Desde hace más de dos décadas, cada año se realiza la Marcha del Silencio. En los últimos años, se ha venido dando un proceso, en que cada una supera en número y participación de jóvenes a la del año anterior. Es por todos los desaparecidos. Los familiares han decidido emblematizar el reclamo el día que mataron a Zelmar, el Toba, Barredo, Whitelaw, poco antes de que secuestraran a Liberoff, de quien nunca se supo su destino.
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Yo, como uno más, marcho en silencio. Eso sí, desde el 17 de mayo en adelante se mezclan los recuerdos con la ansiedad por marchar. Hace 43 años, pude verlos tras regresar de la provincia, donde vivían mis padres. El 18 de madrugada, Marcos, hijo del Toba, me avisó que se lo habían llevado. De allí cruzamos al Hotel Liberty, casi enfrente a casa, y ya se habían llevado a Zelmar. El 20 los mataron. También los días en que los buscamos y el posterior asilo, con mi padre, en la embajada de Austria en B.A.
Cuando cayeron las primeras gotas, el ánimo tambaleó. A medida que se acercaba la hora de la convocatoria, aumentaba la lluvia. A la convenida, diluviaba. Allá fuimos para encontrarnos con una masa humana impresionante. Nos incorporamos desde el fondo, pero rápidamente nos dimos cuenta de que se seguía sumando gente. Luego teníamos tanta muchedumbre delante como detrás de donde estábamos. Pretendí subirme a un banco y desde allí solo constaté que la mirada no podía detectar dónde empezaba y dónde terminaba.
Cuando se comenzó a cantar el Himno apenas estábamos llegando a la Universidad. Mirar hacia atrás, era hacerlo al infinito.
Si siempre es gratificante ver cómo crece la marcha y aumenta la participación juvenil, este año fue clave: por el contexto, mundial, regional y la realidad de nuestros dos vecinos; por ser año electoral y por los hechos de los últimos días. Alguien dirá que no hay que mezclar lo proselitista en este recuerdo. Yo agrego: naturalmente. Creo que el lunes marchó gente que votará diversas opciones electorales. Pero eso no significa que deje de ser importante que, rodeados de Macris y Bolsonaros, el año que se vota la gente diga: acá -en palabras de La Pasionaria- en Uruguay “no pasarán”.
Este año, la Marcha del Silencio tuvo repercusiones que trascendieron nuestras fronteras. Se publicaron fotos en diarios alrededor del mundo, videos en varios canales de televisión y noticieros del extranjero. Uruguay volvió a empaparse de democracia, de libertad, de reclamo de justicia y verdad.
Naturalmente que el tema central es que aparezcan y se sepa de la suerte de nuestros hermanos y hermanas cuyo destino quieren borrar de nuestra memoria. Eso no funciona. El Uruguay solo se los recordó a los que siguen apostando a ocultar información, como pasó en los tribunales de honor de pocas semanas antes de la Marcha. No se puede tapar el sol con un dedo. España se presentó como modelo de transición “en paz” no hablando más del tema. Paz sin verdad no existe y por lo tanto la demanda por justicia aparece allí 70 años después. Son nietos y nietas, bisnietos y bisnietas que quieren saber cuál fue el destino de abuelos, abuelas, bisabuelos y bisabuelas.
Por eso, este año tan especial, por todos los motivos que he señalado, la Marcha, al reclamar por los desparecidos, también censuraba la negativa de algunos dirigentes en evitar el pase a retiro de los que fueron cómplices en el silencio y ocultamiento de la verdad de crímenes de lesa humanidad. Mandos militares, integrantes de los tribunales de honor, juzgados y jueces, cómplices del ocultamiento de la verdad. Junto a ellos, los legisladores que no levantaron su mano para echarlos.
Con el paso del tiempo la Marcha ha ido adquiriendo sus ritos: el silencio es un grito por justicia. Cuando uno se cruza con un conocido, apenas inclina la cabeza para saludar. No se alza la voz ni tras una consigna. La misma dispersión se hace en silencio. Cuando se canta el Himno, el ¡tiranos temblad! parece que hiciera sacudir las paredes de los edificios sobre 18 de Julio. Luego, el prolongado aplauso, una vez más, sin consignas ni demandas en altavoz, es estremecedor.
¡Cómo me equivoqué cuando me asustó la lluvia! El pueblo uruguayo este año se bañó de dignidad y logró que su silencio resonara en el mundo entero.