Por Leonardo Borges
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El contenido del archivo de Elmar Castiglioni que contiene a su vez el de su tío, Víctor Castiglioni, es custodiado celosamente por el Poder Judicial. Solo dos peritos –historiadores de probada trayectoria en los temas de pasado reciente– accedieron a dicho archivo: Isabel Wschebor y Álvaro Rico.
En un primera instancia generaron sendos informes sobre los temas contenidos en los archivos. Rico aporta algunos detalles en su informe, justamente sobre los temas aquí tratados. Sostiene en su crónica (reproducida por Brecha): “Hay documentación conteniendo información acerca de emprendimientos financieros y negocios vinculados a varias personas públicas, pero sin pruebas ni conclusiones que permitan deducir ilegalidad o inmoralidad de esas personas”. Pero también sostiene que existen documentos sobre la Logia Propaganda Due, sus miembros, la masonería y hasta de los Tenientes de Artigas. Allí descansa entonces la lista, una copia de la famosa lista de Gelli que enciende la mecha. Abrimos entonces otro capítulo de esta historia.
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“Perón era masón, yo lo inicié en Madrid, en la Puerta de Hierro, en junio de 1973”, así lo aseguraba el mismísimo gran maestre Licio Gelli al mismo tiempo que relataba con lujo de detalles la conversión de Juan Domingo Perón de profano a masón en la logia Propaganda Due. En una entrevista con la revista Perfil de Argentina, Gelli declaró abiertamente que Perón formaba parte de la logia. La crónica es imperdible: “Juan Domingo Perón se inclinó hacia el gran maestre, quien lo esperaba con el martillo de plata, el mandil en la cintura y la banda ceremonial ilustrada con el símbolo masón del compás y la escuadra. Cuando su boca estuvo cerca de la oreja de Licio Gelli, Perón separó suavemente los labios y le susurró al oído. Nadie los escuchó. El pasaje de secretos era la forma de ser aceptado. En Madrid, el jefe del peronismo atravesaba la ceremonia iniciática que le concedería el Grado 33 del Rito Escocés y lo convertiría en integrante del Consejo Supremo de la famosa logia Propaganda Due (P2)”.
Un Licio Gelli auténtico desentrañaba algunos de sus secretos en 2009 para el medio argentino, recluido en su Villa Wanda, su posada de Arezzo. Dejaba más dudas que certezas en una de las especialidades de un hombre que se movió como pez en el agua durante 50 años, sin perder poder e influencias. Gelli fue uno de los que viajó a Buenos Aires en el mismo vuelo que Perón a su llegada a Ezeiza en junio de 1973. La estructura peronista en los años 70 distaba mucho de la existente 20 años antes. La derecha había avanzado poderosamente y la izquierda peronista, liderada por los montoneros, había quedado relegada hasta por el mismo general. Los protagonistas de aquellas estaciones eran otros. Ya no era Evita la que deslumbraba al general; María Estela Martínez, conocida como Isabelita, era quien ocupaba su lugar. El general la había conocido en un cabaret en Centroamérica donde ella bailaba, y a partir de entonces se convirtió en su secretaria. Ella tenía 23 años. Otro de los hombres fuertes del peronismo setentista era José López Rega (el Brujo), un policía anticomunista y esotérico. Otros nombres aparecen como claves en esta nueva etapa el peronismo. Raúl Lastiri (presidente argentino por tres meses entre Cámpora y Perón) y Alberto Vignes entre muchos otros hombres detrás del general. ¿Qué tenían en común estos hombres? Eran todos P2 y Gelli era su gran maestre.
No es casualidad entonces que el 18 de octubre de 1973, a seis días de asumir nuevamente la presidencia, Perón condecoró con la Orden del Libertador San Martín en el grado de Gran Cruz a Licio Gelli.
Desde ese momento Gelli se acomodó y acomodó a la P2 en el Río de la Plata a través de otro personaje acomodaticio, relacionado indefectiblemente con los negocios financieros, Umberto Ortolani. Entre Uruguay y Argentina, la logia se estableció en Sudamérica y sus negocios florecieron en connivencia con los gobiernos de turno, que casualmente eran gobiernos dictatoriales y anticomunistas. De hecho, y a pesar de que Gelli ha negado su relación laboral con la CIA, todo parece indicar que trabajaba bajo los auspicios de la misma. “El fin justifica los medios” es una frase que en diplomacia y política internacional lamentablemente se aplica sin ningún tipo de prurito.
