Por Álvaro Levin En un mundial donde la paridad es moneda corriente, Uruguay y Bélgica son las únicas selecciones que han llegado a la instancia de cuartos de final ganando los cuatro partidos disputados en el torneo. Las redes sociales permiten acercar todo lo que se está viviendo en los diferentes puntos de Uruguay, y la motivación y entusiasmo crece en las conversaciones que se pueden tener en aeropuertos, trenes, estaciones de ómnibus, bares rusos. Es que, a la distancia de Uruguay, desde el lugar de los hechos, ya sea Moscú, Nizhny o Samara, todo se vive distinto: la emoción y cercanía de amigos y familiares se cambia por los comentarios de los fanáticos y periodistas extranjeros, por las novedades del día a día de la selección, además de la locura por retirar entradas, reservar pasajes, alojamientos, conexiones, cambios de plata, decodificar el idioma ruso. Es sorprendente, y llena de orgullo, la insistencia que tiene la prensa extranjera en valorar a Uruguay como uno de los rivales más duros de enfrentar en la copa. Es que, una vez más, la mayoría de las selecciones preferiría no enfrentarse a Uruguay, y no es por miedo sino por respeto, ganado adentro de la cancha, mismo desde el recibimiento que tienen los jugadores cada vez que hacen una entrada en calor antes de los partidos. Un periodista israelí, después del partido vs Portugal, preguntaba en la zona mixta: “¿cómo hacen para hacer esto?, ¿qué tienen los uruguayos con el fútbol?”. Buena pregunta, de respuestas complejas. Tendríamos que hablar largo y tendido de la educación, la cultura, las costumbres. Ese intangible que habla de humildad, convencimiento, esfuerzos innegociables, que colocan a los jugadores uruguayos –super estrellas para el ambiente futbolístico marketinero- como cualquier laburante uruguayo. Esa victoria que ha construido Uruguay de la mano de Tabárez no dependerá del resultado que se consiga de aquí en adelante o en todo caso, se podrá multiplicar. Cuando uno responde a la pregunta “Where are you from”, al decir Uruguay, la sonrisa y calidez de los rusos, inclusive después del 3 a 0, es permanente. Generamos simpatía, no hay vuelta con eso. La cabeza en el piso de Nandez, las clases magistrales de Tabárez en las declaraciones, la sencillez y claridad en el trato a la prensa de los jugadores, el cebolla saliendo a la zona mixta escuchando cumbia altisonante, hacen de Uruguay un pedacito de mundo futbolero, que se quiere y conquista a propios y extraños. URUGUAY Para estos cuartos de final, la selección volvió al lugar de su concentración en Nizhny, en el Borsky Centre Sports. Tranquilo, relajado, el ambiente de este espacio permite conectarse con las fibras más uruguayas, lejos de la locura mediática del mundial. Muy similar el Complejo Celeste, en cuanto a utilidad de la instalaciones, sin grandes lujos. Allí la selección ha estado preparando estos días el partido contra Francia, con la dificultad de la lesión de Cavani. El resto del equipo probablemente no tendrá modificaciones, lo cual en el plano de las certezas promete intensidad en la mitad de la cancha y gran concentración para parar a los Griezman, Mbappé, Giroud. Es que, tal como demostraron contra Argentina, los franceses, si tienen espacios para el ataque rápido, son letales. En este punto no son muy diferentes a los portugueses. Hasta ahora, las fortalezas celestes se han vislumbrado en una gran tenacidad en la cobertura de espacios tanto en la línea defensiva como de volantes, propiciando salidas rápidas a partir del cambio de ritmo que proponen Torreira, Vecino y Nández. El otro punto a favor, sobre todo contra Rusia y Portugal, ha sido la contundencia en la culminación de jugadas ofensivas. Luis Suárez, que viene colocando goles también en las últimas conferencias de prensa, es una amenaza latente y constante durante los 90 minutos. Genera espacios con su sola presencia. Y por más que no ha estado fino en muchos momentos del torneo, su rendimiento ha ido mejorando a la par del equipo. Todavía tenemos en la retina la pelota que le puso a Cavani en el primer gol contra los portugueses. Será un partido durísimo, pero tal cómo comentan los periodistas franceses en los centros de prensa, para ellos es el rival más duro que les ha tocado enfrentar hasta ahora en el torneo. El estadio en el que se jugará el partido es una de los más lindos del torneo. Enclavado en el cruce de los ríos Oka y Volga, se divisa desde lejos como una obra arquitectónica calvada en medio del agua. LOS SUDAMERICANOS Dos selecciones sudamericanas ingresaron en el cuadro de las ocho mejores del campeonato, siendo el resto 75% selecciones del continente europeo. Brasil, sin florearse ni mucho menos, ha mostrado ser efectiva y en base a esa contundencia, con algunos titubeos al principio, tendrá una durísima prueba frente a Bélgica, que logró dar vuelta un partidazo frente a Japón. Un punto aparte, lo que pasó con los demás sudamericanos. Perú, que se calcula que tuvo