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Mundo Argentina |

LOS ARGENTINOS NO LEEN HISTORIA

La nueva congelación de precios en Argentina

El miércoles 13 de octubre, el secretario de Comercio argentino, Roberto Feletti, les dijo a fabricantes de bienes de consumo masivo y supermercadistas que debían presentar una lista de 1.247 bienes, cuyos precios se retrotraerán al 1º de octubre y serán congelados en esos niveles hasta el 7 de enero, el día después de Reyes de 2022.

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Feletti, secundado por la exministra de Producción, Débora Giorgi, fueron funcionarios en la segunda presidencia de Cristina Kirchner y entre 2015 y 2019 integraron el gobierno municipal de La Matanza.

Los supermercados se inclinan por acompañar, pero las fábricas advierten, en público y en privado, los efectos negativos que tendría para ellas un nuevo congelamiento, como el que se aplicó sobre mediante el programa Precios Máximos.

“Las grandes alimenticias podemos tener espalda para bancárnosla, pero a los pequeños y medianos los mata”, dijo a Infobae una fuente que estuvo en la reunión con Feletti y Giorgi, en la que los funcionarios invocaron el objetivo de evitar un deterioro del salario en lo que resta del año. En sus declaraciones posteriores Feletti habló de “tres meses de felicidad”.

Alberto Fernández y los principales empresarios argentinos tienen hoy una preocupación común: evitar un nuevo estallido inflacionario y cambiario luego de las elecciones legislativas.

 

Un poco de historia

En Egipto, durante el siglo III a.C., “había una verdadera omnipresencia del Estado” en la regulación de la producción y distribución de los cereales. “Todos los precios se fijaban por decreto a todos los niveles”. Este “control adquirió proporciones aterradoras”. Había todo un ejército de inspectores.

Los agricultores egipcios se enfurecieron tanto con los inspectores de control de precios que muchos de ellos simplemente dejaron sus granjas. A finales de siglo, la “economía egipcia se derrumbó al igual que su estabilidad política”.

En Babilonia, hace unos 4.000 años, el Código de Hammurabi era un laberinto de regulaciones de control de precios. “Si un hombre contrata a un trabajador del campo, le dará ocho gur de maíz al año”. “Si un hombre contrata a un pastor, le dará seis gur de maíz al año”. “Si un hombre contrata un barco de sesenta toneladas, le dará una sexta parte de un siclo de plata por su alquiler”. Y así sucesivamente. Tales leyes “sofocaron el progreso económico del imperio durante muchos siglos”, como describe el registro histórico. Una vez que estas leyes fueron establecidas “hubo un cambio notable en la fortuna de la gente.”

La antigua Grecia también impuso controles de precios de los cereales y estableció “un ejército de inspectores de cereales nombrados con el fin de fijar el precio de los cereales a un nivel que el gobierno ateniense consideraba justo”. Los controles de precios griegos inevitablemente llevaron a la escasez de grano, pero los antiguos empresarios salvaron a miles de personas de la inanición evadiendo estas leyes injustas. A pesar de la imposición de la pena de muerte por evadir las leyes griegas de control de precios, las leyes “eran casi imposibles de aplicar”. La escasez creada por las leyes de control de precios creó oportunidades de ganancias en el mercado negro, para el gran beneficio del público.

En el año 284 d.C. el emperador romano Diocleciano creó la inflación poniendo demasiado dinero en circulación, y luego “fijó los precios máximos a los que se podía vender carne, grano, huevos, ropa y otros artículos, y prescribió la pena de muerte para cualquiera que se deshiciera de sus mercancías a una cifra más alta”. Los resultados, como explican Schuettinger y Butler, citando a un antiguo historiador, fueron que “el pueblo no trajo más provisiones a los mercados, ya que no podían conseguir un precio razonable por ellas y esto aumentó tanto la escasez, que al final, después de que muchos hubieran muerto por ello, la propia ley fue dejada de lado”.

