Si bien es cierto que en estos tiempos la descalificación de la opinión ajena y la falta de argumentos en el debate están de moda, quiero escribir con especial cuidado. Primero porque quiero que sea un aporte y deje clara mi posición. Ojalá pueda incidir en la decisión de otros. Pero en este caso, además, no quiero ocultarlo. La reforma con la que discrepo es promovida por gente que respeto mucho y, en especial -subrayo-, gente que quiero mucho. Bueno sería que haya que coincidir para mantener el respeto y el afecto. Desde filas nacionalistas, Larrañaga y Gandini promueven la recolección de firmas para reformar la Constitución en pro de la seguridad pública. La reforma postula tres cambios fundamentales: instaurar la cadena perpetua, asignar funciones policiales a las Fuerzas Armadas y permitir los allanamientos nocturnos. Los cambios propuestos tienen tres pilares y consideraciones políticas.
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- I) Temas legales, prácticos, eficacia en la lucha contra el crimen
Cadena perpetua: En palabras de Wilson, “La pena de muerte y la cadena perpetua es la resignación del Estado” (Conferencia de A.I., Estocolmo, en la declaración de esta institución contra la pena de muerte, abril de 1977, cuyos 40 años fueron conmemorados alrededor del mundo el año pasado). Allí desarrolla la idea de que, aun en casos extremos, la pena que surge de una condena apunta al sueño de la rehabilitación. Otros pueden pensar que no es un valor universal. Otros, que ahora se delinque más. Pero deberían tenerse en cuenta un par de hechos que agrego: ningún país que ha apostado a la penalización para disminuir el crimen ha tenido resultados favorables. Ya el intento de bajar la edad de imputabilidad marcó un hito en Uruguay, fundamentalmente por los jóvenes de todos los Partidos. La promovió Bordaberry. Hay que reconocer que hay un clima de virulencia en la gente contra el delito que hace que una propuesta de este tipo tiente por un posible rédito electoral. Hasta hora no ha sido así. Pero que ante un sector de la población “cae bien” la imagen de “mano dura”, no cabe duda. Pregunto: ¿se busca seguridad o votos? En el programa Todas las voces, dijo Gandini: “Y bueno, no nos pedían que hiciéramos algo, que no hacíamos nada: hicimos”. Funciones policiales para el Ejército: Cuando se votó la Ley de Seguridad del Estado, que abrió las puertas a que por cuestiones de seguridad se cerraran diarios, se reimplantaran las medidas de seguridad que el Parlamento levantaba, se ilegalizaban partido políticos por decreto, Wilson hizo autocrítica de algunos artículos votados. “Nunca más los militares a la calle”. “Va a terminar mal”. Y terminó mal. En un almuerzo con el Gral. Varela, exjefe de Policía de Montevideo y jefe de la Republicana durante un gobierno blanco, le pregunto (a un exjefe de policía militar): “¿Usted cree que los militares son buenos jefes de Policía?”. La respuesta fue corta y cortante: “No”. Inquirí más. Me contó que siendo jefe de la Republicana organiza la dispersión de una manifestación. Indicó cómo cerrar cada esquina. Al ver las caras de sus asesores (todos ellos policías), les pregunta si estaban de acuerdo. Contestaron a coro: “No, señor”. Le dicen que es un plan de guerra y no orden de público. “¿Qué le falta al plan?”. Agregaron: “¿Por dónde se escapan?”. Me miró fijo y concluyó: “Estamos formados para cosas distintas: ellos, disuadir; nosotros, aniquilar”. El drama fue que esa lógica les llevó a considerar enemigos al final de cada batalla a más gente, hasta que lo era el pueblo entero. Allanamiento nocturno: “Esa norma es del pasado, de la Constitución del 30” aseveró Gandini en un programa de Canal 4. Es que hay muchas cosas importantes en la carta magna del 30, Jorge. Eran las reglas básicas de separación e interrelación de poderes y derechos, deberes y garantías de los ciudadanos. Desde entonces, cada reforma agrega cosas no constitucionales, dándole una rigidez a nuestro sistema legal que hace muy difícil la tarea de todo gobierno y sobre todo del que busca el cambio. Hasta las internas de los partidos están reguladas por la Constitución. Sólo en Uruguay. La inviolabilidad del domicilio es una de ellas. Qué horrible que estas cosas hoy suenen “menores, antiguas, no animan votos, a nadie le importa…”. Un principio fundamental de nuestra esencia constitucional. Es de las cosas que hacía que Wilson definía diciendo que “somos una comunidad espiritual.”
