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Sociedad

Pablo Da Rocha: «es difícil ponerte de acuerdo con un gobierno que vino a recortar derechos»

El asesor del Instituto Cuesta Duarte del Pit-Cnt dice que el gobierno «no tiene un proyecto para reactivar la economía», que en la LUC hay «una nueva arquitectura institucional para concentrar el poder» y que el gobierno a través de los 135 artículos propone «un Estado punitivo».

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Pablo es el papá de Juli, una dedicada estudiante escolar que además de cumplir con sus obligaciones curriculares de la educación primaria, toma clases de programación, inglés, ukelele y practica básquetbol en Aguada. «Ella es lo más maravilloso que hay».

Pablo nació en Caracas (Venezuela), en el exilio de sus padres, que si bien tenían Australia como primer destino posible, finalmente optaron por el país caribeño. Hijo de padre tornero, militante político y sindical, y madre maestra y militante, que llegó embarazada a Venezuela casi a punto de parir a Pablo, el primero de tres hermanos venezolanos de papeles, uruguayísimos de ADN, historia y camino propio. La infancia caribeña de esos tres hermanos fue feliz, entre picados de fútbol, bastante béisbol y un poco de vóleibol. Tal vez para mantener a raya la tristeza y la nostalgia y posiblemente para intentar esconder los momentos de dolor, en la casa casi no se hablaba de Uruguay. Los vínculos con Uruguay se abordaban fuera de la mesa familiar, en los encuentro con otros exiliados, en distintas actividades artísticas, peñas o chorizadas que se organizaban para recaudar fondos para enviar a las familias de las y los presos de las cárceles de la dictadura cívico militar. El retorno del exilio fue casi un descubrimiento para todos. Para quienes conocían el camino de memoria pero igual se sorprendían y ni hablar para los tres hermanos que llegaban a una tierra casi desconocida hasta entonces.

Acá en Uruguay Pablo conoció la voz profunda que cantaba que no hay más dolor más atroz que ser feliz, las calles, los tonos grises, los matices de esta tierra y comenzó a hacerse amigos en La Comercial, donde se instaló su familia. Su primer trabajo fue de aprendiz y operario en un tallercito metalúrgico de Rebecca y Jaime Pavlovsky -un matrimonio de judíos comunistas vinculados a la Asociación Cultural Israelita Jaime Zhitlovsky- y allí entendió la importancia de la precisión: un error milimétrico con un balancín le podía costar caro. Luego aprendió el oficio de albañil, fue peón y llegó a cargar las viejas bolsas de 50 kilos, «las de antes», hasta que un día ingresó a una empresa de computación a trabajar como vendedor y su avidez y curiosidad rápidamente le permitieron acceder a un puesto de técnico. Acaso por ello ahora se jacta de ser «autosuficiente» si se cuelga una máquina o caen las redes y el entorno entra en pánico. Quiso ser físico nuclear y salió alérgico al polvo y a todo lo que cae de los árboles. Se tatuó a mucha gente en sus brazos, como por ejemplo a  Zitarrosa, Lenin, Marx y Cortázar. Actualmente, trabaja como asesor en el Instituto Cuesta Duarte (Icudu) y su vida transita entre cenas que prepara para sus amigos, mucha lectura, clases de economía, documentos, reuniones de negociación colectiva, planetas y telescopios, música variada y conciertos en vivo. «La música en vivo siempre es más potente que lo que podes escuchar incluso con el mejor equipo de sonido». Perfil tirando a alto, se siente cómodo cuando lo convocan a dar su visión en La Letra Chica o le solicitan posturas para medios escritos. Entiende que en los medios en particular y en la comunicación en general, se juega una parte sustancial de la disputa sobre los modelos de país. Su “mentora” Rebecca le solía decir que se necesitaba un «nuevo Danilo Astori». Él por ahora ríe y juega al ajedrez.

 

¿Cómo definirías el crecimiento y desarrollo del Instituto Cuesta Duarte en estos años, particularmente desde que te incorporaste?

