el conflicto fue construido, y que no respondió ni a un acontecer ontológico ni a una interpretación veraz demostrativa. El consenso global, cada vez más unánime e instantáneo, no da ni realidad ni verdad: solo convence por persuasión y/o seducción (ya Aristóteles), y luego a través de identificaciones, proyecciones, transferencias y catarsis expiatorias sadomasoquistas (Baudrillard-Fromm). Si tuvo la paciencia de terminar esta imprescindible advertencia inicial, podemos ahora desmantelar la indignante información sobre lo que ocurre en Siria desde al menos 2011, que culmina con la farsesca información sobre los bombardeos sobre Ghouta Este, reiteración de farsas similares sobre hechos ocurridos en Aleppo, Mosul y otros sitios. Las claves del conflicto sirio Las imágenes editadas, los horrorizados relatos de los analistas y relatores, buscan impresionar excesivamente respecto de indudables catástrofes que suceden en Siria, pero que no son tan así ni deben leerse de ese modo. Víctimas civiles, arrasamiento de poblados, huérfanos, niños yacentes y mutilados, son cosa de todos los días, por lo menos desde el año 2011. Todo comenzó con la rebelión juvenil que adhirió en Siria a la Primavera árabe. Fue un levantamiento en parte espontáneo, en reclamo por carencias materiales y de libertades, y en parte con manija estadounidense para ayudar a desestabilizar gobiernos perjudiciales a sus intereses políticos, ideológicos y materiales. En principio, también es cierto, ocurrió una cruenta represión gubernamental siria a los jóvenes que adhirieron a la Primavera árabe por parte del padre del actual gobernante Bashar al Assad. Luego se instaló una guerrilla armada que el sirio, como gobierno electo, tiene todo el derecho y hasta el deber de reprimir. Esa guerrilla fue reforzada por combatientes de los terrorismos sunitas regionales de Al Qaeda, ISIS y Al Nusra. ¿Por qué la importancia internacional de obtener la hegemonía política en Siria? Hay varias razones y la principal es que Siria es un país de mayoría sunita, cuyo gobierno, en el dominio de la seguridad interna y externa, ha entronizado a una minoría étnica, a la etnia alawita, a la que pertenece Bashar y a la que perteneció su padre, gobernante anterior. Eso explica que la rebelión provenga de la mayoría sunita dentro del islam, con apoyo de Arabia Saudita, país que explícitamente apoya todos los terrorismos fundamentalistas recientes: talibanes, Al Qaeda, ISIS. Siria es entonces uno de los múltiples escenarios de la lucha contra la mayoría sunita y sus terrorismos en los siglos XX y XXI. Todo disidente del sunismo, por lo pronto, recibe actualmente el apoyo de la segunda mayoría islámica, el chiismo, sólo con mayoría en Irán, pero con fuertes grupos armados de resistencia contra sunitas y occidentales inmiscuidos: Hamás, tropas iraníes y Hezbollah libanés son chiitas armados que se oponen a los sunitas. Si la primera razón, como vimos, es entender a Siria como escenario de la gran lucha entre chiitas y sunitas, la segunda tiene que ver con el hecho de que los gobernantes sirios, junto a los malogrados Saddam Hussein en Irak y Gadafi en Libia, son partidarios de disminuir la hegemonía de la religión en la política y el cotidiano, cosa herética y sacrílega para el fundamentalismo teocéntrico integrista sunita. Una tercera razón, nada menor, es que Siria es un enorme depósito de petróleo y gas natural ubicado en un lugar geográfico que lo hace crucial para el pasaje de estas riquezas energéticas desde Oriente a Occidente, posición estratégica que ya usó para impedir que oleoductos y gasoductos propuestos beneficiaran a Occidente. A esto se suma que Siria, junto con Irán y Afganistán, heredan buenas relaciones con el lado soviético dentro de la Guerra Fría, y luego con el ruso, tanto en lo geopolítico como en los avatares de proyectos diversos de ductos intercontinentales. Estados Unidos y Europa, en los últimos años, en su lucha contra la Siria no sunita, baasista y alineada históricamente con la URSS-Rusia, han terminado apoyando a terrorismos sunitas (que incluyen rebeldes sirios, Al Qaeda, Al Nusra, ISIS), lo cual acarreó también involucramiento ruso, iraní y de Hezbollah en Siria. La diplomacia rusa, por ejemplo, insiste que Siria se defiende de ataques bélicos ‘aliados’, a su gobierno legítimamente electo, y que esos ataques están, de hecho, fortaleciendo a los más peligrosos terrorismos sunitas en la región y el mundo. Otro problema no menor es que Siria es uno de los grandes escenarios del conflicto de los kurdos con los turcos. Los kurdos se mantienen en los bordes limítrofes de Irán, Irak, Afganistán y Siria como mejor modo de hostigar a Turquía y han establecido alianzas en esos países, que los fortalecen en un conflicto que los enfrenta a la dura realidad de tener que enfrentar ‘aliados’ globales para atacar y defenderse de enemigos regionales. Pero todo ello agrega leña al fuego sirio, ya que el territorio sirio en manos kurdas es aun mayor que el sirio gubernamental. Goutha-Aleppo-Mosul El gato por liebre mediático occidental consiste en ignorar todas las matanzas, catástrofes, heridos, muertos, torturas y depredaciones que efectúan cotidianamente los rebeldes sirios, apoyados por los terrorismos sunitas, Estados Unidos y Europa, para subrayar en cambio lo que hace el gobierno sirio, con sus aliados iraníes, rusos y libaneses. En ambos casos hay depredación, muertes inocentes, destrucción patrimonial valiosa y culturalmente inapreciable; pero la prensa internacional sólo habla de matanzas y catástrofes humanitarias cuando hay un triunfo bélico del gobierno sirio. La preocupación no parece ser con la catástrofe humanitaria, porque, de otro modo, también mostrarían los ataques internacionales contra el gobierno sirio. Las Naciones Unidas, manejadas por Estados Unidos y sus ‘aliados’, se esfuerzan por un alto el fuego cuando hay victorias, triunfos y éxitos del gobierno legítimo y electo sirio, que tiene todo el derecho y deber de combatir una subversión armada. También hubo lamentos cuando el gobierno recuperó Aleppo, baluarte de la subversión armada del ISIS, de la coalición antisiria; ni los terroristas cuentan para evaluar, sólo cuenta estar con Siria o contra ella. Está más que claro que los ceses de fuego humanitarios de la ONU no son más que frenos a la reconquista siria de su territorio, una pausa para supuestamente ayudar a los damnificados (‘buenos’ o inocentes civiles), cuando son los propios rebeldes terroristas los que no permitan la llegada de ayuda para poder propagar peores imágenes hacia la opinión pública mundial. ¿Por qué cuando hay progresos territoriales de los rebeldes sirios, apoyados por Estados Unidos y otras fuerzas extranjeras, nunca hay catástrofes humanitarias? Todo indica, en este caso, que son considerados y deben ser vistos como meros daños colaterales de heroicas gestas liberadoras.
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