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Con el puñal bajo el poncho

La oblicua intencionalidad de los autoconvocados

De ser un movimiento estructurado a partir del descontento de pequeños y medianos productores agropecuarios, el movimiento “autoconvocado”, luego de su vertiginosa irrupción en el escenario, comenzó a transitar por un proceso de declinación, ensombrecido por algunos hechos que involucran a algunos de sus integrantes.

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No resulta fácil colegir las causas, consecuencias y móviles ocultos detrás del movimiento autoconvocado (autodenominado Un solo Uruguay). Lo que en primera instancia sorprende del mismo es su rápida irrupción en la temporada estival y la no menos súbita dilatación de su presencia en los primeros planos de la atención pública, potenciada por la lupa de los grandes medios de comunicación, que agigantó su dimensión y su conflictiva relación con las autoridades públicas, que en los últimos días ha registrado incidentes que alteraron el curso de una negociación que venía procesándose con la prolijidad de un concierto. Para intentar comprender que está sucediendo, habrá que recurrir a una escueta cronología del desarrollo de los acontecimientos a partir del 23 de enero, ocasión en la que se realiza en Santa Bernardina (Durazno) la concentración de pequeños y medianos productores, que se dieron a conocer como los “autoconvocados”.   La proclama de Santa Bernardina La primera característica que llama la atención de esta presentación en sociedad es la naturaleza contradictoria de los discursos que allí se pronuncian. El primero, a cargo del agrónomo y consultor Eduardo Blasina, fue un decálogo de las políticas neoliberales aplicadas al sector agropecuario: demanda devaluatoria; rebaja de la inflación y de las tarifas públicas; libre acceso a los insumos energéticos; disminución de las cargas impositivas que pesan sobre el sector (particularmente de la Contribución Inmobiliaria Rural); mejoramiento de las rutas y la caminería (que paradójicamente dependen de lo recaudado por la intendencias por concepto de impuestos); rebaja de los costos salariales; la alarma ante los precios de la tierra, que están operando a la baja; el peso del endeudamiento y los prejuicios existentes acerca del agro, eufemismo tras el que se esconde la noción común de que, invariablemente, siempre quieren más. Sin embargo, sobre el final del discurso, Blasina se salió de la circunscripción a la economía e incursionó en la política, prodigando elogios al saliente titular del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), Tabaré Aguerre, y reclamando respaldo para el canciller Nin Novoa y sus esfuerzos por suscribir un TLC con Chile para ampliar la inserción de Uruguay en los mercados internaciones. A la luz de los acontecimientos posteriores, se comprende mejor esa incursión por fuera del área econométrica. Era un esbozo que comenzaba a insinuar el intento de ese movimiento por hacer política, más allá de lo que se entendía como demandas de un sector productivo.   Simpática y consensual Sin embargo, por fuera de los parámetros esbozados por Blasina en su introducción, la proclama propiamente dicha fue sumamente prudente y -sorprendentemente- se centró en el costo del Estado, en su excesivo tamaño y en el déficit fiscal. Consecuentemente, se enunciaban medidas, como la suspensión del ingreso a la función pública, al menos por tres años, exceptuando de la inhabilitación a rubros como salud, educación y seguridad, lo que podía leerse como una medida razonable en sí misma; la revisión de los cargos de asesores, cargos de confianza y secretarios personales, poniendo especial énfasis en todas las intendencias; la eliminación de campañas publicitarias a cuenta del Estado que no apunten a temas sanitarios o a otros necesarios para el desarrollo de la sociedad; el recorte de la flota de vehículos y otras medidas que apuntan en la misma dirección de reducción de gastos y austeridad. El hecho de que se agregue que deben mantenerse las políticas sociales en cuanto a salud, educación, y que no se supriman, sino que se redireccionen las políticas de transferencia directas (léase de asistencia social) hace de la proclama un manifiesto al gusto de todos los paladares sociales y que no podían menos que concitar la simpatía de la sociedad en su conjunto (particularmente de las clases medias). Luego de los extensos consejos para lograr la anhelada austeridad en los gastos del Estado (que por cierto bien podrían ser aplicados a muchos de los demandantes que derrocharon sus ganancias en tiempos de bonanza), se esbozan cuatro medidas complementarias. La primera -genérica e imprecisa-, que no se gaste más de lo que ingresa; la segunda, referida a los costos del combustible y la energía en general; la tercera, centrada en el reperfilamiento de las deudas (poniendo el acento en los pequeños colonos). El último de los puntos planteados es el referido al atraso cambiario. Pero la particular irritación que podría provocar el tema se ve amortiguada por la transferencia al ámbito técnico de la modalidad y el monto de ese atraso, sin expedirse específicamente al respecto. Proclama simpática y bien podría decirse que consensual. Pero la progresión de los hechos confirmaría que tenía otras intenciones, que sería aprovechada para prédicas políticas con puntería precisa y que habilitaría incursiones desde diversos flancos, que definirían cada vez con mayor claridad el perfil político de este movimiento.   