“En las cárceles se violan los Derechos Humanos” terminó reconociendo el ministro del Interior Luis Alberto Heber, pero las miradas estaban enfocadas en la situación de los reclusos masculinos, sin embargo la Cárcel de Mujeres N° 5 de Colón en Montevideo sufre el hacinamiento de 700 mujeres privadas de libertad en un establecimiento pensado para un máximo de 400.
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El director del Instituto Nacional de Rehabilitación, Luis Mendoza, me asegura que se están tomando las medidas necesarias y el director del establecimiento, Alejandro Chávez, está haciendo desfilar operarios, funcionarios policiales y reclusas para que presten declaración y alguna en formato de denuncia llegará al despacho de la fiscal de turno.
Torturas y extorsión
Sin embargo, al mismo tiempo, en una celda del quinto piso, tres reclusas tienen a Juliana arrinconada; la van a someter por una deuda de drogas y haber “perdido” (dejarse incautar) una “comunicación” (un celular). Mientras dos reclusas la sujetan, la “Kanaria”, luego de darle unos “puntazos”, va a “tatuar” la K de su nombre en un hombro a punta de navaja y, para que el mensaje que mandarán a su marido mediante video sea más contundente, la violan anal y vaginalmente con un palo de amasar.
El vídeo es acompañado de un audio que la “Kanaria” graba y que dice: “curro ninguno, tu mujer está lastimada, yo no chamuyo a nadie, pariente, yo me porté bien contigo y con tu mujer, le presté la comunicación, cuando ella no tenía nada le di yo a las cosas, yo todo, lo único te estoy pidiendo es que cuando pueda me mande a mil pesos por lo menos para comprar la comunicación, porque estás de menos, estás de menos que te rompa la comunicación, es bien que cuando sale te la “empomas”, digo que algo de consideración tenés que tener”.
El mensaje también irá dirigido al resto de las reclusas y por eso a Juliana le cortan el pelo a navaja; otra reclusa salvó como pudo a Juliana de los tormentos porque logró meterse en ese lugar donde los operadores penitenciarios no se animan a entrar y la guardia policial hace la vista gorda, cuando no habilita el “pase libre” para esas prácticas.
Uno de esos “pases libres” permitió la ejecución de una reclusa a quién ataron al colchón y prendieron fuego mientras dormía. Aunque para las autoridades fue un “suicidio”, u otra que sufrió hundimiento de cráneo.
También son habituales la utilización de cables para usar como picana y dar descargas de corriente como parte de las torturas y vejaciones.
Juliana, que no se puede sentar y llevará por el resto de su vida la K marcada en su hombro, tiene una deuda de droga de dos mil pesos, pero sus captoras le piden a su esposo treinta mil.
Por eso hacen llegar el video con los tormentos ocasionados a su esposa, y los datos del domicilio y de la familia que permiten al hermano de la Kanaria, “chorro” (como un valor jerárquico y de orgullo), dice la Kanaria en el video, ir a cobrar “lo adeudado”.
Cientos de familias son extorsionadas por un grupo de poder que ha organizado una red dentro y fuera del establecimiento, red que integran reclusas pero también funcionarios policiales y, nos dicen las denunciantes, sino con cierta complicidad, con muchísima pasividad.
Es que el ambiente se ha ido tanto de las manos que las autoridades del comando policial a cargo del Centro de Reclusión intentan sobrellevar la situación tratando que todos y todas, sobrevivan un poco.
Esta decisión implica permitir el tráfico de drogas y celulares sin que sea evidente, habilitar las salas de higiene o en las noches la celdas para permitir la violación de las reclusas más jóvenes, o permitir que en el 5° piso, un lugar de máxima seguridad para preservar la integridad física de algunas reclusas, se utilice en la noche para el secuestro de presas mientras se obtiene la recompensa.
También implica el “flauteo” (traslado) de presas que luego de ser golpeadas estaban dispuestas a declarar, entonces, antes de que se les labre el acta, se las traslada a otro centro de reclusión, como pasó con una presa que terminó desfigurada y la “flautearon” a la cárcel de Florida.
Según denuncian a Caras y Caretas, una mujer por noche en promedio es secuestrada y retenida en el 5° piso y los operadores penitenciarios dicen no poder hacer nada durante el día para “liberarlas”.
“Chochitos” y “Guasaperas”
Los dos elementos de mayor cotización en tráfico interno, a veces tan importantes como el propio dinero, son la droga y los teléfonos celulares; éstos, a su vez, en la jerga interna se dividen en dos categorías con su respectivo precio de transacción: Los “chochitos”, celulares que solo sirven para hablar o mandar mensajes de texto, y las “Guasaperas” que permiten acceder a las redes y fundamentalmente comunicarse vía WhatsApp.
Algunas reclusas que pertenecen a “la red” y acceden a la Oficina de Valores, oficina encargada de revisar la mercadería, logran que celulares, drogas y dinero, como pago a extorsiones, entren dentro de termos u otros artículos.
El comercio del “gordo Javier”, como lo conocen las internas, ubicado cerca del establecimiento y que vende mercadería a los familiares, provee los insumos necesarios para que dicho tráfico sea posible.
De la calle hacia dentro del establecimiento, la red de algunos operadores, algunos policías y algunas internas se encargan de la circulación y distribución; el tráfico es posible, además, porque -según nuestras fuentes denuncian- bajo ésta política de no “agitar el avispero”, se permite que algunas reclusas integrantes de la red trabajen en áreas estratégicas como el almacén, la panadería o el codiciado Departamento de Logística, encargado entre otras cosas de recibir y distribuir las donaciones.
Al tráfico se suman los “peajes” y las extorsiones de las cuales dependen la integridad física de otras reclusas; el “peaje” se paga con dinero, a veces montos de 500 pesos o más, o con alguna pertenencia o favores sexuales. Las extorsiones ya las describimos al comienzo del artículo.
Al desgaste emocional que representa para los funcionarios policiales y operadores penitenciarios trabajar en ese clima, la pasividad del comando policial no colabora, pero, además, denuncian otra situación, como la de hijas de jubilados policiales, jubilados que intervienen concursos para que ingresen sus hijas como operadoras penitenciarias aceptando “las reglas de juego dentro de la cárcel”.
“Los brazos gordos”
En la jerga interna, “las brazos gordos” son una suerte de cabecillas de la red; dos de ellas se alojan en el segundo piso y otra que anda privilegiadamente en el Polo Tecnológico.
En este esquema de poder tampoco asombra encontrarlas como delegadas del piso.
Todas ellas, además de generar una poderosa red interna, de contar con “soldadas” como la Kanaria, siguen vinculadas a las redes de delincuencia en territorios que regenteaban o compartían antes de caer presas.
Las autoridades parecen contar con todos los elementos para individualizar, no solo en las cuatro reclusas mencionadas, la red que convierte a la Unidad N°5 en un infierno, sin un horizonte de rehabilitación.
Mientras culminamos este informe, “Cacha” Pacheco, que se encontraba secuestrada, fue liberada, coincidiendo con la llegada del Comisionado Parlamentario Juan Miguel Petit.