Por Carlos Luppi
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En el año del 15º aniversario de la Crisis de 2002 (que el Frente Amplio parecería empeñarse en silenciar igual que lo hacen los restantes partidos políticos, estos con sobrados motivos), la administración frenteamplista pudo celebrar 12 años de crecimiento económico ininterrumpido, al conocerse oficialmente que la actividad se había incrementado 1,5% en relación al año anterior. También se supo que el desempleo se situó a fin de 2016 en 7,87% y que la inflación fue 8,2%, ambos registros según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Haciendo hincapié en estas tres variables fundamentales (a las que habría que agregar las exportaciones, que cayeron 7,3%, y el déficit fiscal, que cerró en -4%), podemos coincidir, con el beneplácito de los empresarios, con el ministro de Economía y Finanzas, Cr. Danilo Astori, cuando este realizó su exposición en ADM en marzo pasado, aunque ponderando las consideraciones del caso, que –en la comparación– juegan a favor de su estrategia, si bien se mantienen varias críticas de fondo a su “modelo”.
Lo primero a tener en cuenta es que el panorama a comienzos de 2016 (con una “tormenta perfecta” en ciernes por la hecatombe regional, que se completó con el “efecto Trump”, verificado a partir del 8 de noviembre) era que Uruguay enfrentaba un panorama de estancamiento con inflación, lo que los estadounidenses bautizaron como stangflation o estanflación en la década de los 70. Pues bien, ese panorama, en el que coincidían nuestros más prestigiosos analistas, como el Dr. Gabriel Oddone y el Ec. Jorge Notaro, no se verificó, si se tienen en cuenta el guarismo de crecimiento y la disminución de la inflación, casi hasta entrar en el rango meta.
Cabe consignar que se está desarrollando en Washington la Asamblea de Primavera del Grupo Banco Mundial (GBM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que tendrá lugar entre el 17 y el 23 de abril. En ese marco se dio a conocer la actualización a abril del informe Perspectivas de la Economía Mundial, que trajo numerosas modificaciones.
Sigamos con las consideraciones, ahora para cada variable en particular.
Crecimiento del PIB. El crecimiento promedio de Uruguay antes del boom de la demanda y precios de materias primas o commodities verificado desde 2003 (lo que podemos llamar “las épocas oscuras”), fue 2,5% anual, en tanto que el mismo promedio entre 2004 y 2015 se aproximó a un milagroso 5%, con picos de 9%.
Es decir que si bien Uruguay incrementó su actividad por debajo del promedio bajo de muchos años, no entró en estancamiento ni en recesión, y eso es un logro en una región en la que en Argentina el PIB cayó 1,0% en 2015 y 1,8% en 2016; y Brasil decreció 3,85% y 3,6% de su PIB, respectivamente. Si a ello le agregamos que China Popular, nuestro principal socio comercial, “sólo” creció 6,5% (contra tasas de 11% durante 15 años) y que la Unión Europea (UE) mantiene en términos generales su estancamiento, el resultado relativo es significativamente positivo.
A fines de 2016, el PIB de Uruguay se situó en aproximadamente US$ 53.000 millones (bajó en término de dólares por la devaluación de la divisa) y el PIB per cápita se ubicó en US$ 15.200.
Coincidiendo con los observadores locales, el FMI, en la actualización a abril de sus Perspectivas Económicas Mundiales (conocida el martes 18), prevé que nuestra economía crecerá 1,6% en 2017 y 2,6% en 2018. Según el FMI, Argentina (que cayó 1% en 2015 y 1,8% en 2016) abandonará la recesión para crecer 2,2% en 2017 y 2,3% en 2018; en tanto, Brasil también dejará de caer (3,85% en 2015 y 3,6% en 2016) y crecerá 0,2% este año y 1,7 % en 2018.
