Por Alfredo Percovich
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«No sabía que era menor», fue una campaña de altísimo impacto comunicacional que apuntó directo al doble discurso cínico y condescendiente, típicamente patriarcal que lo justifica todo. Por estos días, y aunque parezca increíble, los explotadores insisten en apelar a esa coartada que se parece mucho a una confesión de parte.
Cuando se habla de explotación -salvo casos puntuales-, se suele apuntar primero a las víctimas, en ocasiones consideradas las únicas responsables («les gusta la plata fácil», «son unas atorrantas»), y luego -bastante luego- a las grandes redes criminales internacionales. Sin embargo, es poco frecuente que se tenga en cuenta a los miles de explotadores locales que alquilan niñas, niños o adolescentes por un rato de satisfacción de sus instintos. Desde el periodismo también se suele colocar el énfasis narrativo en las víctimas y casi nunca en los explotadores, salvo en casos notorios, en los que como sociedad descargamos indignados nuestra moral selectiva. Porque se trata de ellos. Nunca jamás nosotros.
Por estas horas, la operación «Océano» dejó al descubierto una red de explotación sexual que implica, hasta el momento, a un exjuez, un diputado suplente y profesor de Física de un colegio privado, un abogado y docente universitario de Derecho, un arquitecto y un productor de eventos. De acuerdo a la acusación de la fiscal de Delitos Sexuales, Darviña Viera, se trata de una situación «de grave vulneración de los derechos de una adolescente al extremo tal de que se la toma por los encausados como una mercancía, como un objeto del cual, de distintas formas, cada uno de los adultos imputados extrajo de forma ilegítima beneficios para su propio provecho”. La investigación continúa.
La mirada en perspectiva
Luis Purtscher es el presidente del Comité Nacional para la Erradicación de la Explotación Sexual Comercial y No Comercial de la Niñez y la Adolescencia (Conapees). De lejos, Luis parece un hombre común. Cocina cazuelas y guisos, escucha a Mateo con devoción, estudia y lee todo lo que puede, prepara con esmero sus clases, perdió el rastro de libros prestados, charla y ríe con sus hijas, se jacta de ser buen asador y en sus ratos libres toca la guitarra y canta Darnauchans. De lejos, Luis parece un hombre con un trabajo normal. Sin embargo, casi a diario y siempre junto a otras profesionales, tiene que hurgar en las cloacas de la condición humana. Allí, entre otras cosas, aprendió que casi siempre las víctimas son sospechosas sociales de coautoría de su propia explotación. Que los casos notorios son eso, apenas casos, y que, en realidad, la sociedad está llena de explotadores que alquilan niñas, niños o adolescentes por un rato. Hay casos espantosos que impactan y despiertan la inmediata indignación de muchos de nosotros. Mientras tanto, el silencio social y mediático cubre, tapa e invisibiliza a la inmensa mayoría de los otros explotadores.
Purtscher explicó que el trabajo que realiza en la actualidad recorre diversos niveles, contribuyendo a dar contenidos y forma a una política pública en el tema, que se expresa en el diseño y seguimiento del Plan Nacional de Erradicación de la Explotación Sexual de Niños y Adolescentes, el diseño de dispositivos de atención, campañas, capacitaciones y la tarea con los equipos itinerantes de Gurises Unidos y El Paso, junto al dispositivo de atención directa, Travesía, en la construcción de herramientas que permitan la sistematización de la información, el registro e investigación sobre las continuidades y cambios que adopta el problema.
¿Cuáles son los puntos en común de la explotación sexual con la trata?
Por un lado la explotación sexual comercial aparece en general como un antecedente en casi la totalidad de las personas tratadas. Es muy difícil observar situaciones de trata que hayan surgido sin experiencias previas de distintas violencias, en una suerte de continuo que acompaña todo su trayecto vivencial. La violencia psíquica y física en la infancia, el abuso, la explotación sexual en la infancia y la adolescencia y ser víctima de trata sexual y laboral, nacional o internacional en la adultez, es un camino predeterminado para muchas personas que vivencian el despojo sistemático de su calidad de sujetos, su estado de bios, en el que se las construye desnudas de derechos .
