Por R.T.
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Pasaron unos cuatro años de la última vez que se presentó en vivo, dice Pata Kramer. Muchas cosas cambiaron en ese tiempo -sigue. La familia creció: desde hace ocho meses, ella y su pareja Ana Prada -también cantante, guitarrista, compositora- son madres de Hugo, y cuando Pata dice Hugo se revuelven los cambios y las permanencias, se revuelve el tiempo y se transforman los lugares, los colores, las sonoridades, las texturas: se transforma la vida.
Y esa transformación refresca las tensiones creativas y permite el lujo de la ambigüedad. Pata Kramer lo anota en un correo electrónico: “¿Cuál es el valor de cambiar?¿Cuál es el valor de mantenerse? La comparación: ¿fuera. dentro. lejos. Cerca?; ¿ideas pasadas del futuro?; ¿memorias futuras del pasado?” Al final: “Todo más o menos igual”.
Este es su plan. Es el plan -lo afirma, lo subraya- del regreso a un escenario: la sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional del Sodre, este jueves 22, a las 21 horas. Una forma de romper con un receso parcial; un receso de las ajetreadas agendas públicas, pero no de la música, no de la vida en crecimiento.
“No dejé de tocar por nada particular ni vuelvo a tocar por nada particular tampoco. No tengo esa sensación de ‘cuánto hace que no toco’. Durante un tiempo quizás no tuve tantas ganas de eso” -explica. Y no necesita agregar nada más.
La idea, entonces, jugar con los cambios y las permanencias. La metodología -nada científica, nada rígida- será convocar al repertorio una selección de canciones nuevas más otra selección de sus dos discos, “Un par de intentos”, de 2006, y “Sostén”, de 2010.
Dice: “La mitad del repertorio se armó con canciones nuevas, canciones que no han estado en ningún disco y que no he tocado en vivo casi nunca. Y la otra mitad incluirá las canciones de antes. Lo interesante, lo valioso, es que los títulos para esa parte del repertorio fueron elegidos por los chicos que me acompañan… les pregunté qué más tenían ganas de tocar… y fuimos por ahí”. El resultado fue una suerte de equilibrio de nuevos y viejos aportes; dosis más o menos parejas del cambio y de la permanencia.
Otro aspecto sorprendente, que refuerza ese choque de fuerzas que revuelven el tiempo, fue el reagrupamiento de la banda. “Me reuní con los músicos que siempre tocaron conmigo: Mariana Vázquez, Sebastián Pereira, Roberto Heredia, y también con los técnicos de siempre: Juan Manuel Cola y Laura Leifert. A lo que tengo que agregar la lista de invitados: Ana Prada, Martina Gadea y Samantha Navarro. Todos estábamos cambiados, pero al juntarnos, al comenzar a tocar, la química, la sintonía, la energía, los entendimientos, estaban en el mismo punto de antes: el tiempo nos vio engordar, volvernos quizás algo más lentos, enfocarnos en nuevos compromisos, pero la conexión humana y musical estaba intacta”. Los cambios y las permanencias en juego.
La oportunidad, así, “más o menos igual”, tendrá como núcleo y como proyecto el encuentro: con los músicos, con el repertorio, con la gente. Una oportunidad para el juego íntimo, para el disfrute de la cercanía.
Ahí, en esa zona interior, todo explota: el temperamento interpretativo, las ideas poéticas, las exploraciones musicales, la carga expresiva casi magmática que fluye desde cada canción de Pata Kramer.