No hay desde hace ya años otro partido político en nuestro Uruguay que se desangre tanto en luchas internas como el Frente Amplio. Lo peor es que son tan estériles, que, como consecuencia de estos enfrentamientos, no se vislumbra, ni a los lejos, ningún resultado positivo. Yo no creo mucho en las encuestas, es más, creo que las mismas son solamente una fotografía muy instantánea de la realidad, muy imperfectamente medida y muy manipulada. Creo que en la mayoría de los casos las encuestas tienen el sesgo de que sus resultados reflejan la opinión de los dueños de la empresa que la programa y la realiza, y que en las presentaciones ante los que la encargan y pagan, suele decirse muchos lugares comunes, algunas obviedades y, sobre todo, lo que los destinatarios del mensaje presumen o quieren escuchar. Siendo así, los “estudiosos” de la opinión pública sentencian que el “centro del espectro político”, los jóvenes y las capas medias, son territorios en disputa, que la única puerta que está abierta para los electores frenteamplistas es la de la derecha y que la potencial emigración a Unidad Popular es muy menor. Además, detectan del resultado de sus mediciones que el desencuentro, la confusión y la rabia de muchísimos frenteamplistas de todas las edades se hace evidente en los números, y que esos números dan que el Frente Amplio pierde 20% del electorado, que engrosa una franja de “no sabe” que tal vez se revierta de aquí a las elecciones y que tal vez no. Esta hipótesis es doblemente grave porque evidencia una realidad y porque la interpreta. La realidad es que hay un descontento entre los frenteamplistas y la hipótesis que parece desprenderse de esto es que el Frente Amplio, para renovar su mandato, debe volverse menos de izquierda, más pragmático en sus relaciones económicas y políticas con el mundo capitalista y financiero internacional y menos apegado a sus definiciones programáticas originales. Para operar este cambio en sus acciones políticas, las propuestas estratégicas y las definiciones económicas, cualquier monedita sirve. Vale resucitar a Amodio Pérez, linchar a Sendic, abrir una investigación cerrada hace 40 años para involucrar a los tupamaros con asaltos a bancos, aliarse con cualquier gorila para derrocar a Nicolás Maduro, festejar cualquier elogio del Banco Mundial, el Fondo Monetario y las calificadoras de riesgo, descuartizar al Banco República, levantar un monumento a las pruebas PISA o pasarle información a los adversarios blancos para debiltar la imagen de las empresas públicas. Hace poco leí un artículo de un “vocero frenteamplista”, de cuyo nombre prefiero no acordarme, que muy sensibilizado porque sus amigos empresarios se quejan del monto de su aportes a la seguridad social y la monumental carga impositiva que debían pagar en sus empresas, reflexionaba sobre los giros que debían adoptarse en las relaciones laborales para que Uruguay recuperara la competitividad perdida frente al vecindario, cuyos gobiernos han demostrado más “pragmatismo” y menos pudor para tratar estos temas tan espinosos. Pero los analistas y cientistas sociales no son culpables de lo que hacen los políticos. Apenas si analizan los hechos, desarrollan opiniones, diseñan estrategias de marketing e imaginan futuros. De estos análisis sesudos de los gurúes que presuntamente conocen los secretos de la opinión pública, los militantes y dirigentes frenteamplistas forjan sus conclusiones y después actúan según sus convicciones. Y los votantes y partidarios del Frente Amplio, tomando en cuenta estos insumos, más sus experiencias personales, más su ideología y su personalidad y el balance de lo que han visto y oído de los políticos a lo largo de su corta o larga vida, y de lo hecho en los últimos diez o quince años, irán reforzando sus convicciones, atenuando sus descontentos, abandonando o reforzando sus esperanzas y optando en consecuencia por aquellas opciones que les merezcan más confianza en noviembre de 2019. Siguiendo estas hipótesis, habría que pensar que muy probablemente el voto de los ciudadanos no será el resultado de los detalles, sino la expresión de la