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Sociedad

Pedro Mairal: “Sin peligro no sería interesante escribir”

Mientras disfruta de unas vacaciones extendidas en Punta del Este -a causa del cierre de fronteras por la pandemia-, el reconocido escritor argentino habla de sus luces y sombras a la hora de crear. Dice que la escritura es “un intento por sujetarse” a la vida y reflexiona sobre las distancias entre montevideanos y porteños: “Uruguay funciona como un lugar medio onírico, donde las cosas son parecidas pero distintas”.

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Textos: Daniel Alejandro

 

Más de 100 kilómetros nos separan en esta breve pero fructífera charla que al parecer no sabe de distancias. Quizás porque a ambos nos une la pasión por la escritura, aunque en este mano a mano es él quien lleva el timón. De paseo por las costas esteñas, el autor de La uruguaya (2016) se confiesa admirador de Onetti, pero también de algunos músicos charrúas que han inspirado su fraseo: Cabrera, Drexler y el mítico Zitarrosa. Tiene el pulso magistral de un escritor moderno que en sus obras entrega sus claroscuros sin jamás mimetizarse con sus personajes. Cree que la inmortalidad literaria es solo para unos pocos iluminados, así que escribe para el presente sin preocuparse mucho por el después. Pero como dice una de sus frases de cabecera del maestro Francisco de Quevedo, “lo fugitivo permanece y dura”. Y aún nos queda mucho de Pedro Mairal.

 

Juan Carlos Onetti decía que escribir es un acto de amor. ¿Comparte eso?

Creo que sí, es un acto de amor porque es un acto de comunicación. Es una apuesta, algo así como estirar la mano en la oscuridad esperando que alguien de alguna manera esté del otro lado. Porque no sabés quién realmente va a estar, por eso es una apuesta en la oscuridad. Uno no sabe con quién va a ser el lector de este texto, cómo lo va a entender, cuánto tiempo después.

 

Siempre que tomamos caminos oscuros hay peligro. ¿No importa?

Sin peligro no sería interesante escribir. No se escribe para manejarse en un terreno seguro, sino para animarse a habitar esa oscuridad de la que estamos hablando y de alguna manera hacerse cargo de ella también.

 

¿Cuál es el mayor peligro que ha vivido hasta ahora Pedro Mairal?

Siempre uno tiene el peligro de que a la gente no le guste lo que estás escribiendo, que no le parezca correcto o no empatice con el personaje. Y un peligro actual bastante patente es que te confundan con tu personaje. Se está como desdibujando el concepto de ficción y pareciera que todo es literatura del show, entonces estás inventando un personaje bastante antipático y la gente lo confunde con vos. Eso me parece que es un peligro. A veces me encuentro con exclamaciones como: “¡Mirá lo que dice Mairal!”, y ponen una frase de mi persona que es de un personaje. Yo muchas veces no concuerdo moralmente con mis personajes. Así que confundir eso es un peligro.

 

Pero de alguna manera usted es sus personajes, aunque sea en la oscuridad más oscura de su alma. ¿O no?

Creo que uno tiene que escribir con todo lo que es, con su claridad y su oscuridad, pero también se exageran y se llevan las cosas más lejos de uno mismo. Quiero decir, quizás me pasó un tres y lo llevo a un diez para la historia. Porque estoy creando una verdad que no es una verdad fáctica sino literaria.

 

Otra vez citando a Onetti, ¿la literatura es mentir bien la verdad?

¡Qué buena esa frase! No la conocía. La literatura es mentir bien la verdad.

 

¿Qué hace en costas uruguayas?

Vine de vacaciones y quedé de este lado de la frontera.

 

¿Se quedó porque no puede viajar o porque algo le dice que se quede a vivir en Uruguay?

Bueno, siempre tengo la tentación. Cada vez que los argentinos venimos a Uruguay nos dan ganas de quedarnos. Pero por ahora hay una cuestión pandémica de por medio y encantado de que se demore la vuelta por el momento.

 

¿Por qué el libro de La uruguaya y no una ecuatoriana o una francesa?

