Por A.L. El universo de los superhéroes sigue siendo una de las fuentes simbólicas del imaginario pop. Estos chicos y chicas, que logran perpetuarse en múltiples formatos (cómics, películas, teleseries, páginas de internet), vuelan o corren o saltan a través de historias que nos despegan de nuestras “humanas limitaciones”, se pliegan a conflictos y tensiones sociopolíticas, proyectan algún que otro entuerto psicológico y hasta sexual, para erigir un altar de ficciones esquemáticas en ese espacio-tiempo que consagramos al entretenimiento. Clarito: los precisamos. Entonces, la pregunta del millón: ¿para qué insistir en sepultar a estos personajes superpoderosos en conflictos existenciales y psicológicos, en un intento por hacerlos más humanos? ¿Más humanos? Imposible. O, mejor dicho, poco creíble y poco interesante. ¿Para qué queremos un Batman tan atormentado por sus traumas y por sus conflictos seudomorales con Superman? Para nada. El Batman compuesto por el legendario Adam West ya lo tenía todo: la onda, el disparate, la carga homoerótica y esa valentía absurda para completar un personaje formidable. Y de Superman se podrían anotar otras tantas cuestiones parecidas. Así fue que las últimas películas con personajes ilustres del universo de DC Comics no hicieron otra cosa que derrapar en el aburrimiento y arriesgarse a perder en la competencia con las realizaciones de la casa Marvel. Esta historia, sin embargo, ahora tuvo su vuelta de tuerca con el reciente estreno de Mujer Maravilla (2017), de la directora californiana Patty Jenkins (Monster) y con la correctísima actuación de la israelí Gal Gadot, la nueva estrella del firmamento heroico que ha encendido pasiones de todo tipo. Se trata de un filme que recupera a uno de los personajes que faltaba llegar al cine de este mundillo del cómic. Creada por William Moulton Marston en 1941 para la series de publicaciones superpoderosas de DC Comics, luego tuvo entre 1975 y 1979 una interpretación icónica a cargo de Lynda Carter en una recordada serie de televisión. ¿Se acuerdan de los giros que Diana daba para convertirse en Mujer Maravilla? La posta En esta última resurrección del personaje, la cineasta Patty Jenkins hace una movida muy acertada. La convierte en una mujer capaz de cumplir con hazañas metahumanas y a la vez asumir y potenciar su inteligencia y su poder de atracción sexual sin naufragar en simplezas, proyecciones misóginas ni traumas posmo. Ella es una semidiosa que abandona su isla de amazonas, su lugar de seguridad, se banca su misión entre los humanos en plena Primera Guerra Mundial y es capaz de poner en su lugar a los hombres de la historia sin demasiados conflictos. La figura de Gadot da con la talla. Su voz con ciertos toques de aspereza, su manejo de las miradas, gestos y movimientos se lucen sin sobreactuaciones. Y se lucen sobre todo en las muy bien realizadas escenas de lucha, en las que saca buen partido de su alto entrenamiento –no vamos a entrar en detalle; ya se dio abundante difusión en los medios sobre esta faceta de la vida de Gadot–; escenas en las que se revisitan muchos de los piques de los clásicos cómics y se encastran en un efectivo manejo del tiempo, lo que permite seguir la acción con detalle y sin naufragar en una adrenalínica acumulación de cortes y cambios de planos. La directora Jenkins, fiel a un estilo que ya había mostrado en su primer largo, Monster, proyecta este detalle del manejo del tiempo a otros planos de la narración, lo que hace que la historia sea muy disfrutable, clara y sin artilugios que pretendan suplir las carencias narrativas. Otros méritos del trabajo de Jenkins son haber situado la película en el contexto europeo, recuperar muchos signos de la cultura helénica y evitar la “tentación” facilista de llenar la trama de agencias y agentes secretos estadounidenses. La excepción, claro, es el personaje masculino protagónico, Steve (Chris Pine), que es un espía yanqui que opera en el viejo continente, y el jefe indio que se suma al combo combatiente, pero que no deja de demostrar su poco aprecio por la sociedad blanca-estadounidense-conservadora. ¿Quién dijo que no se podía concebir historias heroicas de seres con superpoderes sin la hegemónica carga de símbolos estadounidenses? Patty Jenkins tiene algunas respuestas interesantes; Gadot les pone rostro, cuerpo y erotismo.
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