Se terminó la fiesta La respuesta del gobierno fue inmediata. Rompió la modorra del verano reuniéndose  inmediatamente con las gremiales agropecuarias y aprobando en el Senado dos leyes de inmediata aplicación, tales como la creación de un nuevo fondo para la lechería, de 36 millones de dólares, y la rebaja del gasoil para pequeños y medianos productores lecheros, arroceros y hortifrutícolas. Las medidas de gobierno generaron diferentes reacciones entre las gremiales. Mientras la Comisión Nacional de Fomento Rural (CNFR) manifestaba conformidad con lo dispuesto, la Asociación Nacional de Productores de Leche (ANPL), sin el mismo entusiasmo, también vio con buenos ojos la medida. El reflejo de esa acción gubernamental fue que ambas gremiales no adhirieron a la vigilia convocada por Un solo Uruguay días después. Los autoconvocados, que eran el convidado de piedra en las reuniones, también fueron recibidos, y si bien no se pronunciaron contra las medidas del Ejecutivo, expresaron -como era de prever- que eran insuficientes. Pero la instrumentación de medidas por parte del gobierno central fue más allá. El pasado 19 de noviembre, en el primer encuentro de trabajo con las gremiales, el Poder Ejecutivo anunció una serie de medidas de apoyo, como la extensión de la devolución de IVA al gasoil para los productores ganaderos que tributan por Imeba y 18% de descuento en la contribución inmobiliaria rural para padrones menores a 1.000 hectáreas índice Coneat 100. Por añadidura, se realizará un descuento a la contribución inmobiliaria rural; a la vez, Presidencia añadió que en febrero lanzará un mensaje público para responder a la proclama del 23 de enero. El anuncio no es menor, ya que -independientemente de su carácter contradictorio y de las intencionalidades que contenga- se trata de una formulación programática, y eso, además de respeto, merece ser respondido en términos equivalentes.   Los barrabravas Pero todo este movimiento, que venía realizándose a paso de minué, se desbarrancó el pasado lunes, cuando al término de la reunión en el MGAP, en la que se acordaron esas iniciativas, al momento de la salida, Vázquez debió enfrentarse a una veintena de productores que entre otras lindezas, lo acusaron de “mentiroso”, “ladrón” y “corrupto”. Incluso, siguiendo la tónica desorbitada que venían insinuando, le reprocharon los asesinatos de dos mujeres a manos de un delincuente que en esos momentos era buscado por la Policía. La escena tuvo otras alternativas. El presidente expresó: “Yo puedo abrir la boca y dar la cara porque soy honesto”. Cuando se dirigía a su automóvil, uno de los manifestantes le gritó: “Nos vemos en las urnas”, lo que hizo que el presidente se detuviera, se volviera hacia el interpelante y le expresara: “Me gustó lo que dijiste. Nos vemos en las urnas. Esto es un movimiento político partidario” La vocinglería seguía y en el momento que Vázquez subía al auto oficial, un colono le gritó: “Mentiroso”. El presidente se volvió hacia él y le respondió: “Vos sos un mentiroso y tenés que retirar lo que dijiste. Yo no soy ningún mentiroso”. Sin rectificarse del agravio, el provocador reprochó a Vázquez que no hubieran dejado participar en la reunión a los colonos, lo que motivó la respuesta del presidente de que nunca recibió una solicitud en tal sentido, exhortándole a que “no se subiera al carro”. Al día siguiente, la prensa identificó al agresor. Se trata de un integrante de la Mesa de Colonos. No obstante su pertenencia gremial, nunca pagó nada por las tierras que ocupa ni amortizó los insumos de la misma (electricidad, por ejemplo). La presidenta del Instituto Nacional de Colonización (INC), Jacqueline Gómez, aclaró que la información que obra en poder del INC al respecto no es confidencial ni reservada, sino que reviste carácter público.   