Las historias, las condiciones y los agentes involucrados se repiten tantas veces que solamente a partir de la inocencia o la intencionalidad de ocultamiento, pueden reconstruirse como relatos individuales. Es un problema social, no un es hecho desgraciado que le aconteció por un mal azar a alguna mujer, a algún adolescente de esos que siempre son ‘las otras y los otros’. Nos acontece desde el pasado, también en el aquí y ahora, todo el tiempo, atado a causalidades sistémicas de la estructura económica, social, cultural y al accionar de diversos actores que se definen por sus prácticas o por el no hacer. Entonces, si sos parte de los sectores más vulnerables de la población, si sos violentado de diversas formas durante tu infancia y tu adolescencia, es muy posible que al llegar a tu edad adulta, tus posibilidades de autonomía se encuentren seriamente comprometidas y seas objeto de algún tipo de explotación y posiblemente de las peores formas posibles.
Hablemos de las particularidades de la realidad uruguaya.
La trata posee dos grandes tipos, la trata nacional y la internacional. Los fenómenos de trata interna no están necesariamente bien identificados y tienen que ver con los procesos que sufren las adolescentes como una forma de preparación para la explotación. Este proceso implica la mayoría de las veces el traslado por diversos puntos del país a partir de la coordinación entre los proxenetas y los empresarios del mercado del sexo, el inicio en las formas más pesadas de consumo y dependencia, el enamoramiento o la violencia directa y todas aquellas prácticas que aporten a la destrucción sistemática de su calidad de sujeto, hasta volverlas una cosa. Convertirlas en mercancía. En el caso de las mujeres adultas, la reglamentación de la prostitución cubre de apariencia legal prácticas violatorias de derechos en las condiciones del trabajo sexual y en múltiples casos, situaciones de trata interna y externa.
En Uruguay la trata de personas tiene cara de migrante y si bien los sectores vulnerables son más amplios, ser mujer, pobre, migrante, negra y joven te posiciona en una situación de altísima fragilidad.
El servicio de atención a víctimas de trata es un convenio entre Inmujeres y la Asociación Civil El Paso, ha atendido a más de 500 mujeres desde el año 2010 a la fecha y se han rediseñado debido a la demanda masiva que surge de las nuevas olas migratorias, principalmente mujeres dominicanas, cubanas y de la región, que se aproximan al servicio por situaciones de trata con fines de explotación sexual.
¿Las jovencitas que faltan de sus hogares y vemos sus fotos en redes sociales se consideran como posibles casos de trata?
Ya se ha comprobado que alguna estas desapariciones -aunque sea por algunos días- tiene que ver con la intención de explotar a las adolescentes fuera del país (NdR: Operación «Old Green») y que son sacadas por la fuerza o por engaños hacia el lugar de explotación, y eso se da en mayor medida -pero no exclusivamente- en los departamentos de frontera, húmeda y seca. En todo caso son realidades en construcción. Creo que desde hace mucho tiempo se rompió el mito principal, que en Uruguay la trata de personas no existía. Somos país de origen, tránsito y destino y eso lo sabe el mundo. Y a nivel de explotación sexual comercial, tenemos números que tienen que ver también con la calidad de los registros e investigaciones que fuimos construyendo a lo largo de toda la historia de esta institucionalidad creada para abordar el fenómeno, hace 14 años. Pasamos de contabilizar 11 casos en 2007 a 330 en 2018 y 250 en 2019.
¿La lupa se coloca casi siempre en las víctima salvo en casos puntuales y notorios?
Sí, en general el problema ha tenido una percepción a partir de lo que se conoce como la mirada sobre la víctima. Estamos centrando todo el proceso de explotación en la víctima, cuántas son, qué edades tienen, de qué barrio, y no miramos la complejidad del fenómeno viendo qué papel juegan los que enganchan, los que explotan, si existen o no redes, si los explotadores son la familia y, sobre todo, el gran desaparecido, que es el colectivo de hombres que perpetran y perpetúan la explotación, la gran masa de explotadores, es decir, tipos que pagan por actos sexuales con jovencitas, que son cientos, miles. Un explotador no es un ‘monstruo’ que vive en una cueva, es un sujeto que comparte naturalmente nuestra vida cotidiana.
