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Philippe Martínez, secretario general de CGT France

“Atacar la escuela es un acto de barbarie”

El líder de la CGT France es considerado un hombre duro, firme de convicciones, de raíz comunista y temple de acero. Se lo suele visualizar como alguien que es capaz de desafiar al presidente Emmanuel Macron desde las calles o fábricas, siempre junto a los trabajadores, y también es reconocido por su capacidad de reflexión y análisis crítico de la realidad.

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Por Alfredo Percovich

Producción: Viviana Rumbo

Philippe Martínez prioriza hablar de temas que le preocupan como el trabajo, la educación, la salud, los cambios sociales y los medios de comunicación. En este espacio de conversatorio de ideas, Philippe Martínez, se refirió a la rica diversidad cultural francesa y también a la «franja racista» de la población, que cuenta con el apoyo de la extrema derecha política y que ha adoptado un lenguaje bélico, de “evocación a la guerra”.

El secretario general de la CGT France, el hombre del mostacho del que todos hablan, nació en Suresnes y es hijo de madre española y padre combatiente de las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil Española. Philippe Martínez es metalúrgico de profesión, trabajó inicialmente en la fábrica Renault de Boulogne-Billancourt y después fue trasladado al Centro de Investigación de Motores de Rueil-Malmaison. Estudió en un centro educativo de los suburbios del oeste de París y su historia familiar explica buena parte de sus convicciones sindicales y políticas. «Francia es un país de inmigrantes, italianos, polacos, españoles, africanos, la riqueza de nuestro país fue tener mucha gente que vino de afuera y nos enseñó muchas cosas: a jugar al fútbol, a dibujar, a cantar y muchas más. Estoy convencido que la riqueza del país se explica en que está conformado por una mezcla de culturas. Un migrante francés, que se llama Zinedine Zidane, un genio, es hijo de inmigrantes. En Francia hay muchos franceses que son hijos de inmigrantes y eso es parte de nuestra historia». Sin embargo, reconoce que una parte de la sociedad francesa es profundamente racista. «Especialmente es discriminadora de los negros, porque para los partidos de ultraderecha, que son capitalistas, es más fácil decir que los problemas de la sociedad son culpa del que tiene un nombre que no es francés o que tiene la piel negra o amarilla, en lugar de decir que es culpa del patrón».

En Francia el gobierno ha pretendido instalar la idea de que la seguridad necesita imponerse como sea. Incluso restringiendo las libertades individuales y colectivas. El discurso del miedo allí también lo invadió todo. Macron no innova. Los generales y parlamentarios cabildantes de la ultraderecha uruguaya tampoco. Hablar del enemigo es un recurso que ha dado rédito a lo largo de la historia, pero parece estar atravesando un momento superlativo de euforia. Si hay enemigo, hay que aniquilarlo. Exterminarlo. Eso en nombre de la seguridad ciudadana.

«El presidente Macron y su gobierno ceden a la presión de la derecha y la extrema derecha, adoptando un lenguaje bélico y evocando la guerra. Además, en nombre del laicismo ha introducido en el Parlamento una ley sobre el ‘separatismo’ para reforzar la represión policial y restringir las libertades individuales y colectivas. Esta actitud y esta política no hacen otra cosa que reforzar las divisiones de la sociedad francesa, que por el contrario, necesita unidad. Macron, al mantenerse en los temas de inseguridad y terrorismo, trata de ocultar sus responsabilidades en el manejo de la salud durante la pandemia, pero también la falta de respuesta a los temas sociales con la ola de despidos que vive nuestro país».

 

¿Cómo se explica el crimen del docente Samuel Paty cuando hablaba de libertad de expresión? ¿Es un síntoma de la realidad actual?

No hay una explicación sencilla o única para el horrible asesinato de un maestro, Samuel Paty, que sólo estaba ejerciendo su profesión, es decir, enseñando conocimientos pero también y especialmente, despertando el espíritu y la cultura del debate en el respeto de las ideas y la libertad de conciencia de cada persona. En resumen, convertirse en ciudadanos en el marco de los valores de nuestra República desde la Revolución Francesa de 1789: libertad, igualdad, fraternidad. Es este espíritu, estos valores y la libertad de expresión son los que están siendo cuestionados a través de este acto bárbaro y en nombre del fundamentalismo religioso. Aunque Francia no sea el único país del mundo atacado por el terrorismo religioso, en los últimos cinco años han sido asesinados en nombre del Islam desde periodistas de Charlie Hebdo hasta un profesor de escuela secundaria. Atacar la escuela y todo lo que representa es un nuevo paso que se ha dado.