En el imaginario del porteño, Uruguay funciona como un lugar medio onírico, donde las cosas son parecidas, pero distintas. Todo el tiempo se produce un extrañamiento. Es similar, pero es diferente. Permanentemente, pasamos de la familiaridad a la extrañeza y eso es muy rico a nivel literario porque uno puede mostrar esa textura de lo distinto. Parecen calles de Buenos Aires, pero no son; compartimos el habla del Río de la Plata, pero hay algunas palabras distintas: championes en vez de zapatillas, cerquillo en vez de flequillo. Y eso literariamente funciona muy bien, porque uno con la literatura de alguna manera siempre está poniendo las cosas en un lugar de extrañamiento. Por otro lado, también me servía por esa especie de cruzar al otro lado del espejo que tiene para un porteño viajar a Montevideo. Es como meterse al otro lado y allí pasan cosas. Hay una transformación y el personaje lo siente, no es el mismo que salió a la mañana cuando vuelve esa noche.

 

¿Cree en la inmortalidad literaria?

Yo creo que no, que todo se termina muriendo. Incluso se termina muriendo la letra en la que uno escribe. Aunque algunos poetas logran sobrevivir a su propia lengua muerta. Pienso en poetas latinos, en Virgilio o Catulo, pero no sé cuánto les habrá servido a ellos eso. En este resbalarse hacia la muerte que es la vida, la escritura es un intento por sujetarse y detener ese movimiento constante, pero siempre termina siendo un fracaso. No se puede detener nada. Y ahí está un poco el secreto, como termina diciendo Quevedo en un poema: “Lo fugitivo permanece y dura”. Me encanta eso y cada vez estoy tratando de conectarme más a esa idea. Aceptar que es fugitivo y que lo que uno escribe también puede estar conectado a esa fugacidad total. Nada queda cincelado en mármol en la literatura.

 

Uno de los escritores que de alguna manera sufrió en vida el rechazo hasta por su propio país fue Manuel Puig. ¿Le tiene miedo a eso, al rechazo de hoy y que lo recuerden cuando ya no esté?

Lo que suceda cuando ya no esté no me importa demasiado. La verdad que no voy a estar para enterarme. Escribo para la gente que me quiera leer en mi propio tiempo y si eso se sigue leyendo después de que yo esté por acá, bienvenido sea. A mi no me va a servir demasiado, ojalá le sirva a los demás.

 

¿Se considera un escritor maldito?

No, para nada. Me siento muy reconocido, muy leído y querido también.

Se puede ser un escritor maldito y leído, como Bukowski.

Sí. Pero esos son como los chicos malos de la literatura. No estoy para nada en el reviente, por decirlo de alguna manera, más bien soy un padre que cuida hijos. Aquella etapa ya la pasé y trato de estar sano, en todo caso que mis personajes vayan más para el lado del margen.

 

¿Qué escritor uruguayo lo marcó?

Creo que algunas cosas de Onetti, sin dudas. Hay un tono que me gusta, un tono muy oscuro. Es una dicción por así decirlo, una sintaxis. Y después… Soy muy malo para las listas a quemarropa, pero hablaría de músicos uruguayos. Yo recibí mucha educación literaria a través de la música.

 

¿Como quiénes?

Por ejemplo, Aníbal Sampayo con esa canción que dice “aguardiente brasilero, te conozco en el aroma”. O también “Río de los pájaros” y “Garzas viajeras”. Eso sin dudas es algo que me marcó mucho, ese uso poético del octosílabo, ese fraseo. Después, las letras de Fernando Cabrera, las letras de Drexler. El fraseo de Zitarrosa es algo que me impacta mucho. Uruguay me ha entrado mucho por la oreja.

 

¿Qué escritores argentinos lo inspiran?

Ahí están Borges, Cortázar y poetas como Giannuzzi. Del escritor argentino que más me tuve que despegar o tener cuidado de no quedar pegado, en cierta forma, es de Cortázar, a través de ciertos usos del gerundio y tendencias a ser una especie de in crescendo elevando la voz. La influencia de Borges está siempre, por suerte; es mi influencia que tiende a la economía verbal, a escribir con menos palabras, a la síntesis. Pienso que está, ojalá esté.