El organismo multilateral prevé que Paraguay crezca 3,3% este año y 3,7% en 2018; en tanto, Chile lo haría 1,7% y 2,3%, respectivamente. La comparación deja muy bien parado a Uruguay, que espera un gran impulso en 2018 y 2019 a partir de la puesta en funcionamiento de la segunda planta de UPM.
Tasa de desempleo. La tasa de desempleo promedio anual, calculada por el INE, se situó en Uruguay en 7,53% en 2015 y 7,87% en 2016. Según el FMI, dicha tasa será de 7,8% en 2017 y la cifra se repetirá en 2018. En Argentina (donde fue 8,5% en 2015 y 8% en 2016), el FMI prevé que el desempleo será 7,4% en 2017. En Brasil (donde el desempleo fue de 4,9% en 2015 y 12% en 2016), el indicador subiría a 12,1% en 2017 y caería a 11,6% en 2018. En Paraguay el desempleo sería de 5,4% en 2017 y 5,5% en 2018. En Chile el desempleo sería 7% este año y 6,8% en 2018. También aquí Uruguay tiene una posición relativa positiva.
Tasa de inflación. Fue de 8,2% en 2016 en Uruguay, pese a que la sensación gélida de pérdida de poder adquisitivo en los bolsillos de trabajadores estaba muy por encima de esa cifra y las tarifas aumentaron 9% en promedio el 1º de enero siguiente. Según el FMI, la inflación será 7,7% y 7,5% en 2017 y 2018, respectivamente. Cabe señalar que la inflación se ubicó en Uruguay en 6,71% a marzo de 2017 según el INE, con lo cual el indicador quedó dentro del rango meta comprometido por el equipo económico.
En Argentina (donde fue 29% en 2015 y 43% en 2016) la previsión es que sea 25,2% en 2017 y 18,7% en 2018; en Brasil (11% en 2015 y 10% en 2016) el FMI prevé que caiga a 4,4% en 2017 y a 4,3% en 2018. Para Paraguay el organismo indica que la inflación será de 4% para el año en curso y el próximo. En Chile el alza de los precios sería de 2,8% este año y 3% el próximo. Dado que el costo del eventual descenso de la inflación en Brasil sería causado por las radicales medidas contractivas y de privatizaciones previstas por el gobierno de Michel Temer, la posición de Uruguay es buena. Sin embargo, cabe considerar que el impuesto inflacionario castiga permanentemente a los sectores de ingresos fijos como trabajadores y jubilados, que han sido además quienes ha llevado el peso de los dos grandes ajustes fiscales verificados en el último año, vía aumento del IRPF y del IASS, mientras no se innovó en la imposición a los sectores privilegiados (como grandes importadores y grandes agroexportadores), que han multiplicado fabulosamente sus ingresos en estos 12 años, a pesar de su feroz oposición al los gobiernos del Frente Amplio, materializados en los pronunciamientos de las cámaras empresariales.
Otras variables a considerar
La pobreza y la indigencia disminuyeron en 2016. Según un informe del INE, los uruguayos en situación de pobreza descendieron de 9,7% a 9,4%, en tanto que el número de indigentes cayó de 0,3% a 0,2%, cifras que son notables en América Latina y el Caribe. El proceso de mejora de estos indicadores se había estancado en 2015. Esto significó que 9.200 personas dejaron de ser pobres y 3.400 abandonaron la indigencia. Para determinar la pobreza y la indigencia se considera el número de personas de un hogar, sus ingresos combinados y su ubicación geográfica. Por ejemplo, se considera pobre a una persona que viva en un hogar de tres o más personas que, de acuerdo a indicadores preestablecidos, percibe ingresos combinados que son insuficientes para satisfacer en forma mínima las necesidades básicas, monto límite que se fijó en $ 30.161 para un hogar de Montevideo y $ 20.397 para el interior del país. Con los mismos parámetros, una persona es considerada indigente si en su hogar de tres o más personas los ingresos combinados de sus integrantes son inferiores a $ 8.964 y $ 8.358 respectivamente.
