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Bajaron las cifras de criminalidad en 2016

La realidad y los consensos

En sincronía con la propuesta de la senadora Verónica Alonso de sustituir al ministro Eduardo Bonomi por una figura de “consenso”, se dieron a conocer las cifras del delito en 2016. Operaron a la baja. Si se consolida esta tendencia, algunas cosas empezarán a cambiar.

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Por José López Mercao

La reciente propuesta de la senadora nacionalista Verónica Alonso de sustituir al ministro del Interior, Eduardo Bonomi, por una “figura de consenso” recogió pocas adhesiones entre propios y extraños. Más allá que debe reconocérsele la virtud de que marca la agenda política en un mes carente de noticias que no estén referidas a la movida del verano, subsisten en la interpretación de la propuesta algunas interrogantes.

La primera es que la designación del gabinete ministerial es potestad del presidente de la República, por lo que hablar de “consenso” en torno a un cargo de alta sensibilidad –como lo es el Ministerio del Interior– parece, al menos, una extravagancia. Más aun cuando se trata de una cartera que ha sido el blanco predilecto de las críticas de la oposición, en buena medida porque la progresión del delito venía operando ininterrumpidamente al alza pese a las medidas adoptadas desde el ministerio (algunas espectaculares, como los operativos de saturación) dispuestas para la reversión de esa tendencia. Todo eso sumado a aquello que el oficialismo llama “el relato del miedo”, que al margen de que efectivamente existe, se potencia con una sensación de inseguridad ciudadana que tiene fundamentos en la realidad.

Sin embargo, por debajo de la superficie, la propuesta de Alonso no dejó de ser inteligente. Por supuesto que la senadora se cuidó muy bien de mencionar algún nombre propio que pudiera materializar ese consenso. Simplemente porque no existe. Lo que realmente interesa es la palabra “consenso” como figura retórica, en la medida que alucina una situación de acuerdo nacional en torno al tema, acuerdo que en realidad tampoco existe. En definitiva, lo relevante era la posición que tuviera el presidente de la República ante ese guante que se le tendía. Aceptarlo implicaría, si no la ruptura, el resquebrajamiento de la unidad del Frente Amplio, que tiene sólidos anclajes –al menos a nivel de gobierno– en los acuerdos políticos con el MPP, sector al que pertenece el ministro Eduardo Bonomi. Desestimar la propuesta, en cambio, podría poner al gobierno en el peligroso terreno de la obcecación.

La propuesta de la legisladora nacionalista fue facilitada por declaraciones de la senadora Lucía Topolansky, que más allá de los elogios que realizó a la gestión de Bonomi, deslizó la idea de que su sector aspiraría a tenerlo en el Senado, lo que significaría la admisión del desgaste que implica tener a un ministro durante siete años al frente de una cartera, que además es la de mayor exposición.

En filas de la oposición, el planteo de Alonso tuvo el firme rechazo del Partido Colorado, que, por boca del diputado Germán Cardoso, manifestó su ajenidad con la misma, en conformidad con el senador Pedro Bordaberry. Obviamente, les sirve seguir teniendo a Bonomi en la mira para tener un área en la que puedan castigar, sin afiliarse a quiméricas consensualidades, que sólo existen en la cabeza de Alonso. Por otra parte, en filas del nacionalismo, tampoco tuvo mayor eco el llamado de la senadora.

La reversión de la gráfica

Pero el imprevisto que desbarató definitivamente la iniciativa fue la difusión de las cifras de criminalidad correspondientes a 2016, que por primera vez desde la restauración democrática, marcan un descenso en las tasas correspondientes a homicidios y rapiñas, principales indicadores del grado de deterioro de la seguridad ciudadana.

Efectivamente, las cifras de homicidios operaron a la baja en 2016, registrándose un descenso de 9,6% respecto al año anterior (265 ante los 293 de 2015). Lo propio aconteció con las rapiñas, que, de acuerdo a los datos aportados por el Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad, descendieron en un porcentaje de 3,7% con relación a 2015. Como contrapartida, los hurtos ascendieron 4,7%, incremento que queda opacado por el descenso de los indicadores principales.

Significativamente, la baja en los índices de rapiñas fue dispar, ya que fue mayor en las zonas metropolitanas, donde se concentra la mayor parte de esta modalidad de delito.

Acompañando la baja de los homicidios, el año 2016 también registró un descenso en las rapiñas. Los datos a nivel nacional de este delito mostraron un decrecimiento del orden de 3,7% respecto al año 2015.

El comunicado del observatorio registra una tasa de homicidios de 7,6 cada 100.000 habitantes, lo que ubica a Uruguay por debajo de la tasa promedio mundial (8/100.000). En 2015, se había superado ese promedio, ya que los homicidios habían ascendido a 8,5/100.000. Estos datos representan un descenso significativo.

El PADO como herramienta

Las autoridades del Ministerio del Interior adjudican ese descenso a la implementación del Programa de Alta Dedicación Operativa (PADO), cuyo funcionamiento se reglamentó el pasado año. Los recursos asignados al PADO rondan los US$ 4,5 millones. Está integrado por 1.000 policías con dedicación exclusiva que perciben por ese concepto una compensación de $ 9.850. Actúan de acuerdo a los datos recabados por el observatorio en cuanto a cuáles son las zonas de mayor concentración del delito, sus modalidades principales, su recurrencia y otros indicadores que permiten a los efectivos policiales actuar de manera versátil, tanto con automóviles y motos, como a pie; tanto ostentando uniformes, como operando con atuendos civiles.

Las cifras de descenso de la criminalidad son una buena noticia para el gobierno y para la sociedad. Seguramente también la delincuencia adecue su accionar al PADO, deslocalizando su operativa, adoptando nuevas modalidades (algo de esto se está viendo en la el modus operandi reciente de algunas bandas) o sofisticando sus procedimientos. La evolución de estas variables y la percepción de las mismas indicarán si se trata de la atenuación coyuntural de la tendencia al incremento de la delictividad o una reforma estructural de largo aliento.

Criminalidad y política

Cualquiera sea la evolución de estos guarismos, seguramente incidan en la correlación de fuerzas políticas en el futuro inmediato. De consolidarse esta tendencia, la oposición deberá dejar de centrar sus bríos en el problema de la delictividad y ampliar el abanico de opciones de impugnación al oficialismo. Paradójicamente, la que podría aparecer como principal damnificada de esta reversión de las cifras, a saber, la senadora Alonso, también obtiene sus réditos. Por un lado, al mencionar la mágica palabra “consenso”, se desmarca de la derecha pura y dura que centra sus baterías en una suerte de populismo represivo. Por otra parte, le deja las manos libres para insinuarse por anticipado como posible integrante de una fórmula presidencial de su partido. El otro triunfador en este round –además del titular de la cartera– es el expresidente José Mujica. Resulta indisimulable que el énfasis puesto en la remoción de Bonomi forma parte de una campaña más global que hace eje en su gestión. Más allá de que la misma tiene otros componentes, por lo menos en este flanco puede respirar tranquilo.

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