Por Ricardo Pose Dos de los pingos ya definidos para la interna decidieron empezar 2018 pisando fuerte. Con impronta individual y asesores de imagen mediante, Jorge Larrañaga y Luis Lacalle presentaron sus propuestas políticas. En el caso de Larrañaga, la presentación fue simple; subiendo las ancestrales escaleras del Honorable Directorio, documento bajo el sobaco y sonrisa amplia, una vez más el destino le ahorró el trabajo de la difusión de una propuesta que estaba condenada a quedar sin mayor lectura sobre el escritorio nacionalista. Apareció trágicamente el Kiki y una vez más hubo justificación para que Larrañaga agite su vieja propuesta -campaña tras campaña electoral- de la creación de una Guardia Nacional. En su Agenda para el Progreso (¿Alianza para el Progreso?), además de la Guardia Nacional, se proponen otras medidas de corte más programático, en un documento que claramente apunta a pescar dentro de la pecera de la interna nacionalista y el espacio de centroizquierda-derecha, del cual el Guapo pretende convertirse en expresión electoral. Así, el desarrollo humano, como en el primer mundo, es el objetivo, la zanahoria, el silbido de la serpiente que la barra de Alianza ofrece; para alcanzar ese objetivo, entre otras medidas, se plantea una política de seguridad distinta, una suerte de Estado policial con un alto componente militar, una suerte de Esparta criolla y del siglo XXI. “La Revolución Industrial de 4ª Generación”, de la mano de un “Modelo Colaborativo de las Relaciones Laborales”, da una idea clara de lo que pueden esperar los trabajadores uruguayos; el equipo de Larrañaga visualiza por un lado a miles de trabajadores detrás de una pantalla trabajando a distancia sin organización sindical que los represente, y por otro lado otro miles más, sin teclado que apretar y sin capacidad de aprobar una prueba PISA, que deberán esperar su turno de posibilidad laboral mientras el estado desarrollista los va educando. Claro que este diagnóstico del Uruguay cercano al 2020 toma estadísticas de algunos datos parciales de Estados Unidos (EEUU) y América Latina; les debe generar una reacción alérgica tomar algunos datos del INE para tener que reconocer que la distribución del ingreso y la riqueza es un camino posible a seguir transitando. El documento abunda sobre dos conceptos caros a la centroizquierda política, como son la descentralización y la integración: política, física y geográfica, social y económica, cultural. Un ofertón difícil de resistir en cualquier feria de barrio; el problema es el feriante. Una lectura realista de las posibilidades que tendría el equipo de Larrañaga de ganar la interna nacionalista (y en caso de hacerlo, poder conformar un equipo con alianzas, ahí si reales alianzas con sectores sociales y políticos que no son los que representan a los grandes terratenientes y empresarios), le quita desde el vamos legitimidad a cualquier adornado planteo programático. Rasca la cáscara Reeditando los “gabinetes a la sombra” y los paquetes de soluciones más pragmáticas que programáticas, Luis Lacalle se jugó a presentar sus amigables medidas de consejos al gobierno en acto público. De hecho, la imagen forma parte de la oferta; apostando los números a su imagen de orador y estadista, su semblanza de presidente de la República ya electo, Luis Lacalle presentó en el auditorio de la torre de Antel su #2M, codificación del nuevo lenguaje de las redes, a tono de un perfil joven y juvenil. Las medidas planteadas fueron trabajadas desde noviembre y sintetizadas durante el verano para poder largar la campaña de presentación de la propuesta que sería elevada al presidente Tabaré Vázquez para poder decir una vez más: “No nos dieron pelota”. Es interesante cómo el equipo de asesores de Lacalle insiste con esta presentación marzo a marzo, como si muchas de las nada originales propuestas no pudieran ser presentadas desde su banca en el Parlamento o desde sus directores en los entes. Si se toma en cuenta el presupuesto que implica sólo a nivel parlamentario -pero podríamos sumar el de las juntas departamentales y municipios-, sostener los ingresos de los que son ninguneados y excluidos de la pomposa (faltaba más) presentación, bien se podría hablar de malversación de fondos. En todo caso y más popular, manteca en el hocico del perro. El lenguaje político, el utilizado por Lacalle y escrito en el documento #2M, es políticamente sencillo, no cae en grandes profundidades que rocen lo filosófico y plantea como gran genialidad algún silogismo simple. Frases como “el mensaje a la delincuencia es que se le acabó el recreo”, que despierta el aplauso fácil de una tribuna cautiva (¿cómo era el concepto de foca?), estructuralmente se repite en todo lo superficial de las distintas áreas abordadas. Tiene una apuesta interesante y es la de tomar propuestas de otros grupos