En 2005, como consecuencia de la recesión iniciada en 1999 (debido a no devaluar la moneda cuando lo hizo Brasil, en enero de ese año) y la consecuente Crisis de 2002, hoy aparentemente olvidada, la pobreza alcanzaba al 40% de la población y la indigencia al 5%. Desde entonces abandonaron la pobreza unas 995.000 personas y 148.000 dejaron la indigencia.
La desigualdad también descendió en 2016. El Índice de Gini (que tiene valor 0 cuando los integrantes de una sociedad perciben todos el mismo ingreso y 1 en el eventual caso de que todo el ingreso se concentrara en una familia) bajó de 0,386 a 0,383 en el año 2016. Por otra parte el 10% más rico de la población, que ganaba 11,8 veces más que el 10% más pobre, vio descender esa relación a 11,3%.
Comportamiento de las Exportaciones. Según el Instituto Uruguay XXI, en 2015 nuestras exportaciones fueron de US$ 8.967 millones, sufriendo una caída de 11,6% en relación a 2014. Este resultado, de por sí muy malo, se agravó en 2016: “Las exportaciones uruguayas de bienes –incluyendo las realizadas desde zonas francas– totalizaron US$ 8.301 millones en 2016, marcando una reducción anual de 7,3% respecto a 2015”, señala el Informe Anual de Comercio Exterior de 2016 del referido instituto de promoción de exportaciones. El acumulado (debidamente ponderado) nos da una caída de 19,7%, casi la quinta parte de nuestras ventas al resto del mundo, en dos años.
Sin perjuicio de la tendencia al alza del valor relativo de la moneda nacional, un reciente informe titulado Perspectivas de Comercio Internacional 2017 de la institución oficial concluye que “de acuerdo a las proyecciones elaboradas por Uruguay XXI, las exportaciones de bienes uruguayos crecerán en el orden de 6% en 2017 gracias a la recuperación del precio de los commodities y a las mejoras previstas en el escenario regional”. El documento prevé aumentos de más de 5% en la faena, lo que mejoraría la venta de la carne bovina, líder de nuestras ventas al exterior; aumento en el precio de la celulosa; un aumento en la producción de soja y mejoras en algunos mercados como China, Brasil, Argentina y Estados Unidos. Cabe señalar que según Uruguay XXI, en su informe a marzo de 2017, las exportaciones cayeron 3,2% respecto del mismo mes de 2016, sin perjuicio de lo cual, “en el primer trimestre de 2017, las exportaciones uruguayas registraron un crecimiento de 3,4% totalizando US$ 1.874 millones. Este aumento supera al del último trimestre de 2016, lo que confirma la incipiente recuperación de las ventas externas uruguayas”.
Es de desear que estos pronósticos se cumplan.
Comportamiento de la Deuda Pública. Según un informe del Banco Central de principios de abril, la deuda neta pública aumentó 28,9% en 2016 respecto del año 2015, pasando a ser US$ 16.155 millones, 31% del PIB, estando casi la mitad denominada en dólares de EEUU.
La deuda bruta aumentó 6,1% en 2016 en relación a 2015. Con ello, subió casi la misma cantidad que bajó en 2015 frente a 2014 (6,4%). Alcanzó la cifra de US$ 33.324 millones al 31 de diciembre de 2016. Pasó a representar 63,5% del PIB en 2016.
Comportamiento del déficit fiscal. El 1º de febrero el Ministerio de Economía y Finanzas difundió un comunicado titulado Resultado del Sector Público Consolidado a diciembre de 2016, en el cual señaló que “el resultado global del Sector Público Consolidado en el año 2016 se ubicó en -4% del PIB, mientras que el resultado primario [es decir, antes del pago de intereses, N. de R.] lo hizo en -0,7% del PIB”.
