Antes de dedicarnos al plato del día de hoy, que es una de las piezas finales de esta era de análisis sobre la ofensiva seudoperiodística contra el Mides y las políticas sociales del gobierno (a la que podríamos adjudicar un título elocuente, como podría ser “El decálogo de la podredumbre”), traemos a modo de aperitivo una contundente muestra de que la acción directa no es patrimonio de los muchachos de Irma Leites y que el objetivo de esta empresa de opinión política llamada diario El País es tan ambicioso como rastrero, y no repara en medios para lograr sus propósitos, aunque ello implique no tener ningún tipo de principio.
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Esta iniciativa muestra además ser capaz de ir topando contra todo lo que encuentre a su paso y que valore que pueda ser usado como material bélico, aunque ello implique tener que tejer una gigantesca maraña de especulaciones, exageraciones y mentiras.
En días recientes, la empresa de oposición al gobierno del Frente Amplio (FA) que vehiculiza acciones por ahora inimputables abusando de la tradición de libertad de prensa y de las buenas costumbres de este querido país, titulaba: ‘Buscan en Brasil pruebas de coima en regasificadora’, y luego de poner una foto de Mujica con cara de cansado en un evento internacional con una figura de fondo muy borrosa del expresidente Lula, se despacha con un conjunto muy cuidadosamente organizado de materia hedionda sin ostentar la menor prueba de lo que sugieren, insinuando que el gobierno del FA está atravesado por hechos de corrupción.
En su modus operandi destacamos una maniobra habitual que consiste en dar investidura a un rumor, generando pretensiones de verdad a partir de narrar sucesos de la pobre y triste parodia parlamentaria que protagonizan los mismos accionistas o empleados del diario El País, vestidos de leguleyos, que se rasgan las vestiduras por los asuntos públicos, y que, declarando ante sus propios micrófonos, dan el cierre a un episodio más de la farsa en la que subsumen una y otra vez a la política.
La impunidad es tremenda, debería ser objeto de análisis político y hasta jurídico. Es un hecho que existe un grupo muy organizado de personas que, amparadas en la licencia que otorgan las libertades individuales y de asociación, se organiza para inventar un conjunto de injurias contra un gobierno soberanamente electo, y en connivencia con empresas (propias) interesadas en denostar la democracia y la política se dedican sistemáticamente a pretender engañar a la gente con el fin de construir un camino para poder volver a tomar el gobierno para hacerse de cuantiosos recursos a partir de la gestión del Estado. Es curioso, pero hay personajes de la política en los partidos de la derecha que no pueden digerir el reconocimiento internacional a la conducta prístina y transparente de la administración frenteamplista, que es reconocida como una de las más honestas del mundo.
Esa es la historia del diario El País y de sus socios, accionistas y empleados, que pretenden enriquecerse como hicieron durante décadas, incluso participando cuando fuere necesario en la supresión de la propia democracia, de la libertad individual y de asociación de gente que hasta pagó con su vida el precio de la ambición de los privilegios oligarcas.
Al parecer, la existencia de una comisión investigadora sobre la regasificadora en el Parlamento Nacional estaría permitiendo a la oposición, liderada y organizada por el diario El País, proponer la hipótesis de que el caso del Lava Jato en Brasil, que involucraría a Fernando Pimentel (gobernador de Minas Gerais por el PT, acusado de recibir donaciones para su campaña electoral por parte de la empresa constructora OAS de Brasil, que intervino en los comienzos de la construcción de la regasificadora en Uruguay), involucraría al gobierno de Mujica en un hecho de sobornos o coimas.
Según el diario, “los diputados pidieron el expediente de la investigación judicial sobre Fernando Pimentel (a Brasil) por la posible conexión de esta persona con la obra, a partir de una gestión que en 2013 habría hecho ante un funcionario cercano a Mujica a cambio del pago de un soborno”.
Obsérvese con cuidado la textualidad del párrafo anterior. Según El País, Pimentel habría promovido a la empresa brasileña OAS para que el gobierno uruguayo la contratara para hacer la regasificadora. Pimentel, en ese momento ministro de Desarrollo de Brasil, habría recibido coimas, según algunos medios de prensa, de dicha empresa para su campaña electoral, y entonces, por un desplazamiento mágico, “habría coimas en la regasificadora”. Pero no estamos aclarando de quién y para quién se supone que hubo coimas.
Si usted fuese un lector distraído, pensaría que las coimas fueron a algún funcionario de Uruguay, ¿verdad? Pues no es lo que dice el párrafo ni existe ningún tipo de prueba que no sean las insinuaciones de El País o de sus funcionarios en el Parlamento.
Y aprovecho a preguntar: ¿a usted le parecería muy, muy raro, que el ministro de Desarrollo de un país promueva la inserción de empresas de su país en otro país?
Cuando el presidente, el canciller y el ministro de Economía viajan a China o a otros países a vender productos uruguayos y van con empresarios uruguayos, ¿a usted le parece que son todos una manga de corruptos o le parece que estamos insertando al país en el mundo?
¿Y a usted le parece que los chinos u otros le preguntarán a los empresarios si pusieron o no pusieron para la campaña de los partidos políticos uruguayos antes de comprarles o venderles algo?
Y si alguno de esos empresarios financió a algún político en forma indebida, ¿usted acusaría a los chinos de corruptos?
Sigamos entonces, pues el artículo de El País continúa: “En la investigación que se lleva a cabo en Brasil, Pimentel admitió que se contactó con un alto funcionario del gobierno de Mujica, posiblemente de la propia Presidencia, a juicio de los diputados”.
