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Lucía frente a las feministas radicales

Por Enrique Ortega Salinas.

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Caras y Caretas Diario

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Ya déjense de ridiculeces las neuróticas de siempre, qué flaco favor le hacen a la causa feminista que todos apoyamos, al verdadero feminismo por igualdad de derechos, pero no al que utiliza la victimización de género como instrumento de politiquería”. Rafael Correa, presidente ecuatoriano -el que más mujeres tuvo en su gabinete-, al dirigirse a las feministas radicales.   Toda mi vida he luchado contra el machismo y he sentido un desprecio visceral hacia los hombres que maltratan a las mujeres. Nunca me gustó el sistema patriarcal, porque en una pareja, si hay amor, ninguno manda, los dos obedecen. Hemos avanzado de manera considerable en busca de la igualdad de derechos y oportunidades y, pese a los casos que vemos día a día, lejos queda la época en que el maltrato del hombre hacia la esposa era visto como algo natural y esta se avergonzaba de haber sido golpeada, condicionada por el famoso “algo habrá hecho”. Aun así, todavía persiste aquello de “no te metas que es un lío de pareja”, lo que sigue dando lugar a cientos de casos de complicidad pasiva en homicidios. Ahora… tenemos un problema: hay quienes han distorsionado los objetivos de esta lucha y, por decirlo de un modo elegante, se están yendo al carajo, tratando de imponer una especie de versión sexual de Rebelión en la granja. Viendo este desvío, Lucía Topolansky ha tenido el coraje de manifestar su discrepancia. La quieren matar. Ya en el programa Esta boca es mía, un grupo de hombres y mujeres con un grave problema de comprensión auditiva y lectora la trató de ignorante, entre otras cosas.   ¿Qué significa feminismo? Feminismo” fue declarada como la palabra del año 2017 por el diccionario Merriam-Webster, debido a que las búsquedas de dicho término aumentaron 70% con respecto al año anterior. Los movimientos feministas están en vertiginosa expansión y claros ejemplos son “Ni una menos”, en América Latina, y “ Me too”  (“Yo también”), surgido de las acusaciones de abuso sexual contra el productor de cine Harvey Weinstein. No todos interpretamos este término de igual manera; pero se entiende por feminismo un conjunto de movimientos con reclamos sociales, políticos, económicos y culturales que procuran la emancipación de las mujeres y la igualdad de derechos y oportunidades con respecto a los hombres. Denuncian la violencia de los varones hacia ellas y el reparto de roles que privilegia a aquellos. Nadie discute la justicia de los reclamos; el problema surge cuando la lucha contra el machismo se convierte en un intento por sacar los privilegios a un género para traspasarlo al otro, avivando la aversión entre ambos. En lo personal, no soy feminista ni machista. Soy igualitario. En una entrevista realizada por Paula Barquet a Lucía Topolansky en el diario El País, la vicepresidente afirma: “Yo no soy feminista. No me gustan los extremos. Yo soy defensora de la mujer, que es un concepto diferente.” Adhiero. Por otra parte, no es casual que el avance de los derechos de las mujeres en Uruguay coincida con el retroceso de la influencia de las iglesias, ya que los textos religiosos (escritos por hombres) las relegan a un rol secundario, comenzando por el abuso mitológico de la creación de la mujer a partir de la costilla de un varón y continuando con directivas misóginas como las de San Pedro: “Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice” (Primera carta a los Corintios). “Yo no permito que la mujer enseñe ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que permanezca callada” (Primera carta a Timoteo). A la manipulación religiosa se fueron imponiendo los movimientos liderados por valientes mujeres blancas y negras. Surgieron así los clubes de mujeres en la Revolución Francesa y la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, redactada por Olympe de Gouges, como complemento de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada dos años antes. Dichos clubes fueron prohibidos y Olympe de Gouges, ejecutada, lo que, en lugar de frenar al resto de los movimientos, lo incentivó, como ha ocurrido históricamente con las injusticias.   