No soy quién para ponerme a opinar acerca del nuevo Código del Proceso Penal (CPP) que se ha puesto en marcha el primero de este mes luego de interminables postergaciones para retocarlo. En la medida en que abrevie el tiempo en que una persona pase procesada antes de tener sentencia, lo considero un gran avance. El doctor Líber Mandressi, detenido durante el “300 Carlos” en el año 75, y encarcelado desde entonces con una acusación menor que no justificaba una pena de más de 24 meses, se comió cinco años en el penal porque su expediente “estaba demorado”. Demostrando una ignorancia supina en materia procesal, con todos los detenidos de esa razzia formaron un único expediente. Le llamaban “El libro gordo de Petete” y ningún juez la metía mano ya que, según dicen (ni yo ni ningún detenido por la dictadura pudo alguna vez ver su expediente), medía una vez y media la altura de una persona. Algún atrevido jurista, pasados los cinco años de tal disparate, tuvo la brillante idea de desglosarlo y empezaron las excarcelaciones de los sobrecumplidos. Creo que el ejemplo no es muy bueno, ya que la Justicia ordinaria, con todas sus dificultades y penurias, era y es mil veces más eficiente que la militar de la dictadura. Bueno, debemos reconocer que ahora en democracia las cosas marchan rápido; luego de 33 años de restablecido el orden constitucional, ¡por fin! parece que se han constituido los tribunales de honor que deberán pronunciarse acerca de los militares procesados por graves delitos en contra de los derechos humanos. Deberán o deberían: no tienen plazo y pueden llegar a desintegrarse antes de su pronunciamiento. En fin, creo que esta demora es una de las causas por las cuales el honor del conjunto de los militares está en cuestión por aquello de que “quien encubre es tanto o más culpable”. Una última con el “caso Mandressi”: cuando la señora logró hablar con el “abogado defensor”, militar él, se llevó una desilusión. Resulta que el “defensor” le dijo que el caso era grave y agregó como explicación: “Señora, fíjese, se llama Líber”. Y agregó ante el desconcierto de su interlocutora: “Fíjese: Líber Arce, Líber Seregni, Líber Mandressi…”. ¡Una cosa bárbara, en el sentido llano de la palabra, la Justicia militar! Pero lo que -sin opinar sobre el conjunto- no me gusta del nuevo CPP es ese asunto de que fiscal y abogado defensor puedan negociar la pena. Negociar si habrá o no acusación y por cuánto de indemnización o prisión se arregla el asunto. De aquí en adelante creo que ningún rico irá preso. Ya me he expresado varias veces contra la admisión del “testigo arrepentido” en arreglo privado entre juez, fiscal y reo. En nuestros vecinos y en casos notorios ha terminado por ser una especie de “buchoneo dirigido y premiado”. Las acusaciones van saliendo a la medida y son como los misiles intercontinentales. Teledirigidos. A este sí, a este no, a aquel otro vamos a esperar y cosas así. Eso no es justicia, es utilización espuria del poder sancionatorio que se le otorga a esa “justicia” que no merece la mayúscula. Bueno, aquí, en casa, ¿conocen algún caso, salvo el buchoneo de Figueredo? Que yo sepa, que se haya hecho público, no se ha usado más que en ese caso. “Cualquier reo con tarjeta hoy la va de gran señor”, cantaba Carlitos, y yo parodio: cualquier rico con abogado propio y pesos disponibles la va a sacar mucho más barata. Es que el inglés no sólo se viene imponiendo como lenguaje universal, también se viene imponiendo el criterio anglosajón de que los delitos son cuestión entre víctima y victimario. Desplazando al concepto romano de que los delitos son, primero y antes que nada, ofensas a la sociedad. Así que, si entre víctima y victimario hay arreglo, ¡asunto terminado! Eso sí, tengan ojo. En este país donde el delito está organizado en bandas y el sicariato se ha vuelto común, puede ser que no siempre se arregle por pesos. ¿Recuerdan aquella pobre y valiente mujer que asesinaron por haber testimoniado? O plato o bala; hay dos formas de “arreglar” y no sé cuál es la peor. Pero, principio quieren las cosas. Como dicen: “Para ver si un hombre es rengo, hay que verlo caminar” y para ver si este nuevo CPP es mejor o peor, habrá que verlo en marcha. Otra cosa que no me gusta, y de esta estoy seguro de que no me gustará así pasen cien años, es el pronunciamiento de la Organización Internacional del Trabajo que (OIT) apoyan el reclamo de los patrones en contra de la legislación nacional y la interpretación de que las ocupaciones son una extensión del derecho de huelga. Vayamos por partes. ¿Qué es la OIT? Cuando la dictadura, en un momento muy especial de la