Por José López Mercao
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
El principio sobre el que se basa el coeficiente Gini es sencillo. Se trata de medir los ingresos de los integrantes de una sociedad en una escala que va del 0 al 1. Razonando por el absurdo, si todo el ingreso estuviera concentrado en una persona, el índice sería de 1. Si, por el contrario, el igualitarismo en el ingreso fuera absoluto, el índice sería de 0.
De acuerdo a ello, los países que tienen un porcentaje más bajo en esa paramétrica, tienen una mejor distribución del ingreso que aquellos que registran guarismos superiores.
Paradójicamente, a Corrado Gini, descubridor del coeficiente que lleva su nombre, no le acuciaban preocupaciones en cuanto a la equidad. Nacido en Venecia e hijo de comerciantes acaudalados, Gini fue uno de los intelectuales mimados por Benito Mussolini. Fundador y director durante casi dos décadas del Instituto Italiano de Estadística, aplicó también su talento como demógrafo para sistematizar matemáticamente la práctica de la eugenesia. En otras palabras, el propósito de Gini no era reducir las diferencias ni alimentar la integración de las sociedades, sino regularlas, consolidando la supremacía de la raza blanca, según se entendía por entonces. De acuerdo con los economistas clásicos y neoclásicos, Gini entendía que la concentración del ingreso es positiva en cuanto incrementa la inversión y el empleo, potenciando mediante el efecto goteo (trickle down) el aumento del ingreso de los sectores medio y bajo. Consiguientemente, la injerencia del Estado en la distribución del ingreso tendría efectos exactamente contrarios.
La concentración del ingreso y la pobreza
Otra observación que debe hacerse al respecto, es que el coeficiente de marras mide la desigualdad, pero no la pobreza ni la indigencia o lo que los organismos internacionales llaman Índice de Desarrollo Humano. Pese a que la pobreza se redujo significativamente en la región entre 2002 y 2012 (pasó de 43,8% a 28,1%), el índice Gini y la pobreza corren por carriles separados. Por ejemplo, en 2013, El Salvador, de acuerdo a datos proporcionados por la Cepal, era el cuarto país de la región con mejor distribución del ingreso. Sin embargo, si observamos las gráficas y las referimos a los índices de pobreza y pobreza extrema, El Salvador está en el lugar número 15 en materia de incidencia de la pobreza y en primer lugar en términos de índices de criminalidad y hacinamiento carcelario. Por su parte, Uruguay tiene mejores indicadores que Argentina en términos de distribución del ingreso (está en primer lugar mientras Argentina está en el séptimo), pero tiene peores cifras en lo referido a la pobreza (4,3% frente a 5,7%).
Lo propio sucede con la riqueza. Un caso paradigmático es Brasil, el país más rico de América Latina, que sin embargo muestra los mayores niveles de desigualdad, siendo sólo superado en esta materia por Guatemala y Honduras. Y esto en un continente que, luego del África subsahariana, tiene los peores indicadores en términos de concentración del ingreso.
Otro dato que surge de las cifras relevadas por la Cepal utilizando el coeficiente Gini muestra que en la década que va desde 2003 a 2013, que coincide con el ciclo de los gobiernos “progresistas” o “populistas”, la desigualdad social en América Latina disminuyó de 0,542 a 0,486, incrementándose a partir de entonces.
La muestra incluye 18 países, con excepción de Haití, donde seguramente la desigualdad sea de las mayores del mundo, y Cuba, que nunca ha brindado información sobre el tema.
En una primera franja se ubican los cinco países con menor desigualdad. Uruguay, Venezuela, Perú, El Salvador y Ecuador, que registran guarismos de entre 0,383 y 0,468. En la segunda, se encuentra una franja media que integran Bolivia, Argentina, Nicaragua, México, Chile y Costa Rica, y la tercera, que expone a los países más desiguales, cuyo coeficiente Gini oscila entre 0,542 y 0,585, está compuesta por Paraguay, Panamá, Colombia, República Dominicana, Brasil, Honduras y Guatemala.
El bienio 2012-2013 es una bisagra en la que se comienzan a verificar cambios en la tendencia decreciente del coeficiente. Por ejemplo, en Uruguay, el mismo pasa de 0,380 a 0,383; en Venezuela, de 4,05 a 4,07; en Ecuador, de 4,44 a 4,68; en Paraguay, de 5,02 a 5,22; en Dominicana de 5,17 al 5,44; en Costa Rica de 5,04 a 5,12. En otros países la medición de la desigualdad social se mantiene incambiada (Colombia, 5,36), mientras otros (entre los que se incluye Brasil) continúan con una tendencia ligeramente favorable.