¿Dónde van las víctimas si es que tienen chance de intentar recomponer sus vidas?
Esa es la parte más floja de los dispositivos institucionales. Cuando las gurisas son víctimas de explotación sexual comercial, pasan muchas veces por orden judicial a un hogar de amparo que no tiene una especialización concreta para los casos de explotación sexual comercial. Por otro lado, existen los equipos itinerantes en el interior del país que son especializados, van y trabajan con el equipo local la posibilidad de generar una estrategia.
¿Qué pasa con esa vida que está siendo explotada? ¿Cómo sigue su vida?
Esa vida queda destrozada y después que el sujeto queda destruido, rearmarlo es una tarea titánica, en la que no solamente la institución debería jugar un papel, sino la comunidad y otras formas organizativas de la sociedad para dar cabida e incluir a esa o ese adolescente con sus limitaciones y potencialidades. Muchas veces esperamos que milagrosamente el sujeto se adapte o sea él quien realiza el cambio, pero precisamente es el sujeto lo que se encuentra dañado, entonces su reconstitución debe ser necesariamente colectiva. El colectivo acompañando la tarea de volver a constituirse como sujeto a partir de sus herramientas de resistencia y su capacidad de tener una vida con proyectos fuera de la explotación.
Por un lado, la comunidad es la que la explota o la va a señalar con su dedo acusatorio, y ahí entra a jugar la violencia simbólica. Por un lado tenemos un tipo de violencia estructural que convierte todo lo que toca en mercancía y por otro lado tenemos una violencia simbólica que a las limitaciones materiales suma las limitaciones de este carácter simbólico, en cuanto a representaciones que no deja que pueda asomar la cabeza. Una chica que estuvo siendo explotada en la calle, si vive en un pueblo, después le va a costar muchísimo conseguir trabajo. Y allí deben entran a jugar los necesarios compromisos del Estado. Parece ser una crónica de una muerte anunciada. Fuiste violentada, fuiste explotada y después que cumplas 18, vas a ser una meretriz, vas a ser una prostituta, una trabajadora sexual reglamentada en el mercado del sexo. En el mejor de los casos, con carné.
La sociedad de los hipócritas.
Totalmente. La doble moral, el doble discurso, esa parte de la sociedad que tiene mucha habilidad para desaparecer del problema, que es el mundo de los explotadores, que muchas veces son personajes dentro de la comunidad donde viven, ocupan roles de alta, mediana o menor jerarquía, pero están integrados a la vida en sociedad, a la vida en comunidad, pero de tardecita salen a explotar gurises o salen al mercado del sexo a consumir cuerpos de jovencitos. La sociedad lo sigue viendo como algo que no está bien y se indigna lo que dura la noticia, porque ese caso rompe efímeramente el umbral de lo que se puede permitir o no, pero dura minutos, horas, algunos días mientras permanece en el aire y esta indignación con fecha de vencimiento cercana genera un estado de desprotección de una violencia terrible.
¿Por qué crees que casi siempre se culpabiliza a las víctimas?
Eso tiene que ver con la representación sobre la prostitución adulta y un mecanismo de la dinámica de la construcción de las representaciones sociales, tiene que ver con trasladar aquello que conozco a aquello que me es desconocido. Al leer la explotación desde la prostitución, todos estos lugares comunes de construcción de la prostitución se trasladan a la explotación de chicos. Eso lo ves en la prensa, en el discurso cotidiano, en el que son las gurisas las que se prostituyen, o son las que buscan, las que se visten así, las que ‘provocan’ al mundo masculino que ‘no tiene más remedio que abusar de ellas’.
Cuando estudian los casos, ¿qué sienten ustedes? ¿Cómo hacen para digerir esto?