correlación de fuerzas a nivel mundial entre las democracias y el autoritarismo, se le negó representatividad a la delegación que en nombre de los trabajadores había enviado la dictadura y se reconoció como legítima la enviada por el PIT, asistida por compañeros del coordinador de la CNT en el exilio, que nunca pretendió ser la “Dirección” de los trabajadores en Uruguay, sino la auxiliar de quienes luchaban aquí. ¡Muy bien! Nos reconoció como la legítima representación y desde entonces hemos tenido una sobrevaloración de este organismo en el cual el balance entre izquierdas y derechas en el mundo juega. No tuvimos suficientemente en cuenta, creo, que en ese reconocimiento pesaba tanto la cantidad de representantes de gobiernos progresistas, fundamentalmente en los países escandinavos, cuanto nuestra lucha. Quienes nos iban a representar estaban dando cara por 15 días de huelga general cuando el golpe de Estado; por la reafiliación del 73; por innumerables actos de resistencia en todo el país; por la lucha por el 1º de Mayo, por el “no” del 80 y por el 1º de Mayo del 83. ¿Eran o no los representantes auténticos de los trabajadores uruguayos? Me detengo aquí, pero miles de hechos, grandes, chicos y medianos sostenían esa representación y con el apoyo de los gobiernos progresistas del mundo y el silencio de los patrones que no se querían quemar defendiendo la indefendible, ocupamos el lugar que nos correspondía. Pero en este organismo, más antiguo que las propias Naciones Unidas, se sientan patrones y gobiernos y hoy vivimos en otra época. En los 80, la globalización, el predominio del capital financiero, la “revolución conservadora”, que encabezaron Ronald Reagan y Margaret Thatcher, recién estaban creciendo. Hoy en día es una realidad mundial detrás de la cual se alinean casi todos. Y a los que no marcan el paso… ¡los marcan! Los marcan, los aíslan, boicotean y promueven su caída. Es lógico que la “queja” de nuestros patrones haya encontrado eco. Sin siquiera incluir la respuesta del Pit-Cnt, se han pronunciado apoyando el reclamo patronal. Según el informe, la ocupación no es extensión del derecho de huelga y, en caso de producirse, se debería permitir el ingreso de los patrones y de los carneros al local ocupado. Algo demencial, como señalara gráficamente Fernando Pereira. Sería más o menos tan loco como juntar a las hinchadas de Nacional y Peñarol en la Ámsterdam en un clásico. Empecemos por reconocer que en algunos casos se ha utilizado la ocupación como primera y única medida de lucha y esto la viene desprestigiando. Pero siempre hubo claras mayorías a favor de las medidas de lucha. Esta queja y este pronunciamiento encubren el deseo de liquidar al movimiento sindical como se hizo en los años 20 en Estados Unidos. Alquilando pandillas que hicieran las veces de trabajadores arrepentidos de la lucha que querían trabajar. Fue famosa en esa tarea de alquilar “pandilleros” la agencia Pinkerton. En ella trabajó el más grande de la novela negra yanqui, Dashiel Hammett, y el que no leyó Cosecha sangrienta debería hacerlo. Las pandillas de carneros alquilados y la “prohibición” fueron la matriz del gangsterismo en Estados Unidos. ¡No podemos dejar pasar este atentado! Porque, detrás de este primer triunfo reaccionario, viene lo otro: la queja incluye el rechazo patronal a los Consejos de Salarios. Reniegan de la constitución tripartita quejándose de que la intervención estatal favorece a los trabajadores. Cuestión que los números que ha dado el ministro Ernesto Murro desmienten, pero una mentira repetida cien veces se transforma en verdad. Lo dijo Randolph Herst, lo repitió y aplicó Goebbels y Trump ha perfeccionado la técnica. Es el inventor de la “posverdad”. No importa si es cierto o no, lo que importa es que “a él le parece”. Desde el restablecimiento del orden constitucional, este es el desafío más grande y peligroso que el movimiento sindical ha enfrentado y no caben caminos intermedios. Si nuestro gobierno se achica y se agacha ante el informe de la OIT y ante la presión de las patronales, ¡dejará de ser “nuestro gobierno”! ¿Quedó claro? Me importa un belín el petróleo, UPM, las tarjetas corporativas, el CPP y tutti cuanti. Estás de un lado o estás del otro y en este asunto no caben dudas. Si vamos a una lucha por nuestra supervivencia, no caben las acciones por la libre. Es tan indisciplinado el que retrocede acobardado como aquel que se adelanta, lleno de coraje y compromete el enfrentamiento organizado, planificado y disciplinado. ¿Lo tenemos claro, compañeros? Miren que nos va la vida.
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