En los últimos 25 años se han producido en Estados Unidos una serie de ataques armados de intención masiva que han tenido mayor o menor éxito en su letalidad. En su mayoría muestran una tipología no vista en otra parte del mundo, a excepción de algunos ataques terroristas recientes en países europeos. Surgen dos grandes preguntas, casi obvias: ¿cuáles fueron las causas, explicaciones o motivos en cada uno de ellos?; ¿por qué principalmente ocurren en Estados Unidos? Para acercarse a una respuesta, veremos primero algunas categorías de ataques masivos más o menos comprendidos en sus causas y motivaciones. Uno: el radicalismo conservador sunita Durante la primera década del siglo XXI, y más que nada luego del 11 de setiembre de 2001 (si aceptamos la hipótesis del atentado y no la del autoatentado), los grupos que se han hecho responsables de los ataques fueron Al Qaeda o facciones nacionales alineadas con ellos. En esta segunda década, los grupos que se han hecho responsables o que podrían responsabilizarse por los ataques refieren al accionar del Estado Islámico o sus células dependientes. En ambos casos, se trata de fundamentalistas islámicos de la rama sunita, originaria y mayoritaria dentro del islam, radicalizada cuando la rama chiita comenzó a establecerse y a fijarse tendencialmente en algunos territorios nacionales (Irán, Líbano, Palestina) y cuando ciertas disidencias ideológicas y políticas empezaron también a ganar poder dentro de territorios nacionales. Por lo tanto, y pese a que la prensa internacional hegemónica hace mirar equivocadamente hacia los disidentes intraislámicos para identificar a los mayores peligros, es al interior de los mayoritariamente neoconservadores y ortodoxos sunitas, en su reacción contra los chiitas y baasistas, donde deberían buscarse los más probables agresores terroristas. En efecto, salafitas y wahabitas son dos doctrinas nuevas y neoconservadoras sunitas, nacidas en suelo saudita y de los emiratos árabes, que se reprodujeron en buena parte en las madrasas paquistaníes limítrofes con Afganistán. De estos grupos han emergido los mayores contingentes de prototerroristas y terroristas del siglo XXI. Podríamos sumarles, aunque no como activos atacantes globales, sino por afinidad ideológica, a los talibanes específicos de la realidad afgana. ¿Por qué la prensa globalmente hegemónica hace mirar equivocadamente hacia el chiismo y el baasismo, y no hacia el sunismo, en la búsqueda de identidades terroristas? Porque los países sunitas son aliados comerciales y geopolíticos de Estados Unidos y de Israel y de sus aliados globales. Y no sólo son fuertes aliados comerciales y geopolíticos, sino facilitadores de excusas más o menos consensuadas para que los países más poderosos de Occidente ejerzan su control social cotidiano, de los transportes, comunicaciones y transferencias financieras, con la excusa del combate al terrorismo como fin que justifica todos los medios. El miedo a estos actores permite bajar las exigencias populares de libertades, garantías y derechos con la utópica justificación del mejor combate al terrorismo, la criminalidad y el narcotráfico. Nada más funcional a esos neoconservadores y teológicamente fundamentalistas católicos, protestantes y judíos que Al Qaeda y el Ejército Islámico, que tuvieron, ambos, origen neoconservador sunita y fueron originalmente financiados y armados por Occidente y los árabes para enfrentar primero al comunismo (Afganistán e Irán), y luego al baasismo y al chiismo (Irán, Irak, Hezbollah en Líbano, Hamas en Palestina, Siria) en Medio Oriente y noreste de África. Al Qaeda fue inicialmente usado contra la URSS en Afganistán y Bin Laden fuertemente apoyado financiera y logísticamente hasta que con sus fatwas promovió la yihad del siglo XXI. El Estado Islámico continuó, actualizadamente, lo iniciado por Al Qaeda; es un neomiedo instalado globalmente cuando Al Qaeda perdió potencial atemorizador; entonces resultó políticamente conveniente ‘matar’ a Osama Bin Laden (pseudo triunfo simbólico vengador, además) y levantar el nuevo fantasma del Daesh, del ISIS o del Estado Islámico como chivo expiatorio y símbolo de condensación de los miedos funcionales a la dominación global (ya caerán y aparecerán otros que la gente seguirá deglutiendo con ganas). En toda la zona del Medio Oriente, el reclutamiento y el entrenamiento básicos