No se digiere, la falta de conversación sobre estas cosas tiene que ver con poder decir la angustia, poder decir la frustración, decir todo aquello que nos limita, lo inevitable de pensar que esa situación le podría pasar a los tuyos, porque medianamente hacemos la diferenciación entre nosotros y los otros, dejando de ver muchas veces que esos otros somos nosotros también, de alguna manera, los otros que somos y no es algo que les pasa a otros, las hijas de los pobres o que acaece como una desgracia natural. Es una producción social y tenemos que empezar a leerla porque nos pasa como sociedad, como comunidad.
Cuando se instala un megaemprendimiento industrial, ¿Se generan condiciones o riesgos de explotación?
Eso lo hemos venido investigando y hay una relación directa entre esos grandes movimientos o enclaves y la mayor vulnerabilidad de los sectores que ya están vulnerados. Se genera un movimiento paradójico entre la carencia y la abundancia que le da vida a este mercado del sexo. Pensemos en situaciones en que la salida a buscar formas de supervivencia está acotada, pero por otro lado hay sectores del mundo económico que ya iniciaron normalmente su actividad. Y esto en los territorios se expresa muy fuertemente, especialmente en esta cuestión de que quien sale a explotar no es inconsciente de lo que está haciendo. Quien sale a explotar no necesariamente lo hace en su barrio y esto a su vez genera otra paradoja: la de que en la construcción o representación social de la explotación siempre el que viene a explotar es otro, el extranjero, el que está de paso, invisibilizando al explotador local, que existe y es el que genera las condiciones, el enganche, puede ir y pagar, puede hacer la facilitación y ser quien obtenga la ganancia grande del intercambio.
¿Han desarrollado acciones con el movimiento sindical?
Hemos tenido conversaciones. Ahora, por ejemplo, tenemos en construcción el armado de un código de ética con el tema de UPM en Tacuarembó. Nosotros entendemos que el movimiento sindical es un factor fundamental que tiene que ver con la toma de conciencia y sobre todo con la protección de la población a la que llegan movilizados miles de trabajadores. No queremos que los trabajadores que llegan a los territorios sean identificados por las poblaciones que los reciben como un factor más en la cadena de explotación. Queremos que los trabajadores organizados en los territorios sean -junto a otros- agentes de protección y promoción de derechos.
Queremos llegar con un borrador que estamos elaborando en Conapees y esto tiene que ver con la institucionalidad que lo integra, con las ONG integrantes y los organismos internacionales que asesoran a Conapees, (Unicef, OIM y el Instituto Interamericano del Niño). Una vez que ese borrador esté pronto, deberemos salir a conversar con actores políticos locales, con el movimiento sindical, con la propia empresa, con las fuerzas vivas del lugar, con las expresiones institucionales de INAU en los territorios, con todos aquellos que tengan algo que ver con lo que está pasando y eso es parte también de otro movimiento que se está armando a partir de la capacitación de todos los operarios en territorio, la llegada a la comunidad para poder establecer los mayores niveles en esos canales, que prioricen recursos en estos cuidados de forma que la presencia de un enclave productivo como este no sea solamente la apropiación de beneficios para la empresa y la apropiación de riesgos para la población que vive allí.
¿Cómo puede impactar la pandemia en el mercado de la explotación?
Hay condiciones de necesidad material que ya están jugando. Para muchos núcleos de convivencia, que haya un adolescente es una forma de ingreso, por más terrible y duro que parezca cuando uno lo dice, pero es así. Pero nunca debemos olvidar que la oferta y la demanda son parte de la construcción del problema. No es que hay una madre que es mala y la explota, tiene que haber todo un entorno que lo permita, que lo facilite y tiene que haber alguien que pague para que eso exista. Y ahí es donde tenemos que llegar con la prevención. Después tendríamos que mejorar los dispositivos de atención para que sean realmente efectivos y tener ese contacto con la comunidad y lograr que esta permita el espacio para la reconstrucción de esa persona. Y ser más efectivos al momento del accionar institucional, policial y judicial para que estos crímenes no queden impunes.