Discordancias
Las estadísticas de pobreza no se corresponden con las brindadas por el coeficiente Gini, pero registran una tendencia a que los países con mayor desarrollo relativo tengan mejores índices que los menos desarrollados. Sin embargo, es sólo una tendencia que registra excepciones (por ejemplo, México) y gruesas discordancias. Ya vimos que El Salvador se ordena en cuarto lugar en términos de desigualdad, pero está en el puesto quince en materia de pobreza; Venezuela está segunda de acuerdo al coeficiente Gini, pero ocupa el noveno lugar en pobreza. Algo similar ocurre en Ecuador, quinto en concentración del ingreso y décimo en pobreza, o en Bolivia, sexto y undécimo en las respectivas tablas, mientras Nicaragua, séptimo de acuerdo al Gini, está en el fondo del escalafón en lo referido a pobreza, en el octavo y decimoséptimo puesto respectivamente. También se observa una tendencia contraria, a saber, que países donde la concentración del ingreso es mayor tienen menor pobreza. Es el caso de Argentina, que ocupa el lugar siete en desigualdad, pero está en primer lugar en cuanto a abatimiento de la pobreza. Lo propio sucede con Chile, donde la concentración del ingreso es muy fuerte (décimo lugar en el continente), pero los índices de pobreza lo ubican en tercer lugar. Un desfasaje similar lo constituye Costa Rica, undécima en concentración del ingreso, pero cuarta en la tabla de la pobreza. Un caso extremo es Brasil, en donde la concentración del ingreso es escandalosa, pero que en lo que respecta a pobreza extrema, está en quinto lugar en América Latina. No es ajeno a esa llamativa discordancia el esfuerzo con el programa Fome Zero, instrumentado por el gobierno de Lula a partir de 2003, que redujo 63% la pobreza crítica al tiempo que la concentración del ingreso se incrementaba.
Otra forma de estimar la desigualdad es comparar los quintiles (20%) más rico y más pobre. Los resultados son muy parecidos a los que arroja el índice Gini, pero este método tiene la ventaja de dar visibilidad a la concentración del ingreso de acuerdo a los distintos estratos sociales que componen la sociedad. Según la Cepal, en 2012, el quintil más rico en América Latina captaba 47% de los ingresos, mientras que el 20% más postergado percibía 5%. Si la misma consideración se realiza por deciles, se constata que el 10% más rico captaba entre 7 y 28 veces lo que recibía el 10% más pobre.
Los dos mundos
Cualquiera sea el método que se elija para realizar estas mediciones, la comparación de los índices expuestos con los correspondientes a países del primer mundo rompe los ojos en cuanto a la inequidad del ingreso en el mundo y la postergación de América Latina. Baste decir que en un ranking que encabeza Noruega, con un coeficiente Gini de 0,259, todos los países de Europa Occidental y Central tienen mejores índices que Uruguay, el país con mejor distribución del ingreso de nuestra zona. En cuanto a la diferencia entre quintiles, las diferencias son aun más abismales. Mientras en Noruega es de 3,3, sólo en España las distancias se disparan a 7,5, lo que en todo caso constituye una excepción derivada de la crisis sostenida que viene soportando este país.
Porcentaje de pobreza en América Latina (2013)
Argentina – 4,3%
Uruguay – 5,7%
Chile – 7,8%
Costa Rica – 17,7%
Brasil – 18,0%
Panamá – 23,2%
Perú – 23,9%
Colombia – 30,7%
Venezuela – 32,1%
Ecuador – 33,0%
Bolivia – 36,3%
México – 37,1%
R. Dominicana – 40,7%
Paraguay – 40,7%
El Salvador – 40,9%
Guatemala – 54,8%
Nicaragua – 58,3%
Honduras – 69,2%
Concentración de la riqueza (2013)
(Índice Gini) (*)
Uruguay – 0,383
Venezuela – 0,407
Perú – 0,444
El Salvador – 0,453
Ecuador – 0,468
Bolivia – 0,472 (2011)
Argentina – 0,475 (2012)
Nicaragua – 0,478 (2011)
México – 0,492 (2012)
Chile – 0,509
Costa Rica – 0,512
Paraguay – 0,522
Panamá – 0,527
Colombia – 0,536
R. Dominicana – 0,544
Brasil – 0,553
Honduras – 0,573 (2011)
Guatemala – 0,585 (2011)
* Entre paréntesis, año de última actualización.