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¿Por qué aumentan las masacres en Estados Unidos?

Por Rafael Bayce.

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Desde Caras y Caretas hemos sido los únicos en dedicar varias columnas a los fenómenos de violencia civil masiva, uno de los mayores problemas crecientes que la humanidad enfrenta en este siglo XXI, aunque la magnitud del problema ya había sido focalizada desde fines del siglo pasado.

Estados Unidos es, por lejos, el país donde se producen más matanzas civiles, no bélicas. Esto se ha acelerado particularmente desde 2011, ya que, tomado en conjunto el período 1982-2019, se ha producido una cada 172 días, pero, al afinar hasta 2011, es una cada 200 días, acelerando a una matanza cada 14 días desde 2011 a la fecha. La frecuencia, al analizar estos datos, muestra una multiplicación de más de 12 veces. Como se ve, la vanguardia norteamericana no se da solamente en medalleros deportivos, es particularmente tenebrosa en matanzas en establecimientos educativos y otros espacios públicos: de las 372 registradas en el mundo desde 1962, 346 sucedieron en Estados Unidos y solo 26 en el resto de los países del mundo. Esto quiere decir que los estadounidenses sufren 100 veces más violencia que los más violentos países del mundo que lo siguen en masacres escolares.

Hay abundante trabajo de recolección empírica sobre el fenómeno, aunque aún no existe suficiente reflexión teórica y académica. Han quedado claras, eso sí, ciertas cosas.

  1. La violencia proviene mayormente de la extrema derecha política interna y no desde militantes de extrema izquierda.
  2. También es mayor la proporción de terroristas internos que de terroristas vinculados a organizaciones internacionales, incluido el yihadismo islámico con una ínfima representación.
  3. Es comprobable un claro vínculo entre la ideología del neointegrismo religioso cristiano y las posiciones del supremacismo blanco, de los grupos de odio y del extremismo violento.
  4. Es también comprobable que palabras hipernacionalistas, xenófobas, racistas, supremacistas, pronunciadas por Donald Trump han sido usadas por los más recientes asesinos masivos para ‘justificar’ sus respectivas masacres: el tirador de El Paso manifestó que atacó a los ‘invasores mexicanos’, por ejemplo, como los llamó Trump en 2018 para apoyar su burda iniciativa del muro entre Estados Unidos y México.

 

Tapando el cielo con harneros

Como mecanismo de defensa frente a posibles razones que cuestionarían en profundidad el American way of life, el American dream y hasta el capitalismo y el neoliberalismo, se han argüido algunos disparates que circulan más o menos impunemente en internet y las redes sociales. Aprovecho a listarlos para luego proponer un conjunto de buenos elementos explicativos en sustitución de esos disparates.

Disparate uno. Una causa esgrimida desde la prensa estadounidense sería la ruptura de la familia tradicional. No se alcanza a ver por qué la crisis de la familia extendida y hasta de la nuclear conyugal bigeneracional llevaría a matanzas masivas internas. Las crisis de ambos tipos de familia se han producido en todos los contextos urbanos desde fines del siglo XIX, en todos los países urbanos occidentales, sin que las masacres se hayan producido en otros lugares con crisis familiares similares. Tampoco las masacres son comunes a los momentos más críticos de esa supuesta decadencia.

Disparate dos. Otra causa sería el matrimonio homosexual. Por más intencionalidad que haya en llevar aguas al molino neoconservador, la relación que pudiera haber entre el matrimonio homosexual y las matanzas de terrorismo civil interno no parece fácilmente hallable.

Disparate tres. Los videojuegos violentos serían propiciadores de las matanzas. No es un argumento totalmente disparatado, pero ya ha sido refutado científicamente en todas las oportunidades en que ha sido esgrimido como causal. Ocurrió algo similar en el pasado, en los años 50, con los contenidos violentos de las historietas (cómics de sangre, terror y Disney), poco después con los contenidos de los filmes populares con  superhéroes y villanos violentos, y desde fines del siglo XX hasta el presente, con la violencia de los juegos de pantallas que recrudece hoy con los videojuegos por internet. Ya se han ocupado los psicólogos y los psicólogos sociales de desmentir la causalidad de la violencia ficcional respecto de las tendencias violentas reales de los supuestamente afectados por la ficcional. La causalidad es la inversa: son los ya inclinados a la observación o ejecución de violencias los que prefieren esos contenidos en libros, revistas, filmes, videos, historietas y juegos.

