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China-BRICS

La nube atómica ensombrece la cumbre

Por Daniel Barrios.

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Caras y Caretas Diario

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China no deja espacios a la improvisación. Al contrario, todas sus acciones, desde el gobierno central hasta al más apartado pueblo rural,  responden a una rigurosa planificación. Desde los planes quinquenales de su economía, los nacimientos, las resoluciones de los congresos de su Partido Comunista, el nombramiento de su jefe de estado y de gobierno, se rigen por un orden preestablecido. La novena cumbre de los países BRIC -como la bautizara Jim O’Neill, economista de Goldman Sachs por las iniciales de los miembros  fundadores del bloque: Brasil, Rusia, India y China (la “S” de Sudáfrica no sería incorporada hasta más tarde)- no podía ser la excepción. Todo fue planificado sin descuidar detalle político, diplomático y organizativo. Desde la  elección del lugar (la ciudad costera de Xiamen, a pocos kilómetros de la controvertida isla de Taiwán y que se convertirá en el pivote estratégico del megaproyecto de la Ruta Marítima de la Seda del siglo XXI); la fecha (semanas antes de la inauguración del 19º congreso del Partido Comunista, el acontecimiento político más importante de cada lustro); el tema (“Una asociación más fuerte para un futuro más brillante”); hasta los presidentes especialmente invitados (Egipto, Guinea, México, Tayikistán y Tailandia, el denominado “Brics Plus”). Todo respondía al cumplimiento de un gran objetivo: afianzar el liderazgo de la República Popular y el de su presidente Xi Jinping en su lucha contra el proteccionismo y a favor de una reforma de la gobernanza de la economía y las finanzas globales. China no deja espacios a la improvisación. Al contrario, todas sus acciones, desde el gobierno central hasta al más apartado pueblo rural,  responden a una rigurosa planificación. Desde los planes quinquenales de su economía, los nacimientos, las resoluciones de los congresos de su Partido Comunista, el nombramiento de su jefe de estado y de gobierno, se rigen por un orden preestablecido. La novena cumbre de los países BRIC -como la bautizara Jim O’Neill, economista de Goldman Sachs por las iniciales de los miembros  fundadores del bloque: Brasil, Rusia, India y China (la “S” de Sudáfrica no sería incorporada hasta más tarde)- no podía ser la excepción. Todo fue planificado sin descuidar detalle político, diplomático y organizativo. Desde la  elección del lugar (la ciudad costera de Xiamen, a pocos kilómetros de la controvertida isla de Taiwán y que se convertirá en el pivote estratégico del megaproyecto de la Ruta Marítima de la Seda del siglo XXI); la fecha (semanas antes de la inauguración del 19º congreso del Partido Comunista, el acontecimiento político más importante de cada lustro); el tema (“Una asociación más fuerte para un futuro más brillante”); hasta los presidentes especialmente invitados (Egipto, Guinea, México, Tayikistán y Tailandia, el denominado “Brics Plus”). Todo respondía al cumplimiento de un gran objetivo: afianzar el liderazgo de la República Popular y el de su presidente Xi Jinping en su lucha contra el proteccionismo y a favor de una reforma de la gobernanza de la economía y las finanzas globales. Para China poco importa que el intercambio comercial con sus cuatro socios represente menos de la mitad del que mantiene con Estados Unidos. Lo significativo es que entre los cinco países del bloque representan casi un cuarto del PIB global total y casi la mitad de la población mundial. Lo que importa es que en los últimos diez años, desde su creación, la participación de los países del BRICS en la economía global ha crecido a más del doble, y ellos han contribuido con más de la mitad del crecimiento global de la última década. Pero para la República Popular, mucho más importante que todo lo anterior era hacer de la cumbre de las cinco economías emergentes más dinámicas del planeta el gran escenario para reverdecer su identidad de “Imperio del centro” y ungir a su presidente como “Primer emperador” del nuevo orden multipolar que China se apresta a construir para el siglo XXI y de su nuevo  