- II) El tema político
¿Cambió tanto el Dr. Larrañaga que de ala izquierda hoy le disputa espacios a Lacalle por la derecha? Hubo un momento en que la dirigencia del Partido Nacional (porque blancos somos todos los formados en determinados principios y valores; no medir costos, uno de ellos) se convenció de que la mano venía por la derecha. Si así fuera, no estaría bien cambiar de políticas por oportunismo electoral. Creo que la visión es no actualizada, pero aunque lo fuera, la ida de PPK, un Brasil donde el presidente renuncia a su candidatura por no subir de 2,5% de voluntad electoral y el eventual ganador está preso, una primavera fugaz de Macri, Gustavo, Petro a segunda vuelta en Colombia, Paz en Colombia (no opino de México porque estaré allí como observador); la caída estrepitosa de Rajoy, el regreso del PSOE en España a poco de la peor elección de su historia. El 10 de agosto del 2014 Larrañaga dio 12 razones para votar en contra de la baja de edad de imputablidad. Todas y cada una de ellas son vigentes en esta consulta: sociedad carcelaria y penalizadora. Decía entonces: “No ataca las causas del problema, que son la educación, el trabajo y la familia. Por eso insisto que debemos abocarnos a construir un pacto educativo, en el que, desde la escuela, inculcando valores, fortalezcamos a la sociedad uruguaya frente a los flagelos”. Nunca se ha reformado la Constitución sin acuerdos interpartidarios. Pero acá no hay siquiera un partido entero a favor. Sólo una parte del sector minoritario de un partido minoritario. ¿No hubiera sido más exitoso buscar acuerdos intersectoriales, no digo ya extrapartidarios? El objetivo es cambiar la Ley Magna o exhibir una base de apoyo a un sector. Esta iniciativa aparece cuando muchos larrañaguistas anuncian haber seguido otros caminos. Quizás por eso algo que requiere tanta preparación se anunció apenas días después de que el propio Dr. Larrañaga anuncia que o se unen todos contra Lacalle Pou o gana este, y en ese caso, pierde el Partido Nacional. Sus palabras, no las mías. Creo que respuesta vino de sus propias filas. Ya no es primicia, comenzó en las redes, pero menos de una semana atrás. Juan Andrés Ramírez comenta la propuesta de seguridad de Alianza Nacional diciendo: “Firmar no quiere decir estar de acuerdo con la reforma”. Algo me dice que la recolección de firmas no viene muy bien. El argumento ahora es: “Firme porque, lleguemos o no, sabremos la cantidad de gente que nos apoya. Pero enseguida: “Si no está de acuerdo, firme igual. Porque, explica Ramírez, “firmar es habilitar para que la gente opine”. Pero el pensamiento no es original. Hay jurisprudencia política. Fue en otro proyecto monopartidario y sectorial de reforma: el pachecato. Ahí está la piedra fundacional del uso de la reforma para movimientos partidistas internos que nada tienen que ver con cambios constitucionales. El reeleccionismo de Pacheco; ahí nace la modalidad que Alianza Nacional quiere instaurar en el Partido Nacional. Ahora: ¿eso quiere decir que no le funcionó a Pacheco? Logró que un desconocido como Bordaberry fuera electo y que la doble lista por la reforma diera pie al ya indiscutible fraude; una elección con más votos que votantes en la que un presidente, con 100.000 votos menos que el perdedor, sale electo. La campaña comenzó con “Firme por un hombre firme” y terminó con “Firme aunque no esté de acuerdo para habilitar que se vote”. Esa lógica de Pacheco en el 71 es la que política y discursivamente campea hoy en las minorías blancas. La derecha, más lúcida, tomó distancia.