Para mí el compromiso del instituto sigue siendo el mismo. Está intacto. Las mismas razones que yo tenía para ingresar al instituto son las que tengo hoy. Y por más convocatorias que uno pueda haber recibido en algún momento por parte de anteriores gobiernos para colaborar, para aportar algo, ese compromiso hizo que me quedara acá. Creo que hoy el instituto vale muchísimo más que otrora. Ahora está mucho más consolidado, ha complejizado sus análisis. Creo que hubo una primera etapa donde si bien existía la misma capacidad técnica y el mismo compromiso, ahora todo es mucho más complejo, más difícil y se requiere más. Lo que cambia, lamentablemente, tiene que ver con que a veces lo urgente supera lo importante. Pero en síntesis creo que el Icudu con el paso del tiempo se ha consolidado y fortalecido. La dinámica de la sociedad es la que ha cambiado, el mismo origen del instituto que tiene que ver con el nivel de complejidad o las necesidades que tenían los trabajadores de entonces, hoy son muchísimo mayores y creo que hay que estar a la altura de esas circunstancias. Creo que el reconocimiento o el respeto que se ha ganado el Icudu es el resultado de esa construcción, de ese grado de acumulación que ha tenido a lo largo de los años.

 

¿Cuál es tu actividad concreta?

Si bien hay cierta estructura jerárquica, en el instituto tenemos una cierta tendencia a la horizontalidad. La idea de que hay un trabajo, hay un equipo.  Eso es lo que intentamos llevar adelante. La realidad de las urgencias y lo importante, a veces genera que cada uno tenga que focalizarse en algo. En las áreas que me dedico más o que puedo tener más experiencia es en los temas del sector público y con los internacionales.

 

¿Cuánto se ha complejizado el trabajo de asesoramiento con las nuevas miradas que trajo el gobierno de coalición?

Lo que ha cambiado la dinámica del instituto fue que a partir de 2005, se promulgaron leyes de libertades sindicales y negociación colectiva, una en el sector privado y otra en el sector público. Los cambios trascendentes incorporaron que la convocatoria ahora podía ser de cualquiera de las partes. Con la ley de Consejos de Salarios de 1943, solamente podía convocar el Poder Ejecutivo y cuando eso no sucedía, no había negociación. Pero ahora como cualquiera de las partes puede convocar, hay negociación. Eso además ha hecho que la dinámica de trabajo se haya multiplicado y también extendido, porque la negociación colectiva antes no llegaba al sector público. Ahora existe la obligación de negociar, no de acordar, pero sí de sentarte y negociar de buena fe.

 

¿Y eso cambió con este gobierno?

Las leyes siguen vigentes, por lo tanto la negociación tiene que existir. Pero lamentablemente ahora se ha visto fuertemente obstaculizada por varios factores: el principal fue la llegada de la pandemia que por una razón lógica de la emergencia sanitaria impide la negociación de la manera que a uno le gustaría. Pero también la emergencia sanitaria impidió que, el principal instrumento reivindicativo que tiene el movimiento sindical que son las movilizaciones, se pudieran llevar adelante.

 

¿No se han vaciado de contenido los Consejos de Salarios?

No creo. En la octava ronda no pudimos avanzar porque lo que hicimos fue tirar para adelante un año, ya que no habían condiciones para nada. A esto se suma la emergencia sanitaria que generó una emergencia económica y social, que hizo que luego de 15 o 16 años de crecimiento ininterrumpido, tuviéramos recesión y caída del producto. Se combinaron factores, la emergencia sanitaria, económica y social generó un caldo de cultivo que lamentablemente impidió avances. Los acuerdos puente no permitieron avanzar en materia de condiciones de trabajo. En ese sentido, sí se podría entender que se vació de contenido, salvo dos o tres excepciones, que es el caso de la construcción o el caso del grupo 15 que es el de salud privada, donde me toca asesorar al sindicato. La octava ronda no permitió avances notorios, pero los contenidos y el alcance que tiene la negociación colectiva, de acuerdo a las leyes vigentes, es enorme, tanto para el sector privado como el público. La limitante que tiene el sector público, a diferencia del sector privado, es que en el sector privado es tripartito, en el caso de los públicos es bipartito porque el ministerio forma parte de la administración de tu empleador. Y por lo tanto la búsqueda siempre es inevitablemente el consenso, ahí no se vota y es ahí donde muchas veces los públicos tienen mayores dificultades dada esa situación. Sinceramente creo que se avanzó muchísimo a lo largo de estos años pero el año 2020 fue complejísimo y ahí sí que la negociación colectiva no pudo avanzar nada en lo salarial y tampoco en materia de condiciones de trabajo, de hecho todo lo contrario diría.

 

El movimiento sindical advirtió que en 2019 había en disputa dos modelos muy disímiles de país. ¿Cuál es tu valoración ahora, a cartas vistas, de las decisiones de equipo económico de ahorrar US$ 600 millones en pandemia y recortar gastos en políticas sociales?