paradigma de cooperación sur-sur. Todo procedía según el guion hasta que, en el mismo momento que Xi se dirigía al centro de convenciones para inaugurar el foro internacional, detonó la bomba atómica (literal) que hizo temblar la tierra china (también literal) y que, según el Centro Chino de Terremotos, fue de una magnitud de 4,6 e hizo sonar todas las alarmas en la ciudad de Yanji, situada a menos de 100 kilómetros de Punggye-ri, el enclave montañoso que utiliza Corea del Norte para estas pruebas atómicas. No es la primera vez que los experimentos nucleares del “ahijado protegido” coinciden con iniciativas internacionales organizadas por el “padrino protector”. En marzo, mientras Xi  se reunía con el secretario de Estado Rex Miller,  Corea del Norte lanzó cuatro misiles balísticos que volaron unos 1.000 kilómetros y cayeron en el Mar de Japón. El 14 de mayo, horas antes del discurso de Xi frente a 30 jefes de Estado invitados al foro La Nueva Ruta de la Seda -el megaproyecto para crear corredores comerciales a lo largo de las antiguas rutas entre Asia, África y Europa-, el líder “sátrapa-comunista” disparó un misil balístico que recorrió unos 700 km hasta estrellarse en el Mar de Japón. La bomba de hidrógeno norcoreana -diez veces más potente que la lanzada por Estados Unidos en Hiroshima y que por su tamaño puede ser instalada en un misil intercontinental- supone un monumental desafío al mundo, al presidente de Estados Unidos, pero además, según todos los observadores y analistas chinos, un desplante significativo y, según todos los observadores y analistas chinos, una provocación sin precedentes para su país y para Xi Jinping. Efectivamente, el sexto ensayo nuclear fue una demostración de fuerza y una encriptada advertencia a Beijing. Durante décadas, los chinos han repetido que sus relaciones con los coreanos del norte “son como los labios: si el superior se separa del inferior, entra el frío en la boca”. Para Kim el frío es un hecho y, convencido de que Xi es el único que puede convencer a Trump para que “reduzca la presencia militar estadounidense en Corea del Sur y lo deje seguir adelante con sus planes nucleares”, no escatima amenazas para presionar a su poderoso vecino. La respuesta de Xi y sus huéspedes fue contundente: “Deploramos fuertemente el test llevado a cabo por Corea del Norte”, apuntó la declaración final del “G5” de países emergentes. Ya en su discurso inaugural, sin mencionar a su descarriado aliado, el también secretario general del PCCh -que seguramente será reelegido por otros cinco años- señaló que “una sombra oscura avanza sobre el mundo luego de 50 años de paz fruto de los esfuerzos de todos los países” e hizo un llamado para que “a través del diálogo y la negociación, podamos apagar el fuego de la guerra”. En buen romance, para China no hay otra salida que no sea la diplomática y no acepta ni las amenazas militares de Kim ni las amenazas verbales de Trump, que clama por sanciones a aquellos países (China in primis) que mantienen relaciones comerciales con Corea del Norte. Sin nombrarlo, Xi le recordó a su homólogo que “hay países aislacionistas” y que “los acuerdos internacionales están estancados” y le advirtió  sobre las consecuencias del incumplimiento  del Acuerdo de París sobre el cambio climático.  China, en cambio, está comprometida con “la visión de desarrollo innovador, coordinado, ecológico, abierto e inclusivo”. Los otros cuatro líderes del bloque se hicieron eco y suscribieron la declaración final de su novena cumbre “condenando el proteccionismo y a favor de una globalización más abierta e inclusiva que beneficie también a las naciones en desarrollo”. A pesar de las incertezas, el líder del gigante asiático está convencido de que el bloque entrará en una segunda “década dorada” si los países de mercados emergentes trabajan juntos para superar los desafíos del crecimiento débil y las amenazas a la paz mundial. El cónclave se cerró con una gran gala en la que un grupo de artistas presentó canciones chinas clásicas y un aria italiana. El tema del espectáculo, un sincretismo de cultura occidental y oriental, fue “zarpar hacia el futuro”. Siempre que un misil norcoreano no hunda la nave.

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