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Sociedad

María José Hernández: «Amo la subversión»

La compositora, intérprete, docente, educadora sexual y máster en programación neurolingüística habló de “la sociedad de los tapabocas” y el destierro de las disidencias, de la rebeldía contenida y “la necesidad de cuestionar la verdad hegemónica oficial”. Música, medios, carnaval, machismo, abuso, linchamientos y nuevas masculinidades.

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Caras y Caretas Diario

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Textos: ALFREDO PERCOVICH

Producción: VIVIANA RUMBO

 

El silencio rompe los tímpanos y las despedidas se tornaron ausencia casi infinita. Nada es como debería ser. De nada sirve el adiós si no hay un futuro cierto. Majo Hernández es una estupenda intérprete de la esperanza, aún en tiempos de burbujas, soledades y encierros.

 

Estamos viviendo un tiempo extraño, sin carnaval y de cara a un 8M distinto. ¿Cómo ves este tiempo presente?

Es un tiempo en el que tenemos notorias dificultades para encontrarnos en esas expresiones públicas que son tan importantes para nosotres. No tendremos ni el entierro del carnaval, ni la noche de los fallos del carnaval oficial. Y el 8M también está amenazado y desafiado por las circunstancias públicas y notorias de la pandemia.

 

¿Solo por las circunstancias? ¿No hay quienes celebran este nuevo escenario sin manifestaciones culturales, sociales, sindicales?

Por supuesto. En lo personal, y es una sensación compartida con colegas, creo que estamos viviendo lo más parecido a una dictadura social y de la sensibilidad que hayamos conocido. Cuando era una niña viví la otra dictadura. Y tengo sensaciones parecidas en la piel. Esas circunstancias de las que hablaba refieren a la pandemia y al espacio de control de los cuerpos, las relaciones, los vínculos, volvemos a encontrar a la salud y la ciencia atravesadas por el poder. Y por otro lado tenemos la coyuntura nacional con el nuevo gobierno y el ascenso de las derechas en la región y el mundo. Creo que este gobierno colabora con esa sensación de dictadura que viene a desmantelar la red del tejido social, sindical y político que construyó tantas políticas sociales públicas con gobiernos anteriores y con un rol fundamental de la sociedad civil que en nuestro país ha sido motor de los cambios. Estoy convencida que sin la sociedad civil no habríamos podido avanzar en muchos de los cambios que logramos en los últimos años. La sociedad civil piensa, se junta, reacciona, actúa, y eso molesta.

 

Hacia allí apuntan muchos de los ataques del discurso del odio.   

Claramente. En este contexto se cuestiona con mayor énfasis los lazos y los encuentros de la sociedad civil. Hay un dispositivo de control muy efectivo montado por el miedo y apuntalado por los medios masivos de comunicación, con información recortada, que montan un escenario en el que la palabra burbuja sintetiza la idea que te aísles, porque te dicen que estar aislado, encerrado y solo te va a salvar, pero eso nos empobrece y nos destruye.

 

La burbuja y el encierro recortan el intercambio y el debate de ideas. Hace poco la legisladora argentina Ofelia Fernández nos decía que los ataques del discurso del odio en redes hacia militantes sociales, feministas, estudiantiles y sindicales se deben a que la derecha no se anima a discutir ideas y opta por distraer la atención para no hablar de los temas de fondo. ¿Vos qué crees?

Animarse a debatir ideas es fundamental en todos los ámbitos. Incluso en la ciencia. A lo largo de la historia hemos visto que a los que en cierta medida han sido disidentes siempre se les ha negado el debate. Es muy notorio en relación a la pandemia o anteriormente con el VIH. Todos aquellos que han dicho cosas disidentes -médicos, grados 5 y otros- la voz oficial les ha negado el debate. Insisto, eso ha sucedido así en la historia. Si vos sostenés una visión distinta a la oficial, no te darán espacio para la discusión, simplemente te acusarán de conspirador. Así se actúa también desde el poder con el feminismo. Además, tenemos la construcción de la polarización que no permite la comunión. Y mientras se mantengan los polos, divide y reinarás. Los discursos de odio colaboran a mantener esos dos polos. Y otra particularidad que tienen es que son discursos muy sinceros, no vienen con un disfraz. La nueva derecha tiene una honestidad brutal, te dice lo que piensa y a qué viene. Y viene con un plan, un proyecto, no son improvisados. Tienen sus objetivos, señalan quiénes son sus enemigos y te dicen cómo lo van a hacer.

