Nicaragua se transformó en centro de la noticia en la última semana a consecuencia de las masivas movilizaciones que tuvieron como centro a Managua, la capital, y varias ciudades del interior. La anunciada reforma del sistema de seguridad social, que elevaba los aportes de trabajadores y empresarios, fue el desencadenante. Para algunos se trata de la expresión de un malestar latente en la sociedad desde hace tiempo, para otros la puesta en marcha de un plan desestabilizador tendiente a derrocar al sandinismo en el poder. El análisis a la distancia permite ver elementos de ambos. Lo que comenzó como una protesta contra el aumento de las contribuciones a la seguridad social y la reducción de las pasividades para hacer frente a la crisis del instituto previsional, se transformó en un movimiento que exige la renuncia del presidente Daniel Ortega -uno de los dirigentes de la revolución popular que en 1979 derrocó a la familia Somoza- y de su esposa Rosario Murillo. Al estilo de las revoluciones de colores en las antiguas repúblicas soviéticas -Armenia, Georgia y Ucrania tal vez sean los casos más notorios- o de las “guarimbas” en Venezuela, comenzaron a aparecer en las calles de Managua armas caseras, manifestantes con máscaras antigás, incendios, balas y muertos. Y el reclamo de que se vaya el gobierno. La reforma fue derogada el domingo, pero las protestas continúan. Por esta razón miles de manifestantes en Managua y otras ciudades de Nicaragua pidieron la salida del presidente Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, a los que acusaron de represión y violación de los derechos humanos en sus 11 años al frente del país, según consigna el diario español El País. Acompaña la crónica con una producción fotográfica. “Que se vaya el dictador”, “Los muertos no dialogan”, “No te tenemos miedo” y “Daniel te queremos fuera”, se leía en algunas de las pancartas de la manifestación en Managua, la más multitudinaria que se recuerda en décadas en el país centroamericano, agrega. Tras el comienzo de las protestas y los choques entre grupos de manifestantes y la Policía, organizaciones humanitarias han cifrado en al menos 27 los muertos y en casi 500 los heridos. El gobierno, por su parte, informó de diez fallecidos. “¡No eran asesinos, eran estudiantes!”, era una de las consignas de los manifestantes, que acusan de la violencia desatada en las protestas a las fuerzas de choque del gobierno, conocidas como “turbas”, que, aseguran, actuaron con el apoyo de la Policía, dice El País. Justamente, los estudiantes de la Universidad Politécnica protagonizaron gran parte de los choques con las fuerzas del orden en la capital. Ortega justificó la reforma en la necesidad de rescatar el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS). Algunos medios de prensa y dirigentes opositores denunciaron la utilización de fondos de INSS para financiar proyectos de inversión de personas vinculadas al gobierno. Por su parte, las cámaras empresariales rechazaron la reforma que pretende recaudar US$ 250 millones: el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), la principal cámara empresarial, exigió al gobierno que respete la libertad de expresión y rechazó la represión contra los manifestantes. Como se ve, cosas que nada tienen que ver con la reforma propuesta, pero sí con elementos que pretenden golpear al gobierno y su credibilidad. Las actividades en las escuelas permanecen suspendidas “hasta nuevo aviso”. El presidente Daniel Ortega convocó al diálogo. Lo mismo hizo la vicepresidenta Rosario Murillo. “En nuestro país todos queremos seguir unidos por estabilidad, trabajo, paz y victorias”, aseguró Murillo. El llamado es rechazado por diversas organizaciones opositoras que reclaman ahora la dimisión del gobierno. Bastiones del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN, en el gobierno) también se han visto afectados por las movilizaciones, pero lo que más ha llamado la atención de los analistas, agrega la prensa internacional, es la participación de grupos de estudiantes de universidades públicas. EEUU, atento Mientras se suceden las manifestaciones, la Embajada de Estados Unidos en Managua ordenó la partida de los familiares de su personal diplomático. Por su parte, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, convocó a la moderación y se mostró preocupado por la muerte de civiles. Reclamó al gobierno de Managua garantizar la protección de los derechos humanos, en particular, el derecho de reunión pacífica y la libertad de expresión. Quien elevó una voz de alerta fue el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, que manifestó que la violencia generada en Nicaragua es una emboscada golpista contra del presidente Daniel Ortega. En declaraciones a la cadena Telesur, el mandatario dijo: “He estado en comunicación permanente con el presidente Daniel Ortega y con la vicepresidenta Rosario Murillo. Están enfrentando una emboscada violenta de grupos que lamentablemente le han hecho ya mucho daño, como les hicieron daño a los venezolanos, le están haciendo daño a Nicaragua. Violencia, incendios, balas, muertos. El gobierno de Nicaragua es un gobierno cristiano que quiere la paz, la armonía y estoy seguro de que la va a lograr”.
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