Por G.P. Hay relecturas que viene muy bien hacerlas y son más que necesarias. En el asunto tan discutido y subjetivo de designar un escritor que haya narrado como se debe a una ciudad como Montevideo, se puede recuperar la vigencia de viejos debates, como cuando Martínez Moreno dejó entrever en un artículo crítico sus dudas sobre el discurso que propone Benedetti -por ejemplo- de una ciudad perezosa y oficinesca. Martínez Moreno tal vez esperaba novelas de otro tipo, con otros ritmos escépticos y dolores espirituosos, que en todo caso se publicaron más tarde, y que revelan otros territorios citadinos. Los orígenes del mundo, de Anderssen Banchero, texto que paso a recomendar con absoluto entusiasmo por ser -lisa y llanamente- una de las mejores novelas que se hayan escrito sobre Montevideo, puede ser una de esas novelas que pretendía leer Martínez Moreno. Hay por cierto otros buenos narradores, y también películas (Tahití, de Pablo Dotta; La deriva, de Álvaro Buela), pero antes de que el desvío lleve demasiado lejos, se puede plantear el problema de esa otra ciudad, aledaña, hermana menor más o menos invisible de Montevideo, que puede llevar el mote de suburbio: Ciudad de la Costa, ese largo corredor-dormitorio delimitado por los ejes viales de la Rambla, avenida Giannattasio y la Interbalnearia, entre el Roosevelt y el arroyo Pando. ¿Hay algún escritor que haya narrado sobre esa otra ciudad? ¿Es posible que esa buena literatura posibilite una mejor y justa visibilidad sobre la esquiva Ciudad de la Costa? ¿Qué discursos operarán en sus posibles construcciones narrativas? Hasta este año, por poner una fecha, se podía afirmar que Daniel Mella era el escritor por excelencia de ese nuevo territorio. En la atmósfera que se respira en la novela Noviembre, en algunos cuentos de Lava, pero sobre todo en el poderoso relato autoficcional El hermano mayor, se hace presente un sitio denso, más o menos disfuncional, de sueños salpicados por veranos que no se terminan y se adosan a una casita en el fondo. La vida en el suburbio. No es fácil. Los personajes que aparecen en sus relatos, si se quiere, son más o menos similares a los que malviven en las pensiones dibujadas por Banchero. Se acaba de sumar, y es una más que grata novedad literaria, otra novela que tiene como escenario a Ciudad de la Costa. Más que escenario, en Uruguayan Cannabis World Cup este cordón al este montevideano pasa a ser protagonista de la historia que se va narrando, o por lo menos marcando los rumbos de la aventura de un grupo de amigos que se presentan a la copa que refiere el título. La autora, Camila Guillot, se manda una primera novela de esas que prometen ruido y que oficiará de punto de inflexión de algunos estados de cosas. El primero, el obvio y que se desprende del título de la novela, se constata al describir la autora, con precisión y muy buena prosa, el nudo de relaciones de un grupo de jóvenes que se mueven entre trabajos precarios, una difusa inserción en el mundo universitario y una propensión a organizar fiestas y salidas que involucren porros, alcohol y buena música. Guillot corre a un costado, un poco más al margen del tipo de literatura que vienen realizando en sus novelas Dani Umpi y Natalia Mardero. Se acerca, en todo caso, a un imaginario un poco más “roto”, aproximándose a las narrativas de José Arenas, Hoski y Mariana Figueroa. El segundo gran punto de inflexión tiene que ver con el escenario, tema que se viene desarrollando en este artículo, o sea con la posibilidad de plantear esta novela como una de las primeras que describen la vida, o ciertas formas de vida, en Ciudad de la Costa. Uruguayan Cannabis World Cup es desde este punto de vista un relato potente, original y que acierta en ese mismo tono que maneja Mella y que tiene su correlato cinematográfico en esas muy buenas películas de balneario que son Hiroshima, de Pablo Stoll y La perrera, de Manuel Nieto. Los personajes de la novela de Guillot se mueven en esa misma aspereza, aunque tienen un tono más fronterizo, y ese es posiblemente uno de los mayores aciertos si se analiza el relato desde esta perspectiva: no se queda en esa mítica y densa Ciudad de la Costa, sino que dialoga con el este montevideano (de hecho, algunos de los personajes son de Carrasco, que queda bastante lejos de Márquez Castro al norte) y también con el Centro de una capital que muestra una vida nocturna muy agitada. En ese ir y venir entre el suburbio y el centro, también se muestra otra frontera entre los propios personajes del libro y que también se manifiesta en ciertos conflictos muy bien planteados: algunos son decididamente costeros (el entrañable jardinero con su heroica plantación semiclandestina, o el dealer que acaba de salir de prisión), otros son chetos más o menos rotos que viven de sus padres (sin ir más lejos, el protagonista es hijo de una publicitaria exitosa) y un tercer grupo es más friki y difuso y tiene que ver con el Centro montevideano y aledaños universitarios. Uruguayan Cannabis World Cup, con su tipografía verde elegida por el diseñador Gustavo Wojciechowski, es una novela que hay que leer si se quiere -entre otras cosas- espiar algunas cosas que suceden en circuitos que han sido poco abordados por la literatura local. Es una novela joven, vital.
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