La exposición de la ministra Carolina Cosse en el marco del Foro Económico Internacional de San Petersburgo dejó clara la intención de Uruguay de convertirse en una plataforma de desarrollo de emprendimientos de alta tecnología. Las condiciones de infraestructura, gracias a las tan cuestionadas políticas de inversiones del Estado en los últimos años, sobre todo en las telecomunicaciones, son inigualables para el resto de los países de América Latina. Uruguay tiene una penetración de la fibra óptica que llega a 50% de los hogares y más de 75% accede a conexión de banda ancha. Además, el país ha construido mediante la empresa de comunicación del Estado un data center nivel 3 certificado por el diseño, la construcción y la operación, con una capacidad para 1.000 racks y 40.000 servidores, y se apresta a recibir en julio un cable submarino de 12.000 kilómetros, construido junto a Google, que conecta nuestro país con Estados Unidos y nos permitirá ser proveedores de banda ancha a Brasil, porque la empresa estatal es, en parte, dueña del cable central y sus ramificaciones y de las dynamic stations que se encuentran en el país norteño. Es tan abrumadora la capacidad instalada que prácticamente no hay techo para la conectividad de alta velocidad que va a acceder el país y que ya llega a casi 100% de las instituciones educativas y a más de la mitad de los hogares. Este desarrollo de capacidades hace que el país sea la plaza más apropiada para la instalación de servidores en toda la región, superando a Brasil y Argentina, y el mejor sitio para un proveedor de cualquier tipo de aplicaciones. La frase de la ministra en el foro resume este objetivo: “Uruguay le dice al mundo: si van a instalar cuestiones de tecnología para América Latina, Uruguay es el lugar, porque tenemos la infraestructura, la conexión y la gente”. Algunos días después, la ministra Cosse expuso en las Jornadas de Informática de Actualización Profesional de Uruguay y remarcó que para afrontar el desafío propuesto por las nuevas capacidades instaladas y por la posibilidad de desarrollo de emprendimientos de base tecnológica, hay que estudiar tecnologías, porque “la inteligencia artificial, la robótica, la electrónica y el software son el futuro y la nueva forma de producir”, y Uruguay en los últimos diez años generó las condiciones infraestructurales y procesó el cambio de matriz energética que posibilita este propósito. A este enorme desarrollo de la infraestructura y al resto de las capacidades nacionales soberanas que se han producido en los últimos diez años, todavía no se les presta toda la atención que merecen en el debate público, habitualmente enfocado en cuestiones de mucho menor importancia estratégica, pero no por ello pueden ser ignoradas por la izquierda y, todavía menos, por aquellos dentro de la izquierda que apuestan a un proyecto nacional cuya economía no se base exclusivamente en bienes primarios, sobre los cuales, por cierto, también se ha venido aplicando tecnología y se ha agregado valor. Debe añadirse el esfuerzo nacional que se ha hecho por permitir que todos los niños y adolescentes accedan a una computadora portátil, en el marco del Plan Ceibal, cuyo impacto en la vida de los escolares y liceales, e incluso de las familias, ha sido impresionante, a juzgar por los números que proporciona Miguel Brechner a quien se los solicite. El camino productivo y tecnológico que promueve la ministra Cosse es interesantísimo. Evidentemente imagina un Uruguay futuro muy distinto a lo que Uruguay ha sido a lo largo de su historia, y ello implica, si pretende concretarse, un esfuerzo mayor en el ámbito de la educación y, posiblemente, hasta un cambio cultural. También se desprende de sus palabras que las enormes inversiones que se desplegaron para llevar la fibra óptica a los hogares, a las instituciones, para cambiar la matriz energética, para construir el data center o para levantar el Antel Arena, lejos están de poder ser consideras inversiones destempladas, derroches, o gastos excesivos enmarcados en campañas electorales. Sin duda, han sido enormes aciertos que hoy nos permiten presentarnos al mundo como algo más que un país pacífico, democrático, que cumple reglas, que tiene un campo privilegiado y un sistema financiero que, cuando quiere, te esconde la plata. Ahora somos un país capaz de posicionarse en el tope en las capacidades instaladas para las telecomunicaciones, con una infraestructura envidiable y, sobre todas las cosas, soberanas. Porque nada de esto habría sido posible si los blancos y los colorados hubiesen privatizado Antel y el resto de las empresas públicas. Hoy la posibilidad de un país de alta tecnología y productivo para el beneficio de todos es real. De otro modo, lo high-tech habría sido para el disfrute hedonista de los sectores medio-altos y altos y sin ninguna repercusión en una estrategia de desarrollo nacional.
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