Los profes degenerados de Connecticut

El “paladar negro” en materia educativa tiene sus costos. No solamente los referidos a la matrícula, a la residencia y a otros insumos propios de las élites. A menudo se paga de manera más sórdida. Esto es lo que sucedió en el Choate Rosemary Hall, un centro de estudios privado, fundado en 1890, tan exclusivo como su nombre sugiere. Está emplazado en el Estado de Connecticut (noreste de Estados Unidos) y entre sus discípulos se encontraron figuras tan conspicuas como el ex presidente, John Fitzgerald Kennedy y su hermano Joseph. Al día de hoy, el Choate Rosemary Hall es el centro de una investigación por haber ocultado, durante décadas, al menos dos docenas de casos de abusos sexuales documentados. El detalle de la investigación consta en un documento de 48 páginas, en las que se consignan abusos de subido color, perpetrados por docentes en la persona de alumnos de ese “college”. Los abusos denunciados involucran a doce ex profesores del centro, a los cuales, se les apartó de manera discreta, sin que trascendieran las razones por las que eran excluidos de la plantilla docente. Las denuncias sobre la conducta sexual de los profesores de marras y el silenciamiento de sus felonías por parte de las autoridades del colegio, es una nueva cuenta de un rosario de irregularidades similares, reveladas anteriormente en otras academias privadas, tales como la St. George School, en Rhode Island, y otros dos focos detectados en la ciudad de Nueva York. Entre los casos investigados, se encuentran también casos de infecciones venéreas transmitidas por los educandos, tales como un caso de contagio de herpes a una muchacha, caso cuyos padres denunciaron ante las autoridades del colegio en tiempo y forma. Los abusos mencionados incluyen una violación. Se trata de una chica forzada por su profesor de español, de quién incluso se proporciona el nombre (Jaime Rivera Murillo), que violó a una de sus alumnas en una piscina luego de emborracharla. El hecho aconteció en el transcurso de un viaje a Costa Rica que los alumnos realizaran en compañía de sus profesores. Luego de ser apartado del Choate, el bueno de Rivera siguió dictando clases en otras instituciones, llegando incluso a ser director de una escuela en el condado de Litchfield. La investigación realizada en el Colegio no surgió por propia iniciativa, sino que fue inducida luego que The Boston Globe, que el año pasado lanzó la denuncia, luego de haber recepcionado denuncias de padres y ex alumnos de la institución. El informe se remota a los años ’60, pero consigna que los abusos continuaron al menos hasta 2010, con la complicidad de las autoridades del Choate, que se limitaban a pedir a los imputados que cambiaran de escuela, proporcionándoles cartas de recomendación. De los doce profesores involucrados en los abusos, cinco ya han fallecido. En todos los casos investigados, fue omitido el nombre de las personas abusadas, salvo en lo referido a Cheyenne Montgomery, ex alumna del colegio que se identificó ante The Globe y proporcionó la identidad de dos profesores, con los cuales había mantenido relaciones íntimas, antes de graduarse, en el año 1992. Paul Mones, abogado que representa a las víctimas de abusos y a sus familiares, dio una pista acerca de la impunidad con que se realizaron esas prácticas: «Son sistemas cerrados, especialmente aquellas escuelas privadas residenciales donde los niños están separados de sus padres. No es como una escuela pública, con gente entrando y saliendo todo el tiempo. Hay muchas más oportunidades para que los maestros hagan esto». Tal vez sin saberlo, aportó un nuevo insumo al debate acerca del sistema educativo y de las diferencias existentes entre la educación pública y la privada.