Obsérvese ahora cómo se desplaza del empleado del diario que dice que Pimentel se contactó con un funcionario del gobierno al otro empleado de la empresa de opinión El País, vestido de diputado, que dice que además fue alguien de la presidencia… y hasta parece una noticia verdadera y legitimada siendo todo una parodia montada entre funcionarios de la misma empresa conocida como diario El País.
Continúa: “Para el diputado nacionalista Pablo Abdala, miembro denunciante de la situación irregular con el proyecto de planta regasificadora, esta información ‘es clave’ porque el caso Pimentel ‘es uno de los ejes’ de investigación que sigue la comisión, que recién está iniciando su trabajo. “Según sea el resultado de esta parte de la investigación, los resultados pueden ser diferentes, quedando comprometido el gobierno de Mujica. Podríamos hablar de tráfico de influencias porque la gestión del entonces ministro Pimentel (para darle la concesión de la obra a la empresa brasileña OAS, denunciada por corrupción) fue a cambio de una coima’, precisó Abdala”.
Nótese como se malgasta la plata en este país denostando la política si el caso Pimentel es clave en el tema “regasificadora” por el hecho de que al jerarca supuestamente lo coimearon en Brasil sin ninguna prueba de que algo de ello haya sucedido en Uruguay sin el menor pudor. Mientras el diputado del diario El País habla de tráfico de influencias en Brasil, algo que puede ser tan asible como un fuego de artificio, el empleado del diario que no oficia de diputado sugiere que se trata de coimas en Uruguay. Vea el lector que Pablo Abdala hace una apuesta al 5 de oro. Debiera decir: si tuviéramos la suerte de que Pimentel dijera que había coimeado a un funcionario de la presidencia de Mujica, si fuéramos capaces de identificarlo y si pudiéramos probar que esa coima posibilitó la contratación de OAS para las obras de la regasificadora, el éxito de la investigadora estaría garantizado y Pablo Abdala desfilaría en el corso en la carroza de la reina del carnaval. Pero de esto, por ahora, no hay nada más que la afirmación de Pimentel de que él recibió una coima siendo ministro y gestionó como tal la eventual contratación de OAS.
¡Una intento de estafa flagrante de la credulidad pública!
Toda esta operación nos sirve para traer a colación uno más de los editoriales antigobierno de la empresa, pero para entretener al lector desde una perspectiva de contrastación de estilos hemos resuelto que preludiara esta pieza del decálogo de la podredumbre, aunque se nos haya ido la mano y se haya constituido en la parte principal.
Recién observado un contundente ejemplo de manejo de información oscuramente presentada, investida de legitimación parlamentaria y grandilocuentes expresiones de corrupción millonaria que no eran otra cosa que flatulencias, pasemos a esta oda a la moralidad.
El 22 de enero de 2017 el diario El País, en su artículo titulado ‘El caballo de Atila’, decía: “Déficit fiscal similar a la crisis de 2002, la educación y la asistencia social con generosos presupuestos que no paran el auge de la delincuencia y una sociedad que ha sido vaciada de valores marcan la tónica del Frente Amplio”.
Es admirable cómo se puede ser arte y parte de las patrañas más sofisticadas que se pueda imaginar en materia de inventar mentiras y en el mismo papel y con la misma tinta construir el sermón de la injusticia y del padecimiento, echándole siempre la culpa al otro.
Es muy cierto que el déficit de 2017 proviene de haber provisto a la educación de un presupuesto aún distante de lo necesario, pero que duplica el de 2002 y que la asistencia social está ahora organizada y fortalecida sobre pilares de transparencia y profesionalidad y no reposa más en las tarjetitas que durante años sostuvieron al electorado del diario El País; pero también es cierto que los recursos destinados a la seguridad, con incipientes pero crecientes resultados, más que duplican los destinados durante los gobiernos del diario El País y ni que hablar de salud, vivienda y demás áreas de interés social. El déficit fiscal de 2002 y los años siguientes se dio con una deuda externa que superaba al PIB, con obligaciones que impedían sostener inversión pública, sin crédito externo, con 40% de pobreza, con 17% de desempleo y una corrida bancaria de la que sólo se salvaron unos cuantos amigos del diario El País. ¡Pedacito de diferencia!
El País dice que “Atila, rey de los hunos –un pueblo nómade de cazadores y ganaderos– conquistó gran parte de Europa Oriental allá por el siglo V de nuestra era y estuvo a punto de hacer caer al Imperio Romano, que se debatía en su etapa final. Se le recuerda como paradigma de la destrucción y la leyenda decía que ‘por donde pisa el caballo de Atila, no vuelve a crecer la hierba’. Tras doce años de gobiernos frenteamplistas, la sensación que hay –sobre todo al influjo de la presidencia de Mujica– es bastante parecida: muy poco queda de la época de bonanza y para salir adelante el gobierno ha tenido que recurrir al argumento del ajuste fiscal, la suba de tarifas y prender velitas a la inversión extranjera para que llegue al país de la mano de UPM”.
Y vaya si será un orgullo, sin tener nada que ver con Atila, ser considerado el paradigma de la destrucción del imperio del diario El País, el imperio de la exclusión y la injusticia, de los acomodos, del desempleo, de la pobreza. Ojalá no crezca más esa hierba, ojalá que nunca más el déficit fiscal sea una expresión de la miseria de la corrida bancaria, de la exorbitante deuda externa y de otras miserias que traen consigo la vocaciones proimperiales de esta oligarquía lumpen que siente nostalgia de la pérdida de sus privilegios desmedidos y rebuzna contra los derechos humanos.
Ojalá este país se vacíe también de esos valores hediondos, porque el diario El País no puede hablar de otros valores que no sean los de la podredumbre, a los que añora profundamente.
La podredumbre de El País, esa misma podredumbre, también en nuestro país fue, en cierto sentido, el laboratorio de la vida.