Por Ricardo Pose.
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En el último contacto que Maicol tuvo con la barra de amigos del barrio, se enteró que había pasado a ser apodado para la inmortalidad: el Beraca. La noticia había corrido como reguero de pólvora y, a pesar de lo poco frecuente de los contactos, había causado gran sorpresa ver el nombre estampado del Beraca en una de las listas que ahora apoyan al candidato nacionalista Juan Sartori.
Maicol nació en un hogar humilde de Ciudad del Plata; tercer hermano de cuatro fue criado por el mayor de estos, ya que su madre, jefa de hogar, realizaba extensos horarios en los precarios trabajos que conseguía.
Terminada la escuela, no le resultaba creíble que el camino de seguir los estudios le deparara un futuro mejor que el que había tenido su madre, o su padre biológico, del que poca información tenía.
El tiempo parecía pasar más rápido y alejarlo de la densa rutina hogareña haciendo esquina con los gurises. Las llegadas tarde en la noche al hogar, las primeras ingestas de alcohol, los primeros humos, le estaban ocasionando serias discusiones con su madre tornando un clima hostil e insoportable al volver, aunque tan solo fuera a dormir.
Todo pasó a una velocidad de vértigo y, cuando quiso reaccionar, se encontró robando las pocas pertenencias del hogar para poder pagar aquella sustancia que lo transportaba.
El remordimiento lo iba carcomiendo por dentro pero no aliviaba la adicción. Fue luego de la primera gran biaba que le dieron por deudas los “macanudos de la boca”, y alguna noche en prisión, que decidió pedir ayuda.
A los oídos desesperados de la madre llegó aquel mensaje de un lugar donde Maicol podría estar internado para curarse y, quizás, hasta poder tener un laburito.
La chacra
Una fría mañana, luego de algunas gestiones, Maicol ingresaba junto a otros jóvenes tan “rotos” como él al Hogar Beraca.
El pastor al frente de la chacra estableció las condiciones de la internación, las reglas de convivencia y ofreció el paraíso que vende la Iglesia Misión Vida.
Los primeros tiempos fueron duros; la abstinencia lo carcomía igual que la adicción, pero desde otro lugar, y las estrategias y argumentos para justificar la recaída se elaboran todos los días.
Luego comprendió que incluso hasta el pastor tenía sus propias “roturas” y quizás ese sentirse entre iguales lo llevó a abrazar la devoción religiosa como único fundamento de rehabilitación.
Se convirtió en tiempo meteórico en una suerte de pupilo ejemplar que fue ganando la confianza del pastor y era mostrado como un ejemplo de lo que Beraca y el Señor lograban en la vida de aquellos seres.
Las actividades en la chacra le habían forjado la “cultura de trabajo”, aunque los Ingresos económicos propios nunca aparecían.
Se había convencido de la lógica de que todo ingreso era para sustentar la obra, así que no le resultaba raro que aquellos internos que salían a hacer alguna changa tuvieran que aportar la mayor parte de sus ingresos al peculio del pastor.
Tampoco se cuestionaba que, para algunas actividades recreativas donde era invitada su familia a participar, su madre tuviera que hacer frente a los gastos.
Ejemplar
Maicol empezó a visualizar que tal vez un futuro creíble fuera que él terminara siendo pastor; empezó a realizar los méritos necesarios para ello, así que cuando le permitieron salir a la calle para que se conociera la obra religiosa no lo dudó mucho.
Con otro interno empezó a subir a los ómnibus difundiendo la buena nueva e intentando una pasiva política de reclutamiento.
En algún momento aquellas moneditas, producto de la casi limosna o venta de alfajores, lo tentaron y pensó en volver a comprar aquellas sustancias, pero el destierro del hogar era lo suficientemente duro como para echarlo todo por la borda.
Apenas pudo, en alguna de esas “salidas”, fue a ver a los viejos amigos del barrio; había una brecha discursiva y sabia: lo apodaban el Beraca con cierta malicia.
Maicol ahora es un fervoroso creyente de la obra del Señor y de las obras del pastor.
Del pastor recibe constante aliento, es casi su mano derecha, y el mundo, la vida, lo cotidiano, parecen perfectamente ordenados. Maicol es puesto siempre como ejemplo, y en el orgullo de ser exhibido ha entregado al Señor y al pastor -tal cual la sigla de la ONG- su espíritu, cuerpo y alma.
Los caminos del Señor
“Nosotros damos respuesta y recogemos las almas que el gobierno y el Estado dejan de lado”, reiteran siempre en sus discursos los pastores.
Antes agregaban que ellos se hacían cargo de las almas, que el Estado y gobierno de los hombres (los no creyentes) dejaban de lado.
Pero de un tiempo a esta parte, destacados miembros de la Iglesia no solo han manifestado su interés en la política apoyando candidaturas, sino que han llevado adelante sus aspiraciones electorales. A Maicol le consta que su pastor sigue el camino del diputado pastor Álvaro Dastugue.
El ómnibus salió de la chacra como otras veces, pero no para un campamento o encuentro de hogares o de Iglesias, sino para un acto de la actual senadora Verónica Alonso; fue el comienzo de un nuevo camino cristiano que llevo a Maicol a tener el Nuevo Testamento en una mano y la lista electoral en la otra.
No hay vida fuera de la consagración al Señor y no hay opción política fuera de la que marcan los iluminados pastores.
El pastor maragato de Maicol es cierto que ha probado distintos derroteros, siempre dentro del Partido Nacional, y ha sido integrante de varias listas que lo tuvieron en cuenta.
Estuvo con los maragatos de Larrañaga, con los de Lacalle Pou, y ahora, conseguido gracias a algunas gestiones, una nueva chacra donde establece su vivienda y el hogar con Juan Sartori.
Maicol, junto a su pastor -otro motivo de orgullo-, es candidato a convencional departamental y se lo ganó en buena ley.
Tenía que lograr que cada uno de los muchachos y muchachas que integraran la lista se aseguraran voluntarios que le juntaran al menos cinco votos; fue la lista 8812 que le propuso el mecanismo de rifar electrodomésticos y televisores a quienes se anotaran como voluntarios.
Cautiverio
Maicol tuvo un pestañeo de otro mundo con esta nueva actividad política que tan naturalmente pasó a formar parte del paisaje y del discurso en el hogar.
¿Por qué él no podría tener una vida como la que tienen por fuera de la chacra algunos de los compradores de rifas, colaboradores, amigos de los pastores?
Ahí el discurso de su protector empezó a tener cabal sentido; Maicol no puede andar con plata en el bolsillo porque es el camino más corto a caer en la tentación de volver a consumir. Los pocos ingresos de su madre ayudan a financiar la obra que le da a Maicol esta posibilidad de rehabilitación, y no existe mundo, vida, universo fuera de la chacra.
Las dudas deben redimirse en cada oración, la tentación hay que controlarla en la actitud constante de saber que los destinos están atados a la suerte de la obra.
Si antes Maicol no creía que los estudios le dieran un futuro mejor que el de su madre, ahora lo convencieron de que, paradojalmente, en el hogar podría rehacer una vida alejado del consumo problemático.
El sutil condicionamiento económico no le permite visualizar la dimensión de su cautiverio; su visión fanáticamente religiosa de la realidad, además, no le permite discernir con juicio crítico.
La barra de botijas no erró en su apodo. Maicol dejo de existir un día cautivo de la droga y volvió a dejar de existir para pasar a ser el Beraca.