El desvío Todo movimiento que persigue una causa justa, al convertirse en masivo, corre el riesgo de ser infiltrado por ultras. El movimiento feminista no fue impermeable a este fenómeno y su prestigio se ve amenazado por la actitud irracional de grupos que no buscan lo mismo que la mayoría de personas bienintencionadas que lo apoyan. Hace poco, una chica lamentó en Facebook el asesinato de Florencia Cabrera, la cajera de un supermercado a la cual el Kiki baleó alevosamente, y atribuyó el crimen a la violencia de género. El guardia también fue baleado y quedó (hasta el momento) paralítico. ¡Esto nada tuvo que ver con la violencia de género! Este psicópata, que terminó suicidándose, mataba sin motivo. No podemos atribuir todo crimen a la violencia de género e ignorar a las víctimas masculinas. A propósito: se llama José Sánchez, es venezolano y, aunque alguna no lo crea, también es un ser humano. Este desvío no es de ahora ni sólo de aquí. En Argentina, la anarquista Virginia Bolten lideró un movimiento feminista sindical apoyado en el periódico La voz de la mujer (1896-1899), cuyo lema era “Ni Dios, ni patrón, ni marido”. Si bien hay que agradecerle que apoyara en Uruguay el sufragio femenino y el divorcio, el mencionado lema deja entrever no ya un intento de defensa contra los hombres abusadores, sino un odio irracional a todos los seres carentes de vagina. En Maldonado, una compañera del Frente Amplio me dijo hace pocos años que su movimiento “no votaba hombres”. Le comenté entonces que a la hora de elegir quién nos representaría, yo no tendría en cuenta ni el sexo, ni la sexualidad, ni el color de la piel o edad de la persona en cuestión. No me gusta la falacia de la “discriminación positiva”. Si discriminas, discriminas y punto; y está mal si discriminas a alguien por ser gay, mujer, negro, negra, pobre, rico… u hombre. Que yo comience a hablar de “violación positiva” no convierte a tal inmundicia en algo bueno. Como sea, la lucha bien entendida por la igualdad de derechos ha logrado avances legislativos importantes en buena parte del mundo (la brecha salarial, por ejemplo, viene disminuyendo y nos acercamos al ideal de que a igual trabajo, igual remuneración; a la vez que hace décadas, la presencia femenina era inusual en las universidades y ahora es mayoría en casi todas las que he visitado en doce países), así que separemos la paja del trigo y no confundamos la harina con la arena. Luchamos por lo mismo; pero discrepamos con la actitud de algunas feministas que no ocultan su odio por el sexo opuesto. Sé que por más que aclare, más de una fanática me tildará de machista y dirá que estoy a favor de todas las barbaridades que se cometen contra las mujeres; pero ha llegado la hora de hablar claro, porque una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Algunas tratan a los hombres como si todos fuéramos violadores, golpeadores y asesinos, visión enfermiza que resta apoyo al movimiento, incluso de mujeres como Lucía y Carolina o la periodista Naomi Riley, la cual sostiene que el feminismo ya no busca la igualdad entre hombres y mujeres, sino que plantea una visión distorsionada de la realidad y una cultura basada en la victimización de la mujer. ¿Hasta cuándo vamos a sentir a una política decir “me critican por ser mujer”? ¡Te critican por ser política! ¿O acaso Bonomi es mujer y no nos dimos cuenta? También en Maldonado presenté en la Mesa Política una batería de propuestas para combatir culturalmente la violencia doméstica. Reunidas las compañeras que también integraban un colectivo feminista, quien las lideraba propuso rechazar las 12 sugerencias porque “no podemos ceder a los hombres el protagonismo en la lucha contra la violencia doméstica”. Ah, bueno… Así que lo más importante no era defender a las víctimas de los hombres violentos, sino aprovechar su drama para sacar rédito político. No importaba si las propuestas eran buenas; lo importante era no apoyarlas porque las proponía un varón.   