capacidad del Frente Amplio de continuar su proyecto político que está diseñado desde su propio origen y que es antioligárquico y antiimperialista. Yo creo que esto es lo fundamental, de lo que se trata es reafirmar lo que somos y convencer y convencernos de que lo que queremos hacer lo sabemos hacer y lo podemos hacer. Pero no debe olvidarse ni menospreciar el hecho de que lo estratégico es conservar la unidad de la izquierda. Nada de dejar de ser lo que somos para ganar, porque los que quieren y votan por el Frente Amplio nos quieren por lo que somos y no por lo que queremos aparentar. Pensémoslo así: el que quiere votar a la derecha va a votar a la derecha; el que quiere votar al centro va a votar al centro y el que quiere votar a la izquierda va a votar a la izquierda. No parece lógico pensar que si uno quiere votar a un socialdemócrata, vaya a votar por un comunista converso disfrazado de reformista. No es probable que el Frente Amplio pueda convencer a la gente de que es lo que no es y no es éticamente sostenible que para ganar haya que construir un engaño. Otra cosa es que el proyecto político frenteamplista sea lo suficientemente amplio como para ser habitado por personas de diferente sesgo ideológico y distinto origen cultural. En eso no puede haber dos opiniones ni vacilaciones de ningún tipo. En eso sí que debemos ser intransigentes. El proyecto político del Frente Amplio y su instrumento, la fuerza política, no puede ser sectario, debe ser abierto y abarcativo, tolerante y solidario, generoso y consensuado y, sobre todas las cosas, profundamente unitario y democrático. Sin esto no se puede ganar, pero particularmente difícil será poder construir un país y una sociedad mejores. Cuando decimos que el Frente Amplio debe ser abarcativo y generoso, tolerante y democrático no los decimos solamente en relación a nosotros, sino también en relación a los adversarios. Deberíamos ser tan fuertes como para poder convivir, compartir y converger con quienes compartimos un proyecto político como con los que competimos. Siguiendo esa hipótesis, si los desilusionados van a volver en el período eleccionario es asunto relativo. Yo quiero que si están afuera, vuelvan ahora, que hay mucho que hacer por Uruguay todos los días del año y no en los últimos seis meses. Pienso que hay que hacer un gran esfuerzo para parar la hemorragia. No sólo de los dirigentes frenteamplistas, también de los militantes y también de los parlamentarios, los voceros, los ministros y el propio Tabaré. No tenemos espacio para más reproches, ni para más confusión ni para más desengaños. El adversario, particularmente los grandes medios de comunicación y algunos periodistas y analistas que trabajan para demoler a la izquierda no duermen. No podemos seguir diciendo que comunicamos mal nuestros éxitos y los actos de gobierno que provocan desconfianza o disconformidad. Algunas cosas las comunicamos mal y otras las hacemos mal. Algunas las tenemos que comunicar mejor o explicar mejor y otras las tenemos que hacer mejor o de manera diferente. Y si no, a llorar al cuartito. Ahora bien, a veces me da pena Javier Miranda, luchando medio solo para evitar, entre lobos, una carnicería. Otras veces, como a muchos compañeros, me dan ganas de ayudarlo. A veces pienso en lo difícil que es ayudar al que no quiere ayuda. Lo cierto es que cada día tenemos un nuevo tropezón, una nueva decepción, un nuevo desgarramiento. Hacemos poca cosa para atraer blancos wilsonistas, colorados batllistas y ciudadanos independientes, y no hacemos casi nada para terminar con la tristeza de los nuestros. Por eso constatamos la alegría de los adversarios, quienes, incapaces de formular ideas nuevas, están para volver al gobierno para imponer un programa regresivo y restaurador de alcance continental como el que pretenden llevar adelante Mauricio Macri en Argentina y Michel Temer en Brasil. Como el inefable abogado de Lacalle, blancos y colorados están quietitos, apostando a que si pierden, están por demás dispuestos a vender la casa en Carrasco para irse a vivir en Punta del Este. Mientras tanto, esperan que nos