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Justicia

Luchas peculiares

Los reclusos consideran ganada la huelga en Punta de Rieles Vieja

El 19 de julio de este año estalló la huelga de personas privadas de libertad (aunque escribamos reclusos que es como ellos se autorreferencian) en el Centro de Reclusión Nº 6, conocido como Punta de Rieles Vieja, una medida que buscó presionar para lograr un espacio de diálogo y negociación con las autoridades ante una serie de necesidades que sentían insatisfechas.

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La noticia no tuvo mucho eco en la prensa porque claramente no fue ni por asomo un motín, esa brutal situación que alimenta el hambre del periodismo amarillista.

Pero la huelga fue una medida importante para modificar las reglas de juegos que las Personas Privadas de Libertad (PPL) sienten que ocurrieron desde la llegada del director Omar Vera.

De hecho, la demanda más importante de la huelga era la sustitución del director.

El Centro de Reclusión Nº 6 es un centro que se define como de seguridad mínima, es decir, hay una apuesta fuerte por las características de las PPL de una rápida rehabilitación.

Allí se llevaron adelante muchas propuestas de autogestión y laborales, talleres y otras modalidades educativas.

Hugo Toledo, una de las PPL, expresa con orgullo que esa “cárcel no es solo la mejor de Uruguay, sino de Sudamérica y que el modelo de gestión llevado adelante en ella fue motivo de que vinieran de otros lugares del mundo a hacer documentales y ver nuestra experiencia”.

En el mismo tono explica que no por casualidad el porcentaje de reincidencia es de un 2%.

Sin embargo, a los paulatinos cambios de las anteriores gestiones, la que modificó más el funcionamiento del Centro de Reclusión fue la llegada del actual director, Omar Vera.

Vera se desempeñó hasta ahora como director de la Unidad 19 Florida, una cárcel con importante desarrollo en el interior del país. Fomentó la construcción de una cárcel con apertura, a la que se acercan distintas propuestas socioeducativas desde la comunidad.

Vera ha tenido aportes destacados asociados a la inclusión del estudio y el trabajo como ejes fundamentales del trato y el tratamiento penitenciario.

Sin embargo, al poco tiempo, varios colectivos empezaron a recibir denuncias por parte de funcionarios e internos de la cárcel sobre malos tratos por parte del director Vera.

La misma situación es la que denuncian ahora las PPL del Centro de Reclusión Nº 6. En el trato personal con el director, denuncian que este maneja un concepto muy estricto en la forma que un recluso debe dirigirse a él, con una inclinación bastante fácil a considerar que se le faltó el respeto.

Ponen como ejemplo “que un recluso que era delegado de barraca, por considerar que le faltó el respeto, lo ‘flauteó’ sin motivo, esto quiere decir que lo trasladó a la Cárcel de Canelones”.

 

Régimen regresivo

La forma en que los reclusos sintetizan la situación es clara; pasaron de lo que se considera de régimen progresivo de rehabilitación a uno regresivo.

“Nos querían poner de punta con los operadores penitenciarios, pero ellos en realidad reciben órdenes y son la piola más fina; claro, si vos a las 8 salís a trabajar y te imponen que de 8 a 9 tenés que hacer recreo, saltás contra el operador”, nos cuentan.

“De golpe no nos dejaron caminar con las visitas en los patios, o poder atenderlas comiendo con ellas o teniendo agua en los termos para invitarlas con un mate o café”.

Entre los cambios más importantes que se han convertido en las tres reivindicaciones que junto a la remoción del director dieron lugar a la huelga y de la cual los presos no pensaban desistir si no se lograban al menos esos tres puntos, tenía que con ver con la reducción de los talleres de trabajo, pasando de 50 a 9.

Estos programas de trabajo no solo cumplían una función fundamental desde el punto de vista socioeducativo en el proceso de rehabilitación, sino que implicaban la reducción de pena.

“Incluso un proyecto de un recluso de hacer unos trabajos con Narcóticos Anónimos que dio unos frutos bárbaros se dejó de hacer”, cuentan para Caras y Caretas.

De los diez  proyectos de bloqueras que estaban funcionando solo quedan tres y entre los emprendimientos mas destacados mencionan el de panadería y otro para la producción de productos de higiene (hipoclorito, perfumol y 30.000 jabones).

En determinado momento se prohibió el ingreso de frutas, verduras y harinas que los reclusos consideran fundamentales, en el caso de las primeras, para una dieta mas balanceada.

“ No dejan entrar fruta que contenga vitamina C en el medio de una pandemia; esta vitamina previene contra las gripes”, nos dice uno de los testimonios, mientras otro cuenta que el no ingreso de las harinas “se la complica al que está ‘patito’ [‘patito’ en la jerga carcelaria refiere al que no recibe visitas] porque con harina el que está ‘patito’ se hace unas tortas fritas o unos buñuelos y con mate la va llevando”.

Referido al mismo tema, el otro cambio había sido no permitir que los familiares dejen los paquetes en la puerta con lo cual implementos como yerba y otros productos dejaron de llegar a las PPL, y quien no tenía visita no recibía alimentos.

La tercera reivindicación tenía que ver con las condiciones deplorables de las salas y los tiempos de visita conyugal.

 

La huelga

Aquella mañana del 19 de julio los reclusos se declararon en huelga; las medidas de esta peculiar medida implicaba no bajar a los recreos, no realizar las tareas de limpieza, no aceptar hacer el “rancho” (comida) y no recibir a las visitas.

Esta medida buscaba que los familiares pudieran a su vez concentrarse en las puertas del Centro de Reclusión y desde allí también exigir que fueran tomadas en cuenta las demandas de las PPL.

La medida, además, era acatada por todas las barracas y pisos del edificio y en su momento trascendió que de no llegarse a una solución el conflicto podía ampliarse a toda la población carcelaria, que no son solo las PPL.

La decisión de seguir con la huelga si no se contemplaban las tres demandas principales era firme y sabían que la remoción del director Omar Vera sería la mas difícil de poder conquistar.

El mismo 19 de julio se hizo presente el director del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), Luis Mendoza, que inició el espacio de negociación que se repitió a la jornada siguiente cuando acompañado del todo el comando del INR y el director de Cárceles y Seguridad Ciudadana, Santiago González, y las autoridades del Centro de Reclusión, se reunieron con los delegados de las barracas, menos de las 8 que tuvieron alguna complicación y la 2, que es la de ingreso, por lo tanto no elige delegado, y los 6 delegados del edificio.

También se entablaron conversaciones con el comisionado parlamentario.

 

Sí, pero no

Los delegados catalogan como un primer triunfo las demandas a las que accedió el Comando del INR y el compromiso de su director, Luis Mendoza, de hacer un seguimiento cercano de la situación.

Se expuso por parte de los delegados el malestar con  el director Vera, pero la posibilidad de su remoción no estuvo entre las consideraciones del comando.

Ante los problemas presupuestales para poner en funcionamiento los programas de trabajo que existían se acordó que si la familia le traía a una PPL unos tarros de pintura para pintar la barraca o la celda o los pasillos, ese trabajo sería tomado en cuenta para reducir pena.

Se permitiría que se pudieran dejar paquetes con destinos a las PPL en la puerta de ingreso y se volvería a permitir el ingreso de frutas y verduras, así como mejorar las condiciones para las visitas conyugales.

 

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