En realidad, la acusación más seria contra superhéroes y policías seudoheroicos que ejercen violencia paralegal es que deslegitiman los procedimientos judiciales-legales de combate al crimen y a la injusticia y glorifican la violencia paralegal como sustituto más rápido y mejor de la lentitud y timoratez de justicia y leyes. A eso se suma que insensibilizan la violencia real al levantar los umbrales de violencia, al tiempo que normalizan la violencia al cotidianizarla.

No obstante, ya a fines del siglo XIX, Emile Durkheim había criticado la idea de la imitación como explicación de los aumentos criminales que había postulado Gabriel Tarde. A la propuesta de Tarde, Durkheim opuso la afirmación de que lo que se imita es el modus operandi de los crímenes exitosos, pero que es necesaria una previa propensión al delito para que se ejecuten de ese modo. Entonces, los crímenes reales no causarían más criminalidad, sino que sugerirían modus operandi a los ya inclinados al delito; no aumentarían la delincuencia, sino la concentración de los ya inclinados a usar medios exitosos y relativamente impunes de acción utilizados por otros anteriormente.

Disparate cuatro. La conducta de los atletas profesionales que se han opuesto a cantar el himno estadounidense porque las políticas de Estado no tratarían con igualdad a todos, en especial con discriminaciones raciales. Absurdo porque casi todos los ataques han provenido de aquellos a quienes los atletas críticos se oponen y no de los grupos a los que ellos podrían pertenecer. Ahora, si su conducta se considerara un exasperador del racismo, eso sí es posible, pero en este caso por culpa de aquellos criticados por dichos atletas y no por estos.

Disparate cinco. La influencia de la marihuana recreativa permitida en algunos estados de la unión. Otro gran absurdo, cuando está archiprobado que la marihuana no favorece la violencia ni la agresividad, sino que más bien la modera (quien firma esto propuso, medio en broma provocativa, una iniciativa de reparto de marihuana en los estadios para debilitar tendencias agresivas generalmente aumentadas por el alcohol y/o la cocaína y/o la pasta base). Como dato se puede agregar que la marihuana recreativa ha sido autorizada en muy pocos estados y no es en esos en los que se han producido la mayor cantidad de masacres.

Disparate seis. La salud mental. Es un argumento que podría tener su verosimilitud, pero psicólogos y psiquiatras han reaccionado varias veces indignados por la criminalización de la insalubridad mental que esa afirmación supone. Además, en países con tasas de salud mental semejantes no se han producido las masacres que ocurrieron en Estados Unidos ni tampoco ha habido aumentos de la insalubridad mental contemporáneos a la aceleración de masacres.

Las verdaderas razones están en otras partes. Ya las hemos mencionado en otros artículos, pero las resumimos brevemente, a cuenta de desarrollos ulteriores.

Razón uno. Accesibilidad al uso y apropiación de armas de fuego bélicas de velocidad de ataque masivo; Estados Unidos tiene 120, 5 armas cada 10 habitantes, líder mundial, solo seguido por el violento Yemen, con la mitad de las armas per cápita.

Razón dos. Deseos de venganza como reacción al bullying escolar o liceal, ahora exacerbado en calidad y cantidad por las redes sociales.

Razón tres. La distancia entre el sueño americano teórico o soñado-deseado y su inaccesibilidad real, además de los conflictos de los hijos de inmigrantes con su generación paterna y con la sociedad de recepción, problema criminógeno de deprivación relativa ya postulado por Durkheim, desarrollado por Merton y Parsons y actualizado por Agnew.

Razón cuatro. El deseo de fama y notoriedad mediática, hasta con superación de modelos de hazañas negativas; esto ha sucedido varias veces y es el único ámbito de validez de la teoría de la imitación de Tarde.

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