Creo que está claro que no eran simplemente valoraciones subjetivas. Había en disputa dos modelos, dos orientaciones distintas. Además quedaron de manifiesto no solo por la vía de los hechos, sino por las propias declaraciones que ha hecho el gobierno en el marco de un documento imperdible -relevante para cualquier gobierno- que es la exposición de motivos que acompaña el proyecto de Ley de Presupuesto Nacional. Porque el presupuesto es el principal instrumento de la política económica  de todos los gobiernos pero la exposición de motivos es una suerte síntesis de la visión de la economía política de ese proyecto y ahí están las interpretaciones, explicaciones y fundamentaciones sobre qué se propone, por qué y para qué. Y este gobierno eso lo tuvo por partida doble: una exposición de motivos para el proyecto de Ley de Presupuesto, pero también otra para la LUC, donde fue muy claro sobre cuál era la orientación: que es de corte liberal o sea de achicamiento del Estado y que el Estado tiene que limitarse a generar las condiciones para promover a la actividad privada. Además, está todo lo que trajo aparejado la LUC en torno a un Estado que es fuertemente punitivo y concentrador. Hay una nueva arquitectura institucional propuesta en la LUC para concentrar el poder, no solamente en el gobierno de coalición, sino en el núcleo duro de gobierno de coalición, que es el herrerismo. Para mí el gobierno es muy transparente a la hora de declarar qué es lo que lo motiva y cómo orienta su visión. Lo dejó explicitado en la exposición de motivos de la LUC y personalmente creo que el Presupuesto es el brazo ejecutor de la LUC. Pero si miramos con cierta altura, no hay un proyecto de cómo se reactiva la economía, ni cuál es la estrategia que debería a seguir para recuperar la economía. No hay un plan. Y eso es preocupante. Y nos debería hacer reflexionar cómo fue posible esta alternancia en el gobierno pero eso amerita otro tipo de lecturas.

 

¿Por ejemplo?

Me parece que el gran problema es que hoy las elecciones en muchos países, pero particularmente en los de nuestra América Latina, están fuertemente definidas a través de las capas media y esto interpela a los gobiernos -muchas veces de izquierda, más sensibles a las demandas populares- de que los logros materiales no significan la capitalización en términos de acumulación de conciencia. Creo que el gran debe es ese, es natural en el ser humano, sobre todo en el de poca formación política, y esa ilusión de creer que los que vienen siempre van a ser mejores que los anteriores. Piensan que lo que se logró ya está consolidado y a partir de allí vendrá mucho más. Y la realidad nos mostró que eso no fue así. Es muy elocuente el fenómeno chileno. Allí hay dos modelos que están en las antípodas y eso revela que la matriz social está muy débil. Creo que eso es lo que faltó consolidar en los años de gobiernos progresistas.

 

¿No faltaron otras cosas? No se modificó la Caja Militar y eso ahora se le reclama al gobierno actual.

Creo que faltaron muchas cosas, pero justamente el problema es que faltaron muchas cosas. Creo que no se avanzó mucho en términos de la distribución de la riqueza.

 

En los 15 años de progresismo no se tocó al gran capital, pero ahora que el FA es oposición presentó un proyecto que proponía una tasa de 2% a toda colocación de capital o de crédito nacional en el extranjero.

Hay que entender que el FA también es una coalición programática y por lo tanto a pesar que tiene un programa en común, allí conviven distintas visiones tácticas y amalgamar esas visiones no resulta tarea fácil.

 

Posiblemente alguien que está leyendo estas reflexiones se pregunte, simplemente, por qué los gobiernos progresistas no lo hicieron.

Yo creo porque la izquierda uruguaya -como casi todas las izquierdas- tiene fuertes contradicciones internas, y eso es parte de la esencia de la izquierda en sí misma.

 

¿Ves más coherencia en esta coalición de derecha y ultraderecha que en la izquierda?

Sí y no. Creo que ciertas contradicciones que tuvieron los gobiernos del FA fueron sobre la táctica para alcanzar el objetivo común. Las diferencias que tiene este gobierno de coalición es que son estratégicas y tácticas. Lo único que tienen es una coalición o alianza electoral para ganar una elección. Y esa alianza electoral es muy coyuntural y no permite avanzar. No hay ni siquiera punto de comparación. Por eso quiero enfatizar que este gobierno es una coalición electoral, con fines electorales. Y después hay una coalición que tiene una estrategia en común, un programa en común, pero que todos presentamos contradicciones desde el punto de vista táctico, que se traduce en las diferencias en relación a temas específicos.

 

Esta coalición que vos definís como meramente electoral está abroquelada en defensa de este proyecto de la LUC, de este Presupuesto y este modelo que el movimiento sindical ha dicho que es «restaurador, liberal, concentrador y excluyente». ¿No es más que algo meramente electoral?

