Eso decía Liber Seregni en una nota en Ahora, el 18 de diciembre de 1971, sobre el primer encuentro de comités de base que se había realizado el 11 y 12 de diciembre de ese año. También, en esa misma nota, decía: “El comité de base reunió hombres y mujeres de distintos sectores políticos; afirmó en la base lo que era la unidad de las dirigencias. El comité consolidó la característica principal del Frente Amplio: una coalición formada para una tarea trascendente, para operar los cambios que Uruguay requiere”.
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El Frente Amplio no se distingue en la región y en el mundo como creación política por ser una coalición amplia de sectores de centroizquierda e izquierda y tampoco se distingue por su programa. Ha habido coaliciones tan amplias como el FA y muchas coaliciones, alianzas electorales y partidos tienen programas de izquierda similares al de la izquierda uruguaya. Sin embargo, el FA es distinto en sus formas, a pesar de ser una coalición, tiene una estructura común, el movimiento. Esta diferencia formal no solo tiene efectos organizativos, sino que tiene efectos políticos que hacen del Frente Amplio la experiencia política más exitosa de América Latina.
El frenteamplismo es mucho más que la suma de sus sectores. La identidad frenteamplista no se hubiera plasmado en la ciudadanía de la forma en que hoy existe sin el movimiento, sin los comités de base. Desde los inicios del FA la expresión organizativa del movimiento en cada barrio colaboró, como pensaba Seregni, a construir la identidad frenteamplista más allá de las identidades sectoriales que le dieron vida inicialmente a la fuerza política. La posibilidad de militar en el FA, sin militar necesariamente en un sector, o el poder adherirse al FA como simpatizante, es la materialización de esa identidad común.
La estructura de comités de base no solo explica la generación de la identidad frenteamplista, sino también es la base de la unidad de la izquierda. El papel organizativo y político del movimiento es el garante de la unidad. Por un lado, el FA es organizativamente mucho más que la suma de sus sectores. El trabajo político territorial, la inserción en cada barrio no es de un sector u otro, sino que es del FA. Ningún sector, ni siquiera todos juntos pueden reproducir la capacidad organizativa y de hacer política en el territorio que tiene el FA. Todos saben que romper la fuerza política es perder mucho más que la suma de partes. Por otro, el movimiento es el promotor de una agenda política de unidad en todos los órganos del FA. La agenda del movimiento, más allá de prejuicios de quienes no participan, no obedece ni busca acumulaciones sectoriales.
El movimiento y los comités de base son también una forma de vinculación capilar con la sociedad y con los movimientos sociales. La vinculación entre el FA y los movimientos y otros actores sociales no solo se da entre cúpulas y direcciones, se da entre militantes. Esto hace que la unión entre el movimiento social y el Frente Amplio se exprese a todo nivel y permite que la relación sea continua. Más importante aún, las organizaciones locales pueden interactuar con el FA en el territorio. Sin territorio, sin comités de base y sin militantes que militan en los comités de base, en sus sindicatos, en las comisiones vecinales y en un sinfín de otras organizaciones, no habría esa interconexión que hace que el FA esté enraizado en la sociedad.
Los comités de base son la piedra angular de la democracia interna en el FA. La actividad permanente de los comités de base en cada barrio y pueblo de Uruguay es lo que permite la participación de los y las militantes. Una participación que no solo está restringida al trabajo electoral, sino que construye política de manera sistemática y permite la participación en la toma de decisiones del Frente Amplio a nivel municipal, departamental y nacional.
Estas últimas elecciones dieron una lección a propios y a extraños sobre la importancia de la política en el territorio y los contactos cara a cara. Muchos, dentro y fuera del FA piensan que esto se basó en la espontaneidad de grupos autoconvocados que salieron a hacer campaña. Si bien es verdad que los últimos tramos de la campaña despertaron en muchos y muchas la necesidad de hacer algo para defender al proyecto del FA, la campaña territorial solo fue posible gracias a la estructura de comités de base. Su capacidad de organizar gente en el territorio es lo que hizo que todos y todas aquellas que quisieran sumarse a la campaña pudieran hacerlo. Pero, sobre todo, la organización de comités de base hizo que esa campaña no se quedara en el centro de Montevideo, en los alrededores de la sede del FA. Sin organización no hay posibilidad de canalizar la voluntad espontánea y coyuntural de colaborar en una campaña electoral. Nuevamente, el FA no es el único partido que despierta en momentos de polarización política interés en sectores no movilizados por movilizarse y hacer campaña, pero sí es un partido que tiene la organización capaz de conducir y hacer que esas intenciones cristalicen en un resultado político con impacto electoral como ocurrió el 24 de noviembre.
Liber Seregni fue el dirigente que más rápido y mejor entendió el papel de los comités de base en el Frente Amplio. Fue quien lideró e impulsó, contra muchos, la creación de esta estructura. Fue quien, unas semanas antes de la elección de 1971, sufrida como una derrota por muchos, tuvo el reflejo de convocar el primer encuentro de comités de base para mostrar que el FA no era una alianza electoral coyuntural y que su vida no dependía del resultado de una elección. Hoy, la mejor manera de honrar el legado de Seregni es seguir desarrollando el movimiento, militar en un comité como forma de aportar a la construcción continua del proyecto político que cambió Uruguay y que lo va a seguir cambiando.