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Sociedad

Médicos negros de Brasil luchan contra el racismo

La escasez de médicos negros en el país con más población negra fuera de África es uno de los síntomas más visibles del racismo estructural de Brasil; desde hace unos años, los jóvenes estudiantes de medicina negros y los médicos recién formados cuentan con una herramienta para reivindicar su espacio y luchar contra las miradas prejuiciosas, el colectivo «Negrex». (Vía Sputnik)

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Una de sus fundadoras, Monique França, de 31 años y natural de Río de Janeiro, contó cómo surgió la idea: «Estábamos en un encuentro anual de estudiantes de medicina de todo el país en Belo Horizonte (sureste) y había como 400 personas, pero sólo éramos 12 negros… Sentimos que necesitábamos un espacio para tratar de cuestiones raciales en la medicina, de la salud de la población negra… tener un lugar de acogida».

Según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) de 2014, los negros y «pardos» (nomenclatura que se usa para definir a lo mestizos) son la mayoría de la población brasileña (53,6 por ciento), pero ese porcentaje no se traslada a la realidad cotidiana de las facultades de medicina y los hospitales.

La Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) concluyó en un estudio realizado en ese mismo año que apenas son negros el 17,6 por ciento de los profesionales de la medicina.

Monique confiesa que a día de hoy, en su trabajo como médica de familia en la ciudad de Valença (en el interior del estado de Río de Janeiro) aún nota las miradas de extrañeza o desconfianza de algunos pacientes cuando descubren que la doctora que les va a atender es negra.

Por ese y por otros muchos motivos nació Negrex (la letra «x» es un homenaje a Malcom X) que ahora tiene unos 500 miembros en todo el país y promueve encuentros periódicos, talleres y conferencias, teniendo como una de sus prioridades el trabajo de concienciación en escuelas públicas, donde los alumnos negros y de familias pobres son mayoría.

França pasó buena parte de su infancia en la favela Ciudad de Dios, en Río de Janeiro, en el seno de una familia humilde donde no había universitarios: lo tenía todo en contra para entrar en el cursos más disputados de Brasil, pero lo tenía claro desde pequeña y lo consiguió a base de esfuerzo, becas, y de una fuerte red de apoyo familiar.

No obstante, remarca que no quiere caer en el peligroso discurso de la «meritocracia», porque el esfuerzo no es igual para todos; estudiantes como ella tuvieron que esforzarse el triple, y cita recuerdos de sus tiempos de activista estudiantil; mientras colegas blancos se movilizaban para exigir al Gobierno mejoras en la financiación pública, algunos compañeros negros tenían urgencias más prosaicas, como conseguir pagar el pasaje de autobús para llegar a la facultad.

Monique estudió en la Universidad Estadual de Río de Janeiro (UERJ), una prestigiosa universidad pública que hace 15 años fue pionera en Brasil al aplicar el sistema de cuotas; reserva de plazas para estudiantes procedentes de las escuelas públicas, pobres, negros o indígenas.

Esta política, que se generalizó durante el Gobierno de la expresidenta Dilma Rousseff (2003-2011), cambió la cara de las universidades brasileñas y las hizo mucho más diversas, aunque aún hay mucho camino por recorrer: en 2003, la en la comunidad académica de la UERJ había un dos por ciento de negros, porcentaje que creció hasta el 12 por ciento el año pasado.

En todo Brasil, el porcentaje de negros con enseñanza superior concluida pasó, del dos por ciento en 1998, al seis por ciento en 2013, según datos del ministerio de Educación.

En los últimos meses, aliados del presidente Jair Bolsonaro, como el diputado Rodrigo Amorim (del oficialista PSL de Río de Janeiro) están presentando iniciativas legislativas para acabar con esta política afirmativa.

«Es algo estratégico, tienen miedo de que las personas sepan que tienen el potencial para ser lo que ellas quieran; las personas necesitan oportunidades y esas oportunidades tienen que ser públicas, pagamos impuestos para eso. Acabar con las cuotas y recortar la financiación es una estrategia para mantener la oligarquía», critica França.

Para esta joven médica, no hay duda de que una parte de la élite brasileña no está conforme con los nuevos espacios que pobres y negros conquistaron en los últimos años, aunque prefiere centrarse en los efectos positivos que la representatividad tiene en muchos de sus pacientes, poco acostumbrados a que les atienda alguien con su mismo tono de piel.

«Es bueno que vean que el interlocutor no representa una amenaza si se tratan determinados temas; no es que un blanco no lo pueda hacer, puede estudiar, prepararse… (…) Una vez una paciente, cuando acabó la consulta me dijo: «Estoy muy feliz de tener gente como nosotros ahí donde tú estás. Eso para mí fue la mejor cosa del mundo. Pensé, ok, es eso, valió la pena estudiar siete años de carrera». (Sputnik)

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