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Denuncias contra varones del ámbito del carnaval llegaron a la Justicia

Nadie se hace cargo de nada

Decenas de varones del ámbito del carnaval están siendo expuestos por situaciones de acoso, abuso y violencia sexual en una cuenta de Instagram. Los escraches excedieron el ámbito digital y las historias fueron llevadas a la Justicia por el fiscal Jorge Díaz.

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Caras y Caretas Diario

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Un grupo de mujeres “hartas de la impunidad con la que se mueven los varones violentos del mundo del carnaval” creó una cuenta de Instagram para exponer situaciones de violencia vividas por mujeres y disidencias. Desde que empezaron han crecido de forma exponencial en seguidores; actualmente tienen casi 53.000. Ya han recibido amenazas y denuncias en sus redes.

Quienes participamos en carnaval sabemos que hay muchos varones abusadores. De hecho, están en todos los ámbitos, pero carnaval tiene la peculiaridad de generar idolatría (como el arte en general). Además, la supuesta familiaridad del carnaval permite la cercanía constante y sin ningún control o reparo; es normal para las adolescentes ir a ensayos, a tablados, a saludar cuando la murga se baja, a los clubes a festejar después del Teatro de Verano. Eso expone fácilmente a las mujeres a situaciones de violencia.

Que se sepa quiénes son los violentos solo empeora la situación, porque deja al descubierto lo anquilosadas que están las estructuras de poder y lo difícil que es cambiarlas. Más allá de las personas a las que se pueda señalar, la “cultura carnavalera” de bañadera, whisky y violencia está aceptada como parte del folklore de la tradición. Y las tradiciones no se tocan.

Desde las esferas jerárquicas de las instituciones que inciden en carnaval, no parece haber voluntad para transformar esta situación y los conjuntos no se muestran sensibles a perder “figuras” porque los hayan acusado de acoso, abuso o cualquier tipo de violencia. Es en este punto que la dificultad de probar esos hechos les juegue a favor: la nebulosa espesa de la duda, que se esgrime más por conveniencia que por un sentido estricto de justicia, permite la impunidad, permite seguir como si nada.

 

Escraches                                        

La pertinencia de los escraches siempre está en discusión y genera opiniones divergentes. Es un mecanismo punitivo que lleva a la esfera social una denuncia para que la gente se entere de algo que hizo y para que la persona acusada reciba un escarnio público.

El meollo del asunto es cómo reacciona la gente, lo que determina si el amparo lo tiene quien acusa o quien es acusado. Hay personas que esgrimen que las denuncias deben ser solamente judiciales y no por redes sociales; quienes dicen que está bien utilizar ambos mecanismos; quienes puntualizan que muchas veces son las víctimas las que quedan expuestas y quienes opinan que es arruinarle la vida a una persona por acusarla sin ninguna garantía.

Algunas figuras públicas de la región, como la psicoanalista Alexandra Kohan, aseguran que la “cultura del escrache” les da poder a las mujeres porque lo pueden utilizar como mecanismo de amenaza o ataque a un hombre. Si analizamos el caso de Uruguay, la mayor parte de los casos terminó con la adolescente que escrachó encarando una denuncia por injurias y el acusado libre y sin consecuencias (recordemos el caso de El Gucci).

Más allá de la postura individual sobre los escraches, se puede afirmar que su objetivo es generar alguna repercusión en la vida fuera de las redes. En este caso, la masividad de las denuncias (la cantidad, el número de personas señaladas y la enorme repercusión que tuvieron en redes) tuvo efectos políticos. Y ahí se vuelve innegable que, aunque discutible, el escrache es una herramienta que a veces funciona para quien la utiliza.

Los casos de acoso y abuso sexual son los más difíciles de probar. A nivel mundial, entre 90% y  99% de los casos de esta índole denunciados en la Justicia quedan en la nada por falta de pruebas, pero eso no significa que no haya pasado nada. En esa grieta de imposibilidad nace el escrache social como posibilidad para las víctimas, que se sienten desamparadas por la Justicia.

La presunción de inocencia es obligatoria en el ámbito formal, pero no para toda la sociedad. Quien quiera regirse por ella es libre de hacerlo, mas no es una moral que pueda forzarse sobre todas las personas, porque para que fuese obligatorio aceptarla, tendríamos que tener un sistema judicial perfecto que garantizara en todos los casos que el culpable va a ser procesado, pero, por lo difícil que es comprobar estas situaciones, eso no sucede. Si esta falta de pruebas jugara siempre a favor de quienes denuncian, el panorama sería diferente.

 

Repercusiones institucionales

El rápido crecimiento de la cuenta de Instagram ayudó a que el tema saliera de las redes, llegara a los medios cuando los directores de Carnaval de las Promesas respondieron a las acusaciones; de ahí a la Intendencia de Montevideo, a INAU y a la Justicia. Es un recorrido sorprendente para quienes militamos dentro del ámbito del carnaval.

Un elemento clave es que muchas denuncias son justamente de Carnaval de las Promesas, un espacio en que niños y niñas participan en conjuntos dirigidos por mayores, con jurado de mayores y gente que pone plata. Varias “figuras” de carnaval mayor participan de alguna forma en este carnaval para menores; cuando fueron señalados, explotó una olla a presión. Ante todo, es positivo ver que la sociedad no va a ser indiferente si se violenta a las infancias.

Como primera medida, la Intendencia de Montevideo anunció que Promesas no va a ser más un concurso y se limitará a ser un espacio en el que niños y niñas disfruten de experimentar lo que es carnaval.

Pablo Abdala, presidente de INAU, aseguró a la prensa que el organismo va a analizar la situación y podría revocar permisos de distintos conjuntos si encuentra motivos suficientes.

