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Columna destacada | pandemia |

Pandemia: ¿Éxito o derrota científica?

Por Rafael Bayce.

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En este momento en que estoy escribiendo lo que usted lee, entra el invierno 2021 en Uruguay; y es el segundo pandémico, en una serie que vaya uno a saber cuándo terminará. Porque es muy dudoso que la ‘normalidad’ anterior a 2020 vuelva, pese a que se lo quieren hacer creer, como anzuelo para que cumpla con las medidas sanitarias, con la nueva ‘zanahoria’ de las vacunas, a falta de éxito de las medidas anteriores.

 

Medidas biopolíticas socialmente ignorantes

Distanciamiento social utópico. Las medidas sanitarias fueron tomadas por personas con mucha formación en ciencias biológicas y mucho poder político, sí, pero con muy poco conocimiento de la gente, de sus psiquis y de todo lo que las ciencias sociales saben y ellos ignoran.

Por dar solo ejemplos claros y fáciles de apreciar en su enormidad, el distanciamiento social no solo es muy difícilmente controlable en su cumplimiento por quienes pueden hacerlo, porque la mayoría de sus instancias es íntima y privada, sino porque la inmensa mayoría de la población mundial no está en condiciones de vida que permitan expectativas de cumplimiento del distanciamiento social; imagine usted cómo podrían hacer la hiperhacinada población de África subsahariana y la del resto de África, la mayoría de Asia y buena parte del mundo isleño y subdesarrollado para cumplir con el distanciamiento social cuando no tienen más que una habitación, ocupadas por muchas personas de todas las edades y carencias, y duermen amontonados para no morirse de frío. Ok, unos a la biblioteca, otros al fumoir, otros a la piscina, otros a la sala de proyección de cine, cada uno en su cuarto con sus compus y celulares, piensan el personal de la salud y los políticos, en medio de su enciclopédica ignorancia psicosocial.

Es cierto que hay gente que podría cumplir mejor el distanciamiento y no lo hace, y podría ser llamado de ‘irresponsable’ por ello; pero no es menos cierto que los ignorantes sociales que impusieron biopolíticamente medidas que la inmensa mayoría de la humanidad no podría cumplir son también muy culpables de que no solo se alentaran expectativas absurdas sobre el cumplimiento del distanciamiento, sino de que se responsabilizara del poco éxito obtenido -i.e. aplanamiento y reversión de las curvas- a poblaciones absolutamente incapacitadas para cumplirlas. Como políticas públicas sociales, medidas teóricamente adecuadas, pero que no se podrán cumplir en la práctica mayoritaria ni controlarse su cumplimiento entre quienes podrían cumplirlas, no son buenas medidas porque son teoría irrealizable en la práctica; si la mejor dieta fuera champán con caviar, no sería una buena medida biopolítica recomendarla, ni esperar buenos resultados ni responsabilizar a los que no observaron la dieta por los fracasos relativos en los objetivos perseguidos.

Higienización utópica. Ni hablemos de los lavados abundantes de manos con buena agua corriente, jabón y alcohol en gel ubicuos. Una parte importante de la humanidad no tiene agua, o esta dista mucho de ser bebible y sana; la clase media biopolítica recomienda jabón; que sepa que, y más aún que con el agua, al menos la mitad de la población mundial no accede cotidianamente al jabón. La recomendación del lavado frecuente y sano con agua y jabón es más utópico e irrealizable, e inexigible, que el distanciamiento social. Otra utopía irresponsablemente e ignorantemente impuesta, conducente a falsas expectativas y atrevidamente productora de acusaciones a la población por fracasos en los objetivos, fracasos que fueron generados mucho más por la ignorancia social de los biopolíticos dominantes que por la desidia o irresponsabilidad de la gente.

Tapabocas, dudoso costo-beneficio. Últimamente han empezado a aparecer estudios sobre la inmundicia que contienen las mascarillas normalmente llamadas de sanitarias, lo que suma a la colección de medidas tomadas teóricamente con desconocimiento casi total de cómo se ejecutarán en la práctica cotidiana. Especialmente una muestra de tapabocas de unos chicos cuyos padres (de Glainville, Florida), en una publicación del 15/6/2021, listan las peligrosas porquerías que no exhalan y sí inhalan sus hijos desde el mesías tapabocas. Porque las mascarillas tendrían sus beneficios como preventoras de contagios siempre que en su uso no se arriesgara más salud que la que se prevendría con ellas. Y los más recientes estudios sobre la inmundicia que contienen las mascarillas o tapabocas (vide supra) han empezado a hacernos dudar otra vez de que la ignorancia social de la dupla biopolítica, otra vez y como con el distanciamiento social y la higienización, supongan, irresponsable y alegremente, que su teoría se corresponde con la práctica de la mayoría. Siempre flotó en el aire una fuerte objeción contra los tapabocas: que obstaculizaban dos de las más importantes funciones orgánicas, a saber: uno, la eliminación de buena parte de los desechos orgánicos gaseosos en la ‘expiración’ nasobucal, así como también obstaculizan la ‘inspiración’ de oxígeno, una de las principales fuentes de sanidad metabólica. Pues bien, el uso de tapabocas, hoy, perjudica la función respiratoria de toda la humanidad, todo el tiempo, en todo lugar, entre quienes lo usen; mientras, quizás prevenga cierto porcentaje variable de contagios con su uso. Pero aquí hay que ser nuevamente realista y no biopolítico utópico: los tapabocas tantas veces no se usan, o no se usan bien, ni están en buenas condiciones preventivas muchas veces; con lo cual, a la función preventiva real menor que la teórica esperada, se suman el desastre respiratorio cotidiano, mucho más frecuente que la prevención, y el desastre, aun no suficientemente chequeado, de la cantidad de enfermedad que se inhala y no se exhala desde la inmundicia de los tapabocas reales y cotidianos, no los de manual e imaginados como usados por los ignorantes sociales, esos que casi nadie usa.