 

El sinceramiento como forma de legitimación del discurso.     

Por supuesto. El año pasado yo escribí un cuplé para Falta y Resto sobre esto mismo. Y lo que decía, lo tomé literalmente de discursos de distintos diputados y senadores latinoamericanos.  Leí, estudié sus discursos, extraje frases textuales de lo que piensan, dicen y sostienen distintos representantes de la derecha del continente. Por otra parte, otro elemento que hay que tener en cuenta es que estos fenómenos de derecha están en los barrios. Esta nueva derecha viene con un discurso muy frontal, claro, explícito, acompañado de un modelo de familia tradicional, que pregona el orden, que “las cosas son como son”, que las mujeres tienen que volver al lugar “al que pertenecen”, y que “los hombres las vamos a cuidar, no las vamos a matar, a diferencia de esos otros que se desmadraron y por eso las matan”. Por eso la nueva derecha dice que vienen a poner orden, a arreglar las cosas que se habían “desmadrado” y vienen con un plan político explícito en distintos ámbitos, en el gobierno, el Estado, en la ciencia y la salud, nada nuevo, no debería sorprendernos. José Pedro Barrán escribió un libro fantástico en el que habló del poder y el control de la medicina sobre la vida y los cuerpos en la salud. Estamos en un nuevo orden mundial que es viejo. Es un plan cuidadosamente pensado, siniestro y perfecto. Foucault debe estar revolcándose en la tumba sobre este control actual que ejerce sobre nosotres la Policía y ejercemos entre nosotres como policía, la yuta, la policía de género, nos controlamos entre nosotres con la colaboración de los celulares, las pantallas y los medios masivos. Hoy está muy complicado para establecer lazos con tu comunidad, la denominada masa crítica, para que puedas pensar, cuestionar y oponerte a la verdad única.

 

El carnaval supone una suerte de espacio de encuentro, crítica, análisis y también risa que es sanadora y alivia. Pero eso ahora no está.

Sí, el carnaval es eso y me gusta citar como ejemplo lo que sucede con el cuerpo humano que cuando siente que algo anda mal, produce una infección y se necesita sacar eso hacia afuera y drenar .

 

¿Y cómo se “drena” el descontento, la disidencia social y política sin carnaval, sin posibilidades de salir a la calle y manifestarse?

Cómo hacemos con lo que está adentro atrapado en la gente, cómo hacemos con el artículo 38 de la Constitución y la suspensión del derecho de reunión. Y cómo hacemos con la culpa. Porque ese es un gran tema, otro dispositivo instalado. Ese concepto que “si te cuidás me cuidás a mí” es fuerte. Porque te están diciendo que tus decisiones -por más responsables y meditadas que sean- pueden joder al otro, entonces, ojo si te juntás con alguien, si te abrazás con alguien, si salís de tu encierro y silencio. El dispositivo de la culpa ha sido impuesto en ocasiones por la religión, o por los manipuladores afectivos, impuesto por el patriarcado, y es una de las cosas que nos detiene o nos impulsa. Depende de qué actitud tomemos. En este escenario actual, los protocolos tienen poder disuasorio. Operan contra la disidencia. Y disentir siempre tuvo un costo muy grande, en la historia, pero en este contexto del miedo y la pandemia, mucho peor.

 

El carnaval históricamente ha sido un espacio de disidencia.

Ha sido disidente y subversivo. Sé que cuando hablamos de subversión nos vienen imágenes terribles a la cabeza pero es una palabra hermosa que tiene que ver con cambiar el orden de las cosas, cambiar el orden instituido, por eso amo la subversión. Y si rastreamos la historia del carnaval, comprobamos que siempre se trató de eso. En el siglo XVIII la gente se vestía con ropas distintas a las suyas, de sus padres o familiares y eso estaba aceptado. La fiesta lúdica tenía que ver con el saqueo, la broma, la espontaneidad de la gente.

 

Nada que ver a este carnaval oficial actual que tiene mucho de empresa y negocios.