El Edicto no consiguió su objetivo de detener la inflación, puesto que la producción en masa de monedas de bajo valor metálico continuó devaluando la moneda e incrementando los precios, haciendo que los precios máximos del Edicto resultasen demasiado bajos. Los mercaderes optaron, o bien por dejar de comercializar algunos bienes, venderlos ilegalmente, o utilizar el trueque. El Edicto, por lo tanto, alteró el intercambio de bienes y el comercio, especialmente a nivel mercantil. En ocasiones incluso ciudades enteras dejaron de poder permitirse comerciar. Además, y debido a que el Edicto también fijaba los salarios, muchos de los que tenían salarios fijos, y en especial los soldados, se encontraron con que su dinero cada vez tenía menor poder adquisitivo dado que los precios artificiales no reflejaban los costes reales. Algunos autores, como Edward Gibbon, identifican al Edicto como una de las causas económicas de la caída del Imperio Romano de Occidente.

George Washington casi se muere de hambre en el campo gracias a los controles de precios de los alimentos que fueron impuestos por Pensilvania y otros gobiernos coloniales. Pensilvania impuso específicamente controles de precios en “aquellos productos básicos necesarios para el uso del ejército, creando una desastrosa escasez de todo lo necesario para el ejército”.

Los políticos franceses repitieron los mismos errores después de su revolución, estableciendo la “Ley del Máximo” en 1793, que primero impuso controles de precio al grano, y luego a una larga lista de otros artículos.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, los planificadores centrales americanos eran aún más totalitarios en cuanto a la política económica que los antiguos nazis. Durante la ocupación de Alemania en la posguerra, a los “planificadores” estadounidenses les gustaban más los controles económicos nazis, incluidos los controles de precios, que de hecho impedían la recuperación económica.

Los controles de precios fueron finalmente terminados en Alemania por el Ministro de Economía Ludwig Erhard en 1948, en un domingo, cuando las autoridades de ocupación americanas estaban fuera de sus oficinas y no podían detenerlo. Esto dio lugar al “milagro económico alemán”.

Los controles de precios fueron la causa de la “crisis energética” del decenio de 1970 y de la crisis energética de California en el decenio de 1990 (allí sólo se desreguló el precio al por mayor de la electricidad; se establecieron controles sobre los precios al por menor).

Durante más de 4.000 años, dictadores, déspotas y políticos de todas las tendencias han visto los controles de precios como la última promesa de “algo por nada al público”.

 

La Coprin

En Uruguay, la Comisión de Productividad, Precios e Ingresos de Uruguay (Coprin) fue un organismo creado por la Ley 13.720 del 16 de diciembre de 1968, cuya finalidad era articular medidas encaminadas a contrarrestar la alta inflación, promover niveles óptimos en la producción y lograr una equitativa distribución del ingreso.

Durante el gobierno del Gral. Óscar Gestido (de marzo a diciembre de 1967) se produjo un episodio de alza desmesurada de los precios. En 1967 en Índice de Precios del Consumo (IPC) subió 135,9%. Gestido falleció en diciembre de ese año y le sucedió su vice, Jorge Pacheco Areco. Ante esta situación, el 28 de junio de 1968 el gobierno dictó el decreto N° 420/68 el que, utilizando el mecanismo constitucional de las medidas prontas de seguridad, estableció la congelación total de precios y salarios.

La canción “La coprinera” del cantante popular Pancho Viera gira en torno a la nacimiento, vida y muerte de este organismo.

“Es la hija benjamina de Doña Seguridades […] En lo que respecta al padre, ya lo sabe el más simplote, que es hija de los esfuerzos de Don Sable y Don Garrote…

Y ahora se ha puesto de moda, La coprinera una moza, con los ricos querendona, con los pobres, desdeñosa”.

Refiriéndose a la Coprin, el autor afirmó que “es un enorme aparato que ha debilitado el estándar de vida del obrero a condiciones poco menos que infrahumanas”.

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