cerca de 40 mil fanáticos asistiendo en Rusia, ligó bastante poco, en un grupo muy complicado. Todavía se estará lamentando Christian Cueva –y Farfán que no quiso patearlo- del penal en el primer partido contra Dinamarca. Tal vez mereció mejor resultados. Colombia, que estuvo muy cerca de clasificarse a cuartos, tuvo una reacción muy buena en los últimos minutos frente a la poderosa Inglaterra. Habiendo clasificado primera en su grupo, los cafeteros padecieron la lesión de James Rodríguez y tuvieron en la cabeza de Yerry Mina la carta de gol. Pekerman, que le dio esa impronta fuerte en cuidar y privilegiar los aspectos defensivos del juego, podrá decir “dejamos todo”, tal como el propio Mina, que terminó jugando lesionado el alargue frente a los ingleses. Argentina, con sus desastres organizativos y con gran parte de la prensa farandulera que poco ayudan a su selección en crear un ambiente tranquilo y relajado, se cayó ante una Francia que no te perdona. Aunque tengas al mejor del mundo, el entorno es importante, y al equipo de Sampaoli esto le jugó muy en contra. Padeció las eliminatorias, y también el Mundial. Cualquier parecido con la realidad de la selección uruguaya pre Tabárez es pura coincidencia. SORPRESAS MUNDIALISTAS Alemania, la siempre contundente y poderosa, vivió en Rusia 2018 la posibilidad de conocer derrotas y frustraciones fuertes. El golazo de Toni Kroos contra Suecia en los descuentos hizo presagiar que la frase de Lineker -“el fútbol es un juego de once contra once, donde siempre gana Alemania”- quedaría inalterable. Pero una vez, el fútbol demostró que es un juego y la lógica a veces se posterga. ¿Quién podía decir que Corea del Sur les ganaría en la fase de grupo dejándolos sin mundial? Vueltas del fútbol y la vida, los periodistas brasileños festejaban cómo locos en el centro de prensa del Spartak de Moscú, a horas del partido contra Serbia. Por un lado no los enfrentarían en un posible cruce de octavos, y segundo aliviarían un poco la pena del 7 a 1 en Brasil 2014. España, la del tiqui tiqui intratable, conoció lo que es enfrentarse a una Rusia y su gente. En la Fan Fest de Sochi, los rusos no podían creeer lo que estaban viviendo: el bigote de Cherchesov inundaba las pantallas y los rusos se abrazaban, gritaban, y le daban rienda suelta al vodka. Lejos quedaron las primeras sensaciones en las que a los rusos nos los movía ni conmovía el mundial. El apoyo de la gente los ha metido como un rival duro para los croatas en cuartos de final. También los españoles padecieron las consecuencias de su entorno, cambiando de entrenador a horas de debutar en el mundial. Ahora, que se cayó el líder de la posesión de la pelota, el mundo futbolero vuelve a colocar el foco en la verticalidad del juego. Por el otro lado de la estantería de sorpresas, los suecos y croatas han demostrado estar en un gran momento, y pueden catalogarse como las revelaciones del campeonato hasta el momento. No les sobró nada en su pasaje por octavos de final, y ahora deberán enfrentar a Inglaterra y Rusia respectivamente. Los ingleses han demostrado con el goleador del torneo, tener un poderío fuerte con Harry Keane a la cabeza (6 goles). Por su parte los croatas, que pasaron raspando en la definición contra Dinamarca, parecen enfrentar al rival más débil de estos cuartos de final. Modric y compañía podrían colocarse entre los 4 mejores del torneo sin grandes dificultades. Nizhny Se percibe que la ciudad se preparó para el mundial. Ya de pique, el aeropuerto se acondicionó especialmente para que sea cómodo: puffs, internet free –sin tener que logearte, una rareza!-, y gran cantidad de voluntarios, conforman las primeras impresiones. De 1932 a 1990 la ciudad se llamaba Máximo Gorki, escritor y político del movimiento revolucionario. Lo homenajearon en vida, poniéndole el nombre a la ciudad cuando él tenía 64 años, cuatro años antes de que falleciera. La caída del socialismo real se llevó puesto su nombre, pero su espíritu y referencia sigue presente por todos lados: plazas, bibliotecas, boliches, calles. De hecho, en la parte más histórica de la ciudad, pegadito al Kremlin y con vistas al río Volga, uno encuentra referencias en cada esquina. De calles amplias, mucho verde (árboles, plazas), la arquitectura alterna construcciones típicas de la época soviética –utilitarias, rectangulares- con algunas herencias, mucho más ambiciosas, llamativas y tradicionales de la época de los zares. La temperatura es buena para el juego de Uruguay – en comparación con las sedes de Ekaterimburgo, Sochi o Rostov- ya que alterna entre los 16 y 26ºC. El tránsito, como viene pasando por lo general, es bastante ágil –los rusos manejan muy rápido- y se convierte en peligroso por momentos. Una particularidad que tiene esta ciudad es que es muy difícil que los taxis acepten tomar viajes en la calle; solamente por teléfono o aplicación se consigue uno. ¿Raro? Sin dudas.
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