Bueno, en ese sentido nada que ver. Pero lo fundamental es que el carnaval es un derecho popular. Todes deberían probar alguna vez disfrazarse con otras ropas, cantar con otras personas sin que les importe si cantan “bien” o “mal” según los parámetros establecidos. Sin ese espacio, se pierde el goce del cuerpo, el contactar con bailar, el disfrute y ese goce de felicidad y libertad. Carnaval es arte, acceder a la cultura es un derecho humano y construir cultura también. No solamente consumir espectáculos de manera pasiva, sino que la participación es un derecho.

 

¿El paso del tiempo, el sistema y sus reglas nos van tornando más dóciles?

Absolutamente. Nacemos con nuestro propio ser y después nos formatean. De a poco nos borran lo que traíamos y nos preparan nuestro disco duro para que actuemos según las expectativas, siempre dóciles y nunca subversivos, jamás intentando alterar el orden establecido. Pasó también en la historia del carnaval. Lo organizaron y lo ordenaron con ciertas normas, con otras sensibilidades y en otras burbujas. Y eso fue cada vez más intenso hasta llegar a lo que tenemos hoy con una sensibilidad en la que vivimos un tiempo de tapabocas por donde se lo mire. Lo que sucede es que si vas acumulando y no hay posibilidad expresiva, eso será un problema importante porque después se romperán las burbujas. En este momento actual, más allá que el carnaval esté mercantilizado y alambrado, sigue cumpliendo un rol fundamental que es el de limpiar la herida, purgar, sacar hacia afuera lo que está mal y decir muchas cosas a través del humor, que es un aliado en los tiempos difíciles y de dolor. El humor te permite decir cosas zarpadas y te ayuda a transitar los períodos de dolor, a procesar y compartir. El humor permite quitar el bozal y denunciar.

 

¿Cómo siguen las denuncias de varones en carnaval? Te lo pregunto tanto a nivel judicial como en el propio sindicato y el medio.

Yo integro la Comisión de Género del Sucau y desde el inicio nos pusimos a disposición y a colaborar con la fiscalía en la causa. Eso es fundamental. Asimismo, establecimos un espacio de articulación con la Intendencia de Montevideo con acciones concretas a través del Punto Violeta, que es ese espacio de referencia atendido por mujeres murguistas. Desde allí tratamos de aportar con información y una declaración en la que manifestamos nuestra decisión de habitar espacios libres de violencia. Por tanto, seguimos trabajando en distintos planos, acompañando, informando, colaborando con la fiscalía, trabajando con el Departamento de Cultura de la IM, con la División de Igualdad de Género y Gestión de Eventos y Espectáculos. En relación a la justicia, sabemos que es muy lenta. En pocos días comenzarán las citaciones.

 

Se les cuestionaron mucho los escraches.

El método del escrache es cuestionable, sin lugar a dudas. No estoy de acuerdo con el punitivismo, eso seguro, y no voy contra las personas que puedan poner el cuerpo a eso. Yo no lo puedo poner. Creo que tiene que haber otras formas de construir que no sea la cancelación o el escrache únicamente, porque en realidad lo que hacemos exiliando esas masculinidades es lograr que miren para otro lado y que no suceda nada. Tiene que haber otros dispositivos y otras herramientas para trabajar con las masculinidades.

 

En cuanto a las masculinidades, debería existir algo más tangible que la congoja y el espanto, ¿no?

Claro que sí y sucede. Hay un grupo de varones que se viene juntando desde noviembre, a partir del surgimiento de varones en carnaval. Es un colectivo de varones del carnaval que se reúne sistemáticamente con dos psicólogos, trabajando masculinidades. Ahora los psicólogos le han recomendado la autogestión del grupo y han comenzado el proceso de llamado a talleristas, con debates sobre estos temas de masculinidades. Es un comienzo. Y está bueno que ellos mismos se cuestionen y se animen a decir que no a prácticas tremendas del camión,  la bañadera o la cotidiana. Que ellos mismos se planten frente a los machos y cuestionen el tocarle el culo a alguien y mil cosas más.

 

En relación a las denuncias sobre explotación sexual de niños, niñas y adolescentes y la Operación Océano, hemos visto el reiterado y persistente argumento de culpabilizar a las víctimas. ¿Qué reflexión te merece esto?

