Nunca he creído en algunos “indicadores” como Latinobarómetro, a los que asigno el mismo papel que a las agencias calificadoras de riesgo, es decir, la de ser empresas privadas al servicio del poder real, que, como sabemos, “es el poder del gran dinero”.
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Lo que hacen las calificadoras y el Latinobarómetro es descalificar a los infelices que deben cargar con las crisis -como le ocurrió a Grecia- o crear profecías que se autocumplen, como decir que en Uruguay el valor de la democracia es cada vez menor entre sus ciudadanos.
Yo no creo en estas entelequias tan rimbombantes, y mucho menos creo que sea cierto que, por lo que dicen algunas encuestas, los uruguayos somos cada vez más fachos.
Por el contrario, yo creo que somos un país que conserva una conciencia democrática y que una nueva dictadura no la quieren, me consta, ni siquiera los militares descendientes de aquellos que dieron el último golpe de Estado, que fue llevado adelante, recordemos siempre, por orden e interés de civiles de cuello blanco y corbata, muchos de los cuales actuaban en las “prestigiosas” cámaras empresariales de siempre, en los canales de televisión privados y en el también famoso diario El País, que en estos proyectos neoliberales y liberticidas se anota primero siempre.
Dicho sea de paso, nunca nadie los juzgó y siguen como el caminante de Johnnie Walker, tan campantes.
Pero al margen de esto, es indudable que, como si fuera una “nueva década de los 30”, una sombra se extiende por el vasto mundo: la ultraderecha, la del cuervo que empolla huevos de serpiente.
Es de no creerlo, pero hay manifestaciones distintas en muchos países de Latinoamérica que expresan el crecimiento del odio, la intolerancia y el terror. En Colombia, en medio del llamado Proceso de Paz, los paramilitares eliminan media docena de exguerrilleros o líderes sociales por día; en los enfrentamientos que ha habido en Nicaragua y Venezuela han rociado con gasolina a ciudadanos que se desplazaban por las calles y los prendieron fuego; en Brasil, en las últimas semanas, han golpeado y asesinado a ciudadanos por razones raciales o por su orientación sexual.
Y por casa, surgen algunas cosas a las que hay que poner mucha atención y que no hay que menospreciar. Hace unos días, un grupo de personas -aparentemente jóvenes- atacó cobardemente a una joven transexual en la ciudad de Salto, golpeándola e insultándola ante la indiferencia de los vecinos; el fin de semana pasado ingresaron a radio Canelones y destrozaron los equipos de trasmisión; en estos días le dispararon un tiro a un alto dirigente del Frente Amplio de Canelones, que se desplazaba en bicicleta; también en ese departamento, en las últimas semanas, han atentado contra locales del Partido Comunista.
La conmemoración del 80º aniversario de la Noche de los Cristales Rotos
Siempre hemos reivindicado el ejercicio permanente de la Memoria (así, con mayúsculas) como seña de identidad por parte del pueblo judío.
La noche del 13 de noviembre, en la sede de la Nueva Congregación Israelita, se realizó la solemne la conmemoración del 80º aniversario de la Noche de los Cristales Rotos (en alemán , Kristallnacht), como se denomina históricamente a la serie de bárbaros atentados, que incluyeron rotura de los frentes de los negocios propiedad de ciudadanos judíos, de sus templos religiosos y domicilios, junto con linchamientos y otros ataques salvajes, ocurridos al amparo de la autoridad en la Alemania nazi en la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938. Fue presentada por los responsables nazis como una reacción espontánea de la población tras el asesinato, el 7 de noviembre de 1938, de Ernst vom Rath, funcionario de la Embajada alemana en París, por un joven judío, Herschel Grynzpan, pero las acciones de depredación y asesinato (se contabilizaron al menos 91 muertos, en lo que fue la prefiguración del Holocausto, acaso la mayor vergüenza de la humanidad en los tiempos modernos) fueron ordenados por el führer del Reich, Adolf Hitler, organizados por el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, y perpetrados por miembros de la Sturmabteilung (SA), la Schutzstaffel (SS) y las Juventudes Hitlerianas, apoyadas por la Gestapo y otras fuerzas de seguridad de la Alemania nazi.
Al menos 91 ciudadanos judíos fueron asesinados durante los ataques y otros 30.000 fueron detenidos y deportados en masa a los campos de concentración de Sachsenhausen, Buchenwald y Dachau. Las casas de la población judía, así como sus hospitales y sus escuelas, fueron saqueadas y destruidas. Más de 1.000 sinagogas fueron quemadas y más de 7.000 comercios propiedad de judíos fueron destruidos o seriamente dañadas.
La Kristallnacht fue seguida por la persecución política y económica masiva a la población judía, y es considerada como parte de la política racial de la Alemania nazi y el comienzo del inicio de la Solución Final y el Holocausto.
Por circunstancias totalmente ajenas a mi voluntad, no pude concurrir a esta ceremonia, sin embargo, escuché las grabaciones de los discursos y vi las fotografías que tomaron los fotógrafos de Caras y Caretas.
En un firme y valeroso discurso, que no vaciló en interpelar a las naciones democráticas que no hicieron nada por evitar la masacre de judíos brindándoles refugio, la presidenta de la organización judía B’nai B’rith filial Uruguay, Dra. Ana Wilenski, manifestó que “hoy estamos aquí para honrar, recordar, preservar la memoria de la gran tragedia de la Shoá [Holocausto], actuar en concordancia al dictado de nuestra conciencia y que el ‘nunca más’ signifique ‘nunca más’, y ser las voces de quienes ya no están físicamente con nosotros”. Señaló: “En el escenario mundial de hoy reviven nacionalismos a ultranza, la xenofobia y la discriminación”.
Señaló Wilenski que “el Holocausto se desarrolló a partir del ascenso al poder del nazismo, en 1933, en Alemania y siguió hasta la finalización de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), período en el cual fueron asesinados más de seis millones de judíos de distintas partes de Europa. Aunque los judíos fueron las víctimas principales, también fueron aniquiladas millones de personas con discapacidades físicas o mentales, pertenecientes a pueblos gitanos, polacos, homosexuales, testigos de Jehová, prisioneros de guerra soviéticos y disidentes políticos, entre otros colectivos, señalados por pertenecer a etnias o nacionalidades definidas como inferiores por los nazis”.
Wilenski concluyó señalando que “debemos trabajar para que el ‘nunca más’ no sea una mera ilusión y sea una efectiva realidad”.