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Los desafíos del pensamiento crítico

Por Emir Sader.

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Caras y Caretas Diario

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En un período político en que se combinan el fracaso del modelo neoliberal y todas sus desastrosas consecuencias sociales por todo el mundo, con fuerte ofensiva de la derecha, queda un enorme desafío para la izquierda. ¿Cómo es posible que en un período en el que el gran modelo propuesto y asumido por la derecha en escala mundial se haya agotado y demuestre fehacientemente su carácter antisocial, sea la derecha quien lleva la voz cantante en gran parte del mundo? Para comprender esa paradoja, el pensamiento crítico tiene que reactivarse y colocarse al servicio de la izquierda, haciendo las lecturas correctas del período político actual en escala mundial  ayudando a la izquierda a redefinirse y reubicarse. Nunca como ahora el capitalismo demuestra tan evidentemente su carácter recesivo, de exclusión social, de promoción de más y más conflictos violentos en el mundo. Sin embargo, la izquierda, salvo casos particulares, no logra valerse de esa situación para promover grandes movilizaciones populares, para formular y conquistar apoyo para proyectos alternativos, antineoliberales y anticapitalistas. El rol del pensamiento crítico es decisivo en períodos como el actual, por permitir superar las trampas ideológicas y teóricas que la derecha pone y promueve, dificultando la superación de la alienación y dificultando una lectura de la naturaleza real de lo que se vive en el mundo actual. Pero también para comprender los nuevos rasgos del período histórico actual, hacer un balance de los errores cometidos por la ausencia de esa comprensión y proyectar. Nunca como ahora se plantea la necesidad de que las instituciones del pensamiento critico asuman orientaciones de compromiso político y teórico claro, de vínculo directo con los movimientos populares – sociales y partidarios -, para contribuir a la construcción o reconstrucción del bloque de fuerzas antineoliberal. En este período resurgen las tentaciones de la despolitización, del refugio del pensamiento en las trampas del academicismo, del silencio frente a los grandes problemas contemporáneos. Se tiende a fortalecer tendencias burocráticas, incapaces de protagonizar los grandes debates de ideas, se concentran en las acciones administrativas, confundiendolas con la política, con la defensa de la esfera pública, con la promoción de las teorias que permiten descifrar los enigmas de la realidad. La burocratización produce y reproduce la mediocridad, la ausencia de ideas, el vacío de la teoria. Nada así permite la comprensión de lo que hay de decisivo, de nuevo, de complejo, en la realidad del mundo contemporáneo. Porque es una realidad que apunta hacia direcciones distintas, en un período de disputa, en que el futuro está abierto. Todo catastrofismo o burocratismo, pasa a lo largo de lo que hay de fundamental, que solo el pensamiento critico puede descifrar. En el momento en que, procesos de restauración conservadora atacan a la educación pública, a los sindicatos, a los líderes populares, las entidades del pensamiento crítico tienen que estar a la vanguardia de la lucha por la defensa de las conquistas logradas, de las entidades que las representan y de los líderes que  han conducido ese proceso. Quedarse quieto cuando es la libertad de expresión la que está en juego, cuando del otro lado de la barricada se busca una “sociedad sin sindicatos”, un movimiento popular sin liderazgos, una educación entregada a intereses privados, es criminal. El que no se juega ahora, con todo, en la defensa de las conquistas de las organizacions que representan, en los liderazgos que han conducido esas luchas, no están a la altura de los desafíos del pensamiento crítico y de la decisiva lucha de ideas contemporánea. No es con perfiles bajos, sin ideas, que la izquierda pueda contar con el pensamiento crítico. Nunca como ahora las entidades del pensamiento crítico requieren liderazgos políticos e intelectuales fuertes, que no dejen de pronunciarse sobre los grandes temas del mundo actual y, en particular, de América Latina. Se requieren de esos liderazgos visiones sobre lo que vive el continente, sobre las contribuciones del pensamiento crítico y sobre el rol de las entidades que lo representan. El apoliticismo, la despolitización, son armas de la derecha para intentar neutralizar el potencial transformador del pensamiento crítico.

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