El ministro de Economía y Finanzas, Cr. Danilo Astori, y el presidente del Banco Central, Dr. Mario Bergara, han sido reiteradamente enfáticos en señalar que estos dos últimos aspectos (tamaño de la deuda pública y déficit fiscal) están bajo control, son perfectamente manejables y compartimos plenamente su coincidente opinión.
Algunas consideraciones preliminares
Todos sabemos que la economía mundial ha entrado en una zona de turbulencia por varios factores, entre los que se destaca la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. En las próximas semanas tendremos sin duda más datos para evaluar la situación en su conjunto, con miras a la Rendición de Cuentas, que bien puede no tener lugar, como ocurrió en otras ocasiones.
De lo que no cabe duda es que la principal tarea que tiene por delante el país es lograr que se concrete la inversión de la segunda planta de UPM (lo que significaría una inversión total de US$ 5.000 millones, una inyección keynesiana de casi 10% del PIB), que sin duda impulsaría notablemente nuestra economía en su conjunto. Al respecto es pertinente señalar nuevamente dos aspectos: que el gran empresariado uruguayo, tan propenso a reclamar más y más beneficios, no ha podido o querido aportar los US$ 1.000 millones (menos de 2% del PIB) que se requieren para construir la infraestructura ferroviaria. Así son nuestros grandes ricos, tan distintos, por ejemplo, a los de Estados Unidos, donde el mayor conjunto de billonarios ofreció a la Unión la mitad de sus fortunas cuando la Gran Recesión 2007-2010, aporte que, gracias a las políticas monetarias expansivas del presidente Barack Obama, no fue necesario realizar.
Lo segundo es que, como es notorio, el presidente Tabaré Vázquez se ha puesto al hombro la tarea y recorrió prácticamente el mundo para, en persona, facilitar e impulsar todas las tratativas del macroemprendimiento.
Con respecto al aporte nacional de US$ 1.000 millones que faltan, se está considerando una batería de medidas entre las que se destacan revisar las exoneraciones fiscales (que en 2014 fueron 6,34% del PIB), bajar la evasión del IRAE (nuestros quejosos empresarios evadieron 44,7% de lo que debían pagar, según informe de la DGI) y aplicar (o restaurar) impuestos a las altas ganancias de grandes importadores y agroexportadores, que han visto aumentar sus ingresos enormemente en estos últimos 12 años (poniendo como ejemplo las “detracciones”), incrementar el impuesto al patrimonio y/o establecer un impuesto a las herencias.
Pero tampoco debería descartarse, a pesar de las voces que puedan surgir, el recurrir al aumento de la deuda pública (que sería por menos de 2% del PIB, y que puede instrumentarse en varias modalidades) para financiar esta inversión que el país requiere con urgencia histórica.
John Maynard Keynes, el economista más grande del siglo XX y lo que va del XXI, cuyas políticas expansivas derrotaron la Gran Depresión de 1929 y muchas crisis más (incluida, post mortem, la Gran Recesión 2007-2010), estaría apoyando una medida así en este caso. Recomendamos a quienes duden de lo afirmado leer la monumental biografía del expresidente de la Reserva Federal (2006-2014), Dr. Ben Shalom Bernanke, titulada El valor de actuar (Planeta, 1.066 páginas), en la que detalla las políticas monetarias expansivas con las que se salvó la economía de Estados Unidos y, por tanto, la del mundo entero durante la última crisis global.
La segunda planta de UPM debe construirse porque, además de impulsar nuestra alicaída economía (que ha visto cerrar en estos meses tantas empresas importantes como La Spezia y Fanapel, entre otras), constituirá un mojón histórico para nuestro desarrollo.
El crecimiento económico y el aumento del bienestar social que se logren devolverán con creces y con continuidad lo que se invierta.
Para lograr este objetivo asumido en plenitud por el presidente de la República no valen las objeciones, y se reciben propuestas alternativas.
Continuaremos con el tema.