Sí, por supuesto. Lo que quiero decir es que inteligentemente -como haría cualquiera con fines electorales- esta coalición apenas llegó al gobierno implementó su proyecto porque todos sabemos que es el momento en el que se pueden asumir los mayores riesgos, los costos mayores y eso lo están haciendo. La pregunta es cuánto puede resistir esa coalición con estas contradicciones internas que se manifiestan a diario, que se han manifestado en los distintos proyectos. Ni qué hablar me preguntaría qué va a ser de esta coalición de gobierno si fracasa la LUC. Porque está claro que las firmas necesarias están y habrá que ver qué sucede con el referéndum. Ese puede ser un duro golpe para la coalición como alianza electoral.

 

¿Cómo ves al movimiento sindical ahora sin Fernando Pereira?

Yo siempre tengo mucha confianza en el movimiento sindical organizado y quiero creer que no necesita de figuras de la talla ni de Fernando, como en su momento fueron otros como Juan Castillo. Yo creo que el movimiento sindical tiene que construir y sostener esa capacidad de ir acumulando. Y sinceramente, creo que este es un movimiento sindical que viene de un proceso de acumulación y seguirá en ese camino. Fernando no inició nada, ni lo hizo Juan Castillo, ni el propio Pepe D’Elía. Por suerte para los trabajadores, cada uno a su estilo fortaleció la herramienta y estuvo en los momentos difíciles. Porque siempre hay momentos difíciles y ahí es donde necesitas a un artesano de la unidad. Y creo que si algo le reconozco a los tres es que fueron -insisto a su modo y con mucha convicción- artesanos de la unidad sindical. Creo que esa es la semilla que han cultivado entre todos los trabajadores. Las generaciones son las que van a tener que lidiar en cada sindicato de base las renovaciones, los legados, pero aún así, con las dificultades, con las bienvenidas a las nuevas juventudes, confío plenamente en las fortalezas genéticas que yo creo que tiene movimiento sindical en torno a la unidad. Un elemento táctico y estratégico. Cuando nos toca viajar por temas de trabajo sinceramente a uno se le llena el pecho decir que nuestro movimiento sindical no es una central sindical, sino que es una convención. Y que actúe como central, la enaltece aún más, porque insisto, nadie la obliga a actuar como central porque no lo es. Y a pesar de ser una convención, se mueve como central. Eso me parece genial. Y cuando hay que explicar los procesos que se alcanzaron, es imposible no incluir en el análisis la unidad sindical.

 

¿Isaac Alfie es el hombre duro de este gobierno?

Es el hombre duro, pero también considero que es la válvula de escape de este gobierno. Yo creo que el gobierno para sortear alguna difícil lo tiene que correr para el costado, es al que puede correr para el costado. Más difícil es para el presidente correr a (Azucena) Arbeleche. Me ha tocado tener que dialogar directamente con la directora de política económica del MEF, Marcela Bensión y con el director de finanzas públicas del MEF, Fernando Blanco, que fue tesorero del herrerismo. Ahí yo identifico distintas cosas. Una sobrevaloración de lo técnico en el caso de Bensión, que confía más en lo teórico que en lo práctico y Fernando Blanco, que no es economista sino contador, y quizás no es el que se destaque por los aspectos técnicos sino que es el bicho político del ministerio. Ahí son ellos los que llevan adelante negociaciones. Me ha tocado negociar con ambos, tanto para el sector privado como también en instancias del Estado con la salud pública y yo tengo muy buena relación con ambos. Como también con Mario Arizti, subsecretario del MTSS. De todos modos sería bueno que todos los gobiernos entendieran que ellos tienen que generar las condiciones necesarias para que prospere la negociación. Todos los gobiernos deberían entender la importancia que representa internalizar las preocupaciones y los intereses de los trabajadores.

 

¿Este gobierno lo hace?

Debería hacerlo, pero creo que puso la carreta delante de los bueyes, puso una LUC y todos van detrás de la LUC. Y claramente la LUC va contra los intereses del trabajador y la única manera de que uno hubiera podido lograr ciertas sintonías es si el gobierno no hubiera puesto la LUC adelante. No tenés manera de ponerte de acuerdo con un gobierno que viene a recortar derechos, que viene a recortar poder de compra, que viene a privilegiar los grandes números en lugar de la situación social.

 

El plan del gobierno parece ser hablar de los gobiernos anteriores. Todo bajo sospecha. Y en algunos casos muy notorios, obsesionados con el comunismo y los rusos y los soviéticos y el mundo de la Guerra Fría.