los proporcionan Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, y sus campos de trabajo están concentrados en las madrasas paquistaníes limítrofes con Afganistán (financiación y localización saudí) y distribuidas a través de Medio Oriente y África oriental. Se suma un psicosocialmente sofisticado aparato de propaganda comunicacional teológico que apunta a reclutar a personalidades inseguras, frustradas, indecisas, resentidas y sembradoras de odio, que se añaden como soldados grupales o individuales -equivocadamente creídos como ‘lobos solitarios’-, en realidad fieles cumplidores de los fatwas religiosos de una yihad aggiornada que puede llevarse a cabo tanto en grupos comando como individualmente. Dos: los frustrados del sueño americano Una buena cantidad de hijos de inmigrantes, en Estados Unidos, ha roto traumáticamente con los suyos y con sus tradiciones ancestrales para apostar a un sueño americano que, luego frustrado, los ha dejado en situaciones de desesperación, lo que los lleva al odio y venganza por la doble pérdida. Harían mejor los estadounidenses en preocuparse más por esta variedad de protoatacantes, ya que existe en un stock mucho más abundante, extendido y difícil de detectar que las células o individuos subversivos islamizados. Son el más peligroso producto de las insuficiencias del american dream y del american way of life: frustrados, resentidos, envidiosos, llenos de odio y revancha-venganza por ser ‘perdedores’ en la feroz competencia por riqueza, poder y estatus. Estos pueden, en algunos casos, adquirir la motivación complementaria del castigo de infieles a partir de la prédica en mezquitas radicales o de la propaganda por internet. Son un ejemplo paradigmático de la fuerza de la causa criminógena más importante del mundo contemporáneo urbano: la deprivación relativa, mucho más que las carencias absolutas. Tres: los criminales de odio Estos frustrados de segunda generación, a veces adoctrinados, pueden enmascararse o confundirse con simples actores de ‘crímenes de odio’ (hate crimes): de género, de raza, de intolerancia a la diversidad sexual, de intolerancia moral religiosa o contra la mera tolerancia al relativismo cultural (piedra de toque de los fundamentalismos monoteístas). Las motivaciones de los ‘frustrados’ y de los actores de hate crimes pueden encontrar legitimación en las teologías fundamentalistas absorbibles localmente o a través internet. Si la prédica es neoconservadora católica, protestante o judía, puede dar origen a crímenes de odio; si es neoconservadora islámica, puede radicalizar a frustrados y también a criminales de odio. Ambas prédicas pueden alimentar la legitimación de la catarsis de los frustrados por el sueño y modo de vida americanos. En el caso de los terroristas fundamentalistas islámicos, los gérmenes y materia prima están adentro y afuera. Las medidas de Donald Trump sólo asumen, equivocadamente, para variar, que las matanzas vienen de islámicos inmigrantes. En el caso de los frustrados y de los criminales de odio, los gérmenes y materia prima son estadounidenses cien por ciento, sin chivo expiatorio creíble externo. Es lo que más debería preocuparlos, aunque antes deberían descubrirlos y reconocer sus motivos. Obviamente que sin las facilidades para la compra y tenencia de armas, y sin la baja del precio de las armas que no son de última generación, las anteriores motivaciones no podrían convertirse tan fácil y frecuentemente en masacres plurales. El caso Paddock Lo extraño en el caso de Stephen Paddock, el criminal de Las Vegas, es que no parece encajar -al conocerse los datos divulgados sobre el hecho y sobre su vida- en ninguno de los tres tipos de atacante masivo que se pueden construir para pensar estas tragedias tan específicamente estadounidenses. ¿Será simplemente un desequilibrado facilitado por el régimen de armas, algún nuevo tipo de atacante masivo made in USA o una versión mejor camuflada de alguna de las tres variedades descritas? De todos modos, nadie ha sembrado tanto como Estados Unidos, en la historia y en el presente, para producir cualquiera de los tres tipos de atacantes masivos. Con la absurda mantención por 250 años de la segunda enmienda, que tuvo sus motivos entonces, potencia decididamente lo que sembró y está cosechando crecientemente. Good luck.
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