Es terrible. La comunidad patriarcal siempre intentará alegar que fue un error, que no sabían que era menor y que esas adolescentes son drogadictas y de malas costumbres. Por otro lado la justicia fue pensada por humanos varones. Las leyes fueron pensadas para regular el bien común. Pero, ¿el bien común de quién? ¿Para quiénes se crearon las primeras leyes? ¿En quiénes se estaba pensando? En esos varones. Pongo un caso que no es de acá pero sirve para comprender lo que digo. El Código Civil argentino -hace no tanto tiempo- tenía un horario para pegarle a la mujer en la casa y en relación al horario de la siesta. De tal hora a tal hora. Lo decía el Código Civil. Por eso insisto, ¿de qué estamos hablando cuando hablamos de justicia? De un acuerdo entre hombres acerca de qué cosas son penalizables y qué cosas no. La justicia es patriarcal. La comunidad tiene su sistema de valores, su sistema de creencias que ya sabemos es androcéntrico, misógino y la justicia actúa como lo hace. No debería sorprendernos.

 

¿En algunos medios se amplifica la voz de los explotadores y no de quienes defienden a las víctimas?

Totalmente. ¿Por qué no les dan más espacio y voz a los movimientos feministas? Si a vos te roban el auto nadie te pone bajo sospecha ni te preguntan si dejaste la puerta mal cerrada. Dicen “pobrecito, le robaron el auto”. Sos víctima. Ahora, con las denuncias de violación, explotación sexual o abuso, siempre preguntan cómo estaba vestida, qué habrá hecho para provocarlo o engañarlo. Culpabilizamos a las víctimas con sospechas, titulares, preguntas. Es terrible lo que está sucediendo con la Operación Océano, en Treinta y Tres, en el INAU y lo que pasa con todos los abusos y violaciones de niñas, niños y adolescentes. Es hora que nos moleste y rebele a todos y todas, no solamente a las mujeres. ¿Qué pasa con los varones que no salen indignados a gritar cuando conocen estos casos de violaciones o abuso de NNA?

 

¿El feminismo es sinónimo de ternura?

El feminismo viene a plantear la práctica de la no violencia, del amor, de la comprensión, de la ternura, de ver a la otra persona como producto de la misma circunstancia que fuiste vos y ver la realidad con otra mirada relacionada con la diversidad, con la celebración del otro, de la otra, con crear tribus y crear comunidad. Y eso se logra con amor y ternura.

 

No hablamos nada de Falta y Resto, de Raúl y Soledad Castro.

La Falta es mi familia y el flaco es un hermano. Es risa, pensamiento y amor. Es un subversivo ilimitado (risas). Sí, definitivamente, Raúl no tiene límites para soñar. Y Soledad es una compañera entrañable, una amiga que cuando pienso en ella me dan ganas de llorar. Mirá, se me eriza la piel.

 

¿Qué sentiste cuando escuchaste a José Morgade hablar de “las gurisas violaban a los chiquilines”?

Dolor, rabia, impotencia. Lo tomé como un resabio de otros tiempos pero también como algo que surge de gente que piensa así. No es solamente algo que viene del pasado lejano y oscuro, esa forma de ver convive con gente que piensa así ahora mismo en distintas generaciones. De todos modos, creo que hay una gran responsabilidad del canal, de los periodistas al permitir que esa persona siguiera hablando en esos términos y, obviamente, una gran irresponsabilidad de José Morgade al decir esas aberraciones, que promueven la cultura de la violación.

 

Ella así
Majo Hernández es rocanrol. Además es compositora, intérprete, educadora sexual egresada del Instituto de Formación Sexológica Integral (Sexur), Máster en Programación Neurolingüística del Instituto de Psicología y Socioterapia (Ipsso), tallerista de expresión musical y corporal, integrante de Falta y Resto y de la Comisión de Género del Sindicato Único de Carnavaleras y Carnavaleros del Uruguay (Sucau). Desde el año 1998 ha brindado cursos, seminarios, charlas y talleres de formación docente en Uruguay y la región sobre la música en la infancia, el rol del arte en la educación y los aprendizajes, infancia y creatividad. Ha coordinado talleres de educación popular a través de la música (murga, creación de espectáculos y canciones, coros, entre otros) en diferentes comunidades, barrios, centros de reclusión y hogares del INAU. Sus espectáculos para niñas y niños han contado con la participación de Jorge Galemire, Carlos Quintana, Juan Pablo Chapital y Gustavo Etchenique, entre otros.

 

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