Lo más llamativo fue que el fiscal de Corte, Jorge Díaz, llevó material de la cuenta de Instagram para que esto se investigue de oficio. Es un hecho crucial: los relatos se toman como un puntapié, no se deslegitiman, no quedan en la esfera de las redes o del escrache social y pasan a ser material que puede ser utilizado en procesos formales. Frente a las típicas respuestas ante un escrache (que es mentira, que le quieren arruinar la vida a tal o cual, que solo quieren fama), esta respuesta del sistema es una señal importante.

Fiscalía habilitó la línea 091 507 531 de la Unidad de Víctimas y Testigos, atendida por técnicos de la institución, para recibir denuncias de abuso sexual en carnaval. “Nos hacemos cargo”, aseguró Díaz.

 

Acá nadie asume ni se hace cargo de nada

Hace años que las mujeres y disidencias militamos para que el carnaval sea un espacio libre de acoso y todo tipo de violencia, pero con la poca participación que tenemos en los conjuntos (sobre todo en carnaval mayor), se nota lo difícil que es, a priori, ingresar a esos lugares. Las mujeres que participan suelen estar en roles feminizados que son generalmente invisibles (no así el fruto de su trabajo) y muchas veces no pertenecen al colectivo del conjunto, sino que son contratadas para esa labor en particular.

Esto dificulta cualquier tipo de militancia. Incluso en Murga Joven, donde la paridad es un horizonte más cercano, la impunidad y la complicidad entre varones dificulta cualquier denuncia. Cualquiera puede entrar a algún conjunto y no hay protocolos para combatir la violencia dentro de ese espacio, entonces, ¿cómo echamos a los violentos y generamos espacios seguros? Porque no vamos a aceptar que esto es así y tenemos que bancarlo.

Es llamativo como, siendo algo tan conocido dentro del mundo del carnaval, no se supiera fuera”. La violencia está tan naturalizada que, incluso sabiendo más o menos todas de quiénes tenemos que cuidarnos dentro del ambiente, no notamos que la burbuja existe y es gruesa, porque la sorpresa general por los nombres que surgen ha sido enorme. Y ahí se convierte en un peligro para quienes consumen carnaval, sobre todo adolescentes que idolatran murgas y murguistas por sus discursos (aunque no coincidan casi nunca con su verdadero pensar), y no tienen redes de contención ni nadie que les diga que se cuiden de tal o cual.

Algunos de los acusados se apuraron a subir mensajes en sus redes sociales. Gerardo Dorado (el Alemán), Maximiliano Tuala y Fabricio Speranza están en esa lista. Sus mensajes siguen la misma estructura y lógica: aseguran que defienden la lucha de las mujeres, que saben que tienen poder por ser varones y dicen que, si hicieron sentir mal a alguien, piden disculpas. Mensajes que dejan gusto a poco. Ninguno asume que haya hecho algo; tampoco lo niegan, simplemente lo disfrazan en una oración condicional que pone el énfasis en cómo se sintió la persona, relativizan la maldad en la percepción y no en el hecho.

Camilo Fernández, que además de salir en murga es parte del programa radial La mesa de los galanes, dispuso de minutos al aire el lunes para decir lo triste y compungido que se siente. Jorge Piñeyrúa le mandó fuerzas y se pusieron a hablar de Luis Suárez.

 

Cuando pase el temblor

Ahora que los nombres salen a la luz, que algunos medios hacen notas sobre la respuesta de los directores de Carnaval de las Promesas, que las redes sociales arden con la situación, parece que la impunidad se va a caer, que carnaval va a ser un lugar hermoso y libre de violencia y que nunca más van a poder hacer nada porque no nos callamos más. Ojalá. Ojalá.

Es una señal positiva que estas acusaciones hayan trascendido y estén siendo tratadas en la Justicia, además de generar cambios en las instituciones que vehiculizan los distintos espacios de carnaval. Además, la repercusión social ha sido enorme.

Ahora el fuego está ardiendo fuerte, el tema está en boca de muchas personas, la gente está tuiteando incansablemente en apoyo a las jóvenes, pero la novedad se va a extinguir. Los medios se van a aburrir del tema y se va a ir de la agenda, ¿y entonces?

¿Qué va a pasar en carnaval? ¿Vamos a lograr que sea un espacio libre de violencia o vamos a seguir habitándolo como siempre, pero con más gente que sabe que esto sucede? ¿Alguien dejará de ir al tablado o de seguir a una murga por esto? ¿Nos tenemos que ir nosotras y dejarles campo libre para que el espacio sea solo de ellos con más impunidad que nunca? ¿Cómo podríamos garantizar que Carnaval de las Promesas sea un espacio libre de pedofilia y de todo tipo de violencia hacia chicos y chicas? ¿Cómo creamos redes de contención para quienes se animaron a denunciar y son amenazados por los abusadores?

Estas preguntas las venimos manejando hace tiempo, pero ahora estamos frente a una ventana de posibilidad. Ahora hay gente mirándonos, interesada por lo que sucede en carnaval. Ahora tenemos un foco encima, y algunas personas se están animando a hablar.

No se puede impedir que alguien participe en un conjunto de carnaval de forma legal, salvo en casos que involucren menores. Entonces, todo depende de la postura social que se tome frente a esto. Si pasa el temblor y de nuevo quedamos solas las mujeres que participamos o habitamos espacios relacionados al carnaval, ¿qué habrá cambiado? Es el momento de que pensemos acciones colectivas dirigidas a generar espacios libres de violencia, porque el abuso no va a desaparecer cuando deje de ser tendencia.

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