Saúl Escobar Toledo es profesor de Estudios Históricos en el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México y forma parte de la junta de gobierno del Instituto de Estudios Obreros Rafael Galván, organización nacida del movimiento obrero del sector eléctrico que lleva el nombre de un emblemático dirigente sindical mexicano de mediados del siglo XX.
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Escobar visitó Montevideo en el marco del Encuentro de Fundaciones y Centros de Estudio de Izquierda y Progresistas de América Latina, organizado por la Fundación Liber Seregni y que sesionó el 30 y 31 de agosto de 2018 con la participación, además, de organizaciones de Brasil, Paraguay, Argentina y Chile como invitados internacionales.
Es importante resaltar que México fue el único país por fuera del Cono Sur que se hizo presente en el encuentro. La razón es el momento político que vive ese país: se acaba de fracturar el modelo que durante décadas tuvo gobiernos del tradicional Partido Revolucionario Institucional (PRI), que llegó a gobernar por 71 años consecutivos hasta 2000, cuando ganó las elecciones el Partido de Acción Nacional (PAN), que gobernó hasta 2012, año en que Enrique Peña Nieto recupera la presidencia para el PRI.
Lo que hace particular el momento en México es que por primera vez los partidos tradicionales, el pasado 1º de julio, pierden las elecciones con un movimiento alternativo, el Movimiento de Renovación Nacional-Morena; encabezado por Andrés Manuel López Obrador y con una propuesta abiertamente progresista, ganó la presidencia, cinco gubernaturas y 19 de 26 legislaturas estatales en ambas cámaras.
Caras y Caretas habló con Saúl Escobar para tener su impresión sobre el momento que atraviesa su país y las perspectivas del nuevo gobierno en el concierto regional, teniendo en cuenta que México es parte de un solo bloque económico con Estados Unidos (EEUU) y Canadá, pero está cultural y socialmente ligado a Latinoamérica.
¿Cómo lee usted el momento en que llega López Obrador a la presidencia?
Es un momento complejo, difícil de clasificar como algo con un antecedente propio en México, por tanto, los resultados son bastante inciertos; es claro que hay mucha esperanza y una gran expectativa en el papel que puede cumplir el presidente.
Andrés Manuel tiene tres retos esenciales que van a exigir toda su atención.
En primer lugar, la violencia, entendida como las acciones contra el patrimonio, la falta de seguridad en que vive la ciudadanía y una fuerte crisis humanitaria, que tiene su punto crítico en los asesinatos y desapariciones que ocurren frecuentemente en el país.
Segundo, la corrupción, la falta de legitimidad de las instituciones producto de su deterioro, lo que las ha alejado de la ciudadanía.
Tercero, la realidad meramente económica medida en el crecimiento del ingreso, la disminución de los índices de pobreza y la superación de la desigualdad, que es muy profunda en México y que se da, entre otras cosas, por los bajos salarios.
Los tres puntos anteriores no son los únicos aspectos problemáticos de la realidad mexicana, pero se pueden asociar a estos o dependen directamente de ellos; sin embargo, todo está por hacerse. López Obrador toma posesión el 1º de diciembre con varios aspectos a favor, como el enorme respaldo de la población y la franca dispersión en que se encuentran los partidos tradicionales, que después de las elecciones quedaron sin saber hacia dónde moverse o qué hacer, por lo que no va a tener una fuerte oposición, ya que una gran parte del Parlamento también hace parte de la misma iniciativa presidencial.
No obstante, creo que el alto optimismo con que la población espera su llegada es un aspecto que debe tomarse también con mucha cautela, pues las expectativas pueden ser muy altas, eso también puede ser contraproducente.
López Obrador ha hecho una serie de anuncios de austeridad y ha anticipado medidas como el recorte de los salarios de los altos funcionarios del Estado. ¿Qué ambiente ha generado esto en el país?
Ha generado mucha simpatía en la población; según la última encuesta realizada, 73% de los mexicanos cree que va a cumplir un buen papel en la presidencia, y si tenemos en cuenta que López Obrador ganó las elecciones con 53% de los votos, pues el nivel de favorabilidad es altísimo.
El mensaje que entrega es claro, la clase política mexicana históricamente ha vivido lejos de la realidad de la gente, ostentando un nivel de vida lleno de grandes privilegios y generando un fuerte rechazo en la población que vive una realidad muy diferente. Entonces, cuando el presidente electo orienta que el gobierno debe vivir en “la medianía”, como la llama él -poniendo el ejemplo, dejando de viajar en un avión sólo para el presidente y tomando vuelos comerciales-, deja un mensaje que vuelve a acercar a la gente a sus gobernantes; y aunque esto no es un solución en sí misma, genera un clima de mayor confianza.
¿Cómo ve usted el papel de México en el contexto regional teniendo en cuenta su fuerte lazo comercial con Estados Unidos?
La posición de México es bastante compleja, ya que forma parte de un solo bloque económico con EEUU y Canadá; esta alianza es muy difícil de echar para atrás, además, no hay otro escenario visible por ahora, los espacios de integración latinoamericanos no gozan de muy buena salud en este momento.
Sin embargo, la complejidad radica en que la cercanía comercial con EEUU no implica una cercanía política, pues hay que marcar distancia sobre elementos, como por ejemplo el manejo de la seguridad en el continente, para ser más específico, el tema de la política antidrogas; EEUU impone a los países del hemisferio una política que ha demostrado ser muy contraproducente. Dos casos claros son México y Colombia, pues esta orientación ha probado que genera mayores niveles de violencia en lo local, y el fenómeno se sigue reproduciendo.
Si EEUU quiere unos resultados diferentes, debe ser más coherente con la forma como maneja el problema de las drogas, pues no tiene sentido que mientras en una buena parte de sus estados la marihuana es legal para varios usos, incluyendo el recreativo, exija a los países del hemisferio un trato diferente a la misma situación, eso es francamente hipócrita.
Otro problema de primer orden en las relaciones bilaterales es el de la migración, sobre todo la centroamericana: México se ha convertido en un un país de tránsito para gentes que van, principalmente de Honduras, Guatemala y El Salvador, hacia EEUU; esta situación ha causado dificultades con la Casa Blanca durante mucho tiempo. Una de sus más recientes manifestaciones fue el tema de la separación de los niños de sus familias para hacerles juicios de deportación, eso ha sido aberrante.
Entonces, gracias a esa política migratoria, México ha terminado convertido en un Estado policía que trabaja para su vecino del norte y esto, además de ser indigno, genera sus propias condiciones de violencia asociada.
La política de México no puede ser la misma que la de EEUU para con los migrantes, debe ser de acogida, de bienvenida para aquellos que lleguen de paso o para quienes decidan quedarse, México no puede tratar a los centroamericanos como EEUU trata a los mexicanos, eso no es correcto; pero adicionalmente, se debe exigir con energía el cumplimiento de los tratados sobre derechos humanos, la migración es un derecho y eso hace que la posición de México respecto a Estados Unidos sea muy compleja.
¿Y la política hacia América Latina?
Necesariamente debe ser una política integradora, principalmente con Centroamérica; está bien que haya una fuerte relación comercial con EEUU, pero si se fortalecen los espacios de integración con la región, se puede disminuir la dependencia.
Igualmente hay que buscar nuevas alianzas en el concierto global, la política moderna lo exige; sin embargo, es algo que se debe manejar con mucho cuidado. En conclusión, para López Obrador el reto es muy grande en todo el ámbito de las relaciones internacionales.