 

¿Cómo ve a Argentina?

Argentina es siempre una preocupación muy grande. Hay algo muy distópico y oscuro, pero es el lugar donde me crié. En 2003 o 2004 escribí mi novela al respecto, se llama El año del desierto, y curiosamente en pleno año de pandemia el libro pareciera muy actual. Hay algo medio cíclico y autodestructivo en Argentina que me asusta, es un dolor siempre.

 

¿Cuáles son los miedos de Pedro Mairal; esos que de alguna manera no se atreve a escribir en sus libros?

Los miedos de que le pase algo a un ser querido están siempre. Y a veces soy precavido con las cosas que escribo porque veo que tengo algo medio premonitorio. No siempre, pero es algo extraño que me pasa a veces cuando escribo y no lo sé explicar bien. Entonces quizás hay algunos temas con los que me cuido, pero a la vez hay muchas cosas sobre las que me gustaría explorar. Así que no digo que tengo temas tachables.

 

¿Cuáles son esos temas que le gustaría explorar?

Creo que hasta ahora he escrito sobre las parejas con muy poca luz al final del túnel. Siempre las parejas son como un lugar de asfixia y encierro, con personajes que están queriendo salir de eso. Y creo que tiene más que ver con mis 40 años, ahora que ya estoy en los 50 quizás me gustaría escribir sobre un amor distinto, más consolidado. Desde otro lugar.

 

¿Hoy puede existir ese amor ideal como “los de antes”?

No, ni ideal ni con la forma de los amores de antes. Tiene que ser de este tiempo y cada uno viviéndolo como puede. Todavía no lo sé bien. Me pasa mucho que no sé lo que pienso al respecto de ciertos temas hasta que me pongo a escribir sobre eso. Escribir me ayuda a saber qué pienso. Me gustaría explorar una novela sobre un amor consolidado, de mayor madurez que los que he mostrado hasta ahora, que siempre son fracasos.

 

Siguiendo con Onetti, en “El pozo”, él dice que un hombre cuando llega a los 40 años de alguna forma tendría que escribir sus memorias si su vida ha sido interesante. ¿Le gustaría escribir sus propias memorias?

Me parece que todo el tiempo estuve haciendo eso, lo que pasa es que lo transformo en ficción, en crónicas, en poemas, ahora en canciones. No tengo una necesidad de hacer un racconto desde que nací o desde que tengo memoria hasta el día de hoy. Creo que lo que voy haciendo son pantallazos, pequeños flashbacks de esos donde aparece la vida entera a toda velocidad.

 

¿Tiene cábalas a la hora de escribir?

No, pero hoy en día tengo la necesidad de escribir más a la mañana. Despertarme y escribir. Antes podía hacerlo a cualquier hora y ahora no. Así que me despierto temprano, desconecto el wi-fi y escribo. Y después empieza el día hábil y me atrapa, me ocupo de mis hijos, la casa y el trabajo. De pronto de tarde puedo retomar y corregir, pero la escritura la tengo que hacer casi que robando horas de sueño.

 

La última: ¿qué tiene el uruguayo en su personalidad que le gustaría que tuviera el argentino?

Pensemos más en regiones, hablaría más de los montevideanos y los porteños. Creo que hay una región en común muy fuerte en el Río de la Plata. Y por supuesto que hay una amabilidad enorme acá. Siento una gran amabilidad en el Uruguay y temo que en Argentina estamos con la guardia muy alta porque las cosas están ásperas, entonces todo el mundo está con la mecha corta. Si pudiéramos bajar un cambio y no estar tan a la defensiva, estaría bueno para los porteños.

 

Biografía
Nació en Buenos Aires en 1970. Su primera novela, Una noche con Sabrina Love (1998), recibió el Premio Clarín de Novela y fue llevada a la pantalla grande bajo dirección de Alejandro Agresti. Autor de novelas, crónicas, cuentos y poemas. En 2007, el jurado de Bogotá39 lo incluyó entre los mejores escritores jóvenes latinoamericanos. Su última novela, La uruguaya, lleva publicadas diez ediciones.

 

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