De esta forma, la logia P2 une en su interior negocios ilícitos (de toda índole, principalmente bancarios y financieros), una ideología subyacente fascista y un entretejido mafioso entre el poder económico y el poder político pocas veces visto. La mafia (a través de Michele Sindona, por ejemplo), la Iglesia (a través del Banco Vaticano), el poder político, el poder financiero y sobre todo la situación de una Guerra Fría en la que la logia (y sobre todo Gelli) aparecía como una de las organizaciones anticomunistas amortizadas tanto por la OTAN como por la CIA.
Conexiones Uruguay
En los años 70 la logia P2 ya era una fuerza considerable, relacionada e implicada al mismo tiempo con la mafia italiana y con la Iglesia Católica Apostólica Romana a través del Instituto para las Obras de Religión o IOR (Istituto per le Opere di Religione), en definitiva el Banco Vaticano. Alrededor de esos años, la logia dirigida por Gelli compra nada menos que Il Corriere Della Sera. Fue en 1978 que el magnate italiano Angelo Rizzoli debe ceder el control del medio a Gelli y la logia en una negociación secreta en su momento. La logia entonces comenzó el control de los medios a través del diario más importante de Italia y con proyección regional e internacional. Más tarde en esa escalada, adquirieron el grupo Rizzoli completo y la editorial Abril perteneciente a la familia Civita en Argentina.
Justamente en Argentina son extremadamente nítidas las conexiones de la logia con los poderes de turno. Inicialmente, Perón en el exilio y tras su vuelta al poder (no sólo Gelli asistió a la asunción del general; en la Casa Rosada ese día despuntaba otro italiano misterioso, Giulio Andreotti); apoyando a López Rega y su camarilla; con Isabelita (de la que Gelli siempre tuvo la mejor opinión; en la entrevista con Perfil sostuvo que “el pueblo argentino no se comportó bien con Isabelita. No la trató bien. Ella hizo mucho para el pueblo argentino”; y con el gobierno militar (a través de sus “hermanos” Massera y Suárez Mason, entre otros). Los nombres de argentinos tristemente célebres aparecen en las listas de Italia, ayudando a desenredar esta compleja madeja. Pero con respecto a nuestro país, es mucho más compleja esa relación, escondida tras bambalinas. La condición de aldea de nuestra comunidad posee rasgos positivos, pero la misma esconde, tras las mangas del amiguismo o el “no te metas”, una historia que merece ser contada, relacionada con la impunidad, la corrupción y las relaciones entre el poder económico y el poder político, especialmente en dictadura.
Los tentáculos de la logia en Uruguay llegaron a través del mismo Gelli y su agente de primera línea, Umberto Ortolani, quien aparecía en el cuarto lugar en la lista encontrada por la policía en Arezzo en 1981. La mayor fuerza de sus negocios se encontraba en un banco, el Bafisud (Banco Financiero Sudamericano). Detrás del consejo de administraciones del Bafisud se encontraba nada menos que Gelli. Las personalidades se entrelazan en este punto y aparece una organización católica y conservadora de origen medieval de la que de forma casual o quizás causal entrelazan los nombres. Los miembros de la P2 aparecen también en las listas de la Soberana Orden de Malta. De hecho, Gelli operaba, según consignaron fuentes a Caras y Caretas, desde la sede de la Orden de Malta y desde allí manejaba los hilos. Aunque a veces erraba el candidato.
¿Quiénes estaban detrás de Bafisud? Quizás nos acerque a la verdad una serie de datos fríos.
Entre los uruguayos que figuraban en el Bafisud podemos encontrar a Julio Aznárez, la familia Strauch, los Santayana y, mucho más interesante, la familia Peirano Facio. Nombres en las listas de la Orden de Malta. Casualidades.