La restricción en la movilidad nos ocuparía un espacio que no tenemos hoy.

Amarga conclusión: las medidas sanitarias recomendadas hasta el cansancio por la élite biopolítica dominante y hegemónica fueron socialmente ignorantes de las condiciones de vida de la mayoría de la gente, lo que les impediría estructuralmente cumplirlas (i.e. distanciamiento, higiene); y también ciegas a las condiciones cotidianas de su uso, aun en aquella porción de la humanidad que podría estar en condiciones de cumplirlas (i.e. tapabocas más beneficioso que perjudicial). La pandemia ha sido un gran fracaso científico porque, pese a tantos descubrimientos hechos por medio de técnicas y tecnología novedosas, la élite biopolítica dominante y hegemónica no consiguió los objetivos para los cuales impuso utópicas soluciones que no permitían esperar éxitos; y, lo peor, ignoró a toda la enorme élite de las ciencias sociales que les podría haber recomendado cómo no pedirle peras a los olmos. No se cumplieron medidas sanitarias que, teóricamente recomendables para la ciencia biopolítica, eran utópicas para las condiciones y estructura de la humanidad real, como lo advirtieron otros científicos, los científicos sociales, ignorados salvo cuando se ofrecieron a ayudarlos, sin criticarlos, que hubiera sido lo más útil y digno. Tampoco acertaron cuando previeron catástrofes consecutivas a transgresiones sanitarias (i.e. festejo de médicos nuevos, 18 de Julio peatonal, marcha del orgullo gay y agregue usted el etcétera). Siempre hubo variaciones no esperadas y casi nunca variaciones esperadas (el tremendista Dr. Facal no pegó una) en los números pandémicos, salvo cuando el predicho crecimiento de contagios se aseguró acierto aumentando el umbral de corte de los tests de positividad de los hisopados.

Ahora, una nueva esperanza ha sido desplazada a las vacunas, desde las esperablemente fracasadas medidas sanitarias, que no resultaron en aplanamientos ni reversiones cuando vociferaron proponérselo. ¿Cuánto mejorarán los índices de gravedad y mortalidad de los contagios? ¿Cuánto durarán las inmunizaciones (en realidad, no tales sino solo fortalecimiento de defensas, que no es poco, aclaremos)? ¿Cuándo terminará esta tan oportuna posta de relevos de cepas del virus, que siempre mantiene la oportunidad de las medidas sanitarias utópicas, más allá de vacunas?

 

¿Y el deterioro psíquico que se verá luego?

Todo esto sin mencionar los daños a la formación psíquica de la gente que las medidas biopolíticas implicaron y provocaron, encerrada y con la paranoia e hipocondría instaladas. Por suerte, la biología no me permitirá vivir el mundo en que sean adultos y decisores los que hoy son niños y adolescentes pandémicos; porque como ya están empezando a revelar estudios científicos, el cóctel letal de ansiedades, depresiones, desilusiones, las carencias por tenso relacionamiento con los padres en burbujas insanas, la falta de formación a través de interacción frecuente con pares etarios, los complejos de culpabilidad como amenaza sanitaria de tíos y abuelos, resultará en adultos malformados, temibles como decisores e interactuantes cotidianos. Los científicos de la salud mental también han sido secundarizados, como los científicos sociales, por los utópicos científicos biopolíticos, dominantes y hegemónicos, que también ningunearon y persiguieron a sus propios colegas biopolíticos discordantes, actuando más dogmática e inquisitorialmente que científicamente en el proceso de su imposición.

Pero los pseudo triunfantes científicos de la biopolítica disfrutan de la ignorante e interesada credulidad de la prensa, que enmascara sus errores y fracasos como aciertos lamentablemente desbaratados por la irresponsabilidad popular y la oposición demoníaca de otros científicos, no subsirvientes. ¿Aprenderá la humanidad a no hacer lo mismo que se hizo ahora para futuras pandemias, producto de zoonosis lamentablemente esperables o de arteras astucias geopolíticas? ¿Los macrobeneficiarios actuales renunciarán a reducir sus lucros ante nuevos ataques biológicos?

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