matemos solos. Y lo estamos haciendo muy bien. Alcanza con leer el editorial de Búsqueda del jueves 10 de agosto, ‘No lo distraigas’. Comienza diciendo: “Cuéntase que un día, hablando con una persona de su confianza, Napoleón Bonaparte comentó: ‘Si el enemigo se equivoca, no lo distraigas’. Eso es lo que, más o menos, parecen estar haciendo los partidos de oposición en Uruguay respecto al llamado ‘caso Sendic’, un enredo en que el gobernante Frente Amplio se ha metido hasta los tuétanos, sin que se vislumbre una salida aparente. La oposición, si bien de vez en cuando muestra su dedo acusador por comportamientos y expresiones –pasados y actuales– del vicepresidente de la República, está dejando progresivamente que el partido de gobierno se incinere en su propio infierno”. Y luego de contar como día a día nos perdemos en múltiples caminos haciéndonos siempre daño, termina el esclarecedor documento: “Mientras tanto, blancos, colorados, independientes y seguidores de Novick observan callados el carnaval que les presenta, gratis, su adversario principal. Siguiendo a Napoleón, no lo distraen”. Más claro, imposible. Si estarán tranquilos pensando que somos nabos, que nos lo escriben en la cara y seguimos como si tal cosa. Pues bien, yo digo que este camino nos conduce a una derrota segura, más acá o más allá, y que ese será el mayor pecado histórico que se haya cometido en 100 años. Además, la historia nos ofrece ejemplos en abundancia y no soy el único que piensa que estamos muy pero muy jodidos. Lo que les pasó a los blancos Lo que les pasó a los colorados ya lo predijo en su momento César Aguiar y tenía fundamentos muy sólidos: el partido de Batlle y Ordóñez se volvió pacheco-jorgista, neoliberal, se olvidó del pueblo, vivió amplias etapas de “desprolijidades” (que el Frente Amplio, en uno de sus grandes errores históricos, se negó a investigar, y habría que ver cuántos colorados y blancos estarían todavía presos por haber vaciado el BROU, el BHU, la CND, el BSE y otros organismos y empresas públicas que llegaron con patrimonio negativo a marzo de 2005) y finalmente se extinguió, quedando en ese 3% testimonial que todavía puede ser menor. En cambio, la historia de los blancos es una en la que se mezclan por igual errores y desgracias. Recuerdo que estando clandestino en Buenos Aires, Gonzalo Carámbula me contó los penosos detalles de la convención del Partido Nacional que se realizó inmediatamente después de las elecciones internas de noviembre de 1982, en las que el sublema ACF, que respondía al wilsonismo, se quedó prácticamente con toda la colectividad de Oribe. El evento creo que se desarrolló en el Platense. Wilson alentaba a los blancos desde la vecina orilla y estos, eufóricos, se mandaron una convención llena de ¡vivas! Como siempre, algunos blancos se hacían los paisanos y revoleaban los ponchos y las golillas, hasta que alguien, justo a la medianoche, creo que propuso a Juan Raúl para presidente de la convención. El tema dividió las aguas, y empezaron a darse como adentro de un gorro. Hace 35 años algunos blancos, me parece que los del Movimiento de Rocha, abominaron de Juan Raúl por su militancia en el exilio con los “comunistas”. Más o menos como ahora, que lo sacaron de la Institución de Derechos Humanos, digamos que con los mismos argumentos . Al otro día todos los diarios de derecha, que ya servían unánimemente al proyecto cívico militar de Sanguinetti, trataron el tema con caracteres de caricatura y así siguieron hasta la elección de noviembre de 1984, que se hizo con la oposición dividida y con Wilson preso y silenciado. Los colorados le dieron al cambalache blanco un nombrete denigrante: “incoherentes”. Y los masacraron. Yo creo que esa noche de 1982 Sanguinetti vio que el camino de su victoria –ayudada por los militares y el gran poder económico, claro– estaba en pregonar “el cambio en paz”. El mismo cambio en paz mentiroso que nos están proponiendo los partidos Nacional y Colorado y algunas de las cámaras empresariales al día de hoy: privatizar todo lo que puedan de las golpeadas empresas y bancos públicos (a propósito, cada vez me