A principios de los 80 la logia debía tomar una decisión. Justamente a la hora de escoger, Gelli y sus aliados tomaron una mala decisión en Uruguay. Tras la caída de Aparicio Méndez del poder, la sucesión estaba entre el general Luis Vicente Queirolo y el general Gregorio Álvarez. Queirolo era miembro de P2 según consignan algunas fuentes. Apuntaron a él. Por tanto, la P2 perdía una parte importante de su influencia con la designación de Álvarez en el poder. Coincidentemente, poco después el Bafisud se fundió y fue absorbido por el holandés NMB Bank en una extraña negociación que más adelante trataremos.
De hecho, al poco tiempo de asumir, Álvarez ordena el allanamiento de la casa de Gelli. Fue justamente el inspector Víctor Castiglioni de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII) quien comandó un allanamiento en Carrasco en el que se incautó el archivo de la P2. Allí estaba la lista de los uruguayos P2. La lista que escondía Elmar Castiglioni en su casa y que promete develar uno de los secretos más oscuros de nuestra historia reciente.
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Orden
La Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta es una orden religiosa católica fundada en Jerusalén en el siglo XI por comerciantes amalfitanos. Sobrevivió a las cruzadas gracias a la conservación de los “valores” que suponen positivos de forma casi invariable. De hecho ese conservadurismo los ha llevado a enfrentarse abiertamente con el papa Francisco en la actualidad.
Según su página web, posee 12.500 miembros en el mundo, 80.000 voluntarios y 15.000 empleados. Una estructura tan pequeña posee empero un poder descomunal con grandes cuotas de discrecionalidad altamente peligrosas. Mantiene relaciones diplomáticas con 100 países, y hasta está está representada en la ONU.
A finales de los 80 los nombres que aparecían como miembros de la Orden eran en general banqueros o poderosos hombres de negocios, entre otros, Jorge Peirano (sí, ese Peirano), Hugo Eguiluz Paullier, Gastón Barreiro Zorrilla, Yamandú D’elia, Francisco Etcheverry Vidal, Piero María Ortolani (hijo de Umberto), Joaquín Reyes Rius, Julio Pueyrredón Saavedra, Jorge Carve Gurméndez, Miguel Páez Vilaró, Santiago Acosta y Lara, Maximilien Herode, entre otros.
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Ortolani
Umberto Ortolani nació en Roma el 31 de de mayo de 1913. Abogado de profesión, se convirtió después de la guerra en un empresario de fuste en la península itálica. Fue CEO de Ducati en sus primeros años y desde entonces su crecimiento no paró. Se relacionó prontamente con la curia a través del cardenal de Bolonia, Giacomo Lercaro, y para 1963 se le otorgaba el titulo de “Caballero de Su Santidad” por parte del papa Pablo VI (aunque se lo arrebataron en 1983). Transitó algunos años por la gerencia de medios hasta 1974, año en que es reclutado por Gelli o viceversa. Hay versiones que lo colocan a él como gran titiritero. Existen algunas referencias a supuestas reuniones de Ortolani con autoridades vaticanas en pro de acercar posturas entre la masonería P2 y el catolicismo. De hecho, como se ha consignado, gran parte de los P2 son miembros de la Suprema Orden de los Caballeros de Malta, entre ellos Ortolani. Las relaciones son, por lo menos, intrigantes.
En Uruguay poseía, entre otros negocios, el segundo banco del país en aquellos años, el Bafisud (Banco Financiero Sudamericano), además de poseer mas de 30 empresas, una publishing house, tres rascacielos y miles de hectáreas en Argentina, Paraguay y Brasil. No olvidemos la galería Latina, fundada en 1980 por Ortolani, un verdadero símbolo de una época.
A mediados de los 80, tras el escándalo en Italia y su aparición en la lista, comenzó un declive de su figura y fue acusado de diferentes delitos, tanto financieros como políticos. Inclusive se lo acusó (aunque fue absuelto) del crimen de Bolonia, una operación de Gladio, bajo el auspicio de la OTAN, perpetrada por la P2. Tras años de idas y vueltas entre Uruguay, Italia y Brasil y pago de fianzas, finalmente fue enjuiciado en Roma, pero la sentencia no fue ejecutada por su estado de salud. Falleció en la capital italiana el 17 de enero de 2002.