Cuotas Hay políticos que no comparten algunos reclamos, pero como ya tienen asegurado su puesto, votan lo que les piden con tal de no quedar mal con las féminas. Lucía se ha expresado en contra de las cuotas políticas. En 1990, en Costa Rica, se impuso un mínimo de 40% de los cargos políticos para mujeres, mientras que en 2000, Colombia estableció una cuota mínima de 30%. México limita a 70% la presencia de cualquiera de los sexos; Venezuela exige, desde 2008, que 50% de las postulaciones de los partidos correspondan a mujeres y también España obliga a la paridad. En principio, parece justo; y es indiscutible que históricamente las mujeres han sido relegadas. La primera pregunta es si todo se arregla con cuotas o con educación. La segunda es dónde estaban las feministas de izquierda cuando tuvieron la oportunidad de optar entre Tabaré y Constanza para la presidencia y dónde estaban cuando Virginia Cardozo, Lucía Topolansky y Daniel Martínez pugnaban por la Intendencia de Montevideo. Yo voté a Constanza, pero no por ser mujer, sino porque consideraba que estaba más a la izquierda que Tabaré; así que no me quieran imponer por ley lo que quiero hacer por voluntad propia. En la década de los 90, el periodista estadounidense Rush Limbaugh largó un término que ahora utilizan muchas uruguayas que están en contra de las feministas radicales: “feminazis”. No es utilizado contra quienes buscan la igualdad, sino contra las que distorsionan esa lucha. Son las que te saltan a la yugular si en un discurso olvidas decir “compañeras y compañeros, uruguayas y uruguayos, las y los”. Son las que le cayeron a Lucía con las fauces largando baba rabiosa. Son las que condenaron a Rafael Correa cuando criticó a algunas mujeres en forma puntual y lo acusaron de atacar a todas. Son las que piden disminuir las penas para los pobres delincuentes (a quienes consideran víctimas del sistema), pero piden agravarlas cuando atacan a las (y sólo a las) mujeres. Son las magistradas que cuando una pareja se separa y hay que decidir quién tendrá la tenencia de los hijos o el régimen de visitas, de antemano consideran al padre como un criminal. Son las y los que desde un cargo público exigen que entre las personas a premiar como figuras del Carnaval debe haber una persona transexual, como si eso fuera el mejor camino para erradicar la discriminación. Son las que están en contra de los concursos de belleza sin importarles si las chicas que participan coinciden con su visión.   Acoso sexual Los hombres que usan su poder económico, político o social para presionar a una mujer a ceder ante sus deseos sexuales son despreciables; pero cuidado. Si no marcamos bien los límites a nivel legal, podemos incurrir en una grave injusticia. Francia acaba de aprobar una sanción que va de 90 a 750 euros para “cualquier propuesta, comportamiento o presión de índole sexista o sexual” en las calles o transporte público. La norma castiga incluso el hecho de silbarle a una mujer como si fuera un perro, cosa típica de algunos perdedores con -10 de cerebro. Estoy de acuerdo en sancionar fuertemente a los que acosan o agreden verbalmente a las mujeres; pero habrá que diferenciar esto de un halago. No sea que lleguemos a aquello de: “Ayer le dije hola a una mujer; el lunes empieza el juicio”. Estos abusadores existen; como también hay minas que aprovechan la triste situación de muchas mujeres que sí han sido víctimas de amenazas de despido por sus jefes para coquetear, regalarse, manipular, aceptar, disfrutar, orgasmear y luego denunciar. Habrá que tener cuidado y separar a las víctimas de las avivadas. Preguntada por el movimiento “Me too”, Lucía contestó: “No sé si todas las que dicen ‘me too’ fueron acosadas o si es por solidaridad. No lo sé. Pero si todas esas mujeres fueron acosadas, habría que dinamitar Hollywood”. Protejamos con uñas y dientes a las víctimas de acoso, pero ver a la protagonista de Garganta profunda hablar en contra de la cosificación de la mujer o a Mónica Lewinsky denunciando abuso de poder sólo da para pensar que las caras duras no son exclusivas del sexo masculino. Marica no es el tipo al que le gustan los hombres, sino aquel que le pega a una mujer. Sin embargo, no caigamos en una actitud fanática, demagógica y ciega: hay muchas mujeres que también ejercen violencia física y psicológica contra sus hijos o pareja. La violencia no tiene sexo y hay monstruos en los dos grupos. Como ha dicho Viviana Castro en Facebook: “Un pene no te hace un macho asesino ni una vagina un ser inmaculado”. ¡Aguante nuestra vicepresidente! Una mujer que lo dio todo por muchos que no han comprendido nada.  

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