 

¿Cómo se posicionan los sindicatos precisamente en un panorama de intolerancia y barbarie? ¿Cómo se actúa de manera coordinada, preventiva, educativa y solidaria ante estos fenómenos de violencia, intolerancia o barbarie?

Los sindicatos franceses condenaron juntos este asesinato y la CGT participó y habló en los mítines realizados días pasados, especialmente en París, en “Place de la République”. Estamos trabajando internamente sobre asuntos de laicismo, un valor esencial de nuestra República que no se opone a la libertad de culto de todos y cada uno de los ciudadanos. Rechazamos cualquier estigmatización de los musulmanes. Pero también integramos en nuestra reflexión las cuestiones sociales porque la escuela no es impermeable a los problemas de la sociedad. Por eso nos referimos regularmente a la insuficiencia de medios que se dan a las escuelas públicas: las clases superpobladas, con hasta 35 alumnos por clase y la falta de profesores, no permiten ni atención, ni educación adecuadas; la política de disolución de los servicios públicos que abandona los barrios obreros; el desempleo masivo, que afecta particularmente a los más jóvenes y obviamente a los de origen inmigrante; una política de seguridad y una fuerza policial que con demasiada frecuencia tiene como blanco a los inmigrantes y los musulmanes, entre otros. Por último, hay que mencionar también el contexto geopolítico y los numerosos conflictos armados en el mundo en los que Francia está a veces presente, como en África, por ejemplo.

 

¿Estos crímenes de odio generan otras derivaciones más allá de la indignación y manifestaciones callejeras?

Francia, país de los derechos humanos, es rica en esta diversidad cultural y la acogida de muchos migrantes siempre ha sido opuesta por una franja racista de la población, con el apoyo de la extrema derecha. Pero la crisis económica y social que estamos viviendo desde hace varios años refuerza el peso y la fuerza de estas ideas. Además, algunos medios de comunicación mantienen este clima, sobredimensionando todos los actos de inseguridad. Finalmente, y esto no es insignificante, este asesinato se cometió durante el juicio de los asesinatos de Charlie Hebdo, de hace 5 años, lo que hace que el clima sea aun más pesado.

 

¿Es posible que algunos franceses vinculen el toque de queda o el confinamiento con los padecimientos de otras épocas de la historia de Francia?

Se supone que los toques de queda son una medida sanitaria que está lejos de ser eficaz, pero que parece ser aceptada por la población según las primeras encuestas. Es cierto que todavía no se aplica en todo el país, sino sólo en las grandes ciudades. En Francia, el toque de queda es sinónimo de un «estado de guerra» y ocupación como durante la Segunda Guerra Mundial. Pero el principal problema que puede representar en este contexto, es la falta de vínculos sociales que sufre la población con el cierre de los lugares de reunión, intercambio y convivencia. Cuando el único medio de intercambio es la televisión y los canales de noticias continuas, como Fox News por ejemplo, uno teme por la democracia.

 

Agrupémonos todos
«Valoro mucho a Uruguay, destaco especialmente el trabajo del Pit-Cnt y creo que tenemos que trabajar más juntos. Cuando estuve por allí hablamos mucho de los derechos sociales, de lo que hacen los capitalistas franceses cuando van a América Latina y pretenden explotar a los trabajadores de allí. Por eso creo que tenemos que trabajar juntos para enfrentar esa lógica de la explotación y lograr que a igual tarea, la paga sea la misma. Si el trabajo es el mismo, el salario tiene que ser el mismo que paguen allí como acá. Las competencias son las mismas, no pueden aprovecharse y explotar a nadie. Ni allí ni acá. Otra cosa que hay que señalar es que hay empresas transnacionales como UPM, que viene de Finlandia, cierra en Francia y se instala en América del Sur. He visto con atención los movimientos sociales que se preocupan del medio ambiente y cuidan su tierra. Pude ver que mucha gente se paró firme y dijo que no tocaran los árboles porque son fundamentales para la salud de la gente».

 

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