El repliegue de los autoconvocados El movimiento Un solo Uruguay se deslindó de la provocación efectuada por el supuesto colono, que, no obstante, según trascendió, fue protesorero de los autoconvocados, participando en las reuniones de coordinación del mismo. El hecho, que por sus característica inusuales acaparó los titulares de la prensa, no pasaría de ser un hecho menor si no se tiene en cuenta que la agresión verbal a la figura de Tabaré Vázquez lo es también a la institucionalidad. La manera con que enfrentó el presidente al interpelante fue absolutamente correcta y de alguna manera represtigió a la Presidencia ante la opinión pública. Por la reversa, más allá de que la dirección de los autoconvocados marcara distancia con el hecho, se vislumbró otro perfil de este movimiento, a saber, la combinación -por la vía de los hechos- de una estrategia respetuosa y dialogante y una contracara patotera, que a nivel de un segmento de la población fue leída como parte de un doble discurso. Esa sensación se refrendaría al día siguiente, cuando los autoconvocados abandonaron la mesa de diálogo, insatisfechos por el alcance y la profundidad de las medidas adoptadas por el Poder Ejecutivo y el MGAP. En definitiva, a menos de un mes de su lanzamiento en Santa Bernardina, queda claro que Un solo Uruguay es un conglomerado heterogéneo, para el cual no hay respuestas globales, sino que su problemática debe abordarse caso por caso y rubro por rubro. La insistencia de los autoconvocados de que se tomen medidas globales que favorezcan a todo el agrupamiento no sólo significa medir con un rasero igualitario situaciones desiguales (pagadores con no pagadores, propietarios y arrendatarios, productores a gran escala y productores de pequeña escala, biblias y calefones), sino que es materialmente imposible si se tiene en cuenta la heterogeneidad del sector, que en definitiva es el remanente de un ciclo prolongado de expansión de la economía. Aceptar la decisión gubernamental de analizar caso por caso y tomar las medidas adecuadas para cada uno de ellos significa en los hechos fragmentar al movimiento. Paulatinamente, esa fragmentación se va verificando, lo que reduce su incidencia y capacidad de aglutinar socialmente, se va acentuando su naturaleza corporativa y su transmutación, de derecha social a derecha política.   La Commedia dell’Arte No está lejano el momento en que estemos en presencia de un neorruralismo que, salvando los tiempos y las circunstancias históricas (la producción agropecuaria de ayer no es la de hoy), sea un remedo de la Liga Federal de Acción Ruralista, el poderoso movimiento que a fines de los 50 creara el extinto Benito Nardone. Teniendo en cuenta la reciente confrontación (cuasi física) con el presidente de la República, cabe pensar si no estamos en presencia, más que de una incipiente fuerza social, de una fuerza de choque de la que haya que esperar otros excesos. Pero lo curioso de todo esto es cómo, en menos de un mes, algunas cosas comenzaron a quedar claras. Como si se tratara de una representación de la Commedia dell’Arte, quedó claro que Colombina (proclama de San Bernardina) engaña y que Capitano pega (al mejor estilo barrabrava). La única diferencia con el teatro popular italiano es que Arlequino no es engañado, ya que ha comprendido las reglas del juego. Quienes peinen canas o se preocupen por releer los comunicados 4 y 7 de las Fuerzas Armadas previos al golpe de Estado, podrán advertir parecidos conceptos a los vertidos en la proclama de Santa Bernardina, que, por su carácter melifluo y su ambigüedad, generaron equívocos apoyos en tiendas populares. Si los tiempos, las circunstancias, los protagonistas y el curso sinuoso de los acontecimientos del presente no son los mismos que los de ayer, tenemos que concluir en que los fines son parecidos.

Página de Presidencia: un comunicado miserable
El curso de los acontecimientos, las medidas tomadas por el gobierno ante la emergencia agropecuaria y la propia actitud del presidente enfrentando a la turbamulta, no hacen sino prestigiar la institucionalidad que representa, más allá de aciertos y errores, adhesiones o rechazos. Sin embargo, en la página web de Presidencia aparece una información que opaca parcialmente ese conjunto de medidas acertadas. El mismo dice textualmente: “El integrante de la Mesa de Colonos que acusó de mentiroso al presidente Tabaré Vázquez es el señor Gabriel Arrieta, ocupante de tierras de Colonización (INC) en Kiyú, San José. Desde 2008 tiene deudas con el INC, no ha pagado nunca por el uso de la tierra del Estado. Fue denunciado por productores. Desde 2013 se inició el proceso de entrega de la tierra, estando ahora en el proceso judicial correspondiente”. Es de suponer que esa comunicación con fragancia a vendetta no contó con el conocimiento y la aprobación del presidente de la República y que sea obra de algún amanuense más realista que el rey. En todo caso, habría que avisarle que en este país es motivo de honor no dejarse pisar, pero se desprecia al que pega en el piso.
 

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