políticos del frente opositor; es que finalmente Todos aspira a ser el bloque hegemónico de todo lo no frenteamplista. Disección de la nada #2M Ideas de Todos, Gobierno de Todos es claramente un intento de imponer el concepto Todos; ser gobierno de todos es un precepto constitucional y en un claro discurso contra el oficialismo, por tanto, la mayor parte del electorado que viene triunfando hace tres elecciones, claramente no es abarcado en las ideas de Todos. La propuesta se divide en dos partes; una serie de medidas elaboradas por los equipos técnicos para ser aplicadas en el correr de 2018, y específicamente antes de que baje la ola de los autoconvocados y “Un solo Uruguay” para dejar de ser “Uruguay solo” como único bastión progresista en la región. La segunda parte son algunas de las ideas de los otros partidos. La primera medida es el efectivo cumplimiento del artículo 41 de la Ley de Educación; esto oficia como saludo a la bandera, pues resolver las dificultades del multiempleo en la educación no se hace en base a la aplicación a rajatabla de ninguna ley por más preciosidad que tenga en su redacción. El documento reivindica como solución lo que es un diagnóstico, para sólo cumplir con la demanda de mayor educación en la agenda pública. La propuesta sobre combatir los accidentes de tránsito, los aumentos de las tarifas públicas, son una guiñada al grito de la tribuna; ahí no se cae una sola idea nueva, sino que de alguna manera fiscaliza la gestión de los organismos competentes en la materia. Discurre por la lógica del enojo de cualquier contribuyente que enfrenta un trámite burocrático; válido y cotidiano enojo que legitima la exigencia de soluciones, pero nada atinado a un programa político de un candidato a la presidencia de la República. Quizás las tres medidas “pesadas” tengan que ver, una vez más, con la agenda de inseguridad, y en ese marco, tomando distancia de la Guardia Nacional de su correligionario, volver a un método encubierto de gatillo fácil que permita la legítima defensa policial; modificación del artículo 26 del CP, que permitiría invertir la carga de la prueba para demostrar que siempre el funcionario policial repele un ataque en legítima defensa. Aunque no somos de cobrar cuentas pasadas, el sólo pensar en que se reiteren escenarios como los del Hospital Filtro da cierto escalofrío, y si el delfín para ese cargo sigue siendo el excomisionado parlamentario Álvaro Garcé o el asesor en seguridad del herrerismo, abogado del Betito, ya se puede respirar el olor a pólvora y hemoglobina. Proponer el próximo Consejo de Salarios pensando en todos los uruguayos tiene una puntería inequívoca; aquí los que se presentan como los sectores más débiles en las relaciones laborales son las patronales, que a partir de algunas medidas de los gobiernos del Frente Amplio sienten avasallados sus derechos y, sobre todo, su rentabilidad. Y, como no podía ser de otra manera, se incluyen respuestas globales a la crisis del agro; el concepto global recoge el guante de los autoconvocados en clara alusión a las soluciones diferenciadas que el gobierno y el sentido común impulsan; un copio y pego de la plataforma de Santa Bernardina. Como si sus legisladores no estuvieran en sala, propone las medidas de alivio fiscal que el Poder Ejecutivo envió al Parlamento para ser aprobadas. Martín pescador Toma tres propuestas de los partidos de la oposición, dejando afuera al Partido de la Gente; coincido en lo personal con el equipo de Lacalle en referencia a que no se le cae una sola idea seria a la gente del empresario Edgardo Novick, quien tiene además una cuenta de infidelidad con blancos y colorados. De la ultraizquierda toma el proyecto de ley de vivienda popular, un proyecto que aún no tiene una clara presupuestación, pero ofrecer techos al pobrerío siempre rinde en el discurso y la promesa política. De última, de no concretarse, Luisito prestó los votos parlamentarios; negocio redondo, ya que factura en la imagen de amplitud y se preserva de los costos de una catástrofe. Del Partido Independiente, la custodia fronteriza por parte de los efectivos militares, algo que en ese lugar lejano y perteneciente al otro Uruguay, que se denomina Ministerio de Defensa, se viene trabajando desde hace tiempo y que cuenta con un decreto presidencial del 8 de enero de este año, actualizando las labores de vigilancia. Pero es comprensible apoyar al único referente que en un proyecto de derecha le puede dar un tonito de centro. Finalmente, el apoyo al Partido Colorado sobre la portabilidad numérica; eso es que tu número de celular lo puedas conservar sin importar la empresa con la que contrates, porque claramente, en una visión de libre mercado, ¿a quién se le ocurre que sólo vas a hacer contrato con Antel, aunque te facilite el auditorio?
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