Eso de la herencia no se aplica en nuestro país. Es insólito que lo hagan. De hecho, si tuvieran que referirse a alguna herencia tendrían que hablar de una excelente herencia. Porque no habrían podido gestionado la pandemia sin la arquitectura institucional del Ministerio de Desarrollo Social y muchísimo menos sin la reforma de la salud del Sistema Nacional Integrado de Salud que recibieron.

 

Cuando le hablan al mundo lo hacen. Colocan todos los logros, avances, transformaciones y las exhiben como valor país. Algo lógico, por cierto.

Cuando en el mundo entero, durante la pandemia, los países valoraban necesaria la reestatización de los servicios  de la salud, nosotros discutimos los procesos de mercantilización de los organismos públicos. Y ojo que no le llamo de privatización. Se están impulsando procesos de mercantilización de los organismos públicos, introduciendo las leyes de la oferta y la demanda, de maximización del beneficio económico en un sector y no en función del bienestar social. Por algo tenemos 100.000 nuevos pobres. Entonces retomando lo que hablábamos recién, uno se puede sentar a dialogar con este gobierno porque son muy simpáticos, pero a la hora de definir van a optar por un sector de poder, no por las mayorías, y eso es parte de lo que está en disputa con la LUC. Lo que te interpela es cómo permitimos que esto se instalara. Porque estaba visto que iban a venir por los derechos, estaba visto que venían por las conquistas. Te van a decir que la  situación que vive el país es consecuencia de la pandemia, pero lo cierto es que el gobierno vino a recortar derechos, a recortar salarios, a aplicar las leyes que son del propio Consenso de Washington de reformas sobre el Estado, con los procesos privatizadores, mercantilizadores y demás. Hablan de la teoría del derrame y no hay país en el mundo donde haya prosperado; no hay evidencia económica que respalde la teoría del derrame o del goteo. El crecimiento puede estar circunscripto al desempeño del sector privado, pero si a vos lo que te interesa no es crecer, sino el desarrollo como la expansión de oportunidades y libertades, de derechos, necesitas un rol activo del Estado. Es el Estado el que va a introducir el enfoque de justicia distributiva, porque está para eso. En ese sentido, creo que este diagnóstico, en términos generales, es notorio y queda claro por lo que hicieron en estos dos años y por lo que hacen a diario. Ni hablar de lo impresentables que son algunos dirigentes que tiene el gobierno de coalición.

 

¿Te referís a los voceros escandalosos? ¿No son funcionales para distraer mediáticamente para que no se hable de los temas de fondo? ¿No parece ser una réplica de lo que hicieron las derechas y las ultraderechas en el mundo?

Yo creo que sí. A veces también me cuesta trabajo creer que llegamos a una especie de mediatización de la política.

Incluso a la “farandulización” y el discurso histérico en la TV. Nada es casual. ¿O sí?

Siempre pensé que estábamos a otro nivel, por la cultura política que se había construido a lo largo del tiempo. Que éramos una sociedad en la que podías discrepar profundamente con algunos, pero instalar un debate serio. Creo que hace años que eso ya no es tan así. Que vuelven los fantasmas que pensé que no iba a escuchar nunca más, hablar de Stalin, de la Unión Soviética y parece mentira pero eso volvió. Lo desempolvaron. Pensé que éramos uno de los pocos países que nos podíamos dar el lujo de instalar una discusión política a un mayor nivel, insisto, por una cultura política, una trayectoria, una historia construida entre todos. En determinado momento, me tocó escribir sobre el acuerdo del Estado con Katoen Natie. Y apelé a otro tipo de cuestiones, a la importancia del puerto en nuestra historia, el puerto como identidad nacional, como elemento patrimonial y todo lo que significaba como un factor unificante. Hoy eso parece que no pesa en la lógica de este gobierno.

 

Parece claro que quienes gobiernan entienden bastante mejor la comunicación que la oposición. ¿No?

Ese es un tema que me preocupa desde hace muchísimo tiempo. Soy de los que creen en la importancia fundamental que tiene la comunicación. Estamos en una etapa donde pesa muchísimo más las formas que los contenidos y hay que dedicarle la misma atención -muchas veces- a lo que queremos decir, pero también a cómo lo decimos. Esto implica todo lo que hacemos, cómo lo hacemos, de la manera en que lo queremos trasmitir  y a quién se lo queremos trasmitir.

 

De hecho, buena parte de la izquierda sigue hablando en términos de propaganda y no comunicación.

Exacto. Creo que mientras sigamos pensando que la propaganda y la comunicación son lo mismo vamos a seguir teniendo estas dificultades.

 

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