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Sociedad

Pandemia: Entre el miedo y la esperanza

Por Alejandra Álvarez.

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“De la esperanza resulta la seguridad y del miedo, la desesperación”. Spinoza

 

El primer miedo es el miedo a la muerte, miedo que compartimos con el resto de los animales y que se torna explícito en el instinto de supervivencia.

El resto de los “miedos” es una construcción cultural producto de la sociedad en la que nacemos, nos enculturamos, educamos, en definitiva: vivimos.

Por lo general los miedos están vinculados a los eventos provenientes de la naturaleza y a aquello que sentimos como diferente y por lo tanto incomprensible.

En este sentido podemos decir que el sentimiento de miedo es una construcción cultural universal, que se expresa de manera diferente en las sociedades.

Para exorcizar los miedos, las sociedades han recurrido al relato como una manera de ordenar la realidad, de representarla de forma que se torne comprensible para todos. Esa construcción colectiva de relato ha sido sustituida en nuestras sociedades por el relato individual, en donde se comparten los miedos personales pero sin llegar a construir una respuesta de la comunidad para hacer frente a los mismos. El desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y comunicación ha colaborado a la globalización de los temores, convirtiéndose en instrumentos que “crean realidad”, al decir de Bourdieu sobre la televisión: “La televisión, que pretende ser un instrumento que refleja la realidad, acaba convirtiéndose en instrumento que crea una realidad”.

El miedo a la pandemia en tanto no somos capaces de hacerlo tangible nos torna vulnerables frente a la incertidumbre de la amenaza, existe porque aumentan sus víctimas, pero no sabemos dónde está, cuándo va a atacar, y por lo tanto no sabemos cómo defendernos, nos hemos paralizado frente al temor a lo desconocido y carecemos de respuesta colectiva para disiparlo. A diario nos enfrentamos a las pantallas para obtener datos, información, que no se traduce en un saber que nos permita armar un relato mítico para sortear el peligro, y por el contrario al final del día terminamos más aturdidos, desconfiados e inseguros.

A su vez la necesidad de confinamiento vinculado a las cuarentenas que se han extendido a lo largo del mundo nos quita la esencia de seres sociales que generamos identidad a través de la mirada del resto, de cómo nos ubicamos frente al otro, el aislamiento nos genera sensaciones de desamparo, y vamos perdiendo la capacidad de vincularnos desde lo afectivo, peor aún, de todas las emociones y sentimientos que somos capaces de sentir, nos vinculamos solamente a través del miedo y del miedo que nos genera el otro, como un extraño que puede tal vez ser el depositario de mi miedo primigenio: la muerte.

La falta de vínculos sociales nos aísla y refuerza el desinterés por todo lo que no sea personal e individual, en una descarnada carrera por la autosalvación. Las posibilidades de respuestas de empatía colectiva se diluyen al tiempo que las fracturas en la sociedad ganan terreno convirtiendo a la sociedad en una masa atomizada e insensible frente al sufrimiento ajeno.

El miedo nos paraliza, nos detiene, el miedo inoculado por diarios terrores garantiza nuestra sumisión y acatamiento, la angustia se apodera de las personas y la necesidad de encontrar al culpable se hace más tangible, y aparecen cientos de llamadas para denunciar situaciones que luego son desechadas por las autoridades, pero que de alguna manera logran enfrentarnos entre iguales.

Nuestro país no escapa a la realidad de la aldea global y en ese sentido la desconfianza hacia el otro ha sido funcional al nuevo gobierno que la ha utilizado para desalentar las manifestaciones en contra de sus políticas económicas, poniendo como responsable de la expansión de la pandemia a los movimientos sociales, evitando así asumir su propia responsabilidad y manteniendo a raya todo intento de resistencia.

Tenemos que cuidarnos del miedo al otro que nos aleja de lo colectivo, que nos enfrenta entre un yo y él, un nosotros y ellos, hay que rescatar otros mecanismos de protección contra el miedo, como la solidaridad y la empatía, generar un discurso de la realidad que sea el reflejo de la generosidad y dedicación que se palpan en cada olla solidaria, en cada mano tendida, en cada instancia de construcción colectiva.

“Cualquier cosa puede ser, por accidente, causa de esperanza o de miedo”. Spinoza

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