asusta más la situación del BROU); privatizar en lo posible la enseñanza, eliminar los Consejos de Salarios y, si se puede, aplicar un proyecto como el de Temer en Brasil, eliminando prácticamente toda la legislación laboral y preparando el zarpazo a los organismos de previsión social. La derecha, como lo vemos en Brasil y Argentina, viene por todo. Porque para ellos somos los enemigos a los que hay que exterminar. Mientras tanto, ¿qué hacemos nosotros, el Frente Amplio? El Plenario del fin del mundo Para el 9 de setiembre está prevista la realización del Plenario, que discutirá el informe de la Comisión de Ética del FA sobre la actuación del vicepresidente de la República y líder de la lista 711-Compromiso Frenteamplista, Raúl Sendic. Si no sucede un milagro, todo indica que ese Plenario va a convertirse en un aquelarre que derivará rápidamente en todo tipo de agresiones y abrirá la caja de Pandora, de la cual saldrán todos los demonios. Vamos a darle a la derecha el mayor espectáculo del mundo para que lo graben, lo filmen, lo escriban desde todos los ángulos posibles y puedan alimentar rencor y difundir división hasta noviembre de 2019, cosa de ganar las elecciones, como en 1984 se las ganaron a los blancos wilsonistas. Y no nos olvidemos de que tenemos muy poquitos medios de prensa, otro error grande como el Uruguay, que cometió la izquierda en el poder. Nadie va a defender la limpieza del proceso, ni la cristalinidad de la izquierda, ni la ética de los frenteamplistas ni la pureza de nuestros procedimientos. Todos van a atacarnos y resuélvase lo que se resuelva, la resolución contribuirá a la idea diabólica de que todos los políticos son la misma basura. No hay que ser muy inteligente, sino que hay que ser muy obtuso o muy ciego, o no querer ver, para darse cuenta de que existe una alta posibilidad de que las cosas se den así. Es raro, pero vamos directo al precipicio con los ojos abiertos. Conste que no estoy entrando en el fondo de la cuestión, ni en la corrección o no, las buenas intenciones o no, de los compañeros que intervendrán en el Plenario del fin del mundo. Y de nada servirá que se haga a puertas cerradas o que haya o no haya quórum o que se consigan o no las mayorías necesarias para aprobar o no las recomendaciones del Tribunal de Conducta Política Ya el viejo Pepe, que no tiene nada de ingenuo, fue el único que alzó su voz contra la Comisión Investigadora de Ancap, que más allá o más acá de su necesidad (porque al fin y al cabo la que decide es la Justicia) solamente sirvió para hacernos puré ante la opinión pública y echar sal en todas las heridas acumuladas. Con todo mi respeto por la transparencia y los mecanismos internos del Frente Amplio, preferiría que lo que han dado en llamar “caso Sendic” se resuelva, como se resuelva, antes del Plenario, fuera del escrutinio de la derecha, a fin de no colaborar innecesariamente con nuestra derrota, como hicieron los blancos en 1982 y como venimos haciendo desde hace unos cuatro años. Discutir todo y resolver, actuando con todas las garantías y el respeto que se merecen dando a conocer el informe del Tribunal de Conducta Política y las opiniones de los objetores. Y actuar con firmeza después, sea lo que sea que se resuelva. Es verdad que lo que más importa es la continuidad del proyecto político, que implica unidad en la diversidad, conductas éticas compartidas por todos, lealtad y honestidad, respeto y garantías para todos los compañeros y adhesión al programa y a las decisiones de los órganos de conducción. Podemos aprovechar el 25 de agosto para que todos reafirmemos en los comités nuestra voluntad frenteamplista; los que van siempre, los que van a veces y los que no van nunca tienen una oportunidad para demostrar que estamos como la primera vez. Y a elaborar el proyecto nacional que todavía no tenemos y salir a ganar las calles y la opinión pública, a traer colorados batllistas y blancos wilsonistas como hicimos hasta 2005. Uno a uno, golpeando puertas, tocando timbres, sumando voluntades y familias. ¡Hasta la victoria, siempre!
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